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La piel en el juego

Este libro, aunque independiente, es una continuación de la colección Incerto, que es una combinación de a) discusiones prácticas, b) cuentos filosóficos, y c) comentarios científicos y analíticos sobre los problemas de la aleatoriedad, y cómo vivir, comer, dormir, discutir, pelear, hacerse amigo, trabajar, divertirse y tomar decisiones bajo la incertidumbre. Aunque es accesible a un amplio grupo de lectores, no se deje engañar: el Incertoes un ensayo, no una divulgación de trabajos realizados en otros lugares de forma aburrida (dejando de lado el acompañamiento técnico del Incerto).

Skin in the Game trata de cuatro temas en uno: a) la incertidumbre y la fiabilidad del conocimiento (tanto práctico como científico, suponiendo que haya una diferencia), o, en palabras menos educadas, la detección de toros***, b) la simetría en los asuntos humanos, es decir, la equidad, la justicia, la responsabilidad y la reciprocidad, c) el intercambio de información en las transacciones, y d) la racionalidad en los sistemas complejos y en el mundo real. El hecho de que estos cuatro aspectos no se puedan separar es algo que resulta obvio cuando uno tiene… la piel en el juego.*

No es sólo que la piel en el juego sea necesaria para la equidad, la eficiencia comercial y la gestión del riesgo: la piel en el juego es necesaria para entender el mundo.

En primer lugar, se trata de la identificación y el filtrado de bull***t, es decir, la diferencia entre la teoría y la práctica, la experiencia cosmética y la verdadera, y la academia (en el mal sentido de la palabra) y el mundo real. Para emitir un Yogiberrismo, en la academia no hay diferencia entre la academia y el mundo real; en el mundo real, sí.

En segundo lugar, se trata de las distorsiones de la simetría y la reciprocidad en la vida: si tienes las recompensas, también debes obtener algunos de los riesgos, no dejar que otros paguen el precio de tus errores. Si infliges un riesgo a los demás, y éstos salen perjudicados, debes pagar algún precio por ello. Al igual que debes tratar a los demás como te gustaría que te trataran a ti, te gustaría compartir la responsabilidad de los acontecimientos sin que haya injusticia ni desigualdad.

Si das una opinión, y alguien la sigue, estás moralmente obligado a estar, tú mismo, expuesto a sus consecuencias. En el caso de que des opiniones económicas:

No me digas lo que “piensas”, sólo dime lo que hay en tu cartera.

En tercer lugar, el libro trata de la cantidad de información que uno debe compartir prácticamente con los demás, de lo que un vendedor de coches usados debería -o no debería- contarle sobre el vehículo en el que está a punto de gastar una gran parte de sus ahorros.

En cuarto lugar, se trata de la racionalidad y la prueba del tiempo. La racionalidad en el mundo real no consiste en lo que tiene sentido para el periodista del New Yorker o para un psicólogo que utiliza modelos ingenuos de primer orden, sino en algo mucho más profundo y estadístico, relacionado con la propia supervivencia.

No hay que confundir la participación en el juego, tal y como se define aquí y se utiliza en este libro, con un simple problema de incentivos, de participación en los beneficios (como se entiende comúnmente en finanzas). No. Se trata de simetría, más bien de tener una parte del daño, de pagar una penalización si algo sale mal. La misma idea vincula las nociones de incentivos, la compra de coches usados, la ética, la teoría de los contratos, el aprendizaje (la vida real frente a la academia), el imperativo kantiano, el poder municipal, la ciencia del riesgo, el contacto entre los intelectuales y la realidad, la responsabilidad de los burócratas, la justicia social probabilística, la teoría de las opciones, el comportamiento recto, los vendedores de bull***t, la teología… Me detengo por ahora.

LOS ASPECTOS MENOS OBVIOS DE LA PIEL EN EL JUEGO

Un título más correcto (aunque más incómodo) del libro habría sido: Los aspectos menos evidentes de la piel en el juego: Esas asimetrías ocultas y sus consecuencias. Porque no me gusta leer libros que me informan de lo obvio. Me gusta que me sorprendan. Así que, como reciprocidad al estilo de La piel en el juego, no conduciré al lector a un aburrido viaje predecible tipo conferencia universitaria, sino al tipo de aventura que me gustaría tener.

En consecuencia, el libro está organizado de la siguiente manera. El lector no necesita más de unas sesenta páginas para comprender la importancia, la prevalencia y la ubicuidad de la piel en el juego (es decir, la simetría) en la mayoría de sus aspectos. Pero nunca hay que entrar en explicaciones excesivas y detalladas de por qué algo es importante: uno degrada un principio al justificarlo interminablemente.

La ruta no aburrida implica centrarse en el segundo paso: las implicaciones sorprendentes -esas asimetrías ocultas que no vienen inmediatamente a la mente- así como las consecuencias menos obvias, algunas de las cuales son bastante incómodas, y muchas inesperadamente útiles. Entender el funcionamiento de la piel en el juego nos permite comprender los serios rompecabezas que subyacen en la fina matriz de la realidad.

Por ejemplo:

¿Cómo es que las minorías máximamente intolerantes dirigen el mundo y nos imponen su gusto? ¿Cómo es que el universalismo destruye a las mismas personas a las que pretende ayudar? ¿Cómo es que hoy tenemos más esclavos que en la época romana? ¿Por qué los cirujanos no deben parecer cirujanos? ¿Por qué la teología cristiana sigue insistiendo en un lado humano para Jesucristo que es necesariamente distinto del divino? ¿Cómo es que los historiadores nos confunden al informar sobre la guerra y no sobre la paz? ¿Cómo es que la señalización barata (sin nada que arriesgar) fracasa por igual en entornos económicos y religiosos? ¿Cómo es que candidatos a cargos políticos con evidentes defectos de carácter parecen más reales que burócratas con credenciales impecables? ¿Por qué adoramos a Aníbal? ¿Cómo es que las empresas quiebran en cuanto tienen directivos profesionales interesados en hacer el bien? ¿Cómo es que el paganismo es más simétrico entre las poblaciones? ¿Cómo deben llevarse a cabo los asuntos exteriores? ¿Por qué no hay que dar nunca dinero a las organizaciones benéficas a menos que funcionen de forma muy distributiva (lo que se llama Uberizado en la jerga moderna)? ¿Por qué los genes y las lenguas se propagan de forma diferente? ¿Por qué la escala de las comunidades es importante (una comunidad de pescadores pasa de ser colaborativa a adversa una vez que se mueve la escala, es decir, el número de personas involucradas, una muesca)? ¿Por qué la economía del comportamiento no tiene nada que ver con el estudio del comportamiento de los individuos y los mercados tienen poco que ver con los sesgos de los participantes? ¿Cómo es que la racionalidad es de supervivencia y sólo de supervivencia? ¿Cuál es la lógica fundacional de la asunción de riesgos?

Pero, para este autor, la piel en el juego tiene que ver sobre todo con la justicia, el honor y el sacrificio, cosas que son existenciales para los humanos.


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La piel en el juego, aplicada como regla, reduce los efectos de las siguientes divergencias que crecieron con la civilización: las que existen entre la acción y lapalabrería barata*(tawk*), la consecuencia y la intención, la práctica y la teoría, el honor y la reputación, la pericia y la charlatanería, lo concreto y lo abstracto, lo ético y lo legal, lo genuino y lo cosmético, el comerciante y el burócrata, el empresario y el jefe ejecutivo, la fuerza y la exhibición, el amor y la caza de oro, Coventry y Bruselas, Omaha y Washington, D.C., los seres humanos y los economistas, los autores y los editores, la erudición y la academia, la democracia y la gobernanza, la ciencia y el cientificismo, la política y los políticos, el amor y el dinero, el espíritu y la letra, Catón el Viejo y Barack Obama, la calidad y la publicidad, el compromiso y la señalización y, centralmente, lo colectivo y lo individual.

Conectemos primero algunos puntos de la lista anterior con dos viñetas, sólo para dar el sabor de cómo la idea trasciende las categorías.

* Para entender por qué la ética, las obligaciones morales y las habilidades no pueden separarse fácilmente en la vida real, considere lo siguiente. Cuando le dices a alguien con un puesto de responsabilidad, por ejemplo tu contable, “confío en ti”, ¿quieres decir que 1) confías en su ética (no desviará dinero a Panamá), 2) confías en su precisión contable, o 3) en ambas cosas? El objetivo del libro es que en el mundo real es difícil separar la ética, por un lado, del conocimiento y la competencia, por otro.

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Nunca huyas de mamá-Sigo encontrando señores de la guerra-Bob Rubin y su comercio-Sistemas como accidentes de coche

Anteo era un gigante, o más bien una especie de semigigante, hijo literal de la Madre Tierra, Gea, y de Poseidón, el dios del mar. Tenía una extraña ocupación, que consistía en obligar a los transeúntes de su país, la Libia (griega), a luchar; lo suyo era inmovilizar a sus víctimas en el suelo y aplastarlas. Esta macabra afición era, al parecer, la expresión de una devoción filial; Anteo pretendía construir un templo a su padre, Poseidón, utilizando como materia prima los cráneos de sus víctimas.

Se consideraba que Anteo era invencible, pero había un truco. Su fuerza provenía del contacto con su madre, la Tierra. Separado físicamente del contacto con la Tierra, perdió todos sus poderes. Hércules, como parte de sus doce trabajos (en una de las variantes del cuento), tenía como tarea golpear a Anteo. Consiguió levantarlo del suelo y acabó con él aplastándolo mientras sus pies permanecían fuera de contacto con su mamma.

De esta primera viñeta retenemos que, al igual que Anteo, no se puede separar el conocimiento del contacto con el suelo. En realidad, no se puede separar nada del contacto con el suelo. Y el contacto con el mundo real se hace a través de la piel en el juego, exponiéndose al mundo real y pagando un precio por sus consecuencias, buenas o malas. Las abrasiones de la piel guían tu aprendizaje y tu descubrimiento, un mecanismo de señalización orgánica, lo que los griegos llamaban pathemata mathemata (“guía tu aprendizaje a través del dolor”, algo que las madres de niños pequeños conocen bastante bien). En Antifrágil he demostrado que la mayoría de las cosas que creemos que fueron “inventadas” por las universidades fueron en realidad descubiertas jugueteando y posteriormente legitimadas por algún tipo de formalización. El conocimiento que obtenemos mediante el ensayo y el error, la experiencia y el funcionamiento del tiempo, es decir, el contacto con la tierra, es enormemente superior al que se obtiene mediante el razonamiento, algo que las instituciones interesadas se han ocupado de ocultarnos.

A continuación, aplicaremos esto a lo que se denomina erróneamente “elaboración de políticas”.

LIBIA DESPUÉS DE ANTAEUS

Segunda viñeta. Mientras escribo estas líneas, unos cuantos miles de años después, Libia, la putativa tierra de Anteo, tiene ahora mercados de esclavos, como resultado de un intento fallido de lo que se llama “cambio de régimen” para “destituir a un dictador.” Sí, en 2017, mercados de esclavos improvisados en aparcamientos, donde los subsaharianos capturados se venden al mejor postor.

Una colección de personas clasificadas como intervencionistas (por citar nombres de personas que operan en el momento de escribir: Bill Kristol, Thomas Friedman y otros*1 ) que promovieron la invasión de Irak en 2003, así como la destitución del líder libio en 2011, están abogando por la imposición de otro cambio de régimen de este tipo en otro lote de países, entre los que se encuentra Siria, porque tiene un “dictador”.

Estos intervencionistas y sus amigos del Departamento de Estado de EE.UU. ayudaron a crear, entrenar y apoyar a rebeldes islamistas, entonces “moderados”, pero que finalmente evolucionaron hasta convertirse en parte de al-Qaeda, la misma, la misma al-Qaeda que voló las torres de Nueva York durante los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Misteriosamente no recordaron que la propia Al Qaeda estaba compuesta por “rebeldes moderados” creados (o criados) por Estados Unidos para ayudar a combatir a la Rusia soviética porque, como veremos, el razonamiento de esta gente educada no conlleva tales recurrencias.

Así que intentamos esa cosa llamada cambio de régimen en Irak, y fracasamos miserablemente. Lo intentamos de nuevo en Libia, y ahora hay mercados de esclavos activos en el lugar. Pero cumplimos el objetivo de “eliminar un dictador”. Siguiendo exactamente el mismo razonamiento, un médico inyectaría a un paciente con células cancerosas “moderadas” para mejorar sus cifras de colesterol, y reclamaría con orgullo la victoria después de que el paciente esté muerto, sobre todo si la autopsia muestra lecturas de colesterol notables. Pero sabemos que los médicos no infligen “curas” mortales a los pacientes, o no lo hacen de forma tan burda, y hay una razón clara para ello. Los médicos suelen tener un mínimo de piel en el juego, una vaga comprensión de los sistemas complejos y más de un par de milenios de ética incremental que determinan su conducta.

Y no renuncien a la lógica, al intelecto y a la educación, porque un razonamiento lógico ajustado pero de orden superior mostraría que, a menos que uno encuentre alguna manera de rechazar toda la evidencia empírica, abogar por los cambios de régimen implica también abogar por la esclavitud o alguna degradación similar del país (ya que estos han sido los resultados típicos). Así que estos intervencionistas no sólo carecen de sentido práctico y nunca aprenden de la historia, sino que incluso fracasan en el razonamiento puro, que ahogan en un elaborado discurso semiabstracto cargado de palabras de moda.

Sus tres defectos: 1) piensan en estática, no en dinámica, 2) piensan en dimensiones bajas, no altas, 3) piensan en términos de acciones, nunca de interacciones. A lo largo del libro veremos con más profundidad este defecto de razonamiento mental de los tontos educados (o, más bien, semidocentes). De momento, puedo concretar los tres defectos.

El primer defecto es que son incapaces de pensar en segundos pasos y no son conscientes de la necesidad de los mismos -y casi todos los campesinos de Mongolia, todos los camareros de Madrid y todos los operadores de servicios de automóviles de San Francisco saben que la vida real tiene segundos, terceros, cuartos y enésimospasos. El segundo defecto es que también son incapaces de distinguir entre los problemas multidimensionales y sus representaciones unidimensionales, como la salud multidimensional y su reducción despojada de colesterol. No pueden hacerse a la idea de que, empíricamente, los sistemas complejos no tienen mecanismos unidimensionales obvios de causa y efecto, y que bajo la opacidad, no se juega con un sistema así. Una extensión de este defecto: comparan las acciones del “dictador” con las del primer ministro de Noruega o Suecia, no con las de la alternativa local. El tercer defecto es que no pueden prever la evolución de aquellos a los que se ayuda atacando, o el aumento que se obtiene de la retroalimentación.

LUDIS DE ALIENO CORIO*2

Y cuando se produce un estallido, invocan la incertidumbre, algo que se llama Cisne Negro (un acontecimiento inesperado de gran impacto), según un libro de un tipo (muy) testarudo, sin darse cuenta de que no hay que meterse con un sistema si los resultados están cargados de incertidumbre o, más generalmente, hay que evitar emprender una acción con una gran desventaja si no se tiene idea de los resultados. Lo crucial aquí es que la desventaja no afecta al intervencionista. Sigue ejerciendo desde la comodidad de su casa suburbana regulada térmicamente, con un garaje para dos coches, un perro y una pequeña zona de juegos con césped sin pesticidas para sus 2,2 hijos sobreprotegidos.

Imagínese a personas con discapacidades mentales similares, personas que no entienden la asimetría, pilotando aviones. Los pilotos incompetentes, los que no pueden aprender de la experiencia, o no les importa correr riesgos que no entienden, pueden matar a muchos. Pero ellos mismos acabarán en el fondo de, por ejemplo, el Triángulo de las Bermudas, y dejarán de representar una amenaza para los demás y la humanidad. Aquí no.

Así que acabamos poblando lo que llamamos la intelligentsia con gente que delira, literalmente trastornada mentalmente, simplemente porque nunca tienen que pagar por las consecuencias de sus actos, repitiendo eslóganes modernistas despojados de toda profundidad (por ejemplo, siguen utilizando el término “democracia” mientras alientan a los que se cortan la cabeza; la democracia es algo que leyeron en los estudios de posgrado). En general, cuando se oye a alguien invocar nociones modernistas abstractas, se puede suponer que ha recibido alguna educación (pero no la suficiente, o en la disciplina equivocada) y que tiene muy poca responsabilidad.

Ahora algunas personas inocentes -los azidíes, las minorías cristianas de Oriente Próximo (y Medio), los mandeos, los sirios, los iraquíes y los libios- tienen que pagar el precio de los errores de estos intervencionistas que actualmente están sentados en cómodos despachos con aire acondicionado. Esto, como veremos, viola la propia noción de justicia desde su origen prebíblico, babilónico, así como la estructura ética, esa matriz subyacente gracias a la cual la humanidad ha sobrevivido.

El principio de intervención, al igual que el de los sanadores, es primero no hacer daño (primum non nocere); es más, argumentaremos que quienes no asumen riesgos nunca deberían participar en la toma de decisiones.

Además,

Siempre hemos estado locos pero no éramos lo suficientemente hábiles para destruir el mundo. Ahora podemos.

Volveremos a los intervencionistas “pacificadores” y examinaremos cómo sus procesos de paz crean puntos muertos, como en el caso del problema israelí-palestino.

LOS SEÑORES DE LA GUERRA SIGUEN EXISTIENDO

Esta idea de la piel en el juego está tejida en la historia: históricamente, todos los señores de la guerra y los belicistas eran guerreros ellos mismos, y, con unas pocas excepciones curiosas, las sociedades estaban dirigidas por tomadores de riesgo, no por transferidores de riesgo.

Las personas prominentes se arriesgaron, mucho más que los ciudadanos comunes. El emperador romano Juliano el Apóstata, del que se hablará más adelante, murió en el campo de batalla luchando en la interminable guerra de la frontera persa,siendo emperador. Sólo se puede especular sobre Julio César, Alejandro y Napoleón, debido a la habitual construcción de leyendas por parte de los historiadores, pero aquí la prueba es contundente. No hay mejor prueba histórica de que un emperador adoptara una posición de primera línea en la batalla que una lanza persa clavada en su pecho (Juliano omitió llevar armadura protectora). Uno de sus predecesores, Valeriano, fue capturado en la misma frontera, y se dice que fue utilizado como escabel humano por el persa Shapur al montar su caballo. Y el último emperador bizantino, Constantino XI Paleólogo, fue visto por última vez cuando se quitó la toga púrpura y se unió a Ioannis Dalmatus y a su primo Teófilo Paleólogo para cargar contra las tropas turcas con las espadas por encima de la cabeza, enfrentándose con orgullo a una muerte segura. Sin embargo, la leyenda cuenta que a Constantino se le había ofrecido un trato en caso de rendición. Tales tratos no son para los reyes que se respetan a sí mismos.

No se trata de anécdotas aisladas. El razonador estadístico que hay en este autor está bastante convencido: menos de un tercio de los emperadores romanos murieron en sus camas, y se puede argumentar que, dado que sólo unos pocos de ellos murieron de edad realmente avanzada, si hubieran vivido más tiempo, habrían caído en un golpe de estado o en una batalla.

Incluso hoy en día, los monarcas derivan su legitimidad de un contrato social que exige la asunción de riesgos físicos. La familia real británica se aseguró de que uno de sus vástagos, el príncipe Andrés, corriera más riesgos que los “plebeyos” durante la guerra de las Malvinas de 1982, estando su helicóptero en primera línea. ¿Por qué? Porque noblesse oblige; el propio estatus de un lord se ha derivado tradicionalmente de la protección de los demás, cambiando el riesgo personal por la prominencia, y resulta que todavía recuerdan ese contrato. No puedes ser un señor si no eres un señor.

EL COMERCIO DE BOB RUBIN

Algunos piensan que liberarse de tener guerreros en la cima significa civilización y progreso. No es así. Mientras tanto,

La burocracia es una construcción mediante la cual se separa convenientemente a una persona de las consecuencias de sus actos.

Y, cabe preguntarse, ¿qué podemos hacer ya que un sistema centralizado necesitará necesariamente personas que no estén directamente expuestas al coste de los errores?

Pues bien, no nos queda más remedio que descentralizar o, más educadamente, localizar; tener menos de estos responsables inmunes.

La descentralización se basa en la simple noción de que es más fácil macrobullt que microbullt.

La descentralización reduce las grandes asimetrías estructurales.

Pero no hay que preocuparse, si no descentralizamos y distribuimos la responsabilidad, esto sucederá por sí mismo, de la manera más difícil: un sistema que no tiene un mecanismo de piel en el juego, con una acumulación de desequilibrios, eventualmente explotará y se auto-reparará de esa manera. Si es que sobrevive.

Por ejemplo, los estallidos bancarios se produjeron en 2008 debido a la acumulación de riesgos ocultos y asimétricos en el sistema: los banqueros, maestros en la transferencia de riesgos, podían hacer dinero constante con una cierta clase de riesgos explosivos ocultos, utilizar modelos de riesgo académicos que no funcionan más que sobre el papel (porque los académicos no saben prácticamente nada sobre el riesgo), y luego invocar la incertidumbre después de un estallido (ese mismo Cisne Negro invisible e imprevisible y ese mismo autor muy, muy terco), y mantener los ingresos pasados: lo que he llamado el comercio de Bob Rubin.

¿El comercio de Bob Rubin? Robert Rubin, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, uno de esos que firman con su nombre en el billete que acabas de usar para pagar un café, cobró más de 120 millones de dólares en indemnizaciones del Citibank en la década anterior al crack bancario de 2008. Cuando el banco, literalmente insolvente, fue rescatado por el contribuyente, no extendió ningún cheque: invocó la incertidumbre como excusa. Si sale cara, grita “Cisne Negro”. Tampoco reconoció Rubin que transfirió el riesgo a los contribuyentes: Los especialistas en gramática española, los maestros de escuela, los supervisores de las fábricas de latas, los asesores de nutrición vegetariana y los asistentes de los fiscales de distrito estaban “dejándolo fuera”, es decir, asumiendo sus riesgos y pagando sus pérdidas. Pero la peor víctima ha sido el libre mercado, ya que el público, ya propenso a odiar a los financieros, empezó a confundir el libre mercado con formas de corrupción y amiguismo de orden superior, cuando en realidad es exactamente lo contrario: es el gobierno, no los mercados, el que hace posible estas cosas mediante los mecanismos de los rescates. No se trata sólo de los rescates: la interferencia del gobierno en general tiende a eliminar la piel en el juego.

La buena noticia es que, a pesar de los esfuerzos de una administración Obama cómplice que quería proteger el juego y a los banqueros buscadores de rentas,*3 el negocio de la toma de riesgos comenzó a moverse hacia pequeñas estructuras independientes conocidas como fondos de cobertura. El movimiento se produjo sobre todo debido a la sobreburocratización del sistema, ya que los barajadores de papeles (que piensan que el trabajo consiste sobre todo en barajar papeles) sobrecargaron a los bancos con normas, pero de alguna manera, en las miles de páginas de regulaciones adicionales, evitaron considerar la piel en el juego. Por otro lado, en el espacio de los fondos de cobertura descentralizados, los propietarios-operadores tienen al menos la mitad de su patrimonio neto en los fondos, lo que les hace estar relativamente más expuestos que cualquiera de sus clientes, y se hunden personalmente con el barco.

LOS SISTEMAS APRENDEN ELIMINANDO

Ahora bien, si se va a destacar una sola sección de este libro, ésta es la indicada. El caso del intervencionista es fundamental para nuestra historia porque muestra cómo la ausencia de piel en el juego tiene efectos tanto éticos como epistemológicos (es decir, relacionados con el conocimiento). Vimos que los intervencionistas no aprenden porque no son víctimas de sus errores y, como insinuamos con pathemata mathemata:

El mismo mecanismo de transferencia del riesgo también impide el aprendizaje.

Más prácticamente,

Nunca convencerás del todo a alguien de que está equivocado; sólo la realidad puede hacerlo.

En realidad, para ser precisos, a la realidad no le importa ganar argumentos: lo que importa es la supervivencia.

Para

La maldición de la modernidad es que cada vez estamos más poblados por una clase de personas que son mejores para explicar que para comprender,

o mejor explicando que haciendo.

Así que el aprendizaje no es exactamente lo que enseñamos a los reclusos dentro de las prisiones de alta seguridad llamadas escuelas. En biología, el aprendizaje es algo que, a través del filtro de la selección intergeneracional, se imprime a nivel celular -la piel en el juego, insisto, es más filtro que disuasión-. La evolución sólo puede producirse si el riesgo de extinción está presente. Además,

No hay evolución sin piel en el juego.

Este último punto es bastante obvio, pero sigo viendo a académicos sin piel en el juego defender la evolución mientras que al mismo tiempo rechazan la piel en el juego y el riesgo compartido. Rechazan la noción de diseño por parte de un creador que lo sabe todo, mientras que, al mismo tiempo, quieren imponer el diseño humano como si conocieran todas las consecuencias. En general, cuanto más se adora al sacrosanto Estado (o, por el contrario, a las grandes empresas), más se odia la participación en el juego. Cuanto más creen en su capacidad de previsión, más odian la piel en el juego. Cuanto más se visten de traje y corbata, más odian la piel en el juego.

Volviendo a nuestros intervencionistas, vimos que las personas no aprenden tanto de sus errores -y de los de los demás-, sino que es el sistema el que aprende seleccionando a los menos propensos a una determinada clase de errores y eliminando a los demás.

Los sistemas aprenden eliminando partes, vía negativa.*4

Muchos malos pilotos, como hemos mencionado, están actualmente en el fondo del Atlántico, muchos malos conductores peligrosos están en el tranquilo cementerio local con bonitos paseos bordeados de árboles. El transporte no se hizo más seguro sólo porque las personas aprenden de los errores, sino porque el sistema lo hace. La experiencia del sistema es diferente a la de los individuos; se basa en el filtrado.

Para resumir hasta ahora,

La piel en el juego mantiene la arrogancia humana bajo control.

Profundicemos ahora en la segunda parte del prólogo y consideremos la noción de simetría.

*1 Los intervencionistas tienen en común un atributo principal: no suelen ser levantadores de pesas.

*2 Jugar con la vida de los demás.

*3 La búsqueda de rentas es tratar de utilizar las normas o “derechos” de protección para obtener ingresos sin añadir nada a la actividad económica, sin aumentar la riqueza de los demás. Como lo definiría el Gordo Tony (que se presentará unas páginas más abajo), es como estar obligado a pagar dinero de protección a la mafia sin obtener los beneficios económicos de la protección.

*4 Vía negativa: el principio de que sabemos lo que está mal con más claridad que lo que está bien, y que el conocimiento crece por sustracción. Además, es más fácil saber que algo está mal que encontrar la solución. Las acciones que eliminan son más sólidas que las que añaden porque la adición puede tener bucles de retroalimentación complicados e invisibles. Esto se analiza con cierta profundidad en Antifragile.

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Meta-expertos juzgados por meta-expertos-Prostitutos, no-prostitutos y amateurs-Los franceses tienen esa cosa con Hammurabi-Dumas es siempre una excepción

I. DE HAMMURABI A KANT

La simetría al estilo de la piel en el juego, hasta la reciente intelectualización de la vida, había sido considerada implícitamente la regla principal para la sociedad organizada, incluso para cualquier forma de vida colectiva en la que uno se encuentra o trata con otros más de una vez. La regla debió preceder incluso al asentamiento humano, ya que prevalece en una forma sofisticada, muy sofisticada, en el reino animal. O, para decirlo de otro modo, tenía que prevalecer allí o la vida se habría extinguido: la transferencia de riesgos hace estallar los sistemas. Y la idea misma de la ley, divina o no, reside en arreglar los desequilibrios y remediar esas asimetrías.

Recorramos brevemente el camino que va de Hammurabi a Kant, donde la regla se perfecciona junto con la vida civilizada.

Hammurabi en París

La ley de Hammurabi se publicó en una estela de basalto hace unos 3.800 años en un lugar público central de Babilonia, de modo que toda persona alfabetizada pudiera leerla o, mejor dicho, leerla a otros que no supieran leer. Contiene 282 leyes y se considera la primera codificación de nuestra regla que existe. El código tiene un tema central: establece simetrías entre las personas en una transacción, de modo que nadie puede transferir el riesgo de cola oculto, o riesgos al estilo de Bob Rubin. Sí, el comercio de Bob Rubin tiene 3.800 años, tan antiguo como la civilización, y también lo son las reglas para contrarrestarlo.

¿Qué es una cola? Tomemos por ahora que es un evento extremo de baja frecuencia. Se llama “cola” porque, en los dibujos de las frecuencias tipo campana, se sitúa en el extremo izquierdo o derecho (siendo de baja frecuencia), y por alguna razón que escapa a mi comprensión inmediata, la gente empezó a llamar a eso “cola” y el término se quedó.

El mandato más conocido de Hammurabi es el siguiente: “Si un constructor construye una casa y ésta se derrumba y causa la muerte del dueño de la casa, el constructor será condenado a muerte”.

Porque, al igual que con los operadores financieros, el mejor lugar para esconder los riesgos es “en las esquinas”, enterrando las vulnerabilidades a eventos raros que sólo el arquitecto (o el operador) puede detectar -la idea es estar lejos en tiempo y lugar cuando se producen los estallidos. Como me dijo un viejo banquero inglés, alcohólico y con cara de palo, cuando acabé la carrera, ofreciéndome un consejo profesional: “Sólo doy préstamos a largo plazo. Cuando maduran quiero estar lejos. Y sólo localizable a larga distancia”. Trabajaba para bancos internacionales y sobrevivía jugando su baza cambiando de país cada cinco años, y, por lo que recuerdo, también cambiaba de esposa cada diez años y de banco cada doce. Pero no tuvo que esconderse muy lejos ni muy profundamente en la clandestinidad: nadie hasta hace muy poco recuperó (es decir, reclamó) las primas pasadas de los banqueros cuando algo salió mal posteriormente. Y, como era de esperar, fueron los suizos los que empezaron a reclamar, en 2008.

La conocida lex talionis, “ojo por ojo”, procede de la regla de Hammurabi. Es metafórica, no literal: no hay que quitar un ojo, por lo que la regla es mucho más flexible de lo que parece a primera vista. En una famosa discusión talmúdica (en Bava Kamma), un rabino argumenta que, si se siguiera al pie de la letra, el tuerto sólo pagaría la mitad del castigo si ciega a un bicéfalo, y el ciego quedaría impune. ¿O qué pasa si una persona pequeña mata a un héroe? Del mismo modo, no es necesario amputar la pierna del médico imprudente que corta la pierna equivocada: el sistema de responsabilidad civil, a través de los tribunales, no de la regulación, gracias a los esfuerzos de Ralph Nader, impondrá alguna sanción, suficiente para proteger a los consumidores y a los ciudadanos de las instituciones poderosas. Está claro que el sistema legal puede producir algunas irritaciones (especialmente con los agravios) y tiene su clase de buscadores de rentas, pero estamos mucho mejor quejándonos de los abogados que quejándonos de no tenerlos.

En términos más prácticos, algunos economistas han intentado culparme de querer revertir la protección contra la quiebra que se ofrece en los tiempos modernos; algunos incluso me acusaron de querer traer de vuelta la guillotina para los banqueros. No soy tan literal: sólo se trata de infligir alguna pena, la suficiente para hacer menos atractivo el negocio de Bob Rubin, y proteger al público.

Ahora, por alguna razón que se me escapa, una de esas cosas extrañas que uno encuentra sólo en Francia, el código de Hammurabi, una estela de basalto gris-negro, reside en el Museo del Louvre de París. Y los franceses, que normalmente saben de muchas cosas de las que nosotros no sabemos mucho, no parecen conocerlo; sólo los visitantes coreanos con palos de selfie parecen haber oído hablar del lugar.

En mi penúltima peregrinación al lugar, di una conferencia a los financieros franceses en una sala de conferencias del edificio del museo sobre las ideas de este libro, y la noción de piel en el juego. Hablaba justo después del hombre que, a pesar de tener un aspecto (y una personalidad) bastante similar al de las estatuas mesopotámicas, personifica la ausencia de piel en el juego: el ex gobernador de la Reserva Federal, Ben Bernanke. Para mi pesar, cuando interpelé públicamente a la audiencia, utilizando la ironía de la situación, es decir, que hace casi cuatro milenios éramos algo más sofisticados con estas cosas, y que el monumento estaba a 300 pies de donde yo estaba dando la conferencia, nadie en la sala, a pesar de la alta cultura de los financieros franceses, se dio cuenta de lo que estaba hablando. Nadie conocía a Hammurabi más allá de algún actor de la geopolítica mesopotámica, ni sospechaba su conexión con la piel en el juego y la responsabilidad de los banqueros.

La tabla 1 muestra la progresión de las reglas de simetría desde Hammurabi en adelante, así que subamos la escalera.

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La plata supera al oro

Recorremos rápidamente las reglas a la derecha de Hammurabi. El Levítico es una dulcificación de la regla de Hammurabi. La Regla de Oro quiere que trates a los demás como te gustaría que te trataran a ti. La Regla de Plata, más robusta, dice que no trates a los demás como no te gustaría que te trataran a ti. ¿Más sólida? ¿Cómo? ¿Por qué la Regla de Plata es más sólida?

En primer lugar, te dice que te ocupes de tus propios asuntos y no decidas lo que es “bueno” para los demás. Sabemos con mucha más claridad lo que es malo que lo que es bueno. La Regla de Plata puede verse como la Regla de Oro Negativa, y como me muestra mi barbero calabrés (y calabrés) cada tres semanas, la vía negativa (actuar quitando) es más poderosa y menos propensa a errores que la vía positiva (actuar sumando*1 ).

Ahora unas palabras sobre el “otros” en tratar a otros. “Vosotros” puede ser singular o plural, por lo que puede designar a un individuo, a un equipo de baloncesto o a la Asociación de Barberos de Habla Calabresa del Noreste. Lo mismo ocurre con los “otros”. La idea es fractal, en el sentido de que funciona a todas las escalas: humanos, tribus, sociedades, grupos de sociedades, países, etc., suponiendo que cada uno es una unidad independiente y puede tratar a otros homólogos como tal. Al igual que los individuos deben tratar a los demás como les gustaría ser tratados (o evitar ser maltratados), las familias como unidades deben tratar a otras familias de la misma manera. Y, algo que desagrada aún más a los intervencionistas del Prólogo 1, también deberían hacerlo los países. Pues Isócrates, el sabio orador ateniense, nos advirtió ya en el siglo V a.C. que las naciones deberían tratar a otras naciones según la Regla de Plata. Escribió:

"Trata a los estados más débiles como crees que es apropiado que los estados más fuertes te traten a ti."

Nadie encarna mejor la noción de simetría que Isócrates, que vivió más de un siglo y realizó importantes contribuciones cuando tenía más de noventa años. Incluso consiguió una rara versión dinámica de la Regla de Oro: “Compórtate con tus padres como quieres que tus hijos se comporten contigo”. Tuvimos que esperar al gran entrenador de béisbol Yogi Berra para conseguir otra regla dinámica de este tipo para las relaciones simétricas: “Voy a los funerales de los demás para que vengan a los míos”.

Más eficaz, por supuesto, es la dirección inversa, tratar a los hijos como uno quisiera ser tratado por sus padres.*2

La idea misma de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos es establecer una simetría al estilo de la regla de plata: usted puede practicar su libertad de religión siempre que me permita practicar la mía; usted tiene derecho a contradecirme siempre que yo tenga derecho a contradecirle. Efectivamente, no hay democracia sin esa simetría incondicional en los derechos de expresión, y la amenaza más grave es la pendiente resbaladiza en los intentos de limitar la expresión por el hecho de que parte de ella pueda herir los sentimientos de algunas personas. Tales restricciones no provienen necesariamente del propio Estado, sino del establecimiento a la fuerza de una monocultura intelectual por parte de una policía del pensamiento hiperactiva en los medios de comunicación y la vida cultural.

Universalismo Fuhgetaboud

Aplicando la simetría a las relaciones entre lo individual y lo colectivo, obtenemos la virtud, la virtud clásica, lo que ahora se llama “ética de la virtud”. Pero hay un paso más: a la derecha del cuadro 1 está el imperativo categórico de Immanuel Kant, que resumo como Compórtate como si tu acción pudiera generalizarse al comportamiento de todos en todos los lugares, en todas las condiciones. El texto real es más desafiante: “Actúa sólo de acuerdo con aquella máxima por la que puedas al mismo tiempo querer que se convierta en una ley universal”, escribió Kant en lo que se conoce como la primera formulación. Y “actúa de tal manera que trates a la humanidad, ya sea en tu propia persona o en la de cualquier otro, nunca simplemente como un medio para un fin, sino siempre al mismo tiempo como un fin”, en lo que se conoce como la segunda formulación.

Formulación shmormulation, fughedaboud Kant ya que se complica demasiado y las cosas que se complican tienen un problema. Así que vamos a omitir el enfoque drástico de Kant por una razón principal:

El comportamiento universal es estupendo sobre el papel, pero desastroso en la práctica.

¿Por qué? Como se insistirá hasta la saciedad en este libro, somos animales locales y prácticos, sensibles a la escala. Lo pequeño no es lo grande; lo tangible no es lo abstracto; lo emocional no es lo lógico. Al igual que argumentamos que lo micro funciona mejor que lo macro, es mejor evitar ir a lo muy general cuando saludamos al encargado del garaje. Debemos centrarnos en nuestro entorno inmediato; necesitamos reglas prácticas y sencillas. Peor aún: lo general y lo abstracto suelen atraer a psicópatas santurrones similares a los intervencionistas de la primera parte del prólogo.

En otras palabras, Kant no entendía la noción de escala; sin embargo, muchos de nosotros somos víctimas del universalismo de Kant. (Como vimos, a la modernidad le gusta lo abstracto por encima de lo particular; los guerreros de la justicia social han sido acusados de “tratar a las personas como categorías, no como individuos”). Pocos, fuera de la religión, entendieron realmente la noción de escala antes de la gran pensadora política Elinor Ostrom, de la que se habla un poco en el capítulo 1.

De hecho, el mensaje profundo de este libro es el peligro del universalismo llevado dos o tres pasos demasiado lejos: inflar lo micro y lo macro. Del mismo modo, el quid de la idea de El cisne negro era la platonificación, la falta de elementos centrales pero ocultos de una cosa en el proceso de transformarla en una construcción abstracta, provocando entonces un estallido.

II. DE KANT A TONY EL GORDO

Pasemos al presente, al presente transaccional, altamente transaccional. En Nueva Jersey, la simetría puede significar simplemente, en términos del Gordo Tony: no des una mierda, no aceptes una mierda. Su enfoque más práctico es

Empieza por ser amable con todas las personas que conozcas. Pero si alguien trata de ejercer poder sobre ti, ejerce poder sobre él.

¿Quién es el Gordo Tony? Es un personaje del Incerto que, por su conducta, comportamiento, elecciones ante la incertidumbre, conversación, estilo de vida, tamaño de la cintura y hábitos alimenticios, sería todo lo contrario a un analista del Departamento de Estado o un profesor de economía. También es tranquilo e imperturbable, a no ser que alguien le haga enfadar de verdad. Se hizo rico ayudando a las personas a las que llama genéricamente “los pringados” a separarse de sus fondos (o, como suele ocurrir, de los de sus clientes, ya que estas personas suelen jugar con el dinero de otras personas).

Esto de la simetría está directamente relacionado con mi propia profesión: operador de opciones. En una opción, una persona (el comprador de la opción), tiene contractualmente el lado positivo (ganancias futuras), la otra (el vendedor) tiene una responsabilidad por el lado negativo (pérdidas futuras), por un precio acordado previamente. Al igual que en un contrato de seguro, en el que el riesgo se transfiere a cambio de una comisión. Cualquier alteración significativa de esta simetría -con transferencia de responsabilidades- conduce siempre a una situación explosiva, como vimos con la crisis económica de 2008.

Esto de la simetría también se refiere a la alineación de intereses en una transacción. Refresquemos los argumentos anteriores: si los beneficios de los banqueros se acumulan para ellos, mientras que sus pérdidas se transfieren de forma un tanto silenciosa a la sociedad (los especialistas en gramática española, los profesores asistentes…), existe un problema fundamental por el cual los riesgos ocultos aumentarán continuamente, hasta el estallido final. Las regulaciones, aunque parezcan un remedio sobre el papel, en todo caso agravan el problema, ya que facilitan la ocultación de los riesgos.

Lo que nos lleva a lo que se conoce como el problema de la agencia.

Sinvergüenza, tonto, o ambos

Una extensión práctica de la Regla de Plata (como recordatorio, es la que dice No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti):

Evite aceptar el consejo de alguien que se gane la vida aconsejando, a menos que haya una penalización por su consejo.

Recordemos el comentario anterior sobre cómo el “me fío de ti” está a caballo entre la ética y el conocimiento. Siempre hay un elemento de tontos del azar y ladrones del azar en cuestiones de incertidumbre; uno tiene una falta de comprensión, el segundo tiene incentivos deformados. Uno, el tonto, asume riesgos que no entiende, confundiendo su propia suerte pasada con habilidades, el otro, el ladrón, transfiere los riesgos a otros. Los economistas, cuando hablan de la piel en el juego, sólo se ocupan del segundo.

Desenmascaremos la idea de agencia, bien conocida y estudiada por las compañías de seguros. Sencillamente, usted sabe mucho más sobre su salud que cualquier aseguradora. Así que tiene un incentivo para contratar una póliza de seguro cuando detecta una enfermedad antes de que otra persona la conozca. Al asegurarse cuando le conviene, y no cuando está sano, acaba costando al sistema más de lo que pone en él, lo que provoca un aumento de las primas que pagan todo tipo de personas inocentes (incluidos, de nuevo, los gramáticos españoles). Las compañías de seguros tienen filtros como las altas franquicias y otros métodos para eliminar esos desequilibrios.

El problema de la agencia (o el problema del agente principal) también se manifiesta en la falta de alineación de los intereses en las transacciones: un vendedor en una transacción única no tiene sus intereses alineados con los tuyos, por lo que puede ocultarte cosas.

Pero no basta con desincentivar: el tonto es algo real. Algunas personas no conocen su propio interés: basta con considerar a los adictos, a los adictos al trabajo, a las personas atrapadas en una mala relación, a las personas que apoyan al gran gobierno, a la prensa, a los críticos de libros o a los burócratas respetables, todos los cuales, por alguna misteriosa razón, actúan en contra de su propio interés. Así que existe este otro caso en el que el filtrado juega un papel: los tontos del azar son purgados por la realidad para que dejen de dañar a los demás. Recordemos que la base de la evolución es que los sistemas se vuelven inteligentes por eliminación.

Hay otro punto: puede que no sepamos de antemano si una acción es insensata, pero la realidad lo sabe.

Llevemos ahora la dimensión epistemológica de la piel en el juego a un nivel aún más alto. La piel en el juego tiene que ver con el mundo real, no con las apariencias. Según el lema de Fat Tony:

No quieres ganar una discusión. Quieres ganar.

En efecto, hay que ganar lo que sea que se persiga: dinero, territorio, el corazón de un gramático o un coche descapotable (rosa). Porque centrarse sólo en las palabras es muy peligroso, ya que

Somos mucho mejores haciendo que entendiendo.

Hay una diferencia entre un charlatán y un miembro de la sociedad verdaderamente capacitado, digamos que entre un “científico” político macrobull***ter y un fontanero, o entre un periodista y un mafioso. El hacedor gana haciendo, no convenciendo. Campos enteros (digamos la economía y otras ciencias sociales) se vuelven ellos mismos charlatanes debido a la ausencia de piel en el juego que los conecta con la tierra (mientras los participantes discuten sobre la “ciencia”). El capítulo 9 muestra cómo desarrollarán elaborados rituales, títulos, protocolos y formalidades para ocultar este déficit.

Puede que no sepas en tu mente a dónde vas, pero lo sabes haciendo.

Incluso la economía se basa en la noción de “preferencias reveladas”. Lo que la gente “piense” no es relevante: hay que evitar entrar en la disciplina blanda y autoflagelante de la psicología. Las “explicaciones” de las personas sobre lo que hacen son sólo palabras, historias que se cuentan a sí mismas, no son asunto de la ciencia propiamente dicha. Lo que hacen, en cambio, es tangible y medible y en eso debemos centrarnos. Este axioma, tal vez incluso principio, es muy poderoso, pero los investigadores no lo siguen demasiado. La revelación de las preferencias se entiende mejor en el caso de los desposados: un diamante, sobre todo cuando es oneroso para el comprador, es un compromiso mucho más convincente (y mucho menos reversible) que una promesa verbal.

En cuanto a la previsión, fuhgetaboud ella:

La previsión (de palabra) no guarda relación con la especulación (de hecho).

Personalmente conozco a ricos pronosticadores horribles y a pobres pronosticadores “buenos”. Porque lo que importa en la vida no es la frecuencia con la que se “acierta” en los resultados, sino cuánto se gana cuando se acierta. Equivocarse, cuando no es costoso, no cuenta, de forma similar a los mecanismos de ensayo y error de la investigación.

Las exposiciones en la vida real, fuera de los juegos, son siempre demasiado complicadas para reducirlas a un “evento” bien definido y fácil de describir con palabras. Los resultados en la vida real no se reducen, como en un partido de béisbol, a un resultado binario de ganar o perder. Muchas exposiciones son altamente no lineales: uno puede estar expuesto de forma beneficiosa a la lluvia, pero no a las inundaciones. El argumento exacto se expone en los trabajos técnicos de este autor. Por el momento, consideremos que la predicción, especialmente cuando se hace con “ciencia”, suele ser el último refugio de los charlatanes, y así ha sido desde el principio de los tiempos.

Además, hay algo que se llama el problema inverso en matemáticas, que se resuelve por -y sólo por- la piel en el juego. Simplificaré por ahora de la siguiente manera: nos resulta más difícil hacer ingeniería inversa que ingeniería; vemos el resultado de las fuerzas evolutivas pero no podemos reproducirlas debido a su opacidad causal. Sólo podemos hacer avanzar esos procesos. El propio funcionamiento del Tiempo (que ponemos en mayúsculas) y su irreversibilidad requiere el filtro de la piel en el juego.

La piel en el juego ayuda a resolver el problema del Cisne Negro y otras cuestiones de incertidumbre tanto a nivel individual como colectivo: lo que ha sobrevivido ha revelado su robustez ante los eventos del Cisne Negro y eliminar la piel en el juego interrumpe tales mecanismos de selección. Sin piel en el juego, no conseguimos la Inteligencia del Tiempo (una manifestación del efecto Lindy, que tendrá un capítulo entero, y por el cual 1) el tiempo elimina lo frágil y mantiene lo robusto, y 2) la esperanza de vida de lo no frágil se alarga con el tiempo). Las ideas tienen, indirectamente, piel en el juego, y las poblaciones que las albergan también.

Desde ese punto de vista -el de la opacidad (causal) y la revelación de preferencias-, la Inteligencia del Tiempo bajo la piel en el juego ayuda incluso a definir la racionalidad -la única definición de racionalidad que he encontrado que no se desmorona bajo un escrutinio lógico-. Una práctica puede parecer irracional a un observador sobreeducado e ingenuo (pero puntual) que trabaje en el Ministerio de Planificación francés, porque los humanos no somos lo suficientemente inteligentes para entenderla, pero ha funcionado durante mucho tiempo. ¿Es racional? No tenemos motivos para rechazarlo. Pero sabemos lo que es manifiestamente irracional: lo que amenaza la supervivencia de la colectividad primero, del individuo después. Y, desde un punto de vista estadístico, ir en contra de la naturaleza (y de su importancia estadística) es irracional. A pesar del ruido financiado por las empresas de pesticidas y otras tecnologías, no se conoce ninguna definición rigurosa de racionalidad que haga racional el rechazo de lo “natural”, sino todo lo contrario. Por definición, lo que funciona no puede ser irracional; casi todas las personas que conozco que han fracasado crónicamente en los negocios comparten ese bloqueo mental, el no darse cuenta de que si algo estúpido funciona (y hace dinero), no puede ser estúpido.

Un sistema con requerimientos de piel en el juego se mantiene unido a través de la noción de un sacrificio con el fin de proteger al colectivo o a las entidades más altas en la jerarquía que se requieren para sobrevivir. “La supervivencia habla y la mentira camina”. O como diría el Gordo Tony “Survival tawks and BS wawks”. En otras palabras:

Lo racional es lo que permite que la colectividad -las entidades destinadas a vivir durante mucho tiempo- sobreviva.

No es lo que se llama “racional” en algún libro poco riguroso de psicología o ciencias sociales.*4 En ese sentido, en contra de lo que te dirán los psicólogos y los psicolófagos, una cierta “sobreestimación” del riesgo de cola no es irracional según ninguna métrica, ya que es más de lo necesario en general para la supervivencia. Hay algunos riesgos que simplemente no podemos permitirnos. Y hay otros riesgos (del tipo que los académicos evitan) que no podemos permitirnos no tomar. Esta dimensión, que lleva el nombre de “ergódica”, se analiza en el capítulo 19.

La piel en el juego, pero no todo el tiempo

La piel en el juego es una necesidad general, pero no nos dejemos llevar por la aplicación de la misma a todo lo que está a la vista en cada uno de sus detalles, especialmente cuando las consecuencias están contenidas. Hay una diferencia entre que el intervencionista del Prólogo, Parte 1, haga pronunciamientos que provoquen la muerte de miles de personas en el extranjero, y una opinión inofensiva expresada por una persona en una conversación, o un pronunciamiento de un adivino utilizado como terapia y no para tomar decisiones. Nuestro mensaje es centrarnos en aquellos que se inclinan profesionalmente, causando daño sin ser responsables de ello, por la propia estructura de su ocupación.

La persona profesionalmente asimétrica es rara y lo ha sido en la historia, e incluso en el presente. Causa muchos problemas, pero es poco frecuente. Porque la mayoría de las personas con las que te encuentras en la vida real -panaderos, zapateros, fontaneros, taxistas, contables, asesores fiscales, basureros, auxiliares de limpieza dental, operarios de lavado de coches (sin contar a los especialistas en gramática española)- pagan un precio por sus errores.

III. MODERNISMO

Aunque se ajusta a las nociones ancestrales, antiguas y clásicas de la justicia, este libro, apoyándose en los mismos argumentos de asimetría, va en contra de un siglo y medio de pensamiento modernista, algo que llamaremos aquí intelectualismo. El intelectualismo es la creencia de que se puede separar una acción de los resultados de dicha acción, de que se puede separar la teoría de la práctica y de que siempre se puede arreglar un sistema complejo mediante enfoques jerárquicos, es decir, de forma (ceremonial) descendente.

El intelectualismo tiene un hermano: el cientificismo, una interpretación ingenua de la ciencia como complicación en lugar de la ciencia como proceso y empresa escéptica. Utilizar las matemáticas cuando no son necesarias no es ciencia sino cientificismo. Sustituir la mano que funciona bien por algo más tecnológico, por ejemplo, una artificial, no es más científico. Sustituir los procesos “naturales”, es decir, ancestrales, que han sobrevivido a trillones de factores de estrés de alta dimensión, por algo que aparece en una revista “revisada por pares” y que puede no sobrevivir a la replicación o al escrutinio estadístico, no es ciencia ni buena práctica. En el momento de escribir estas líneas, la ciencia ha sido tomada por los vendedores que la utilizan para vender productos (como la margarina o las soluciones genéticamente modificadas) e, irónicamente, la empresa escéptica está siendo utilizada para silenciar a los escépticos.

La falta de respeto por las verdades insustancialmente complicadas y verbalmente derivadas siempre ha estado presente en la historia intelectual, pero no es probable que la veas en tu reportero científico local o en tu profesor de universidad: el cuestionamiento de orden superior requiere más confianza intelectual, una comprensión más profunda de la significación estadística y un mayor nivel de rigor y capacidad intelectual -o, mejor aún, experiencia vendiendo alfombras o especias especializadas en un zoco-. Así pues, este libro continúa una larga tradición de indagación escéptica y soluciones prácticas; los lectores del Incerto quizá conozcan las escuelas de escépticos (tratadas en El cisne negro), en particular la diatriba de veintidós siglos de antigüedad de Sexto Empírico contra los profesores.

La regla es:

Los que hablan deben hacer y sólo los que hacen deben hablar

con cierta dispensa para actividades autónomas como las matemáticas, la filosofía rigurosa, la poesía y el arte, que no hacen afirmaciones explícitas de ajuste a la realidad. Como sostiene el gran teórico del juego Ariel Rubinstein: haz tus teorías o representaciones matemáticas, no digas a la gente del mundo real cómo aplicarlas. Deja que los que tienen piel en el juego seleccionen lo que necesitan.

Pongamos en práctica el efecto secundario del modernismo: a medida que las cosas se vuelven más tecnológicas, se produce una creciente separación entre el fabricante y el usuario.

Cómo iluminar un altavoz

Los que dan conferencias ante grandes audiencias se dan cuenta de que ellos -y otros oradores- se sienten incómodos en el escenario. La razón, que tardé una década en descubrir, es que la luz del escenario que nos ilumina los ojos dificulta nuestra concentración. (Así es como se solían hacer los interrogatorios policiales a los sospechosos: proyectar una luz sobre el sospechoso y esperar a que empiece a “cantar”). Pero en medio de la conferencia, los oradores no pueden identificar lo que está mal, así que atribuyen la pérdida de concentración a, simplemente, estar en el escenario. Así que la práctica continúa. ¿Por qué? Porque los que dan conferencias a grandes audiencias no trabajan en la iluminación y los ingenieros de iluminación no dan conferencias a grandes audiencias.

Otro pequeño ejemplo de progreso desde arriba: Metro North, el ferrocarril entre la ciudad de Nueva York y sus suburbios del norte, renovó sus trenes, en una revisión total. Los trenes tienen un aspecto más moderno, más ordenado, con colores más vivos, e incluso cuentan con comodidades como enchufes para el ordenador (que nadie usa). Pero en el borde, junto a la pared, solía haber una repisa plana donde poner la taza de café de la mañana: es difícil leer un libro mientras se sostiene una taza de café. El diseñador (que o bien no viaja en tren o bien viaja en tren pero no bebe café mientras lee), pensando que es una mejora estética, hizo el saliente ligeramente inclinado, de modo que es imposible poner la taza en él.

Esto explica los problemas más graves del paisajismo y la arquitectura: los arquitectos de hoy en día construyen para impresionar a otros arquitectos, y acabamos con estructuras extrañas -irreversibles- que no satisfacen el bienestar de sus residentes; para eso hace falta tiempo y muchos retoques progresivos. O algún especialista en el ministerio de urbanismo que no vive en la comunidad producirá el equivalente de la cornisa inclinada, como una mejora, pero a una escala mucho mayor.

La especialización, como seguiré insistiendo, tiene efectos secundarios, uno de los cuales es separar el trabajo de los frutos del trabajo.

Simplicidad

Ahora la piel en el juego trae la simplicidad, la desarmante simplicidad de las cosas bien hechas. La gente que ve soluciones complicadas no tiene incentivos para aplicar las simplificadas. Como vimos, un sistema burocratizado aumentará en complicación por el intervencionismo de personas que venden soluciones complicadas porque eso es lo que su posición y formación les invita a hacer.

Las cosas diseñadas por personas sin piel en el juego tienden a crecer en complicación (antes de su colapso final).

No hay absolutamente ningún beneficio para alguien en esa posición que proponga algo simple: cuando se premia por la percepción, no por los resultados, hay que mostrar sofisticación. Cualquiera que haya enviado un artículo “académico” a una revista sabe que normalmente se aumentan las probabilidades de aceptación haciéndolo más complicado de lo necesario. Además, hay efectos secundarios para los problemas que crecen de forma no lineal con tales complicaciones de ramificación. Y lo que es peor:

La gente que no está en el juego no entiende de simplicidad.

Soy tonto sin piel en el juego

Volvamos a los pathemata mathemata (aprendizaje a través del dolor) y consideremos su reverso: el aprendizaje a través de la emoción y el placer. La gente tiene dos cerebros, uno cuando hay piel en el juego, otro cuando no la hay. El interés por el juego puede hacer que las cosas aburridas sean menos aburridas. Cuando se tiene piel en el juego, las cosas aburridas, como comprobar la seguridad del avión porque uno puede verse obligado a ser pasajero en él, dejan de serlo. Si eres un inversor en una empresa, hacer cosas ultra aburridas como leer las notas a pie de página de un estado financiero (donde se encuentra la verdadera información) se convierte, bueno, en algo casi no aburrido.

Pero hay una dimensión aún más vital. Muchos adictos que normalmente tienen un intelecto aburrido y la agilidad mental de una coliflor -o de un experto en política exterior- son capaces de los trucos más ingeniosos para conseguir sus drogas. Cuando se someten a rehabilitación, a menudo se les dice que si gastan la mitad de la energía mental en tratar de ganar dinero que en procurarse las drogas, tienen garantizado convertirse en millonarios. Pero, en vano. Sin la adicción, sus poderes milagrosos desaparecen. Era como una poción mágica que otorgaba poderes notables a quienes la buscaban, pero no a quienes la bebían.

Una confesión. Cuando no tengo piel en el juego, suelo ser tonto. Mis conocimientos sobre cuestiones técnicas, como el riesgo y la probabilidad, no proceden inicialmente de los libros. No vino de la filosofía elevada ni del hambre científica. Ni siquiera vino de la curiosidad. Vino de la emoción y el subidón hormonal que uno siente al asumir riesgos en los mercados. Nunca pensé que las matemáticas fueran algo interesante para mí hasta que, cuando estaba en Wharton, un amigo me habló de las opciones financieras que he descrito antes (y su generalización, los derivados complejos). Inmediatamente decidí hacer carrera en ellas. Era una combinación de comercio financiero y probabilidad complicada. El campo era nuevo e inexplorado. Sabía en mis entrañas que había errores en las teorías que utilizaban la curva de campana convencional e ignoraban el impacto de las colas (eventos extremos). Sabía en mis entrañas que los académicos no tenían la menor idea de los riesgos. Así que, para encontrar errores en la estimación de estos valores probabilísticos, tuve que estudiar la probabilidad, que misteriosamente y al instante se convirtió en algo divertido, incluso apasionante.

Cuando había riesgo en la línea, de repente se manifestaba un segundo cerebro en mí, y las probabilidades de las secuencias intrincadas se volvían de repente fáciles de analizar y mapear. Cuando hay fuego, se corre más rápido que en cualquier competición. Cuando esquías cuesta abajo, algunos movimientos se vuelven sin esfuerzo. Luego volví a quedarme mudo cuando no había acción real. Además, como comerciantes, las matemáticas que utilizábamos se ajustaban a nuestro problema como un guante, a diferencia de los académicos con una teoría que buscaba alguna aplicación; en algunos casos teníamos que inventar modelos de la nada y no podíamos permitirnos las ecuaciones equivocadas. La aplicación de las matemáticas a los problemas prácticos era un asunto totalmente distinto; implicaba una profunda comprensión del problema antes de escribir las ecuaciones.

Pero si reúnes la fuerza necesaria para levantar un coche para salvar a un niño, por encima de tus capacidades actuales, la fuerza adquirida permanecerá después de que las cosas se calmen. Así que, a diferencia del drogadicto que pierde su ingenio, lo que aprendes de la intensidad y la concentración que tenías cuando estabas bajo la influencia del riesgo se queda contigo. Puedes perder la agudeza, pero nadie puede quitarte lo que has aprendido. Esta es la principal razón por la que ahora lucho contra el sistema educativo convencional, hecho por bobos para bobos. Muchos niños aprenderían a amar las matemáticas si invirtieran en ellas y, lo que es más importante, crearían un instinto para detectar sus aplicaciones erróneas.

Reglamentos frente a sistemas jurídicos

Hay dos maneras de poner a los ciudadanos a salvo de los grandes depredadores, por ejemplo, las grandes y poderosas empresas. La primera es promulgar reglamentos, pero éstos, además de restringir las libertades individuales, conducen a otra depredación, esta vez por parte del Estado, sus agentes y sus compinches. Más críticamente, la gente con buenos abogados puede jugar con las regulaciones (o, como veremos, hacer que se sepa que contratan a antiguos reguladores, y pagan en exceso por ellos, lo que señala un posible soborno a los que están actualmente en el cargo). Y, por supuesto, las regulaciones, una vez establecidas, permanecen, e incluso cuando se demuestra que son absurdas, los políticos tienen miedo de derogarlas, bajo la presión de quienes se benefician de ellas. Dado que las regulaciones son aditivas, pronto acabamos enredados en complicadas normas que ahogan a la empresa. También ahogan la vida.

Porque siempre hay parásitos que se benefician de la regulación, situaciones en las que el empresario utiliza al gobierno para obtener beneficios, a menudo a través de regulaciones y franquicias protectoras. El mecanismo se denomina recaptura regulatoria, ya que anula el efecto de lo que una regulación debía hacer.

La otra solución es poner piel en el juego en las transacciones, en forma de responsabilidad legal, y la posibilidad de una demanda eficiente. El mundo anglosajón ha tenido tradicionalmente una predilección por el enfoque legal en lugar del reglamentario: si me perjudicas, puedo demandarte. Esto ha dado lugar a un derecho consuetudinario muy sofisticado, adaptable y equilibrado, construido de abajo a arriba, mediante el método de ensayo y error. Cuando las personas realizan transacciones, casi siempre prefieren acordar (como parte del contrato) un lugar de la Commonwealth (o anteriormente gobernado por los británicos) como foro en caso de litigio: Hong Kong y Singapur son los favoritos en Asia, Londres y Nueva York en Occidente. El Common Law se centra en el espíritu, mientras que el reglamento, debido a su rigidez, se centra en la letra.

Si una gran empresa contamina tu barrio, puedes reunirte con tus vecinos y demandarles. Algún abogado codicioso tendrá el papeleo preparado. Los enemigos de la empresa estarán encantados de ayudar. Y los costes potenciales del acuerdo serán lo suficientemente disuasorios para que la empresa se comporte.

Esto no significa que no se deba regular nunca. Algunos efectos sistémicos pueden requerir una regulación (por ejemplo, los riesgos ocultos de las ruinas medioambientales que se manifiestan demasiado tarde). Si no se puede demandar eficazmente, hay que regular.*5

Ahora bien, aunque las regulaciones tuvieran un pequeño beneficio neto para la sociedad, yo seguiría prefiriendo ser lo más libre posible, pero asumir mi responsabilidad civil, afrontar mi destino y pagar la pena si perjudico a los demás. Esta actitud se denomina libertarismo deóntico (deóntico viene de “deberes”): al regular se está robando libertad a la gente. Algunos creemos que la libertad es el primer bien esencial de la persona. Esto incluye la libertad de cometer errores (los que sólo te perjudican a ti); es sagrada hasta el punto de que nunca debe ser intercambiada por beneficios económicos o de otro tipo.

IV. EL ALMA EN EL JUEGO

Por último, y de forma central, la piel en el juego trata del honor como compromiso existencial, y la asunción de riesgos (una determinada clase de riesgos) como separación entre el hombre y la máquina y (algunos pueden odiarlo) una clasificación de los humanos.

Si no te arriesgas por tu opinión, no eres nada.

Y seguiré mencionando que no tengo otra definición de éxito que llevar una vida honorable. Insinuamos que es deshonroso dejar que otros mueran en tu lugar.

El honor implica que hay algunas acciones que categóricamente nunca haría, independientemente de las recompensas materiales. No acepta ningún trato fáustico, no vendería su cuerpo por 500 dólares; también significa que no lo haría por un millón, ni por mil millones, ni por un trillón. Y no es sólo una postura vía negativa, el honor significa que hay cosas que harías incondicionalmente, sin importar las consecuencias. Pensemos en los duelos, que nos han arrebatado al gran poeta ruso Pushkin, al matemático francés Galois y, por supuesto, a muchos más, a una edad temprana (y, en el caso de Galois, a una edad muy temprana): la gente incurría en una importante probabilidad de muerte sólo para salvar la cara. Vivir como un cobarde simplemente no era una opción, y la muerte era enormemente preferible, incluso si, como en el caso de Galois, uno inventaba una nueva y trascendental rama de las matemáticas siendo todavía un adolescente.*6 Como una madre espartana le dice a su hijo que se va: “Con él o sobre él”, lo que significa que o vuelves con tu escudo o no vuelves vivo (la costumbre era llevar el cuerpo muerto sobre él); sólo los cobardes tiran sus escudos para correr más rápido.

Si quieres considerar cómo la modernidad ha destruido algunos de los fundamentos de los valores humanos, contrasta las incondicionales anteriores con las acomodaciones modernistas: las personas que, digamos, trabajan para lobbies repugnantes (representando los intereses de, por ejemplo, Arabia Saudí en Washington) o que, a sabiendas, juegan el habitual juego académico no ético, se enfrentan a su condición produciendo argumentos como “tengo hijos a los que mantener en la universidad”. Las personas que no son moralmente independientes tienden a adaptar la ética a su profesión (dando un mínimo de vueltas), en lugar de encontrar una profesión que se adapte a su ética.

Ahora hay otra dimensión del honor: participar en acciones que van más allá de la mera piel en el juego para ponerse en riesgo por los demás, tener su piel en el juego de otras personas; sacrificar algo significativo por el bien del colectivo.

Sin embargo, hay actividades en las que uno se siente orgulloso y honrado sin necesidad de grandes sacrificios: las artesanales.

Artesanos

Cualquier cosa que hagas para optimizar tu trabajo, recortar algunas esquinas o exprimir más “eficiencia” de él (y de tu vida) acabará por disgustarte.

Los artesanos tienen su alma en el juego.

Enprimer lugar, los artesanos hacen las cosas por razones existenciales primero, financieras y comerciales después. Su toma de decisiones nunca es totalmente financiera, pero sigue siendo financiera. Segundo , tienen algún tipo de “arte” en su profesión; se mantienen alejados de la mayoría de los aspectos de la industrialización; combinan arte y negocio. Tertio, ponen algo de alma en su trabajo: no venderían algo defectuoso o incluso de calidad comprometida porque hiere su orgullo. Por último, tienen tabúes sagrados, cosas que no harían aunque aumentara notablemente la rentabilidad.

Compendiaria res improbitas, virtusque tarda-el villano toma el camino corto, la virtud el más largo. En otras palabras, tomar el camino corto es deshonesto.

Permítanme ilustrarlo con mi propia profesión. Es fácil ver que un escritor es efectivamente un artesano: la venta de libros no es el motivo final, sólo un objetivo secundario (incluso entonces). Se preserva cierta santidad del producto con fuertes prohibiciones. Por ejemplo, a principios de la década de 2000, la escritora Fay Weldon fue pagada por la cadena de joyería Bulgari para que hiciera publicidad de su marca entretejiendo recomendaciones de sus magníficos productos en la trama de su novela. Se produjo una pesadilla; hubo un sentimiento generalizado de disgusto por parte de la comunidad literaria.

También recuerdo que en los años 80 algunos intentaron regalar libros, pero con publicidad en medio del texto, como en las revistas. El proyecto fracasó.

Tampoco industrializamos la escritura. Se decepcionaría si contratara a un grupo de escritores para “ayudar”, ya que sería más eficiente. Algunos autores, como Jerzy Kosinski, han intentado escribir libros subcontratando secciones, lo que les ha llevado al ostracismo total tras el descubrimiento. Pocos de esos escritores-contratistas han visto sobrevivir su obra. Pero hay excepciones, como Alexandre Dumas père, de quien se dice que dirigía un taller de escritores fantasma (cuarenta y cinco), lo que le permitió escalar su producción hasta ciento cincuenta novelas, con la broma de que leía algunos de sus propios libros. Pero, en general, la producción no es escalable (aunque las ventas de un libro lo sean). Dumas puede ser la excepción que confirma la regla.

Ahora, algo muy práctico. Uno de los mejores consejos que he recibido fue la recomendación de un empresario mayor de gran éxito (y feliz), Yossi Vardi, de no tener asistente. La mera presencia de un asistente suspende tu filtro natural, y su ausencia te obliga a hacer sólo las cosas que te gustan, y a dirigir progresivamente tu vida en esa dirección. (Por asistente aquí excluyo a alguien contratado para una tarea específica, como calificar trabajos, ayudar con la contabilidad o regar las plantas; sólo un ángel de la guarda que supervise todas tus actividades). Este es un enfoque vía negativa: quieres el máximo tiempo libre, no la máxima actividad, y puedes evaluar tu propio “éxito” según esa métrica. De lo contrario, acabas asistiendo a tus ayudantes, o te ves obligado a “explicar” cómo hacer las cosas, lo que requiere más esfuerzo mental que hacer la cosa en sí. De hecho, más allá de mi vida de escritor e investigador, esto ha demostrado ser un gran consejo financiero, ya que soy más libre, más ágil y tengo un punto de referencia muy alto para hacer algo, mientras que mis compañeros tienen sus días llenos de “reuniones” innecesarias y correspondencia innecesaria.

Tener un asistente (salvo lo estrictamente necesario) te quita el alma del juego.

Piensa en el efecto de utilizar un traductor de mano en tu próximo viaje a México en lugar de adquirir un sólido vocabulario en español mediante el contacto con los lugareños. La asistencia te aleja de la autenticidad.

Los académicos pueden ser artesanos. Incluso aquellos economistas que, malinterpretando a Adam Smith, afirman que los seres humanos están aquí para “buscar la maximización” de sus ingresos, expresan estas ideas de forma gratuita, y se jactan de no estar metidos en la búsqueda de beneficios comerciales, sin ver la contradicción.

Una advertencia para los empresarios

Los empresarios son héroes en nuestra sociedad. Fracasan para el resto de nosotros. Pero debido a la financiación y a los mecanismos actuales de capital riesgo, muchas personas que se confunden con los emprendedores no tienen una verdadera piel en el juego, en el sentido de que su objetivo es cobrar vendiendo la empresa que ayudaron a crear a otra persona, o “salir a bolsa” emitiendo acciones en el mercado de valores. El verdadero valor de la empresa, lo que hace y su supervivencia a largo plazo tienen poca importancia para ellos. Se trata de un puro esquema de financiación y excluiremos a esta clase de personas de nuestra clase de “emprendedores” que asumen riesgos (esta forma de emprender es el equivalente a traer al mundo a niños de gran aspecto y comercializables con el único objetivo de venderlos a los cuatro años). Podemos identificarlos fácilmente por su capacidad para redactar un plan de negocio convincente.

Las empresas más allá de la etapa de empresario empiezan a pudrirse. Una de las razones por las que las empresas tienen la mortalidad de los enfermos de cáncer es la asignación de tareas definidas en el tiempo. Una vez que se cambia de asignación -o, mejor, de empresa- se puede decir sobre los profundos riesgos al estilo de Bob Rubin que surgen “Ya no es mi problema”. Lo mismo ocurre cuando te vendes, así que recuérdalo:

Las habilidades para fabricar cosas divergen de las de venderlas.

Arrogante Will Do

Los productos o empresas que llevan el nombre del propietario transmiten mensajes muy valiosos. Gritan que tienen algo que perder. La eponimia indica tanto un compromiso con la empresa como una confianza en el producto. A un amigo mío, Paul Wilmott, se le suele llamar ególatra por tener su nombre en una revista técnica de finanzas matemáticas*(Wil-mott*), que en el momento de escribir este artículo es sin duda la mejor. “Ególatra” es bueno para el producto. Pero si no puedes conseguir “ególatra”, “arrogante” servirá.

Ciudadanía de Plaisance

Muchas personas acomodadas que vienen a vivir a Estados Unidos evitan hacerse ciudadanos mientras viven aquí indefinidamente. Tienen el permiso de residencia permanente como una opción gratuita, ya que es un derecho, pero no una obligación, pues pueden devolverlo con un simple trámite. Se les pregunta por qué no prestan el juramento ante un juez y luego organizan un cóctel en un club de campo frente al mar. La respuesta típica es: los impuestos. Una vez que te conviertes en ciudadano estadounidense, tendrás que pagar impuestos por tus ingresos en todo el mundo, aunque vivas en el extranjero. Y no es fácilmente reversible, por lo que se pierde la opcionalidad. Pero otros países occidentales, como Francia y el Reino Unido, permiten a sus ciudadanos considerables exenciones si residen en algún paraíso fiscal. Esto invita a un conjunto de personas a “comprar” una ciudadanía a través de inversiones y una residencia mínima, obtener el pasaporte y luego ir a vivir a algún lugar libre de impuestos.

Un país no debería tolerar a los amigos del tiempo justo. Hay algo ofensivo en tener una nacionalidad sin piel en el juego, sólo para viajar y pasar fronteras, sin el inconveniente que conlleva el pasaporte.

Mis padres son ciudadanos franceses, lo que me habría facilitado la naturalización hace unas décadas. Pero no me parecía correcto; incluso me parecía francamente ofensivo. Y a menos que desarrollara un vínculo emocional con Francia a través de la piel en el juego, no podía. Me habría parecido falso ver mi cara barbuda en un pasaporte francés. El único pasaporte que habría considerado es el griego (o chipriota), ya que siento un profundo vínculo ancestral y sociocultural con el mundo heleno.

Pero vine a Estados Unidos, abracé el lugar y tomé el pasaporte como un compromiso: se convirtió en mi identidad, buena o mala, con o sin impuestos. Mucha gente se burló de mi decisión, ya que la mayor parte de mis ingresos proceden del extranjero y, si adoptara la residencia oficial en, por ejemplo, Chipre o Malta, ganaría muchos más dólares. Si quisiera bajar los impuestos para mí, y lo hago, estoy obligado a luchar por ello, tanto para mí como para el colectivo, los demás contribuyentes, y a no huir.

La piel en el juego.

Los héroes no eran ratas de biblioteca

Si quieres estudiar valores clásicos como el valor o aprender sobre el estoicismo, no busques necesariamente a los clasicistas. Uno nunca es un académico de carrera sin una razón. Lee los propios textos: Séneca, César o Marco Aurelio, cuando sea posible. O lea a los comentaristas de los clásicos que fueron ellos mismos hacedores, como Montaigne -gente que en algún momento tuvo algo de piel en el juego, luego se retiró a escribir libros. Evite el intermediario, cuando sea posible. O bien, si no se conocen los textos, hay que realizar actos de valentía.

Porque estudiar el valor en los libros de texto no te hace más valiente que comer carne de vaca te hace bovino.

Por algún misterioso mecanismo mental, la gente no se da cuenta de que lo principal que se puede aprender de un profesor es cómo ser un profesor, y lo principal que se puede aprender de, por ejemplo, un entrenador de vida o un orador inspirador es cómo convertirse en un entrenador de vida o un orador inspirador. Así que recuerda que los héroes de la historia no eran clasicistas ni ratas de biblioteca, esas personas que viven a través de sus textos. Eran personas de hechos y debían estar dotados del espíritu de la toma de riesgos. Para entrar en su psique, se necesita a alguien que no sea un profesor de carrera que enseñe estoicismo.*7 Casi siempre no lo entienden (en realidad, nunca lo entienden). En mi experiencia, a partir de una serie de peleas personales, muchos de estos “clasicistas”, que conocen con íntimo detalle lo que desayunaron personas de valor como Alejandro, Cleopatra, César, Aníbal, Juliano, Leónidas, Zenobia, no pueden producir ni una sombra de valor intelectual. ¿Es que la academia (y el periodismo) es fundamentalmente el refugio del chismoso estocástico? Es decir, del mirón que quiere mirar pero no arriesgarse? Parece que sí. El capítulo más importante del libro, y convenientemente el último, “La lógica de la asunción de riesgos”, muestra cómo algunos elementos centrales de los riesgos, aunque obvios para los profesionales, pueden ser pasados por alto por los teóricos durante más de dos siglos.

Alma en el juego y algo de (no demasiado) proteccionismo

Apliquemos ahora estas ideas a los tiempos modernos. Recordemos la historia de los arquitectos separados de los usuarios reales. Esto se extiende a efectos sistémicos más generales, como el proteccionismo y el globalismo. Visto así, el auge de cierto proteccionismo puede tener una fuerte razón de ser, y una razón económica.

Dejo de lado el argumento de que la globalización conduce a una cacofonía al estilo de la Torre de Babel, debido al desequilibrio en la relación ruido-señal. La cuestión aquí es que los trabajadores, las personas que hacen cosas, tienen cada uno un artesano en ellos. Pues, en contra de lo que intentan hacernos creer los grupos de presión pagados por las grandes empresas internacionales, este proteccionismo ni siquiera entra en conflicto con el pensamiento económico, lo que se llama economía neoclásica. No es incoherente con los axiomas matemáticos de la toma de decisiones económicas, sobre los que la economía sienta sus bases, comportarse de una manera que no maximice el propio resultado final, estrechamente definido en dólares, a expensas de otras cosas. Como he dicho antes en el capítulo, no es irracional, según la teoría económica, dejar dinero sobre la mesa por tu preferencia personal; la noción de que los incentivos se limitan a la ganancia financiera no puede explicar de otro modo la existencia misma de una academia de economía que promueve la idea del interés propio.*8

Puede que estemos mejor en un sentido contable estrecho (en el agregado) exportando puestos de trabajo. Pero eso no es lo que la gente puede querer realmente. Yo escribo porque es para lo que estoy diseñado, igual que un cuchillo corta porque esa es su misión, el arête de Aristóteles , y subcontratar mi investigación y mi escritura a China o Túnez aumentaría (quizás) mi productividad, pero me privaría de mi identidad.

Así que la gente puede querer hacer cosas. Simplemente hacer cosas, porque sienten que es parte de su identidad. Un zapatero del condado de Westchester quiere ser zapatero, disfrutar de los frutos de su trabajo y del orgullo de ver su mercancía en las tiendas, aunque su supuesta condición “económica” pueda beneficiarse de dejar que una fábrica china haga los zapatos y convertirse en otra profesión. Aunque ese nuevo sistema le permita comprar televisores de pantalla plana, más camisas de algodón y bicicletas más baratas, algo falta. Puede ser cruel engañar a la gente en su profesión. La gente quiere tener su alma en el juego.

En ese sentido, la descentralización y la fragmentación, además de estabilizar el sistema, mejoran la conexión de las personas con su trabajo.

La piel de la sentencia

Terminemos con una anécdota histórica.

Algunos podrían preguntarse: la ley es estupenda, pero ¿qué harían con un juez corrupto o incompetente? Podría cometer errores impunemente. Podría ser el eslabón débil. No del todo, o al menos no históricamente. Un amigo me mostró una vez un cuadro holandés que representa el Juicio de Cambyses. La escena es de la historia relatada por Heródoto, sobre el corrupto juez persa Sisamnes. Fue desollado vivo por orden del rey Cambyses como castigo por violar las reglas de la justicia. La escena del cuadro es el hijo de Sisamnes impartiendo justicia desde la silla de su padre, tapizada con la piel desollada como recordatorio de que la justicia viene con, literalmente, piel en el juego.

*1 “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti” (Isócrates, Hillel el Viejo, Mahabharata). “Lo que es odioso para ti, no lo hagas a tu prójimo: esto es toda la Torá; el resto es la explicación; ve y aprende”. Rabí Hillel el Viejo basándose en Levítico 19:18. “No hagas a los demás lo que, si te lo hicieran a ti, te causaría dolor. Esta es la esencia de la moral”.

*2 Una postura contraria a la violación de la simetría aparece en la parábola del siervo que no perdona en el Nuevo Testamento (Mateo 12:21-31). Un siervo al que un prestamista compasivo le condona su enorme deuda, castiga posteriormente a otro siervo que le debía una cantidad mucho menor. La mayoría de los comentaristas parecen pasar por alto que el verdadero mensaje es la simetría (dinámica), no el perdón.

*3 Esta sección es técnica y puede omitirse en la primera lectura.

*4 De hecho, los que formalizaron la teoría de la racionalidad, como el matemático y teórico de los juegos Ken Binmore, del que hablaremos más adelante, insisten en que nunca ha habido ninguna teoría rigurosa y autoconsistente de la “racionalidad” que ponga a la gente en una camisa de fuerza. Ni siquiera se encuentran tales afirmaciones en la economía neoclásica ortodoxa. La mayor parte de lo que leemos sobre lo “racional” en la literatura verbalista no parece tener ningún rigor.

*5 El Ralph Nader al que dedico este libro es el Ralph Nader que ayudó a establecer el mecanismo legal para proteger a los consumidores y a los ciudadanos de los depredadores; no tanto el Ralph Nader que ocasionalmente hace algunas llamadas a la regulación.

*6 En realidad, hay un argumento a favor de los duelos: evitan que los conflictos involucren a conjuntos más amplios de personas, es decir, las guerras, al confinar el problema a quienes tienen piel directa en el juego.

*7 Mi comprensión de Séneca, tal y como se expresa en Antifrágil, tiene que ver con la asimetría (y la opcionalidad), tanto financiera como emocional. Como tomador de riesgos, obtengo algo imposible de transmitir a los clasicistas, lo que hace que sea frustrante ver relatos de él que pasan por alto lo esencial.

*8 Durante mucho tiempo, algunos cantones suizos - de forma democrática - prohibieron la venta de propiedades a extranjeros, para evitar los trastornos de los ricos de la jet-set sin piel en el lugar que vienen a pujar por los precios, y perjudican a los nuevos compradores jóvenes permanentemente excluidos del mercado. ¿Es esto una tontería, desde el punto de vista económico? En absoluto, aunque algunos promotores inmobiliarios estarían en total desacuerdo.

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Siete páginas por sesión, siete páginas anuales es el ritmo perfecto-Los relectores necesitan relectores

Ahora que hemos esbozado las ideas principales, veamos cómo encaja esta discusión con el resto del proyecto Incerto. Al igual que Eva salió de las costillas de Adán, cada libro del Incerto surge de las costillas del penúltimo. El Cisne Negro fue una discusión ocasional en Fooled by Randomness; el concepto de convexidad a los eventos aleatorios, el tema de Antifragile , fue adumbrado en El Cisne Negro; y, finalmente, Skin in the Game fue un segmento de Antifragile bajo el lema: No te harás antifrágil a costa de los demás. Sencillamente, la asimetría en la asunción de riesgos conduce a desequilibrios y, potencialmente, a la ruina sistémica.

El comercio de Bob Rubin se relaciona con mi negocio como comerciante (como vimos, cuando esta gente gana dinero, se queda con las ganancias; cuando pierde, alguien más carga con los costos mientras ellos hacen su invocación al Cisne Negro). Sus manifestaciones son tan omnipresentes que ha sido la columna vertebral de todos los libros del Incerto. Siempre que hay un desajuste entre un periodo de bonificación (anual) y la ocurrencia estadística de un estallido (cada, digamos, diez años) el agente tiene un incentivo para jugar al juego de transferencia de riesgos de Bob Rubin. Dado el número de personas que intentan subirse al autobús del dinero, se produce una acumulación progresiva de riesgos de Cisne Negro en tales sistemas. Entonces, boom, se produce el estallido sistémico.*1

EL CAMINO

Nos guiaremos por lo más animado. El aspecto ético es sencillo, como parte de la asimetría general Tony-Isócrates, y he profundizado en el asunto gracias a una colaboración muy argumentada con el filósofo (y compañero de andanzas) Constantine Sandis. El derecho de daños es igualmente sencillo, y había pensado que ocuparía una amplia sección de este volumen, pero afortunadamente será mínima. ¿Por qué?

El derecho de daños es insípido para quienes no tienen el temperamento que le lleva a uno a la facultad de derecho. Pues, impulsado por el intrépido Ralph Nader, una mesa de centro de mi estudio acumuló cerca de veinte volúmenes sobre derecho contractual y agravios. Pero el tema me parecía tan aburrido que me resultaba una tarea hercúlea leer más de siete líneas por sesión (razón por la que Dios inventó, misericordiosamente, las redes sociales y las peleas en Twitter): a diferencia de las ciencias y las matemáticas, el derecho, aun siendo muy riguroso, no ofrece sorpresas. El derecho no puede ser lúdico. La mera visión de estos libros me recuerda a un almuerzo con un antiguo miembro de la Junta de la Reserva Federal, el tipo de cosas a las que uno no debería someterse más de una vez en la vida. Así que despacharé el tema de los agravios en unas pocas líneas.

Como hemos insinuado en los primeros párrafos de la introducción, algunos temas no soporíferos (la teología pagana, las prácticas religiosas, la teoría de la complejidad, la historia antigua y medieval y, por supuesto, la probabilidad y la asunción de riesgos) coinciden con el filtro naturalista de este autor. Sencillamente: si no puedes poner tu alma en algo, abandónalo y deja esas cosas a otro.

Hablando de alma en el juego, tuve que superar alguna vergüenza como la siguiente. En el episodio parisino de Hammurabi en el Louvre, cuando me paré frente a la imponente estela de basalto (en la sala con coreanos con palos de selfie), me sentí incómodo por no poder leer el material y tener que confiar en los expertos. ¿Qué expertos? Esto habría estado bien si se tratara de un viaje cultural, ¡pero aquí estoy escribiendo profesionalmente un libro que profundiza mucho en esas cosas! Me sentí como un tramposo al no conocer el texto antiguo tal y como se leía y recitaba en su momento. Además, una de mis aficiones episódicas es la filología semítica, así que no tenía excusa. Así que me ha distraído una obsesión por aprender suficiente acadio para poder recitar la ley de Hammurabi con fonética semítica, algo así como tener algo de alma en el juego. Puede que haya retrasado la finalización de este libro, pero, al menos, cuando menciono a Hammurabi, mi conciencia no me hace sentir que estoy fingiendo nada.

UN DETECTOR MEJORADO

Este libro llegó después de un coqueteo profundo-no académico-no planificado con las matemáticas. Porque después de terminar Antifrágil, pensé en jubilar mi pluma por un tiempo e instalarme en la cómoda vida de un puesto universitario de cuarto de hora, disfrutando de la pasta de tinta de calamar en compañía del bon vivant, levantando pesas con mis amigos de cuello azul y jugando al bridge por la tarde, el tipo de vida tranquila y sin preocupaciones de la alta burguesía del siglo XIX.

Lo que no preveía es que mi sueño de una vida tranquila durara sólo unas semanas. Porque no mostré ninguna habilidad en actividades de jubilación como el bridge por contrato, el ajedrez, la lotería, las visitas a las pirámides de México, etc. Una vez, por casualidad, intenté resolver un rompecabezas matemático, y eso me llevó a cinco años de práctica matemática compulsiva, con los ataques obsesivos que asolan a las personas habituadas a los problemas. Como es habitual en estas cosas, no hacía matemáticas para resolver un problema, sino para satisfacer una fijación. Pero nunca esperé el siguiente efecto. Hizo que mi detector de bullt fuera tan sensible que escuchar tonterías bien comercializadas (por gente verbalista, especialmente académicos) tenía el mismo efecto que ser puesto en una habitación con casos de sonidos punzantes y sacudidores que ocurren al azar, del tipo que mata a los animales. Nunca me molesta la gente normal; son los bulltter de la profesión “intelectual” los que me molestan. Ver al psicólogo Steven Pinker pronunciándose sobre cosas intelectuales tiene un efecto similar al de encontrarse con un drive-in Burger King mientras se hace senderismo en medio de un parque nacional.

Es bajo un detector de bull***t tan hipersensible que he estado escribiendo este libro.

LOS REVISORES DE LIBROS

Y ya que estamos hablando de libros, cierro esta sección introductoria con lo que he aprendido de mi tiempo en ese negocio. Muchos críticos de libros son personas intelectualmente honestas y directas, pero la industria tiene un conflicto fundamental con el público, incluso cuando se nombra a sí misma como representante de la clase general de lectores. Por ejemplo, cuando se trata de libros escritos por personas arriesgadas, el público en general (y algunos, pero muy pocos, editores de libros) puede detectar lo que les interesa de un determinado relato, algo que los que están en el falso espacio de la producción de palabras (en otras palabras, los que no lo hacen) fracasan crónicamente en conseguir, y no pueden entender qué es lo que no entienden porque no forman parte realmente de la vida activa y transaccional.

Los críticos de libros tampoco pueden, por la propia definición de su función, juzgar los libros que uno relee. Para quienes estén familiarizados con la idea de los efectos no lineales de Antifragile, el aprendizaje tiene su origen en la repetición y la convexidad, lo que significa que la lectura de un mismo texto dos veces es más provechosa que la lectura de dos cosas diferentes una vez, siempre que, por supuesto, dicho texto tenga cierta profundidad de contenido. La convexidad está implantada en el vocabulario semítico: mishnah, que en hebreo se refiere a la recopilación pretalmúdica de la tradición oral, significa “doblar”; el propio midrash también puede estar relacionado con el estampado y la molienda repetida, y tiene una contrapartida en la madrasa de los hijos de Ismael.

Los libros deberían estar organizados de la forma en que el lector lee, o quiere leer, y según lo profundo que el autor quiera profundizar en un tema, no para facilitar la vida a los críticos que escriben reseñas. Los críticos de libros son malos intermediarios; actualmente están en proceso de ser desintermediados al igual que las compañías de taxis (lo que algunos llaman Uberizado).

¿Cómo? También en este caso existe un problema de intereses: un conflicto de intereses entre los críticos profesionales, que creen que deben decidir cómo deben escribirse los libros, y los verdaderos lectores, que realmente leen libros porque les gusta leerlos. Por un lado, los críticos tienen un poder arbitrario y sin control sobre los autores: alguien tiene que haber leído el libro para darse cuenta de que un crítico está lleno de tonterías, por lo que, al no haber piel en el juego, críticos como Michiko Kakutani, de The New York Times (ahora jubilada), o David Runciman, que escribe para The Guardian, pueden seguir eternamente sin que nadie sepa que están inventando o borrachos (o, como estoy seguro, en el caso de Kakutani, ambas cosas). Las reseñas de libros se juzgan en función de lo verosímiles y bien escritas que estén, nunca en función de su correspondencia con el libro (a no ser, por supuesto, que el autor les haga responsables de sus tergiversaciones).*2

Ahora, casi dos décadas después de la primera entrega del Incerto, he establecido formas de interactuar directamente con usted, el lector.

ORGANIZACIÓN DEL LIBRO

El libro 1 fue la introducción que acabamos de ver, con sus tres partes.

El libro 2, “Una primera mirada a la agencia”, es una exposición más profunda de la simetría y la agencia en el reparto de riesgos, tendiendo un puente entre el conflicto de intereses comercial y la ética general. También nos introduce brevemente en la noción de escala y la diferencia entre lo individual y lo colectivo, de ahí las limitaciones del globalismo y el universalismo.

El libro 3, “That Greatest Asymmetry”, trata de la regla de la minoría por la que un pequeño segmento de la población inflige sus preferencias a la población general. El (breve) apéndice del Libro 3 muestra 1) cómo una colección de unidades no se comporta como una suma de unidades, sino como algo con mente propia, y 2) las consecuencias de gran parte de lo que se llama “ciencia” social.

El libro 4, “Lobos entre perros”, trata de la dependencia y, llamemos a las cosas por su nombre, de la esclavitud en la vida moderna: por qué los empleados existen porque tienen mucho más que perder que los contratistas. También muestra cómo, incluso si eres independiente y tienes dinero a raudales, eres vulnerable si las personas que te importan pueden ser objetivo de corporaciones y grupos malvados.

El libro 5, “Estar vivo significa asumir ciertos riesgos”, muestra en el capítulo 5 cómo la asunción de riesgos te hace parecer superficialmente menos atractivo, pero enormemente más convincente. Aclara la diferencia entre la vida como vida real y la vida imaginada en una máquina de experiencias, cómo Jesús tuvo que ser hombre, no del todo dios, y cómo Donaldo ganó las elecciones gracias a sus imperfecciones. El capítulo 6, “El intelectual pero idiota”, presenta al IYI que no sabe que tener piel en el juego le hace entender el mundo (lo que incluye montar en bicicleta) mejor que las conferencias. El capítulo 7 explica la diferencia entre la desigualdad en el riesgo y la desigualdad en el salario: se puede ser más rico, pero entonces hay que ser una persona de verdad y asumir algún riesgo. También presenta una visión dinámica de la desigualdad, frente a la estática del IYI. El factor que más contribuye a la desigualdad es la condición de funcionario de alto rango o de académico titular, no la de empresario. El capítulo 8 explica el efecto Lindy, ese experto de expertos que puede decirnos por qué los fontaneros son expertos, pero no los psicólogos clínicos, por qué los comentaristas de The New Yorker sobre los expertos no son ellos mismos expertos. El efecto Lindy separa las cosas que ganan con el tiempo de las que son destruidas por él.

El libro 6, “Deeper into Agency”, busca las asimetrías ocultas consecuentes. El capítulo 9 muestra que, visto desde el punto de vista de la práctica, el mundo es más sencillo y los expertos sólidos no parecen actores que interpretan el papel. El capítulo presenta la heurística de detección de BS. El capítulo 10 muestra cómo los ricos son unos pringados que caen en la trampa de las personas que complican su estilo de vida para venderles algo. El capítulo 11 explica la diferencia entre las amenazas y las amenazas reales y muestra cómo se puede poseer a un enemigo sin matarlo. El capítulo 12 presenta el problema de agencia de los periodistas: sacrificarán la verdad y construirán una narrativa equivocada por la necesidad de complacer a otros periodistas. El capítulo 13 explica por qué la virtud requiere la asunción de riesgos, y no la reducción del riesgo reputacional de jugar al caballero blanco en Internet o de extender un cheque a alguna organización no gubernamental (ONG) que podría ayudar a destruir el mundo. El capítulo 14 explica el problema de la agencia de las personas en la geopolítica, y de los historiadores que tienden a informar sobre las guerras en lugar de la paz, lo que nos deja con una visión deformada del pasado. La historia también está plagada de confusiones probabilísticas. Si nos deshiciéramos de los expertos en “paz”, el mundo sería más seguro y muchos problemas se resolverían de forma orgánica.

El libro 7, “Religión, creencia y piel en el juego”, explica los credos en términos de piel en el juego y preferencias reveladas: cómo los ateos son funcionalmente indistinguibles de los cristianos, aunque no de los musulmanes salafistas. Evita el verbalismo: las “religiones” no son del todo religiones: algunas son filosofías, otras son sólo sistemas legales.

El libro 8, “Riesgo y racionalidad”, contiene los dos capítulos centrales, que he decidido dejar para el final. No hay una definición rigurosa de racionalidad que no esté relacionada con la piel en el juego; todo tiene que ver con las acciones, no con los verbos, los pensamientos y las charlas. El capítulo 19, “La lógica de la asunción de riesgos”, resume todos mis principios sobre el riesgo y expone los errores relativos a los acontecimientos de pequeña probabilidad. También clasifica los riesgos en capas (desde la individual hasta la colectiva) y consigue demostrar que el valor y la prudencia no están en contradicción siempre que se actúe en beneficio de la colectividad. Explica la ergodicidad, que había quedado pendiente. Por último, el capítulo esboza lo que llamamos el principio de precaución.

*1 La transferencia del riesgo oculto no se limita a los banqueros y las empresas. Algunos segmentos de la población la aprovechan con bastante eficacia. Por ejemplo, las personas que viven en las zonas costeras propensas a los huracanes y las inundaciones están subvencionadas por el Estado, es decir, por los contribuyentes. Aunque se hagan las víctimas en la televisión después de que ocurra un evento, ellos y los promotores inmobiliarios están obteniendo los beneficios que otros pagan.

*2 Tuvieron que pasar cerca de tres años para que Fooled by Randomness se entendiera como “hay más suerte de la que crees”, en lugar del mensaje que la gente recibía de las críticas: “todo es pura suerte”. La mayoría de los libros no sobreviven tres meses.

Apéndice: Asimetrías en la vida y en las cosas

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Sabor a tortuga-Dónde están los nuevos clientes?-La sharia y la asimetría-Están los suizos, y otras personas-Rav Safra y los suizos (pero suizos diferentes)

Más vale que te comas las tortugas, dice el antiguo adagio.*1

El origen de la expresión es el siguiente. Se dice que un grupo de pescadores capturó un gran número de tortugas. Después de cocinarlas, descubrieron en la comida comunitaria que estos animales marinos eran mucho menos comestibles de lo que pensaban: no muchos miembros del grupo estaban dispuestos a comerlas. Pero Mercurio pasaba por allí -Mercurio era el dios más polifacético, como el jefe del comercio, de la abundancia, de los mensajeros, del inframundo, así como el patrón de los ladrones y de los bandidos y, como es lógico, de la suerte-. El grupo le invitó a unirse a ellos y le ofreció las tortugas para comer. Al detectar que sólo le habían invitado para aliviarles de la comida no deseada, les obligó a todos a comer las tortugas, estableciendo así el principio de que hay que comer lo que se da de comer a los demás.

CADA DÍA NACE UN CLIENTE

He aprendido una lección de mis propias experiencias ingenuas:

Desconfía de la persona que te aconseja, diciéndote que una determinada acción por tu parte es “buena para ti”, mientras que para él también lo es, y el perjuicio para ti no le afecta directamente.

Por supuesto, estos consejos no suelen ser solicitados. La asimetría se produce cuando dicho consejo se aplica a ti pero no a él: puede estar vendiéndote algo, o intentando que te cases con su hija o contrates a su yerno.

Hace años recibí una carta de un agente de conferencias. Su carta era clara; tenía una decena de preguntas del tipo “¿Tiene tiempo para atender las solicitudes?”, “¿Puede encargarse de la organización del viaje?”. Lo esencial era que un agente de conferencias mejoraría mi vida y dejaría espacio para la búsqueda de conocimientos o cualquier otra cosa que me interesara (una comprensión más profunda de la jardinería, las colecciones de sellos, la genética mediterránea o las recetas con tinta de calamar), mientras que la carga de los asuntos más importantes recaería en otra persona. Y no era ningún agente de conferencias: sólo él podía hacer todas estas cosas; lee libros y puede meterse en la mente de los intelectuales (en aquel momento no me sentí insultado por ser llamado intelectual). Como es típico de la gente que se ofrece a dar consejos no solicitados, me olí una rata: en ninguna fase de la discusión se abstuvo de hacerme saber que era “bueno para mí”.

Como un tonto, aunque no me creí el argumento, acabé haciendo negocios con él, dejándole que gestionara una reserva en el país extranjero donde estaba radicado. Las cosas fueron bien hasta que, seis años después, recibí una carta de las autoridades fiscales de ese país. Inmediatamente me puse en contacto con él para preguntarle si otros ciudadanos estadounidenses a los que había contratado habían incurrido en ese conflicto fiscal, o si había oído hablar de situaciones similares. Su respuesta fue inmediata y cortante: “No soy su abogado fiscal”, sin ofrecer información sobre si otros clientes estadounidenses que le contrataron porque era “bueno para ellos” se encontraron con ese problema.

De hecho, en la docena de casos que puedo sacar de la memoria, siempre resulta que lo que se presenta como bueno para ti no es realmente bueno para ti, pero sí para la otra parte. Como comerciante, uno aprende a identificar y a tratar con las personas honradas, aquellas que te informan de que tienen algo que vender, explicándoles que la transacción surge para su propio beneficio, con preguntas como “¿Tienes un hacha?” (lo que significa una pregunta sobre si tienes un determinado interés). Evite a toda costa a quienes le llamen para pregonar un determinado producto disfrazado de asesoramiento. De hecho, la historia de la tortuga es el arquetipo de la historia de las transacciones entre mortales.

Una vez trabajé en un banco de inversión estadounidense, uno de los más prestigiosos, llamado “zapato blanco” porque los socios eran miembros de clubes de golf de difícil acceso para los protoaristócratas, en los que jugaban con calzado blanco. Como en todas las empresas de este tipo, se cultivaba, destacaba y protegía una imagen de ética y profesionalidad. Pero el trabajo de los vendedores (en realidad, vendedores) en los días en que llevaban zapatos negros era “descargar” el inventario con el que los comerciantes estaban “atiborrados”, es decir, los valores que tenían en exceso en sus libros y de los que necesitaban deshacerse para reducir su perfil de riesgo. Vender a otros operadores estaba descartado, ya que los operadores profesionales, que normalmente no son golfistas, se olían el exceso de inventario y hacían caer el precio. Así que necesitaban vender a algún cliente, en lo que se llama el “lado de la compra”. Algunos comerciantes pagaban a la fuerza de ventas con “puntos” (porcentuales), una compensación variable que aumentaba con nuestro afán de desprendernos de los valores. Los vendedores llevaban a los clientes a cenar, les compraban vinos caros (a menudo, ostensiblemente, los más altos del menú) y obtenían un enorme rendimiento de los miles de dólares de las facturas del restaurante descargando sobre ellos lo que no querían. Un experto vendedor me explicó con franqueza “Si le compro al cliente, alguien que trabaja en el departamento de finanzas de un municipio y que compra sus trajes en unos grandes almacenes de Nueva Jersey, una botella de vino de 2.000 dólares, soy su dueño durante los próximos meses. Puedo obtener al menos 100.000 dólares de beneficios de él. Nada en el mercado te da tal rendimiento”.

Los vendedores pregonaban cómo un determinado valor sería perfecto para la cartera del cliente, cómo estaban seguros de que subiría de precio y cómo el cliente sufriría un gran arrepentimiento si perdía “tal oportunidad”; ese tipo de discurso. Los vendedores son expertos en el arte de la manipulación psicológica, haciendo que el cliente opere, a menudo en contra de sus propios intereses, mientras se muestra feliz por ello y les quiere a ellos y a su empresa. A uno de los mejores vendedores de la empresa, un hombre con un enorme carisma que acudía al trabajo en un Rolls Royce con chófer, le preguntaron una vez si los clientes no se enfadaban cuando les daban gato por liebre. Su respuesta fue: “No les hagas daño, no les des la lata”. También añadió: “Recuerda que cada día nace un nuevo cliente”.

Como los romanos sabían perfectamente, se alaba alegremente la mercancía para deshacerse de ella.*2

EL PRECIO DEL MAÍZ EN RODAS

Por tanto, “aconsejar” como argumento de venta es fundamentalmente poco ético: vender no puede considerarse un consejo. Podemos darnos por satisfechos con esto. Se puede aconsejar o se puede vender (anunciando la calidad del producto), y ambas cosas deben mantenerse separadas.

Pero hay un problema asociado en el curso de las transacciones: ¿cuánto debe revelar el vendedor al comprador?

La pregunta “¿Es ético vender algo a alguien sabiendo que el precio acabará bajando?” es antigua, pero su solución no es menos sencilla. El debate se remonta a un desacuerdo entre dos filósofos estoicos, Diógenes de Babilonia y su alumno Antípatro de Tarso, que adoptó la postura moral más elevada sobre la información asimétrica y parece coincidir con la ética que respalda este autor. No se conserva ningún fragmento de ambos autores, pero sabemos bastante por fuentes secundarias o, en el caso de Cicerón, terciarias. La cuestión se presentaba de la siguiente manera, expuesta por Cicerón en De Officiis. Supongamos que un hombre trajo un gran cargamento de maíz de Alejandría a Rodas, en un momento en que el maíz era caro en Rodas debido a la escasez y el hambre. Supongamos que también sabía que muchos barcos habían zarpado de Alejandría rumbo a Rodas con mercancías similares. ¿Debe informar a los rodios? ¿Cómo se puede actuar de forma honorable o deshonrosa en estas circunstancias?

Los comerciantes tuvimos una respuesta directa. Una vez más, el “relleno”, es decir, vender cantidades a la gente sin informarles de que hay grandes existencias a la espera de ser vendidas. Un comerciante honrado no haría eso a otros comerciantes profesionales; era un no-no. La pena era el ostracismo. Pero era más o menos permisible hacerlo al mercado anónimo y a los no comerciantes sin rostro, o a los que llamábamos “los suizos”, unos pringados aleatorios. Había personas con las que teníamos una relación relacional, otras con las que teníamos una relación transaccional. Ambas estaban separadas por un muro ético, como en el caso de los animales domésticos a los que no se puede hacer daño, mientras que las normas de crueldad se levantan cuando se trata de cucarachas.

Diógenes sostenía que el vendedor debía revelar todo lo que exigía la ley civil. En cuanto a Antípatro, creía que había que revelar todo -más allá de la ley- para que no hubiera nada que el vendedor supiera y que el comprador no supiera.

Está claro que la posición de Antipater es más sólida, ya que es invariable al tiempo, al lugar, a la situación y al color de los ojos de los participantes. Tomemos por ahora que

Lo ético es siempre más sólido que lo legal. Con el tiempo, es lo legal lo que debe converger con lo ético, nunca lo contrario.

Por lo tanto:

Las leyes van y vienen; la ética permanece.

La noción de “ley” es ambigua y depende en gran medida de la jurisdicción: en Estados Unidos, el derecho civil, gracias a los defensores del consumidor y movimientos similares, integra este tipo de divulgación, mientras que otros países tienen leyes diferentes. Esto es especialmente visible en el caso de las leyes sobre valores, ya que hay reglamentos sobre “información anticipada” y sobre información privilegiada que hacen obligatoria dicha divulgación en EE.UU., aunque esto no fue así durante mucho tiempo en Europa.

De hecho, gran parte del trabajo de los bancos de inversión en mi época era jugar con las regulaciones, encontrar lagunas en las leyes. Y, en contra de la intuición, cuantas más regulaciones, más fácil era ganar dinero.

IGUALDAD EN LA INCERTIDUMBRE

Lo que nos lleva a la asimetría, el concepto central de la piel en el juego. La pregunta es: ¿hasta qué punto las personas que participan en una transacción pueden tener un diferencial de información entre ellas? El Mediterráneo antiguo y, en cierta medida, el mundo moderno, parecen haber convergido hacia la posición de Antípatro. Aunque en el Occidente anglosajón tenemos el “buyer beware”(caveat emptor), la idea es bastante nueva, y nunca general, a menudo mitigada por las leyes del limón. (Un “limón” era originalmente un coche crónicamente defectuoso, digamos, mi Mini descapotable, enamorado del garaje, ahora generalizado para aplicarlo a cualquier cosa que se mueva).

Así que, a la pregunta formulada por Cicerón en el debate entre los dos estoicos de la antigüedad, “Si un hombre pone a la venta vino que se está estropeando a sabiendas, ¿debe decírselo a sus clientes?”, el mundo se está acercando a la posición de transparencia, no necesariamente a través de la normativa, sino gracias a las leyes de responsabilidad civil y a la capacidad de demandar por daños en caso de que un vendedor le engañe. Recordemos que las leyes de responsabilidad civil devuelven parte de la piel del vendedor al juego, por lo que son vilipendiadas y odiadas por las empresas. Pero las leyes de responsabilidad civil tienen efectos secundarios: sólo deben usarse de forma inocente, es decir, de forma que no puedan ser manipuladas. Como veremos en el debate sobre la visita al médico, sí se pueden manipular.

La sharia, en particular la ley que regula las transacciones y las finanzas islámicas, nos interesa en la medida en que conserva algunos de los métodos y prácticas mediterráneos y babilónicos perdidos, no para apuntalar el ego de los príncipes saudíes. Se encuentra en la intersección del derecho grecorromano (tal y como se refleja en el contacto de los habitantes de los territorios semíticos con la escuela de derecho de Beret), las normas comerciales fenicias, las legislaciones babilónicas y las costumbres comerciales de las tribus árabes y, como tal, constituye un depósito de la antigua sabiduría mediterránea y semítica. Por tanto, considero la Sharia como un museo de la historia de las ideas sobre la simetría en las transacciones. La Sharia establece la interdicción de gharar, lo suficientemente drástica como para estar totalmente prohibida en cualquier forma de transacción. Es un término extremadamente sofisticado en la teoría de la decisión que no existe en inglés; significa tanto incertidumbre como engaño; mi opinión personal es que significa algo más que asimetría informativa entre agentes: desigualdad de incertidumbre. Sencillamente, como el objetivo es que ambas partes de una transacción tengan la misma incertidumbre ante los resultados aleatorios, una asimetría se convierte en equivalente a un robo. O más sólidamente:

Ninguna persona en una transacción debe tener certeza sobre el resultado mientras la otra tiene incertidumbre.

El gharar, como toda construcción legalista, tendrá sus defectos; sigue siendo más débil que el enfoque de Antipater. Si sólo una de las partes de una transacción tiene certeza hasta el final, es una violación de la Sharia. Pero si hay una forma débil de asimetría, digamos que alguien tiene información privilegiada que le da una ventaja en los mercados, no hay gharar ya que sigue habiendo suficiente incertidumbre para ambas partes, dado que el precio está en el futuro y sólo Dios conoce el futuro. En cambio, vender un producto defectuoso (del que se sabe con certeza el defecto) es ilegal. Por lo tanto, el conocimiento por parte del vendedor del maíz en Rodas en mi primer ejemplo no entra dentro del gharar, mientras que el segundo caso, el de un líquido defectuoso, sí lo haría.

Como vemos, el problema de la asimetría es tan complicado que las distintas escuelas dan soluciones éticas diferentes, así que veamos el enfoque talmúdico.

RAV SAFRA Y LOS SUIZOS

La ética judía al respecto está más cerca de Antípatro que de Diógenes en sus objetivos de transparencia. No sólo debe haber transparencia en lo que respecta a la mercancía, sino que tal vez tenga que haber transparencia en lo que el vendedor tiene en mente, en lo que piensa en el fondo. El rabino medieval Shlomo Yitzhaki (alias Salomon Isaacides), conocido como “Rashi”, relata la siguiente historia. Rav Safra, un erudito babilónico del siglo III que también era un activo comerciante, estaba ofreciendo algunos bienes para la venta. Un comprador se acercó mientras él rezaba en silencio, intentó comprar la mercancía a un precio inicial y, dado que el rabino no respondió, subió el precio. Pero el rabino Safra no tenía intención de vender a un precio más alto que el de la oferta inicial, y consideró que debía cumplir con la intención inicial. Ahora la pregunta es: ¿Está Rav Safra obligado a vender al precio inicial, o debe aceptar el mejorado?

Esta transparencia total no es absurda y no es infrecuente en lo que parece ser un mundo de transacciones despiadado, mi antiguo mundo del comercio. Me he enfrentado con frecuencia a ese problema como comerciante y me pondré del lado de la acción de Rav Safra en el debate. Sigamos la lógica. Recordemos la rapacidad de los vendedores antes en el capítulo. A veces ofrecía algo para la venta por, digamos, 5 dólares, pero me comunicaba con el cliente a través de un vendedor, y éste volvía con una “mejora”, de 5,10 dólares. Algo nunca se sintió bien con los diez centavos extra. Simplemente, no era una forma sostenible de hacer negocios. ¿Y si el cliente descubría posteriormente que mi oferta inicial era de 5 dólares? No hay compensación que valga el sentimiento de vergüenza. El sobreprecio entra en la misma categoría que el acto de “atiborrar” a la gente con mercancía de mala calidad. Ahora, para aplicar esto a la historia del rabino Safra, ¿qué pasaría si le vendiera a un cliente el precio marcado y a otro exactamente el mismo artículo por el precio inicial, y los dos compradores se conocieran? ¿Y si fueran agentes del mismo cliente?

Puede que no sea éticamente necesario, pero la política más eficaz y libre de vergüenza es la máxima transparencia, incluso la transparencia de intenciones.

Sin embargo, la historia no nos dice si el comprador era un “suizo”, esos extraños a los que no se aplican nuestras normas éticas. Sospecho que habría una especie para la que nuestras normas éticas se relajarían o posiblemente se levantarían. Recordemos nuestra discusión sobre Kant: la teoría es demasiado teórica para los humanos. Cuanto más limitada sea nuestra ética, menos abstracta, mejor funcionará. De lo contrario, como veremos con el resultado de Elinor Ostrom más adelante en este capítulo, el sistema no puede funcionar correctamente. Y, antes que Ostrom, nuestro viejo amigo Friedrich Nietzsche ya lo entendió:

La simpatía por todos sería una tiranía para ti, mi buen vecino.

Nietzsche, por cierto, es la única persona a la que el Gordo Tony (al escuchar sus citas) dijo que nunca debatiría.

MIEMBROS Y NO MIEMBROS

Porque la exclusión de los “suizos” de nuestro ámbito ético no es trivial. Las cosas no se “escalan” y se generalizan, por eso me molesta que los intelectuales hablen de nociones abstractas. Un país no es una gran ciudad, una ciudad no es una gran familia y, lo siento, el mundo no es un gran pueblo. Hay transformaciones de escala que discutiremos aquí, y en el apéndice del Libro 3.

Cuando los atenienses tratan a todas las opiniones por igual y hablan de “democracia”, sólo la aplican a sus ciudadanos, no a los esclavos ni a los místicos (el equivalente a los titulares de tarjetas verdes o visados H-1B). En efecto, el código de Teodosio privaba a los ciudadanos romanos que se casaban con “bárbaros” de sus derechos legales y, por tanto, de la paridad ética con los demás. Perdieron su pertenencia al club. En cuanto a la ética judía: distingue entre sangre gruesa y sangre fina: todos somos hermanos, pero algunos son más hermanos que otros.

Los ciudadanos libres, en las sociedades antiguas y postclásicas, formaban tradicionalmente parte de clubes, con reglas y comportamiento de los miembros similares a los de los clubes de campo actuales, con un interior y un exterior. Como saben los miembros de los clubes, el propósito mismo de un club es la exclusión y la limitación de tamaño. Los espartanos podían cazar y matar a los helotas, aquellos no ciudadanos con estatus de esclavos, para entrenar, pero por lo demás eran iguales a los demás espartanos y se esperaba que murieran por el bien de Esparta. Las grandes ciudades del mundo antiguo precristiano, sobre todo en Levante y Asia Menor, estaban llenas de fraternidades y clubes, sociedades abiertas y (a menudo) secretas; incluso existían los clubes funerarios, en los que los miembros compartían los gastos y participaban en las ceremonias de los funerales.

El pueblo gitano actual (también conocido como gitanos) tiene montones de normas estrictas de comportamiento hacia los gitanos, y otras hacia los no gitanos impuros llamados payos. Y, como ha observado el antropólogo David Graeber, incluso el banco de inversiones Goldman Sachs, conocido por su agresiva codicia, actúa como una comunidad comunista desde dentro, gracias al sistema de gobierno de la asociación.

Así que ejercemos nuestras reglas éticas, pero hay un límite -de la escala- más allá del cual las reglas dejan de aplicarse. Es lamentable, pero lo general mata a lo particular. La cuestión que volveremos a examinar más adelante, tras un debate más profundo sobre la teoría de la complejidad, es si es posible ser a la vez ético y universalista. En teoría, sí, pero, lamentablemente, no en la práctica. Porque cuando el “nosotros” se convierte en un club demasiado grande, las cosas se degradan y cada uno empieza a luchar por su propio interés. Lo abstracto es demasiado abstracto para nosotros. Esta es la razón principal por la que abogo por sistemas políticos que empiecen por el municipio, y vayan ascendiendo (irónicamente, como en Suiza, esos “suizos”), en lugar de lo contrario, que ha fracasado con los estados más grandes. Ser algo tribal no es algo malo, y tenemos que trabajar de forma fractal en las relaciones armónicas organizadas entre tribus, en lugar de fusionar todas las tribus en una gran sopa. En ese sentido, un federalismo a la americana es el sistema ideal.

Esta transformación de escala de lo particular a lo general está detrás de mi escepticismo sobre la globalización sin restricciones y los grandes estados multiétnicos centralizados. El físico e investigador de la complejidad Yaneer Bar-Yam demostró de forma bastante convincente que “con mejores vallas se consiguen mejores vecinos”, algo que tanto los “responsables políticos” como los gobiernos locales no entienden en Oriente Próximo. La escala es importante, seguiré repitiendo hasta quedarme afónico. Poner a chiitas, cristianos y sunitas en una misma olla y pedirles que canten “Kumbaya” alrededor de la hoguera mientras se dan la mano en nombre de la unidad y la fraternidad de la humanidad ha fracasado. (Los intervencionistas aún no son conscientes de que “debería” no es una afirmación suficientemente válida desde el punto de vista empírico para “construir naciones”). Culpar a la gente por ser “sectaria” -en lugar de aprovechar esa tendencia natural- es una de las estupideces de los intervencionistas. Separar a las tribus con fines administrativos (como hicieron los otomanos), o simplemente poner unas marcas en algún lugar, y de repente se vuelven amistosas entre sí.*3 El Levante ha sufrido (y sigue sufriendo) a causa de los arabistas occidentales (normalmente anglosajones) enamorados de su súbdito, que no tienen nada que ver con el lugar, y que, de alguna manera, tienen la cruel misión de destruir las culturas y lenguas autóctonas locales, y separar el Levante de sus raíces mediterráneas.*4

Pero no hay que ir muy lejos para entender la importancia del escalamiento. Sabes instintivamente que la gente se lleva mejor como vecinos que como compañeros de piso.

Cuando se piensa en esto, resulta obvio, incluso trillado, el conocido comportamiento de las multitudes en el “anonimato” de las grandes ciudades en comparación con los grupos de las pequeñas aldeas. Paso algún tiempo en mi pueblo ancestral, donde se siente como una familia. La gente asiste a los funerales de los demás (los clubes funerarios eran sobre todo para las grandes ciudades), ayuda y se preocupa por el vecino, aunque odie a su perro. No hay forma de conseguir la misma cohesión en una ciudad más grande cuando el “otro” es una entidad teórica, y nuestro comportamiento hacia él o ella se rige por alguna norma ética general, no por alguien de carne y hueso. Lo conseguimos fácilmente cuando lo vemos así, pero fallamos al generalizar que la ética es algo fundamentalmente local.

¿Cuál es la razón? La modernidad nos metió en la cabeza que hay dos unidades: el individuo y el colectivo universal; en ese sentido, la piel en el juego para ti sería sólo para ti, como unidad. En realidad, mi piel está en un conjunto más amplio de personas, que incluye una familia, una comunidad, una tribu, una fraternidad. Pero no es posible que sea lo universal.

NON MIHI NON TIBI, SED NOBIS (NI MÍO NI TUYO, SINO NUESTRO)

Entremos en las tripas de la idea de Ostrom. La “tragedia de los bienes comunes”, tal y como la exponen los economistas, es la siguiente: los bienes comunes son una propiedad colectiva, por ejemplo, un bosque o las aguas de pesca o el parque público local. Colectivamente, los agricultores como comunidad prefieren evitar el sobrepastoreo, y los pescadores la sobrepesca; todo el recurso se degrada así. Pero cada agricultor individual se beneficiaría personalmente de su propio sobrepastoreo o sobrepesca bajo, por supuesto, la condición de que los demás no lo hagan. Y eso es lo que plaga el socialismo: los intereses individuales de las personas no funcionan del todo bien bajo el colectivismo. Pero es un error crítico pensar que las personas sólo pueden funcionar bajo un sistema de propiedad privada.

Lo que Ostrom descubrió empíricamente es que existe un determinado tamaño de comunidad por debajo del cual las personas actúan como colectivistas, protegiendo los bienes comunes, como si toda la unidad fuera racional. Este tipo de bienes comunes no puede ser demasiado grande. Es como un club. Los grupos se comportan de forma diferente a una escala distinta. Esto explica por qué lo municipal es diferente de lo nacional. También explica cómo funcionan las tribus: uno forma parte de un grupo específico que es más grande que el estrecho tú, pero más estrecho que la humanidad en general. Es fundamental que la gente comparta algunas cosas pero no otras dentro de un grupo específico. Y hay un protocolo para tratar con el exterior. Las tribus pastorales árabes tienen reglas firmes de hospitalidad hacia los extraños no hostiles que no amenazan sus bienes comunes, pero se ponen violentos cuando el extraño es una amenaza.

La definición de “piel en el juego” de un bien común: un espacio en el que los demás te tratan como tú los tratas, donde todos ejercen la Regla de Plata.

El “bien público” es algo abstracto, sacado de un libro de texto. En el capítulo 19 veremos que el “individuo” es una entidad mal definida. El “yo” es más probable que sea un grupo que una sola persona.

¿ESTÁS EN LA DIAGONAL?

Una frase de los hermanos Geoff y Vince Graham resume lo ridículo del universalismo político sin escala.

Yo soy, a nivel de la Fed, libertario;

a nivel estatal, republicano;

a nivel local, demócrata;

y a nivel familiar y de amigos, un socialista.

Si este dicho no te convence de la fatuidad de las etiquetas de izquierda y derecha, nada lo hará.

Los suizos están obsesionados con la gobernanza, y de hecho su sistema político no es ni de “izquierda” ni de “derecha”, sino que se basa en la gobernanza. El matemático Hans Gersbach organizó una vez en Zúrich un taller sobre la piel en el juego, sobre cómo recompensar (y castigar) adecuadamente a los políticos cuyos intereses no están alineados con los de la gente a la que representan. Me llamó la atención que si las cosas funcionan bien en Suiza y otros países germánicos, no es tanto por la responsabilidad como por el escalonamiento, que los hace muy propensos a la responsabilidad: Alemania es una federación.

A continuación, generalicemos al reparto de riesgos.

TODOS (LITERALMENTE) EN EL MISMO BARCO

El griego es una lengua de precisión; tiene una palabra que describe lo contrario de la transferencia de riesgos: compartirlos. Synkyndineo significa “asumir los riesgos juntos”, lo que era un requisito en las transacciones marítimas.*5

Los Hechos de los Apóstoles describen un viaje de San Pablo en un barco de carga desde Sidón a Creta hasta Malta. Al llegar a una tormenta: “Cuando hubieron comido lo que querían, aligeraron la nave arrojando el maíz por la borda al mar.

Ahora bien, aunque se deshicieron de mercancías concretas, todos los propietarios debían recibir una proporción de los costes de la mercancía perdida, no sólo los propietarios concretos de la misma. Resulta que seguían una práctica que data al menos del año 800 a.C., codificada en la Lex Rhodia, la ley rodiana, en honor a la isla mercantil egea de Rodas; el código ya no existe pero se cita desde la antigüedad. En él se estipula que los riesgos y los costes de los imprevistos deben asumirse por igual, sin preocuparse por la responsabilidad. El código de Justiniano lo resume:

La ley rodiana establece que cuando se arroja una mercancía por la borda para aligerar un barco, lo que se ha perdido en beneficio de todos debe compensarse con la contribución de todos.

Y el mismo mecanismo de reparto de riesgos tenía lugar con las caravanas en las rutas del desierto. Si la mercancía era robada o se perdía, todos los mercaderes debían repartir los costes, no sólo su propietario.

Synkyndineo ha sido traducido al latín por el maestro clasicista Armand D’Angour como compericlitor, por lo que*,* si alguna vez llega al inglés, debería ser *compericlity*, y su opuesto, la transferencia de riesgo de Bob Rubin, será *incompericlity.* Pero supongo que, mientras tanto, bastará con *compartir* el riesgo.

A continuación, discutimos algunas distorsiones derivadas de la introducción de la piel en el juego.

HABLAR EL LIBRO DE UNO

Una vez fui a la televisión para anunciar un libro recién publicado y me quedé atrapado en el estudio, reclutado para formar parte de una mesa redonda con dos periodistas más el presentador. El tema del día era Microsoft, una empresa que existía en ese momento. Todos, incluido el presentador, intervinieron. Llegó mi turno: “No tengo acciones de Microsoft, no estoy en corto en acciones de Microsoft [es decir, me beneficiaría de su caída], por lo tanto no puedo hablar de ello”. Repetí mi dictado del Prólogo 1: No me digas lo que piensas, dime lo que tienes en tu cartera. Había una confusión inconmensurable en las caras: se supone que un periodista no debe hablar de las acciones que posee y, lo que es peor, se supone que siempre, siempre, debe pronunciarse sobre cosas que apenas puede encontrar en un mapa. Se supone que un periodista es un “juez” imparcial y, sin embargo, a diferencia de Sisamnes en el Juicio de Cambyses*,* no existe la amenaza de un uso secundario de su piel.

Hay dos tipos de “hablar del propio libro”. Uno consiste en comprar una acción porque te gusta, y luego comentarla (y revelar dicha propiedad) -el defensor más fiable de un producto es su usuario-.*6 Otra consiste en comprar una acción para poder publicitar las cualidades de la empresa, y luego venderla, beneficiándose de la propaganda: esto se llama manipulación del mercado, y es ciertamente un conflicto de intereses. Eliminamos la piel en el juego de los periodistas para evitar la manipulación del mercado, pensando que sería una ganancia neta para la sociedad. Los argumentos de este libro son que lo primero (la manipulación del mercado) y los conflictos de intereses son más benignos que la impunidad de los malos consejos. La razón principal, como veremos, es que en ausencia de piel en el juego, los periodistas imitarán, para estar seguros, la opinión de otros periodistas, creando así monocultivos y espejismos colectivos.

En general, la piel en el juego viene con el conflicto de intereses. Lo que espero que haga este libro es mostrar que lo primero es más importante que lo segundo. No hay ningún problema en que la gente tenga un conflicto de intereses si éste es congruente con el riesgo a la baja para ellos mismos.

UNA BREVE VISITA A LA CONSULTA DEL MÉDICO

El médico no tiene el problema de Antaeus: la medicina, aunque se envuelve en el ropaje de la ciencia, está fundamentalmente basada en el aprendizaje y, como la ingeniería, se basa en la experiencia, no sólo en la experimentación y las teorías. Mientras que los economistas dicen “supongamos que…” y elaboran alguna extraña teoría, los médicos no tienen nada de eso. Así que hay piel en el juego en muchos grados, excepto quizás no completamente en el efecto de agencia que separa al cliente del proveedor. Y los intentos de poner la piel en el juego allí han traído una cierta clase de efectos adversos, en el desplazamiento de la incertidumbre del médico al paciente.

Es probable que el sistema legal y las medidas reguladoras pongan la piel del médico en el juego equivocado.

¿Cómo? El problema reside en la dependencia de las métricas. Todas las métricas son susceptibles de ser jugadas -la reducción del colesterol que mencionamos en el Prólogo 1 es una técnica de juego de métricas llevada al límite. En términos más realistas, digamos que un médico u hospital especializado en cáncer es juzgado por las tasas de supervivencia a cinco años de los pacientes, y tiene que enfrentarse a una variedad de modalidades para un nuevo paciente: ¿qué opción de tratamiento elegiría? Hay que elegir entre la cirugía láser (un procedimiento quirúrgico preciso) y la radioterapia, que es tóxica tanto para el paciente como para el cáncer. Estadísticamente, la cirugía láser puede tener peores resultados a cinco años que la radioterapia, pero esta última tiende a crear segundos tumores a largo plazo y ofrece una supervivencia específica de la enfermedad a veinte años comparativamente reducida. Dado que la ventana utilizada para el cálculo de la supervivencia del paciente es de cinco años, no de veinte, el incentivo es disparar a la radiación.

Por lo tanto, es probable que el médico esté en proceso de alejar la incertidumbre de él eligiendo la segunda mejor opción.

El sistema empuja al médico a transferir el riesgo de él mismo a usted, y del presente al futuro, o del futuro inmediato a un futuro más lejano.

Debe recordar que, cuando acuda a una consulta médica, estará frente a alguien que, a pesar de su comportamiento autoritario, se encuentra en una situación frágil. Él no es usted, no es un miembro de su familia, por lo que no tiene ninguna pérdida emocional directa en caso de que su salud experimente una degradación. Su objetivo es, naturalmente, evitar una demanda, algo que puede resultar desastroso para su carrera.

Algunas métricas pueden realmente matarte. Ahora, digamos que por casualidad visita a un cardiólogo y resulta estar en la categoría de riesgo leve, algo que realmente no aumenta su riesgo de un evento cardiovascular, pero que precede a la etapa de una condición posiblemente preocupante. (Existe una fuerte no linealidad: una persona clasificada como prediabética o prehipertensa está, en el espacio de probabilidades, un 90% más cerca de una persona normal que de una con la afección). Pero el médico se ve presionado a tratarle para protegerse. Si cae muerto unas semanas después de la visita, un suceso de baja probabilidad, el médico puede ser demandado por negligencia, por no haber recetado el medicamento adecuado que temporalmente se cree útil (como en el caso de las estatinas), pero que ahora sabemos que ha sido respaldado por estudios sospechosos o incompletos. En el fondo, es posible que sepa que las estatinas son perjudiciales, ya que provocarán efectos secundarios a largo plazo. Pero las empresas farmacéuticas han conseguido convencer a todo el mundo de que estas consecuencias invisibles son inofensivas, cuando el enfoque preventivo correcto es considerar lo invisible como potencialmente dañino. De hecho, para la mayoría de las personas, excepto las que están muy enfermas, los riesgos superan a los beneficios. Excepto que los riesgos médicos a largo plazo están ocultos; se manifestarán a largo plazo, mientras que el riesgo legal es inmediato. Esto no es diferente del negocio de transferencia de riesgos de Bob Rubin, de retrasar los riesgos y hacerlos parecer invisibles.

Ahora bien, ¿se puede hacer que la medicina sea menos asimétrica? No directamente; la solución, como he argumentado en Antifragile y de forma más técnica en otros lugares, es que el paciente evite el tratamiento cuando esté levemente enfermo, pero que utilice la medicina para los “eventos de cola”, es decir, para las afecciones graves que se dan raramente. El problema es que los enfermos leves representan un grupo mucho mayor de personas que los graves, y son personas que se espera que vivan más tiempo y consuman medicamentos durante más tiempo, por lo que las empresas farmacéuticas tienen un incentivo para centrarse en ellos. (Me han dicho que los muertos dejan de tomar medicamentos).

En resumen, tanto el médico como el paciente tienen piel en el juego, aunque no perfectamente, pero los administradores no, y parecen ser la causa del preocupante mal funcionamiento del sistema. Los administradores en todo el planeta, en todos los negocios y actividades, y en todas las épocas de la historia, han sido la plaga.

SIGUIENTE

Este capítulo nos ha introducido en el problema de la agencia y el reparto de riesgos, vistos tanto desde un punto de vista comercial como ético, suponiendo que ambos puedan desentrañarse. También hemos introducido el problema de la escala. A continuación, trataremos de profundizar en las asimetrías ocultas que hacen de los agregados animales extraños.

*1 Ipsi testudines edite, qui cepistis.

*2 Plenius aequo Iaudat venalis qui vult extrudere merces -Horace

*3 Incluso entonces, los otomanos no fueron lo suficientemente lejos en la concesión de la autonomía. Algunos sostienen que si los armenios hubieran hecho caso al llamamiento del novelista Raffi para que se les concediera más autonomía, las tragedias de los años 1890 y 1915 se habrían mitigado.

*4 El jefe de la Liga Árabe, un tal Amr Moussa, se horrorizó ante una conferencia que di en la que expuse la noción de que “las buenas vallas hacen mejores vecinos”. Se sintió ofendido porque mi mensaje “promueve el sectarismo”. La estrategia habitual de la mayoría dominante suní en los países de habla árabe ha sido llamar “sectarismo” a cualquier intento de un grupo de establecer cierta autonomía (irónicamente, esta gente, cuando es rica, suele tener casas en Suiza). Siempre es conveniente invocar el universalismo cuando se es mayoritario. Como se les dan bien las etiquetas, también te acusan de “racismo” si, como los kurdos, los maronitas y los coptos, haces cualquier remota reclamación de autogobierno. El término “racismo” ha sufrido una cierta devaluación, ya que puede ser divertido observar a iraquíes y kurdos llamándose mutuamente racistas tanto por querer como por oponerse a la autodeterminación kurda.

*5 “Porque el que hoy derrame su sangre conmigo será mi hermano”. (Shakespeare, Enrique V)

*6 Los usuarios de los productos son más fiables debido a un filtro natural. Compré un coche eléctrico -un Tesla- porque mi vecino estaba entusiasmado con el suyo (skin in the game), y vi cómo seguía siéndolo durante unos años. Ninguna publicidad puede igualar la credibilidad de un usuario auténtico.

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Por qué no hay que fumar en la sección de fumadores-Elección de alimentos en la caída del rey saudí-Cómo evitar que un amigo trabaje demasiado-La conversión de Omar Sharif-Cómo hacer que un mercado se derrumbe

La idea principal que subyace a los sistemas complejos es que el conjunto se comporta de formas no previstas por sus componentes. Las interacciones importan más que la naturaleza de las unidades. El estudio de las hormigas individuales casi nunca nos dará una indicación clara de cómo funciona la colonia de hormigas. Para ello, hay que entender una colonia de hormigas como una colonia de hormigas, ni más ni menos, no como una colección de hormigas. Esto se llama una propiedad “emergente” del conjunto, por la que partes y conjunto se diferencian porque lo que importa son las interacciones entre dichas partes. Y las interacciones pueden obedecer a reglas muy simples.

La regla que analizamos en este capítulo es la regla de la minoría, la madre de todas las asimetrías. Basta con que una minoría intransigente -un cierto tipo de minoría intransigente- con un peso significativo en el juego (o, mejor, con un alma en el juego) alcance un nivel minúsculo, digamos el 3 o el 4 por ciento de la población total, para que toda la población tenga que someterse a sus preferencias. Además, el dominio de la minoría conlleva una ilusión óptica: un observador ingenuo (que se fije en la media estándar) tendría la impresión de que las elecciones y preferencias son las de la mayoría. Si parece absurdo, es porque nuestras intuiciones científicas no están calibradas para ello. (Las intuiciones científicas y académicas y los juicios rápidos no funcionan, y tu intelectualización estándar falla con los sistemas complejos, aunque la sabiduría de tus abuelas no lo hace).

Entre otras cosas, muchas otras cosas, la regla de la minoría nos mostrará cómo todo lo que se necesita es un pequeño número de personas intolerantes y virtuosas con piel en el juego, en forma de valor, para que la sociedad funcione correctamente.

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FIGURA 1. El recipiente de limonada con la U rodeada que indica que es (literalmente) kosher.

Este ejemplo de complejidad me llegó, irónicamente, mientras ayudaba en la barbacoa de verano del Instituto de Sistemas Complejos de Nueva Inglaterra. Mientras los anfitriones preparaban la mesa y desempaquetaban las bebidas, un amigo que era observador y sólo comía kosher se acercó a saludar. Le ofrecí un vaso de ese tipo de agua amarilla azucarada con ácido cítrico que la gente llama a veces limonada, casi seguro de que lo rechazaría debido a sus leyes dietéticas. No lo hizo. Bebió el líquido, y otra persona kosher comentó: “Por aquí, las bebidas son kosher”. Miramos el envase de cartón. Había una letra pequeña: un símbolo diminuto, una U dentro de un círculo, que indicaba que era kosher. El símbolo será detectado por quienes deban saber y buscar la minúscula letra. En cuanto a mí, como el personaje de la obra de Molière Le Bourgeois Gentilhomme, que descubre de repente que ha estado hablando en prosa todos estos años sin saberlo, me di cuenta de que había estado bebiendo líquidos kosher sin saberlo.

LOS DELINCUENTES ALÉRGICOS A LOS CACAHUETES

Se me ocurrió una idea extraña. La población kosher representa menos de tres décimas de un porcentaje de los residentes en Estados Unidos. Sin embargo, parece que casi todas las bebidas son kosher. ¿Por qué? Sencillamente porque el hecho de ser totalmente kosher permite a los productores, a las tiendas de comestibles y a los restaurantes no tener que distinguir entre los líquidos kosher y los no kosher, con marcadores especiales, pasillos separados, inventarios separados, diferentes subespacios de almacenamiento. Y la simple regla que cambia el total es la siguiente:

Un consumidor kosher (o halal) nunca comerá alimentos no kosher (o no halal), pero a un consumidor no kosher no se le prohíbe comer kosher.

O, reformulado en otro ámbito:

Una persona discapacitada no utilizará el baño normal, pero una persona no discapacitada utilizará el baño para discapacitados.

Es cierto que, en la práctica, a veces dudamos en utilizar un baño con un letrero de discapacitado debido a una confusión: confundimos la norma con la de aparcamiento de coches, creyendo que el baño está reservado para uso exclusivo de los discapacitados.

Una persona alérgica a los cacahuetes no comerá productos que estén en contacto con los cacahuetes, pero una persona sin esa alergia puede comer artículos con restos de cacahuetes.

Lo que explica por qué es tan difícil encontrar cacahuetes en los aviones de Estados Unidos y por qué las escuelas suelen estar libres de cacahuetes (lo que, en cierto modo, aumenta el número de personas con alergia a los cacahuetes, ya que la reducción de la exposición es una de las causas de dichas alergias).

Apliquemos la regla a los ámbitos en los que puede resultar entretenida:

Una persona honesta nunca cometerá actos delictivos, pero un delincuente se dedicará fácilmente a cometer actos legales.

Llamemos a esa minoría grupo intransigente y a la mayoría grupo flexible. Y su relación se basa en una asimetría de opciones.

Una vez le gasté una broma a un amigo. Hace años, cuando las grandes tabacaleras ocultaban y reprimían las pruebas de los daños causados por el humo secundario, en Nueva York había secciones para fumadores y no fumadores en los restaurantes (incluso los aviones tenían, absurdamente, una sección para fumadores). Una vez fui a comer con un compañero que venía de Europa: el restaurante sólo tenía disponibilidad en la sección de fumadores. Convencí a mi visitante de que debíamos comprar cigarrillos, ya que teníamos que fumar en la sección de fumadores. Él accedió.

Dos cosas más. En primer lugar, la geografía del terreno, es decir, la estructura espacial, importa un poco; marca una gran diferencia si los intransigentes están en su propio distrito o están mezclados con el resto de la población. Si las personas que siguen la regla de la minoría vivieran en guetos con una pequeña economía separada, entonces la regla de la minoría no se aplicaría. Pero cuando la población tiene una distribución espacial uniforme, por ejemplo, cuando la proporción de esa minoría en un barrio es la misma que en todo el pueblo, que en el pueblo es la misma que en el condado, que en el condado es la misma que en el estado y que en el estado es la misma que en todo el país, entonces la mayoría (flexible) tendrá que someterse a la regla de la minoría. En segundo lugar, la estructura de costes importa bastante. En nuestro primer ejemplo, hacer que la limonada cumpla con las leyes kosher no cambia mucho el precio: es cuestión de evitar algunos aditivos estándar. Pero si la fabricación de la limonada kosher cuesta mucho más, entonces la norma se debilitará en una proporción no lineal a la diferencia de costes. Si cuesta diez veces más fabricar comida kosher, la regla de la minoría no se aplicará, excepto quizás en algunos barrios muy ricos.

Los musulmanes tienen leyes kosher, por así decirlo, pero éstas son mucho más limitadas y se aplican sólo a la carne. Los musulmanes y los judíos tienen normas de sacrificio casi idénticas (todo lo kosher es halal para la mayoría de los musulmanes suníes, o lo era en siglos pasados, pero lo contrario no es cierto). Hay que tener en cuenta que estas normas de sacrificio se basan en el interés del juego, heredado de la antigua práctica griega y levantina del Mediterráneo oriental de sacrificar animales de forma económicamente onerosa, para adorar a los dioses sólo si se tiene interés en el juego. A los Dioses no les gusta la señalización barata.

Consideremos ahora esta manifestación de la dictadura de la minoría. En el Reino Unido, donde la población musulmana (practicante) es sólo del 3 al 4 por ciento, una proporción muy alta de la carne que encontramos es halal. Cerca del 70% de las importaciones de cordero de Nueva Zelanda son halal. Cerca del 10% de las tiendas Subway ofrecen carne sólo halal (es decir, sin cerdo), a pesar del alto coste que supone perder el negocio de los consumidores de jamón (como yo). Lo mismo ocurre en Sudáfrica, que tiene aproximadamente la misma proporción de musulmanes. Allí, una parte desproporcionadamente alta del pollo tiene certificación halal. Pero en el Reino Unido y en otros países nominalmente cristianos, el halal no es lo suficientemente neutral como para alcanzar un nivel alto, ya que la gente puede rebelarse contra la obligación de acatar los valores sagrados de otros: aceptar y respetar los valores sagrados de otras religiones podría señalar algún tipo de violación de los tuyos, si eres un verdadero monoteísta. Por ejemplo, el poeta árabe cristiano del siglo VII Al-Akhtal se empeñó en no comer nunca carne halal en su famoso y desafiante poema en el que presumía de su cristianismo: “No como carne de sacrificio”: Wa lastu bi’akuli lahmal adahi.

Al-Akhtal reflejaba una reacción cristiana habitual de tres o cuatro siglos antes: los cristianos eran torturados en tiempos paganos al ser obligados a comer carne de sacrificio, que consideraban sacrílega. Muchos mártires cristianos adoptaron la postura heroica de morir de hambre antes que ingerir alimentos impuros.

Cabe esperar que el mismo rechazo a las normas religiosas ajenas se produzca en Occidente a medida que crezca la población musulmana en Europa.

Así pues, la norma minoritaria puede producir una proporción de alimentos halal en las tiendas mayor que la justificada por la proporción de comensales halal en la población, pero con un viento en contra porque algunas personas pueden tener un tabú contra la costumbre. Pero con algunas normas de kashrut no religiosas, por así decirlo, cabe esperar que la proporción converja más cerca de un 100% (o alguna cifra elevada). En EE.UU. y Europa, las empresas de alimentos “ecológicos” venden cada vez más productos precisamente por la regla de la minoría, y porque algunos consideran que los alimentos ordinarios y sin etiqueta contienen pesticidas, herbicidas y organismos transgénicos modificados genéticamente, u OGM, con, según ellos, riesgos desconocidos. (Lo que llamamos OGM en este contexto significa alimentos transgénicos, que implican la transferencia de genes de un organismo o especie extraña que no se habría producido en la naturaleza). O podría ser por alguna razón existencial, por un comportamiento precavido o por un conservadurismo burkeano (es decir, por seguir las ideas de precaución de Edmund Burke): algunos pueden no querer aventurarse demasiado lejos de lo que comían sus abuelos. Etiquetar algo como “ecológico” es una forma de decir que no contiene transgénicos.

Al promover los alimentos modificados genéticamente a través de todo tipo de grupos de presión, compra de congresistas y propaganda científica abierta (con campañas de desprestigio contra personas como su servidor, de las que hablaremos más adelante), las grandes empresas agrícolas creyeron tontamente que todo lo que necesitaban era ganar la mayoría. No, idiotas. Vuestro juicio “científico” instantáneo es demasiado ingenuo para este tipo de decisiones. Considere que los consumidores de transgénicos comerán los no transgénicos, pero no al revés. Así que puede bastar con tener un porcentaje minúsculo -digamos, no más del 5 por ciento- de una población uniformemente distribuida de comedores no transgénicos para que toda la población tenga que comer alimentos no transgénicos. ¿Cómo? Digamos que tiene un evento corporativo, una boda o una fiesta fastuosa para celebrar la caída del régimen de Arabia Saudí, la bancarrota del banco de inversión que busca rentas, Goldman Sachs, o el vilipendio público de Ray Kotcher, presidente de la despreciable empresa de relaciones públicas Ketchum, enemiga de los científicos y de los denunciantes científicos. ¿Es necesario enviar un cuestionario preguntando a la gente si come o no transgénicos y reservar comidas especiales en consecuencia? No. Basta con seleccionar todo lo que no sea transgénico, siempre que la diferencia de precio no sea importante. Y la diferencia de precio parece ser lo suficientemente pequeña como para ser insignificante, ya que los costes de los alimentos (perecederos) en Estados Unidos están determinados en gran medida, hasta un 80 o 90 por ciento, por la distribución y el almacenamiento, no por el coste a nivel agrícola. Y como los alimentos ecológicos tienen una mayor demanda, gracias a la regla de la minoría, los costes de distribución disminuyen y la regla de la minoría acaba acelerando su efecto.

“Big Ag” (las grandes empresas agrícolas) no se da cuenta de que esto equivale a entrar en un juego en el que uno necesitaba no sólo ganar más puntos que el adversario, sino ganar el 97 por ciento del total de puntos para estar seguro. Es extraño ver que una industria que gasta cientos de millones de dólares en campañas de investigación y desprestigio, con cientos de estos científicos que se creen más inteligentes que el resto de nosotros, no se dé cuenta de un punto tan elemental sobre las opciones asimétricas.

Otro ejemplo: no creas que la difusión de los coches con cambio automático se debe necesariamente a una preferencia mayoritaria; podría ser sólo porque los que pueden conducir con cambio manual siempre pueden conducir con automático, pero lo contrario no es cierto.

El método de análisis empleado aquí se denomina “grupo de renormalización”, un poderoso aparato de la física matemática que nos permite ver cómo se escalan las cosas (o se reducen). Examinémoslo a continuación, sin matemáticas.

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FIGURA 2. Grupo de renormalización, pasos uno a tres (empezando por arriba): Cuatro cajas que contienen cuatro cajas, con una de las cajas oscura en el paso uno, con aplicaciones sucesivas de la regla de la minoría.

GRUPO DE RENORMALIZACIÓN

La figura 2 muestra cuatro cajas que exhiben lo que se denomina autosimilaridad fractal. Cada caja contiene cuatro cajas más pequeñas. Cada una de las cuatro cajas contendrá cuatro cajas, y así sucesivamente hasta llegar a un determinado nivel. Hay dos tonos: claro para la opción mayoritaria, y oscuro para la minoritaria.

Supongamos que la unidad más pequeña contiene cuatro personas, una familia de cuatro. Una de ellas pertenece a la minoría intransigente y sólo come alimentos no transgénicos (lo que incluye los orgánicos). El color de esta caja es oscuro, y el de las otras, claro. Renormalizamos una vez" a medida que avanzamos: la hija intransigente consigue imponer su regla a los cuatro y la unidad es ahora toda oscura, es decir, optará por los no transgénicos. Ahora, en el tercer paso, la familia va a una fiesta de barbacoa a la que asisten otras tres familias. Como se sabe que sólo comen productos no transgénicos, los invitados cocinarán sólo productos orgánicos. La tienda de comestibles local, al darse cuenta de que el vecindario sólo come no OGM, se pasa a los no OGM para simplificar la vida, lo que repercute en el mayorista local, y el sistema sigue “renormalizándose”.

Por alguna coincidencia, el día anterior a la barbacoa de Boston, estaba deambulando por Nueva York, y me pasé por el despacho de Raphael Douady, un amigo al que quería evitar que trabajara, es decir, que practicara una actividad que, cuando se abusa de ella, provoca la pérdida de claridad mental, además de malas posturas y pérdida de definición en los rasgos faciales. Resulta que el físico francés Serge Galam estaba de visita y eligió el despacho del amigo para matar el tiempo y probar el mal café expreso de Rafael. Galam fue el primero en aplicar estas técnicas de renormalización a los asuntos sociales y a la ciencia política; su nombre me resultaba familiar, ya que es el autor del principal libro sobre el tema, que entonces llevaba meses en una caja de Amazon sin abrir en mi sótano. Me explicó su investigación y me mostró un modelo informático de elecciones por el que basta con que alguna minoría supere un determinado nivel para que sus opciones prevalezcan.

Así que en las discusiones políticas existe la misma ilusión, difundida por los “politólogos”: se piensa que porque algún partido de extrema derecha o izquierda tiene, digamos, el apoyo del diez por ciento de la población, su candidato obtendrá el diez por ciento de los votos. No: estos votantes de base deben ser clasificados como “inflexibles” y siempre votarán a su facción. Pero algunos de los votantes flexibles también pueden votar a esa facción extrema, al igual que las personas no kosher pueden comer kosher. Estas personas son las que hay que vigilar, ya que pueden engrosar el número de votos del partido extremo. Los modelos de Galam produjeron un montón de efectos contraintuitivos en la ciencia política, y sus predicciones han resultado estar mucho más cerca de los resultados reales que el consenso ingenuo.

EL VETO

Lo que vimos en el grupo de renormalización fue el efecto “veto”, ya que una persona de un grupo puede dirigir las elecciones. El ejecutivo publicitario (y extremadamente bonachón) Rory Sutherland me sugirió que esto explica por qué algunas cadenas de comida rápida, como McDonald’s, prosperan. No es porque ofrezcan un gran producto, sino porque no son vetadas en un determinado grupo socioeconómico, y además por una pequeña proporción de personas de ese grupo.*1

Cuando hay pocas opciones, McDonald’s parece ser una apuesta segura. También es una apuesta segura en lugares sombríos con pocos clientes habituales donde la variación de la comida respecto a las expectativas puede ser consecuente: estoy escribiendo estas líneas en la estación de tren de Milán y, por muy ofensivo que pueda ser para alguien que se ha gastado todo este dinero para ir a Italia, McDonald’s es uno de los pocos restaurantes que hay. Y está lleno. Sorprendentemente, los italianos se refugian allí de una comida arriesgada. Puede que odien a McDonald’s, pero sin duda odian aún más la incertidumbre.

La pizza es la misma historia: es una comida comúnmente aceptada y, fuera de una reunión de comedores de caviar pseudoizquierdistas, nadie será culpado por pedirla.

Rory me escribió sobre la asimetría cerveza-vino y las elecciones que se hacen para las fiestas: “Cuando hay un 10% o más de mujeres en una fiesta, no se puede servir sólo cerveza. Pero la mayoría de los hombres beberán vino. Así que sólo necesitas un juego de copas si sirves sólo vino: el donante universal, para usar el lenguaje de los grupos sanguíneos”.

Esta estrategia de buscar lo óptimo entre opciones no necesariamente geniales podría haber sido jugada por los jázaros cuando buscaban elegir entre el islam, el judaísmo y el cristianismo. Cuenta la leyenda que tres delegaciones de alto rango (obispos, rabinos y jeques) acudieron a hacer el planteamiento de venta. Los señores jázaros preguntaron a los cristianos: si se vieran obligados a elegir entre el judaísmo y el islam, ¿cuál escogerían? El judaísmo, respondieron. Entonces los señores preguntaron a los musulmanes: ¿cuál de los dos, el cristianismo o el judaísmo? Judaísmo, dijeron los musulmanes. El judaísmo fue; y la tribu se convirtió.

LINGUA FRANCA

Si se celebra una reunión en Alemania, en la sala de conferencias de aspecto teutónico de una empresa suficientemente internacional o europea, y una de las personas de la sala no habla alemán, toda la reunión se desarrollará en… inglés, la marca de inglés poco elegante que se utiliza en las empresas de todo el mundo. Así pueden ofender por igual a sus antepasados teutones y a la lengua inglesa. Todo empezó con la regla asimétrica de que los que no son nativos en inglés saben inglés (malo), pero lo contrario -los angloparlantes que conocen otros idiomas- es menos probable. El francés debía ser la lengua de la diplomacia, ya que los funcionarios de origen aristocrático la utilizaban, mientras que sus compatriotas más vulgares dedicados al comercio recurrían al inglés. En la rivalidad entre las dos lenguas, el inglés ganó a medida que el comercio fue dominando la vida moderna; la victoria no tiene nada que ver con el prestigio de Francia ni con los esfuerzos de sus funcionarios por promover su lengua, más o menos bella, latinizada y de ortografía lógica, frente a la ortográficamente confusa de los comedores de pasteles de carne del Canal de la Mancha.

De este modo, podemos hacernos una idea de cómo la aparición de lenguas francas puede provenir de normas minoritarias, y este es un punto que no es visible para los lingüistas. El arameo es una lengua semítica que sucedió a la lengua cananea (es decir, al fenicio-hebreo) en el Levante y se parece al árabe; era la lengua que hablaba Jesucristo. La razón por la que llegó a dominar el Levante y Egipto no se debe a ninguna potencia imperial semítica en particular ni al hecho de que tengan narices interesantes. Fueron los persas -que hablan una lengua indoeuropea- quienes difundieron el arameo, la lengua de Asiria, Siria y Babilonia. Los persas enseñaron a los egipcios una lengua que no era la suya. Simplemente, cuando los persas invadieron Babilonia se encontraron con una administración con escribas que sólo sabían usar el arameo y no conocían el persa, así que el arameo se convirtió en la lengua del Estado. Si su secretario sólo puede tomar el dictado en arameo, el arameo es lo que utilizará. Esto llevó a la rareza de que el arameo se utilizara en Mongolia, ya que los registros se llevaban en alfabeto siríaco (el siríaco es el dialecto oriental del arameo). Y siglos más tarde, la historia se repetiría a la inversa, con los árabes utilizando el griego en su administración inicial en los siglos VII y VIII. Durante la época helenística, el griego sustituyó al arameo como lengua franca en el Levante, y los escribas de Damasco mantenían sus registros en griego. Pero no fueron los griegos los que difundieron el griego por el Mediterráneo, sino los romanos los que aceleraron la difusión del griego, ya que lo utilizaron en su administración en todo el imperio oriental, así como en los levantinos costeros: el Nuevo Testamento se escribió en el griego de Siria.

Un amigo francocanadiense de Montreal, Jean-Louis Rheault, lamentando la pérdida de la lengua francesa entre los francocanadienses fuera de las zonas estrechamente provinciales, comentó lo siguiente: “En Canadá, cuando decimos bilingüe, es anglófono, y cuando decimos francófono se convierte en bilingüe”.

GÉNES VS. IDIOMAS

Observando los datos genéticos del Mediterráneo oriental con mi colaborador el genetista Pierre Zalloua, nos dimos cuenta de que ambos invasores, turcos y árabes, dejaron pocos genes y, en el caso de Turquía, las tribus de Asia oriental y central trajeron una lengua totalmente nueva. Sorprendentemente, Turquía sigue estando habitada por las poblaciones de Asia Menor que se leen en los libros de historia, pero con nuevos nombres. Además, Zalloua y sus colegas afirman que los cananeos de hace 3.700 años representan más de nueve décimas partes de los genes de los actuales residentes del estado de Líbano, con sólo una pequeña cantidad de genes nuevos añadidos, a pesar de que casi todos los ejércitos posibles han pasado por allí para hacer turismo y algunos saqueos.*2 Mientras que los turcos son mediterráneos que hablan una lengua de Asia oriental, los franceses (al norte de Aviñón) son en su mayoría de origen noreuropeo, pero hablan una lengua mediterránea.

Así que:

Los genes siguen la regla de la mayoría; las lenguas, la de la minoría.

Las lenguas viajan; los genes, menos.

Esto nos muestra el reciente error de construir teorías raciales sobre el lenguaje, dividiendo a las personas en “arios” y “semitas”, basándose en consideraciones lingüísticas. Aunque el tema era fundamental para los nazis alemanes, la práctica continúa hoy en día de una forma u otra, a menudo benigna. Porque la gran ironía es que los supremacistas del norte de Europa (“arios”), aunque antisemitas, utilizaron a los griegos clásicos para darse un pedigrí y un vínculo con una civilización gloriosa, pero no se dieron cuenta de que los griegos y sus vecinos “semitas” del Mediterráneo eran en realidad genéticamente cercanos. Recientemente se ha demostrado que tanto los antiguos griegos como los levantinos de la Edad de Bronce comparten un origen anatolio. Lo que ocurrió fue que las lenguas divergieron.

EL CAMINO DE IDA DE LAS RELIGIONES

Del mismo modo, la expansión del islam en Oriente Próximo, donde el cristianismo estaba muy arraigado (recordemos que nació allí), puede atribuirse a dos simples asimetrías. Los gobernantes islámicos originales no estaban especialmente interesados en convertir a los cristianos, ya que éstos les proporcionaban ingresos fiscales; el proselitismo del islam no se dirigía inicialmente a los llamados “pueblos del libro”, es decir, a los individuos de fe abrahámica. De hecho, mis antepasados, que sobrevivieron trece siglos bajo el dominio musulmán, vieron claras ventajas en no ser musulmanes: sobre todo en evitar el reclutamiento militar.

Las dos reglas asimétricas son las siguientes. En primer lugar, según la ley islámica, si un hombre no musulmán se casa con una mujer musulmana, tiene que convertirse al Islam, y si alguno de los padres de un niño resulta ser musulmán, el niño será musulmán.*3 En segundo lugar, convertirse en musulmán es irreversible, ya que la apostasía es el delito más grave de la religión, sancionado con la pena de muerte. El famoso actor egipcio Omar Sharif, nacido Mikhael Demetri Shalhoub, procedía de una familia cristiana libanesa. Se convirtió al Islam para casarse con una famosa actriz egipcia y tuvo que cambiar su nombre por uno árabe. Más tarde se divorció, pero no volvió a la fe de sus antepasados.

Con estas dos reglas asimétricas, se pueden hacer simulaciones sencillas y ver cómo un pequeño grupo islámico que ocupe el Egipto cristiano (copto) puede llevar, a lo largo de los siglos, a que los coptos se conviertan en una pequeña minoría. Lo único que se necesita es una pequeña tasa de matrimonios interconfesionales. Del mismo modo, se puede ver cómo el judaísmo no se extiende y tiende a quedarse en minoría, ya que la religión tiene reglas más débiles: se exige que la madre sea judía. Una asimetría aún más fuerte que la del judaísmo explica el agotamiento en Oriente Próximo de tres religiones gnósticas: los drusos, los ezidíes y los mandeos (las religiones gnósticas son aquellas con misterios y conocimientos que suelen ser accesibles sólo a una minoría de ancianos, y el resto de los miembros se mantiene en la oscuridad sobre los detalles de la fe). A diferencia del islam, que exige que uno de los dos progenitores sea musulmán, y del judaísmo, que pide que al menos la madre tenga la fe, estas tres religiones exigen que ambos progenitores sean de la fe, de lo contrario el niño y los padres dicen toodaloo a la comunidad.

En lugares como el Líbano, Galilea y el norte de Siria, con terreno montañoso, los cristianos y otros musulmanes no suníes permanecieron concentrados. Los cristianos, al no estar expuestos a los musulmanes, no experimentaron matrimonios mixtos. En cambio, Egipto tiene un terreno llano. La distribución de la población presenta allí mezclas homogéneas, lo que permite la renormalización (es decir, permite que prevalezca la regla asimétrica).

Los coptos de Egipto sufren un problema adicional: la irreversibilidad de las conversiones islámicas. Muchos coptos se convirtieron a la religión dominante durante el gobierno islámico cuando era un mero trámite administrativo, algo que ayudaba a conseguir un trabajo o a resolver un problema que requería la jurisprudencia islámica. No era necesario creer realmente en ella, ya que el Islam no entra en conflicto con el cristianismo ortodoxo. Poco a poco, una familia cristiana o judía que realiza una conversión al estilo marrano se convierte de verdad, ya que, un par de generaciones después, los descendientes olvidan la disposición de sus antepasados.

Así que todo lo que hizo el Islam fue superar al cristianismo, que a su vez ganó gracias a su propia terquedad. Porque antes del Islam, la expansión original del cristianismo en el imperio romano se debió en gran medida a… la intolerancia cegadora de los cristianos; su proselitismo incondicional, agresivo y recalcitrante. Los paganos romanos fueron inicialmente tolerantes con los cristianos, ya que la tradición era compartir dioses con otros miembros del imperio. Pero se preguntaban por qué estos nazarenos no querían dar y tomar dioses y ofrecer ese compañero de Jesús al panteón romano a cambio de otros dioses. ¿Qué, nuestros dioses no son lo suficientemente buenos para ellos? Pero los cristianos eran intolerantes con el paganismo romano. La “persecución” de los cristianos tuvo mucho más que ver con la intolerancia de los cristianos hacia el panteón de dioses locales que lo contrario. Lo que leemos es la historia escrita por el lado cristiano, no por el grecorromano.

Sabemos muy poco sobre la perspectiva romana durante el surgimiento del cristianismo, ya que las hagiografías han dominado el discurso: tenemos, por ejemplo, la narración de la mártir Santa Catalina, que siguió convirtiendo a sus carceleros hasta que fue decapitada, salvo que… puede que nunca haya existido. Pero la decapitación de San Cipriano, obispo de Cartago, bajo Valeriano, fue real. Así que hay un sinfín de historias de mártires y santos cristianos, pero se sabe muy poco de los héroes paganos. Incluso los primeros cristianos de la tradición gnóstica han sido expurgados del registro. Cuando Juliano el Apóstata intentó volver al antiguo paganismo, fue como intentar vender comida francesa en el sur de Jersey: simplemente no tenía mercado. Era como tratar de mantener un globo bajo el agua. Y no era porque los paganos tuvieran un déficit intelectual: de hecho, mi heurística es que cuanto más pagano, más brillante es la mente de uno, y mayor es su capacidad para manejar los matices y la ambigüedad. Las religiones puramente monoteístas como el cristianismo protestante, el islamismo salafí o el ateísmo fundamentalista dan cabida a mentes literalistas y mediocres que no pueden manejar la ambigüedad.*4

De hecho, podemos observar en la historia de las “religiones” mediterráneas o, más bien, de los rituales y sistemas de comportamiento y creencia, una deriva dictada por los intolerantes, acercando realmente el sistema a lo que podemos llamar una religión. El judaísmo podría haber estado a punto de perder por el dominio de la madre y su confinamiento en una base tribal, pero el cristianismo gobernó, y por las mismas razones, el islam. ¿Islam? Ha habido muchos islámicos, y la última acumulación ha sido muy diferente de las anteriores. Porque el propio islam acaba siendo asumido (en la rama suní) por los puristas, simplemente porque son más intolerantes que el resto: los wahabíes (también conocidos como salafíes), fundadores de Arabia Saudí, destruyeron los santuarios de la mayor parte de lo que hoy es su país durante el siglo XIX. A continuación, impusieron el régimen de máxima intolerancia de una manera que fue imitada posteriormente por el ISIS. Cada una de las acumulaciones del salafismo parece existir para dar cabida a la más intolerante de sus ramas.

DESCENTRALIZAR, DE NUEVO

Otro atributo de la descentralización, y que los “intelectuales” que se oponen a una salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit) no entienden: si se necesita, digamos, un umbral del 3 por ciento en una unidad política para que la regla de la minoría surta efecto, y en promedio la minoría obstinada representa el 3 por ciento de la población, con variaciones alrededor de la media, entonces algunos estados estarán sujetos a la regla, pero no otros. Si, por el contrario, fusionamos todos los estados en uno solo, entonces la regla de la minoría prevalecerá en todos. Esta es la razón por la que los EE.UU. funcionan tan bien. Como vengo repitiendo a todo el que me escucha, somos una federación, no una república. Utilizando el lenguaje de Antifragile, la descentralización es convexa a las variaciones.

IMPONER LA VIRTUD A LOS DEMÁS

Esta idea de la unilateralidad puede ayudarnos a desmentir algunos otros conceptos erróneos. ¿Por qué se prohíben los libros? Desde luego, no porque ofendan al ciudadano medio; la mayoría de las personas son pasivas y no les importa, o no les importa lo suficiente como para solicitar la prohibición. De los episodios pasados, parece que todo lo que se necesita son unos pocos activistas (motivados) para la prohibición de algunos libros, o la inclusión de algunas personas en la lista negra. El gran filósofo y lógico Bertrand Russell perdió su trabajo en la City University de Nueva York debido a una carta de una madre enfadada -y testaruda- que no deseaba tener a su hija en la misma habitación que el tipo con un estilo de vida disoluto e ideas rebeldes.

Lo mismo parece ocurrir con las prohibiciones, al menos con la prohibición del alcohol en Estados Unidos, que dio lugar a interesantes historias de la mafia.

Conjeturemos que la formación de valores morales en la sociedad no proviene de la evolución del consenso. No, es la persona más intolerante la que impone la virtud a los demás precisamente por esa intolerancia. Lo mismo puede aplicarse a los derechos civiles.

Una visión de cómo los mecanismos de la religión y la transmisión de la moral obedecen a la misma dinámica de renormalización que las leyes dietéticas, y cómo podemos demostrar que la moral es más probable que sea algo aplicado por una minoría. Ya vimos anteriormente en el capítulo la asimetría entre obedecer y romper las reglas: un compañero que cumple la ley (o las reglas) siempre sigue las reglas, pero un delincuente o alguien con principios más laxos no siempre romperá las reglas. Del mismo modo, hemos hablado de los fuertes efectos asimétricos de las leyes dietéticas halal. Unamos las dos cosas. Resulta que, en árabe clásico, el término halal tiene un opuesto: haram. La violación de las normas legales y morales -cualquier norma- se llama haram. Es exactamente la misma interdicción que rige la ingesta de alimentos y todos los demás comportamientos humanos, como acostarse con la mujer del prójimo, prestar con intereses (sin participar de la parte inferior del prestatario) o matar al propietario por placer. Haram es haram y es asimétrico.

Una vez establecida una norma moral, bastará con que una pequeña minoría intransigente de seguidores distribuidos geográficamente dicte una norma en la sociedad. La triste noticia es que una persona que mira a la humanidad como un agregado puede creer erróneamente que los humanos se están volviendo espontáneamente más morales, mejores y más gentiles, con mejor aliento, cuando esto se aplica sólo a una pequeña proporción de la humanidad.

Pero las cosas funcionan en ambos sentidos, en el bueno y en el malo. Mientras que algunos creen que el polaco medio fue cómplice de la liquidación de los judíos, el historiador Peter Fritzsche, cuando se le preguntó: “¿Por qué los polacos de Varsovia no ayudaron más a sus vecinos judíos?”, respondió que generalmente lo hicieron. Pero se necesitaban siete u ocho polacos para ayudar a un judío. Sólo hacía falta un polaco, actuando como informante, para entregar a una docena de judíos. Incluso si ese antisemitismo selecto es discutible, podemos imaginar fácilmente malos resultados derivados de una minoría de malos agentes.

ESTABILIDAD DE LA REGLA DE LA MINORÍA, UN ARGUMENTO PROBABILÍSTICO

Dondequiera que se mire a través de las sociedades e historias, se tiende a encontrar las mismas leyes morales generales que prevalecen, con algunas variaciones, pero no significativas: no robar (al menos no dentro de la tribu); no cazar huérfanos para entretenimiento; no golpear gratuitamente a los especialistas en gramática española para entrenar, en su lugar utilizar sacos de boxeo (a menos que seas espartano e incluso entonces sólo puedes matar a un número limitado de helotas para entrenar), e interdictos similares. Y podemos ver que estas reglas evolucionaron con el tiempo para hacerse más universales, expandiéndose a un conjunto más amplio, para incluir progresivamente a los esclavos, otras tribus, otras especies (animales, economistas), etc. Y una propiedad de estas leyes: son blancas y negras, binarias, discretas, y no permiten ninguna sombra. No se puede robar “un poco” ni asesinar “moderadamente”, al igual que no se puede mantener el kosher y comer “sólo un poco” de cerdo en las barbacoas de los domingos.

No creo que si acariciaras el pecho de la mujer o la novia de un levantador de pesas cualquiera delante de él, te fuera bien en el ruidoso episodio intermedio, ni pudieras convencerle de que fue “sólo un poquito”.

Ahora bien, sería mucho más probable que estos valores surgieran de una minoría que de una mayoría. ¿Por qué? Tomemos las dos tesis siguientes:

Paradójicamente, los resultados son más estables con la regla de la minoría: la varianza de los resultados es menor y es más probable que la regla surja de forma independiente en poblaciones distintas.

Lo que surge de la regla de la minoría es más probable que sean reglas binarias y en blanco y negro.

Un ejemplo. Consideremos que una persona malvada, digamos un profesor de economía, decide envenenar a la colectividad poniendo algún producto en latas de refresco. Tiene dos opciones. La primera es el cianuro, que obedece a una regla minoritaria: una gota de veneno (superior a un pequeño umbral) hace que todo el líquido sea venenoso. La segunda es un veneno “mayoritario”; requiere que más de la mitad del líquido ingerido sea venenoso para matar. Ahora veamos el problema inverso, una colección de muertos después de una cena. El Sherlock Holmes local afirmaría que, condicionado al resultado de que todas las personas que beben el refresco hayan muerto, el malvado optó por la primera opción, no por la segunda. Sencillamente, la regla de la mayoría conduce a fluctuaciones en torno a la media, con una alta tasa de supervivencia. La regla de la minoría no. La regla de la minoría produce una baja varianza en los resultados.

LA PARADOJA DE POPPER-GOEDEL

Estaba en una gran cena de varias mesas, de esas en las que hay que elegir entre el risotto vegetariano y la opción no vegetariana, cuando me di cuenta de que mi vecino tenía la comida preparada (incluidos los cubiertos) en una bandeja que recordaba a la de los aviones. Los platos estaban sellados con papel de aluminio. Evidentemente, era ultra-kosher. No le molestaba estar sentado con comedores de prosciutto que, además, mezclan mantequilla y carne en los mismos platos. Sólo quería que le dejaran en paz para seguir sus propias preferencias.

Para los judíos y las minorías musulmanas como los chiíes, los sufíes y las religiones (vagamente) asociadas como los drusos y los alauíes, el objetivo es que se les deje en paz, con excepciones históricas aquí y allá. Pero si mi vecino hubiera sido un salafí suní, habría exigido que toda la habitación comiera halal. Tal vez todo el edificio. Tal vez toda la ciudad. Con suerte, todo el país. Idealmente, todo el planeta. De hecho, dada la total falta de separación entre Iglesia y Estado en su credo, y entre lo sagrado y lo profano, para él haram (lo contrario de halal) significa literalmente ilegal. Toda la sala estaba cometiendo una violación legal.

Mientras escribo estas líneas, la gente discute si la libertad del Occidente ilustrado puede verse socavada por las políticas intrusivas que serían necesarias para luchar contra los fundamentalistas.

¿Puede la democracia -por definición, la mayoría- tolerar a los enemigos? La pregunta es la siguiente: “¿Estaría usted de acuerdo en negar la libertad de expresión a todo partido político que tenga en sus estatutos la prohibición de la libertad de expresión?” Vayamos un paso más allá: “¿Debe una sociedad que ha elegido ser tolerante ser intolerante con la intolerancia?”

Se trata, en efecto, de la incoherencia que Kurt Gödel (el gran maestro del rigor lógico) detectó en la Constitución de Estados Unidos mientras se presentaba al examen de naturalización. Cuenta la leyenda que Gödel se puso a discutir con el juez, y Einstein, que fue su testigo durante el proceso, le salvó. El filósofo de la ciencia Karl Popper descubrió de forma independiente la misma inconsistencia en los sistemas democráticos.

Escribí sobre personas con defectos lógicos que me preguntaban si uno debía ser “escéptico sobre el escepticismo”; usé una respuesta similar a la de Popper cuando me preguntaron si “uno podía falsificar la falsificación”. Simplemente me alejé.

Podemos responder a estos puntos utilizando la regla de la minoría. Sí, una minoría intolerante puede controlar y destruir la democracia. De hecho , acabará destruyendo nuestro mundo.

Por lo tanto, tenemos que ser más que intolerantes con algunas minorías intolerantes. Simplemente, violan la Regla de Plata. No es admisible utilizar los “valores americanos” o los “principios occidentales” para tratar el salafismo intolerante (que niega el derecho de otros pueblos a tener su propia religión). Occidente está actualmente en proceso de suicidio.

LA IRREVERENCIA DE LOS MERCADOS Y LA CIENCIA

Consideremos ahora los mercados. Podemos decir que los mercados no son la suma de los participantes en el mercado, sino que los cambios de precios reflejan las actividades del comprador y el vendedor más motivados. Sí, las reglas más motivadas. De hecho, esto es algo que sólo los operadores parecen entender: por qué un precio puede caer un diez por ciento por culpa de un solo vendedor. Lo único que se necesita es un vendedor obstinado. Los mercados reaccionan de forma desproporcionada al impulso. El conjunto de los mercados bursátiles representa actualmente más de treinta billones de dólares, pero una sola orden en 2008, de sólo cincuenta mil millones, es decir, menos de dos décimas del total, desencadenó una caída cercana al 10 por ciento, provocando pérdidas de unos tres billones de dólares. Como se cuenta en Antifragile, fue una orden activada por el banco parisino Société Générale, que descubrió una adquisición oculta por parte de un operador deshonesto y quiso revertir la compra. ¿Por qué reaccionó el mercado de forma tan desproporcionada? Porque la orden era unidireccional: tenían que vender y no había forma de convencer a la dirección de lo contrario. Mi adagio personal es:

El mercado es como una gran sala de cine con una pequeña puerta.

Y la mejor manera de detectar a un pringado es ver si su atención se centra en el tamaño del cine y no en el de la puerta. Las estampidas ocurren en los cines -por ejemplo, cuando alguien grita “fuego”- porque los que quieren estar fuera no quieren quedarse dentro, exactamente la misma incondicionalidad que vimos con la observancia del kosher o la venta por pánico.

La ciencia actúa de forma similar. Como hemos visto antes, la regla de la minoría está detrás del pensamiento de Karl Popper. Pero Popper es demasiado severo, así que dejémoslo para más adelante y, por ahora, hablemos del más divertido y jovial Richard Feynman, el científico más irreverente y juguetón de su época. Su libro de anécdotas, ¿Qué te importa lo que piensen los demás?, transmite la idea de la irreverencia fundamental de la ciencia, que procede por un mecanismo similar al de la asimetría kosher. ¿Cómo? La ciencia no es la suma de lo que piensan los científicos, sino que, exactamente como ocurre con los mercados, es un procedimiento muy sesgado. Una vez que se desacredita algo, ya es erróneo. Si la ciencia funcionara por consenso mayoritario, seguiríamos estancados en la Edad Media, y Einstein habría terminado como empezó, siendo un empleado de patentes con infructuosos pasatiempos secundarios.

UNUS SED LEO: SÓLO UNO PERO UN LEÓN

Alejandro dijo que era preferible tener un ejército de ovejas dirigido por un león que un ejército de leones dirigido por una oveja. Alejandro (o quienquiera que haya producido este dicho probablemente apócrifo) comprendía el valor de la minoría activa, intolerante y valiente. Aníbal aterrorizó a Roma durante una década y media con un minúsculo ejército de mercenarios, ganando veintidós batallas contra los romanos, batallas en las que fue superado en número cada vez. Se inspiró en una versión de esta máxima. En la batalla de Cannae, le comentó a Gisco, que estaba preocupado porque los cartagineses eran más numerosos que los romanos: “Hay una cosa que es más maravillosa que su número… en todo ese vasto número no hay un solo hombre llamado Gisgo”.*5

Esta gran recompensa del valor obstinado no se limita a los militares. “Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha hecho”, escribió Margaret Mead. Es indiscutible que las revoluciones son impulsadas por una minoría obsesiva. Y todo el crecimiento de la sociedad, ya sea económico o moral, proviene de un pequeño número de personas.

RESUMEN Y SIGUIENTE

Así que resumimos este capítulo y lo vinculamos a las asimetrías ocultas, el subtítulo del libro. La sociedad no evoluciona por consenso, votaciones, mayorías, comités, reuniones verbales, conferencias académicas, sándwiches de té y pepino o encuestas; sólo bastan unas pocas personas para mover la aguja de forma desproporcionada. Lo único que se necesita es una regla asimétrica en alguna parte, y alguien con alma en el juego. Y la asimetría está presente en casi todo.*6

En el Prólogo prometimos explicar que la esclavitud está más extendida de lo previsto, en realidad, bastante más. Veámoslo a continuación, tras el Apéndice.

*1 Para decirlo en términos técnicos, se trata de una divergencia de las expectativas en el mejor de los casos: una varianza y una media más bajas.

*2 También existe una controversia actual en el Reino Unido, ya que los normandos dejaron más textos e imágenes en los libros de historia que los genes allí.

*3 Existen algunas variaciones menores entre regiones y sectas islámicas. La norma original es que si una mujer musulmana se casa con un hombre no musulmán, éste tiene que convertirse. Pero en la práctica, en muchos países, ambos tienen que hacerlo.

*4 Es un hecho que mientras el cristianismo erradicó los registros anteriores, también puede haber erradicado… su propia historia. Porque estamos descubriendo que ramas como la de los gnósticos tenían un registro bastante diferente de la religión primitiva. Pero los gnósticos eran en gran medida una religión secreta, cerrada a los forasteros y secreta sobre sus propios registros. Y las religiones secretas, bueno, entierran sus secretos.

*5 Los cartagineses parecen escasos en variedad de nombres: hay muchos Hamilcar y Hasdrupals que confunden a los historiadores. Asimismo, parece que hay muchos Giscos, incluido el personaje de Salambo de Flaubert.

*6 Sólo hace falta, digamos, una minoría del 3%, para que “Feliz Navidad” se convierta en “Felices Fiestas”. Pero sospecho que si la minoría aumentara en número, el efecto desaparecería, ya que las sociedades diversas son más sincréticas. Yo crecí en el Líbano en una época en la que la población era aproximadamente la mitad cristiana: la gente se saludaba a la manera pagana romana de compartir las fiestas de los demás. Hoy, los chiíes (y algunos suníes a los que Arabia Saudí aún no les ha lavado el cerebro) desearían a un cristiano “Feliz Navidad”.

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Antifrágil ha sido sobre el fracaso de la media para representar nada en presencia de no linealidades y asimetrías similares a la regla de la minoría. Así que vayamos más allá:

El comportamiento medio del participante en el mercado no nos permitirá comprender el comportamiento general del mercado.

Se pueden examinar los mercados como mercados y los individuos como individuos, pero los mercados no son sumas de individuos promedio (una suma es un promedio multiplicado por una constante, por lo que ambos están igualmente afectados). Estos puntos parecen ahora claros gracias a nuestra discusión sobre la renormalización. Pero para mostrar cómo las afirmaciones de todo el campo de las ciencias sociales pueden desmoronarse, demos un paso más:

Los experimentos psicológicos sobre individuos que muestran “sesgos” no nos permiten comprender automáticamente los agregados o el comportamiento colectivo, ni nos iluminan sobre el comportamiento de los grupos.

La naturaleza humana no se define fuera de las transacciones que implican a otros humanos. Recordemos que no vivimos solos, sino en manada, y casi nada de lo que es relevante concierne a una persona aislada, que es lo que se suele hacer en los trabajos de tipo laboratorio.*1

Los grupos son unidades en sí mismas. Hay diferencias cualitativas entre un grupo de diez y un grupo de, por ejemplo, 395.435 personas. Cada uno es un animal diferente, en el sentido literal, tan diferente como lo es un libro de un edificio de oficinas. Cuando nos centramos en los puntos comunes, nos confundimos, pero, a cierta escala, las cosas se vuelven diferentes. Matemáticamente diferentes. Cuanto mayor es la dimensión, es decir, mayor es el número de interacciones posibles, y más desproporcionadamente difícil es entender lo macro desde lo micro, lo general desde las unidades simples. Este aumento desproporcionado de las exigencias computacionales se llama la maldición de la dimensionalidad. (De hecho, he encontrado situaciones en las que, en presencia de pequeños errores aleatorios, una sola dimensión adicional puede duplicar con creces algún aspecto de la complejidad. Pasar de 1.000 a 1.001 puede hacer que la complejidad se multiplique por mil millones de veces).

O, a pesar del enorme entusiasmo por nuestra capacidad de ver dentro del cerebro mediante el llamado campo de la neurociencia:

Entender cómo funcionan las subpartes del cerebro (digamos, las neuronas) nunca nos permitirá entender cómo funciona el cerebro.

Un grupo de neuronas o de genes, como un grupo de personas, difiere de los componentes individuales, porque las interacciones no son necesariamente lineales. Hasta ahora no tenemos ni puta idea de cómo funciona el cerebro del gusano C. elegans, que tiene unas trescientas neuronas. El C . elegans fue la primera unidad viviente cuyos genes fueron secuenciados. Consideremos ahora que el cerebro humano tiene unos cien mil millones de neuronas, y que pasar de 300 a 301 neuronas, debido a la maldición de la dimensionalidad, puede duplicar la complejidad. Así que el uso de “nunca” aquí es apropiado. Y si también quiere entender por qué, a pesar de los pregonados “avances” en la secuenciación del ADN, somos en gran medida incapaces de obtener información, salvo en pequeños focos aislados para algunas enfermedades, la misma historia. Las enfermedades monogénicas, aquellas en las que interviene un solo gen, son bastante manejables, pero todo lo que implica una mayor dimensionalidad se desmorona.

Comprender la composición genética de una unidad nunca nos permitirá entender el comportamiento de la propia unidad.

Un recordatorio de que lo que estoy escribiendo aquí no es una opinión. Es una propiedad matemática directa.

El enfoque de campo medio es cuando se utiliza la interacción media entre, digamos, dos personas, y se generaliza al grupo: sólo es posible si no hay asimetrías. Por ejemplo, Yaneer Bar-Yam ha aplicado el fracaso del campo medio a la teoría evolutiva de la narrativa del gen egoísta pregonada por mentes periodísticas tan agresivas como Richard Dawkins y Steven Pinker, con más dominio del inglés que de la teoría de la probabilidad. Demuestra que las propiedades locales fallan y que las supuestas matemáticas utilizadas para demostrar el gen egoísta son lamentablemente ingenuas y erróneas. Ha habido una tormenta en torno al trabajo de Martin Nowack y sus colegas (entre los que se encuentra el biólogo E. O. Wilson) sobre los defectos terminales de la teoría del gen egoísta.*2

La pregunta es: ¿podría ser que gran parte de lo que hemos leído sobre los avances en las ciencias del comportamiento sea una tontería? Lo más probable es que lo sea. Muchas personas han sido acusadas de racismo, segregacionismo y algoismo sin fundamento. Utilizando autómatas celulares, una técnica similar a la renormalización, el difunto Thomas Schelling demostró hace unas décadas cómo se puede segregar un barrio sin que haya un solo segregacionista entre sus habitantes.

MERCADOS DE INTELIGENCIA CERO

La estructura subyacente de la realidad importa mucho más que los participantes, algo que los responsables políticos no comprenden.

Con una estructura de mercado adecuada, un conjunto de idiotas produce un mercado que funciona bien.

Los investigadores Dhananjay Gode y Shyam Sunder llegaron a un resultado sorprendente en 1993. Pueblan los mercados con agentes de inteligencia cero, que compran y venden al azar, bajo una estructura tal que un proceso de subasta adecuado hace coincidir las pujas y las ofertas de forma regular. ¿Y adivinen qué? Obtenemos la misma eficiencia distributiva que si los participantes en el mercado fueran inteligentes. Friedrich Hayek ha sido, una vez más, reivindicado. Sin embargo, una de las ideas más citadas de la historia, la de la mano invisible, parece ser la menos integrada en la psique moderna.

Además:

Puede ser que algún comportamiento idiosincrático por parte del individuo (considerado a primera vista “irracional”) sea necesario para el funcionamiento eficiente a nivel colectivo.

Más crítica para los “racionalistas”,

Los individuos no necesitan saber hacia dónde van; los mercados sí.

Deje a la gente en paz bajo una buena estructura y ellos se encargarán de las cosas.

*1 Lo que acabo de decir explica el fracaso del llamado campo de la economía del comportamiento para darnos más información que la economía ortodoxa (de por sí bastante pobre) sobre cómo jugar al mercado o entender la economía, o generar políticas.

*2 Merece la pena mencionar nombres aquí, ya que estas personas actuaron como perros de presa contra los que descartaban la teoría del gen egoísta, sin abordar las matemáticas aportadas (no pueden), pero siguieron ladrando.

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Hasta la iglesia tuvo sus hippies-Coase no necesita las matemáticas-Evita a los abogados durante el Oktoberfest-La vida de expatriado termina un día-Las personas que han sido empleados están señalando la domesticación

En su fase inicial, cuando la Iglesia empezaba a establecerse en Europa, había un grupo de itinerantes llamado los giróvagos. Eran monjes giróvagos e itinerantes sin afiliación a ninguna institución. La suya era una variedad de monasticismo independiente (y ambulante), y su orden era sostenible, ya que los miembros vivían de la mendicidad y de la buena voluntad de los habitantes de la ciudad que se interesaban por ellos. Era una forma débil de sostenibilidad, ya que difícilmente se puede llamar sostenible a un grupo de personas con votos de celibato: no pueden crecer orgánicamente, y necesitarían una inscripción continua. Pero consiguieron sobrevivir gracias a la ayuda de la población, que les proporcionó alimentos y refugio temporal.

Hasta que, en torno al siglo V, empezaron a desaparecer. Los giróvagos eran impopulares en la Iglesia, y fueron prohibidos por el Concilio de Calcedonia en el siglo V, y de nuevo por el segundo Concilio de Nicea unos trescientos años después. En Occidente, San Benito de Nursia, su mayor detractor, favoreció un tipo de monacato más institucional, y acabó imponiéndose con sus reglas que codificaban la actividad, con una jerarquía y una fuerte supervisión por parte de un abad. Por ejemplo, las reglas de Benito, reunidas en una especie de manual de instrucciones, estipulan que las posesiones de un monje deben estar en manos del abad (regla 33), y la regla 70 prohíbe a los monjes enfadados golpear a otros monjes.

¿Por qué estaban prohibidos? Eran, simplemente, totalmente libres. Eran económicamente libres, y seguros, no por sus medios sino por su falta de necesidades. Irónicamente, al ser mendigos, disponían del equivalente al dinero de f**,* que podemos conseguir más fácilmente estando en el escalón más bajo que formando parte de las clases que dependen de los ingresos.

La libertad total es lo último que quieres si tienes que dirigir una religión organizada. La libertad total para tus empleados también es algo muy, muy malo si tienes una empresa que dirigir, así que este capítulo trata de la cuestión de los empleados y la naturaleza de la empresa y otras instituciones.

El manual de instrucciones de Benito pretende explícitamente eliminar cualquier atisbo de libertad de los monjes bajo los principios de stabilitate sua et conversatione morum suorum et oboedientia-“estabilidad, conversión de modales y obediencia”. Y, por supuesto, los monjes son sometidos a un periodo de prueba de un año para ver si son suficientemente obedientes.

En resumen, toda organización quiere que un cierto número de personas asociadas a ella se vean privadas de una parte de su libertad. ¿Cómo se puede poseer a estas personas? En primer lugar, mediante el condicionamiento y la manipulación psicológica; en segundo lugar, obligándoles a tener algo de piel en el juego, forzándoles a tener algo importante que perder si desobedecen a la autoridad -algo difícil de hacer con mendigos gitanos que desprecian sus posesiones materiales. En las órdenes de la mafia, las cosas son sencillas: los “made men " (es decir, los ordenados) pueden ser golpeados si el capo sospecha una falta de lealtad, con una estancia transitoria en el maletero de un coche y la presencia garantizada del jefe en sus funerales. Para otras profesiones, la piel en el juego viene en formas más sutiles.

SER PROPIETARIO DE UN PILOTO

Supongamos que es usted propietario de una pequeña compañía aérea. Usted es una persona muy moderna; tras asistir a muchas conferencias y hablar con consultores, cree que la empresa tradicional es cosa del pasado: todo puede organizarse a través de una red de contratistas. Está seguro de que es más eficaz hacerlo así.

Bob es un piloto con el que has firmado un contrato específico, en un acuerdo legal bien definido, para vuelos precisos, compromisos adquiridos con mucha antelación, que incluyen una penalización por incumplimiento. Bob proporciona el copiloto y un piloto alternativo en caso de que alguien esté enfermo. Mañana por la tarde operará un vuelo regular a Múnich como parte de un especial del Oktoberfest. El vuelo está lleno de pasajeros motivados por el presupuesto, algunos de los cuales se han puesto a dieta de preparación; llevan todo un año esperando este episodio gargantuesco de cerveza, pretzels y salchichas en hangares llenos de risas.

Bob te llama a las cinco dela tarde para decirte que él y el copiloto, bueno, te quieren… pero, ya sabes, no volarán el avión mañana. Tuvieron una oferta de un Jeque de Arabia Saudita, un hombre devoto que quiere llevar una fiesta especial a Las Vegas, y necesita que Bob y su equipo realicen el vuelo. El jeque y su séquito quedaron impresionados con los modales de Bob, el hecho de que éste no hubiera tomado una gota de alcohol en su vida, su experiencia en bebidas de yogur fermentado, y le dijeron que el dinero no era un problema. La oferta es tan generosa que cubre cualquier penalización por el incumplimiento de un contrato de competencia por parte de Bob.

Te das una patada a ti mismo. Hay muchos abogados en estos vuelos del Oktoberfest y, lo que es peor, abogados jubilados sin aficiones a los que les encanta demandar como forma de matar el tiempo, independientemente del resultado. Considere la reacción en cadena: si su avión no despega, no tendrá el equipo necesario para traer a los pasajeros, que están llenos de cerveza, desde Múnich, y seguramente perderá muchos viajes de ida y vuelta. El cambio de ruta de los pasajeros es costoso y no está garantizado.

Haces unas cuantas llamadas y resulta que es más fácil encontrar un economista académico con sentido común que encontrar otro piloto, es decir, un evento de probabilidad cero. Tienes todo este capital en una empresa que ahora está bajo una grave amenaza financiera. Tiene la certeza de que va a quebrar.

Empiezas a pensar: bueno, ya sabes, si Bob fuera un esclavo, alguien de tu propiedad , ya sabes, este tipo de cosas no serían posibles. ¿Esclavo? Pero espera… lo que Bob acaba de hacer no es algo que hagan los empleados que se ganan la vida como tales. La gente que se gana la vida como empleado no se comporta de forma tan oportunista. Los contratistas son extremadamente libres; como personas que asumen riesgos, temen sobre todo a la ley. Pero los empleados tienen una reputación que proteger. Y pueden ser despedidos.

A la gente que encuentras en el empleo le encanta la regularidad de la nómina, con ese sobre especial sobre su mesa el último día del mes, y sin el cual se comportaría como un bebé privado de leche materna. Te das cuenta de que si Bob hubiera sido un empleado en lugar de algo que parecía más barato, eso de ser contratista, entonces no estarías teniendo tantos problemas.

Pero los empleados son caros. Tienes que pagarles incluso cuando no tienes nada que hacer. Se pierde la flexibilidad. Talento por talento, cuestan mucho más. Los amantes de los cheques de pago son perezosos… pero nunca te dejarían tirado en momentos como éste.

Así que los empleados existen porque tienen una participación importante en el juego, y el riesgo se comparte con ellos, lo suficiente como para que sea un elemento disuasorio y una penalización para los actos de falta de fiabilidad, como no llegar a tiempo. Se está comprando fiabilidad.

Y la fiabilidad es el motor de muchas transacciones. La gente con cierta capacidad económica tiene una casa de campo -que es ineficiente en comparación con los hoteles o los alquileres- porque quiere asegurarse de que está disponible si decide que quiere utilizarla por capricho. Hay una expresión de los comerciantes: “Nunca compres cuando puedas alquilar las tres F: lo que flotas, lo que vuelas y lo que…(esa otra cosa)”. Sin embargo, mucha gente tiene barcos y aviones, y acaba atascada con ese algo más.

Es cierto que un contratista tiene una desventaja, una sanción económica que puede incorporarse al contrato, además de los costes de reputación. Pero hay que tener en cuenta que un empleado siempre tendrá más riesgo. Y si alguien es empleado, tendrá aversión al riesgo. Al ser empleados señalan un cierto tipo de domesticación.

Alguien que ha estado empleado durante un tiempo le está dando una fuerte evidencia de sumisión.

La prueba de la sumisión se muestra en que el empleado lleva años privándose de su libertad personal durante nueve horas cada día, en su llegada ritual y puntual a la oficina, en que se niega a sí mismo su propio horario y en que no ha golpeado a nadie en el camino de vuelta a casa después de un mal día. Es un perro obediente y educado.

DEL HOMBRE DE EMPRESA A LA PERSONA DE EMPRESA

Incluso cuando un empleado deja de serlo, seguirá siendo diligente. Cuanto más tiempo permanezca la persona en una empresa, más inversión emocional tendrá para quedarse y, cuando se vaya, tendrá garantizada una “salida honorable”.*1

Si los empleados reducen tu riesgo de cola, tú también reduces el suyo. O al menos, eso es lo que creen que hacen.

En el momento de escribir estas líneas, las empresas permanecen en la primera liga por tamaño (el llamado S&P 500) sólo entre diez y quince años. Las empresas salen del S&P 500 a través de fusiones o reduciendo su actividad, condiciones ambas que provocan despidos. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, la duración esperada fue de más de sesenta años. La longevidad de las grandes empresas era mayor; la gente permanecía en las grandes empresas durante toda su vida. Existía el concepto de hombre de empresa (restringir el género aquí es apropiado, ya que los hombres de empresa eran casi todos hombres).

El hombre de empresa se define mejor como alguien cuya identidad está impregnada del sello que su empresa quiere darle. Se viste como tal, incluso utiliza el lenguaje que la empresa espera de él. Su vida social está tan ligada a la empresa que abandonarla le supone un gran castigo, como el destierro de Atenas bajo el Ostrakon. Los sábados por la noche, sale con otros hombres de la empresa y sus cónyuges, compartiendo chistes de la empresa. IBM exige a sus empleados que lleven camisas blancas, no azul claro, ni con discretas rayas, sino blanco liso. Y un traje azul oscuro. No se permitía que nada fuera extravagante, ni que estuviera revestido del más mínimo atributo idiosincrático. Eras parte de IBM.

Nuestra definición:

Un hombre de empresa es alguien que siente que tiene mucho que perder si no se comporta como un hombre de empresa, es decir, que tiene piel en el juego.

A cambio, la empresa está obligada por un pacto a mantener al hombre de la empresa en los libros el mayor tiempo posible, es decir, hasta la jubilación obligatoria, tras la cual se iría a jugar al golf con una cómoda pensión, con antiguos compañeros de trabajo como socios. El sistema funcionaba cuando las grandes empresas sobrevivían mucho tiempo y se percibían como más duraderas que los Estados-nación.

Sin embargo, en la década de 1990, la gente empezó a darse cuenta de que trabajar como hombre de empresa era seguro… siempre que la empresa siguiera existiendo. Pero la revolución tecnológica que tuvo lugar en Silicon Valley puso a las empresas tradicionales bajo amenaza financiera. Por ejemplo, tras el auge de Microsoft y del ordenador personal, IBM, que era la principal cantera de hombres de empresa, tuvo que despedir a una parte de sus “vitalicios”, que entonces se dieron cuenta de que el perfil de bajo riesgo de su puesto no era tan bajo. Estas personas no podían encontrar un trabajo en otro lugar; no eran útiles para nadie fuera de IBM. Incluso su sentido del humor fracasó fuera de la cultura corporativa.

Si el hombre de empresa ha desaparecido, en cierto modo, ha sido sustituido por la persona de empresa. Porque las personas ya no son propiedad de una empresa, sino de algo peor: la idea de que tienen que ser empleables. La persona empleable está incrustada en una industria, con miedo a molestar no sólo a su empleador, sino a otros posibles empleadores.*2

LA TEORÍA DE LA EMPRESA DE COASE

Tal vez, por definición, una persona empleable es la que nunca se encontrará en un libro de historia, porque estas personas están diseñadas para no dejar nunca su huella en el curso de los acontecimientos. Son, por diseño, poco interesantes para los historiadores. Pero veamos ahora cómo encaja esto con la teoría de la empresa y las ideas de Ronald Coase.

Un empleado es, por diseño, más valioso dentro de una empresa que fuera de ella; es decir, más valioso para el empresario que para el mercado.

Coase fue un economista moderno notable por su pensamiento independiente, riguroso y creativo, con ideas que son aplicables y explican el mundo que nos rodea, es decir, la realidad. Su estilo es tan riguroso que es conocido por el Teorema de Coase (sobre cómo los mercados son muy inteligentes a la hora de asignar recursos y molestias como la contaminación), una idea que planteó sin una sola palabra de matemáticas, pero que es tan fundamental como muchas cosas escritas en matemáticas.

Además de su teorema, Coase fue el primero en arrojar luz sobre la razón de ser de las empresas. Para él, los contratos pueden ser demasiado costosos de negociar debido a los costes de transacción; la solución es constituir una empresa y contratar empleados con descripciones de trabajo claras porque no se pueden pagar las facturas legales y de organización de cada transacción. Un mercado libre es un lugar en el que las fuerzas actúan para determinar la especialización, y la información viaja a través de los precios; pero dentro de una empresa estas fuerzas de mercado se levantan porque su funcionamiento cuesta más que los beneficios que aporta. Así que las fuerzas del mercado harán que la empresa busque la proporción óptima de empleados y contratistas externos.

Como podemos ver, Coase se detuvo uno o dos centímetros antes de la noción de piel en el juego. Nunca pensó en términos de riesgo para darse cuenta de que un empleado es también una estrategia de gestión de riesgos.

Si los economistas, Coase o Shmoase, se hubieran interesado por los antiguos, habrían descubierto la estrategia de gestión del riesgo en la que se basaban las familias romanas, que solían tener un esclavo como tesorero, la persona responsable de las finanzas de la casa y de la finca. ¿Por qué? Porque se puede infligir un castigo mucho mayor a un esclavo que a una persona libre o a un liberado, y para ello no es necesario recurrir al mecanismo de la ley. Un mayordomo irresponsable o deshonesto puede llevarle a la quiebra y desviar los fondos de su hacienda a Bitinia. Un esclavo tiene más inconvenientes.

COMPLEXIDAD

Bienvenido al mundo moderno. En un mundo en el que los productos son fabricados cada vez más por subcontratistas con grados crecientes de especialización, los empleados son aún más necesarios que antes para algunas tareas específicas y delicadas. Si se pierde un paso en un proceso, a menudo toda la empresa se paraliza, lo que explica por qué hoy, en un mundo supuestamente más eficiente, con menos inventarios y más subcontratistas, las cosas parecen funcionar con fluidez y eficacia, pero los errores son más costosos y los retrasos son considerablemente mayores que en el pasado. Un solo retraso en la cadena puede detener todo el proceso.

UNA CURIOSA FORMA DE PROPIEDAD DE ESCLAVOS

La propiedad de esclavos por parte de las empresas ha adoptado tradicionalmente formas muy curiosas. El mejor esclavo es alguien a quien se le paga en exceso y que lo sabe, aterrorizado de perder su estatus. Las empresas multinacionales crearon la categoría de expatriado, una especie de diplomático con un nivel de vida superior que representa a la empresa lejos y dirige sus negocios allí. Todas las grandes empresas tenían (y algunas siguen teniendo) empleados con estatus de expatriados y, a pesar de sus costes, es una estrategia extremadamente eficaz. ¿Por qué? Porque cuanto más lejos de la sede se encuentra un empleado, más autónoma es su unidad, más se quiere que sea un esclavo para que no haga nada extraño por su cuenta.

Un banco de Nueva York envía a un empleado casado con su familia a un lugar extranjero, digamos, un país tropical con mano de obra barata, con prebendas y privilegios como la pertenencia a un club de campo, un chófer, una bonita villa de la empresa con jardinero, un viaje anual de vuelta a casa con la familia en primera clase, y lo mantiene allí durante unos años, los suficientes como para ser adicto. Gana mucho más que los “locales”, en una jerarquía que recuerda a la época colonial. Hace vida social con otros expatriados. Progresivamente quiere quedarse más tiempo en el lugar, pero está lejos de la sede y no tiene idea de su posición en la empresa minuto a minuto, salvo por señales. Al final, como un diplomático, suplica que le cambien de ubicación cuando llega el momento de una remodelación. Regresar a la oficina de origen significa perder los beneficios, tener que volver a su salario base, volver a la vida de clase media baja en los suburbios de Nueva York, tomar el tren de cercanías, tal vez, o, Dios no lo quiera, un autobús, y comer un sándwich para el almuerzo. La persona se aterroriza cuando el gran jefe le desprecia. El noventa y cinco por ciento de la mente del empleado estará en la política de la empresa… que es exactamente lo que la empresa quiere. El gran jefe en la sala de juntas tendrá un partidario en caso de alguna intriga.

LA LIBERTAD NUNCA ES LIBRE

En el célebre cuento de Ahiqar, recogido posteriormente por Esopo (y luego por La Fontaine), el perro se jacta ante el lobo de todos los artilugios de confort y lujo que posee, lo que casi incita al lobo a alistarse. Hasta que el lobo pregunta al perro por su collar y se aterroriza cuando comprende su uso. “De todas sus comidas, no quiero nada.” Se escapó y sigue corriendo.*3

La pregunta es: ¿qué te gustaría ser, un perro o un lobo?

La versión original en arameo tenía un asno salvaje, en lugar de un lobo, haciendo gala de su libertad. Pero el asno salvaje acaba comido por el león. La libertad conlleva riesgos, es decir, la piel en el juego. La libertad nunca es gratuita.

Hagas lo que hagas, no seas un perro que dice ser un lobo. En los gorriones de Harris, los machos desarrollan rasgos secundarios que se correlacionan con su capacidad de lucha. El color más oscuro se asocia con la dominancia. Sin embargo, el oscurecimiento experimental de los machos más claros no eleva su estatus, porque su comportamiento no se altera. De hecho, estos pájaros más oscuros se matan -como me dijo una vez el investigador Terry Burnham “los pájaros saben que hay que andar el camino”.

Otro aspecto del dilema perro vs. lobo: la sensación de falsa estabilidad. La vida de un perro puede parecer tranquila y segura, pero en ausencia de un dueño, un perro no sobrevive. La mayoría de la gente prefiere adoptar cachorros, no perros adultos; en muchos países, los perros no deseados son sometidos a eutanasia. Un lobo está entrenado para sobrevivir. Los empleados abandonados por sus empleadores, como vimos en la historia de IBM, no pueden recuperarse.

LOBOS ENTRE LOS PERROS

Hay una categoría de empleados que no son esclavos, pero éstos representan una proporción muy pequeña del conjunto. Se les puede identificar de la siguiente manera: les importa un p*** su reputación, al menos la de la empresa.

Después de la escuela de negocios, pasé un año en un programa de formación bancaria, por casualidad, ya que el banco estaba confundido sobre mis antecedentes y objetivos y quería que me convirtiera en un banquero internacional. Allí estuve rodeado de personas muy empleadas (mi experiencia más desagradable en la vida), hasta que me pasé al comercio (con otra empresa) y descubrí que había algunos lobos entre los perros.

Uno de los tipos era el vendedor cuya renuncia podía provocar una pérdida de negocio o, lo que es peor, podía beneficiar a un competidor al llevarle clientes. Los vendedores tenían tensiones con la empresa, ya que ésta intentaba desvincular las cuentas de ellos despersonalizando las relaciones con los clientes, normalmente sin éxito: a la gente le gustan las personas, y abandonan el negocio cuando reciben a una persona genérica y educada al teléfono en lugar de su cálido y a menudo exuberante vendedor-amigo. El otro tipo era el comerciante sobre el que sólo importaba una cosa: los beneficios y las pérdidas, o P y L. Las empresas tenían una relación de amor-odio con estos dos tipos, ya que eran comerciantes revoltosos y los vendedores sólo eran manejables cuando no eran rentables, en cuyo caso no se les quería.

Me di cuenta de que los operadores que ganaban dinero podían llegar a ser tan perturbadores que había que mantenerlos alejados del resto de los empleados. Ese es el precio que se paga por convertir a los individuos en centros de beneficios, lo que significa que ningún otro criterio importaba. Recuerdo una vez haber amenazado a un comerciante que abusaba impunemente del aterrorizado contable, diciéndole cosas como “estoy ocupado ganando dinero para pagar tu sueldo” (dando a entender que la contabilidad no aportaba nada a la cuenta de resultados de la empresa). Pero no hay problema; la gente que se encuentra cuando va por las nubes es también la que se encuentra cuando va por las nubes, y vi al tipo recibiendo algunos abusos (más sutiles) del mismo contable antes de que lo despidieran, ya que finalmente se le acabó la suerte. Eres libre, pero sólo tan libre como tu última operación. Como vimos con el salvaje de Ahiqar, la libertad nunca es gratis.

Cuando me cambié de empresa y me alejé del hombre de la protoempresa, se me dijo explícitamente que mi empleo terminaría en el momento en que dejara de cumplir el objetivo de P y L. Estaba entre la espada y la pared, pero acepté la apuesta, lo que me obligó a realizar operaciones de arbitraje, de bajo riesgo y con pequeñas desventajas, que eran posibles en aquella época porque la sofisticación de los operadores en los mercados financieros era muy baja.

Recuerdo que me preguntaron por qué no llevaba corbata, lo que en aquella época equivalía a caminar desnudo por la Quinta Avenida. “Una parte de arrogancia, otra de estética y otra de comodidad”, era mi respuesta habitual. Si eras rentable podías dar a los directivos toda la mierda que quisieras y ellos se la comían porque te necesitaban y temían perder sus propios puestos de trabajo. Los que asumen riesgos pueden ser personas socialmente imprevisibles. La libertad siempre está asociada a la asunción de riesgos, ya sea que la lleven a cabo o que provengan de ella. Si tomas riesgos, te sientes parte de la historia. Y los que asumen riesgos lo hacen porque está en su naturaleza ser animales salvajes.

Obsérvese la dimensión lingüística, y por qué, además de las consideraciones sartoriales, los comerciantes debían mantenerse alejados del resto de la gente no libre y no arriesgada. En mi época, nadie maldecía en público, salvo los miembros de las bandas y los que querían señalar que no eran esclavos: los comerciantes maldecían como marineros, y yo he conservado el hábito del lenguaje soez estratégico, utilizado sólo fuera de mis escritos y de la vida familiar.*4 Los que utilizan un lenguaje soez en las redes sociales (como Twitter) están enviando una costosa señal de que son libres e, irónicamente, competentes. No se envía una señal de competencia si no se corren riesgos para ello: hay pocas estrategias de bajo riesgo. Así que maldecir hoy es un símbolo de estatus, igual que los oligarcas de Moscú llevan vaqueros azules en eventos especiales para señalar su poder. Incluso en los bancos, los operadores se mostraban a los clientes en las visitas a la empresa como si fueran animales en un zoológico, y la visión de un operador maldiciendo por teléfono mientras se peleaba a gritos con un corredor formaba parte del paisaje.

Así, mientras que maldecir y hablar mal puede ser un signo de estatus perruno y de ignorancia total, la “canaille”, que etimológicamente relaciona a estas personas con los perros. Irónicamente, el estatus más alto, el de un hombre libre, suele indicarse adoptando voluntariamente las costumbres de la clase más baja.*5 No es diferente de que Diógenes (el del barril) insultara a Alejandro Magno pidiéndole que se apartara de su sol, sólo para hacer señales (leyenda, por supuesto). Pensemos que los “modales” ingleses se impusieron a la clase media como forma de domesticarla, además de inculcarle el miedo a romper las reglas y a violar las normas sociales.

AVERSION DE PÉRDIDAS

Por el momento, tomemos lo siguiente:

Lo que importa no es lo que una persona tiene o no tiene; es lo que teme perder.

Cuanto más tienes que perder, más frágil eres. Irónicamente, en mis debates, he visto a numerosos ganadores del llamado Nobel de Economía (el Premio del Riksbank en honor a Alfred Nobel) preocupados por perder una discusión. Hace años me di cuenta de que a cuatro de ellos les preocupaba que yo, que no soy una persona ni un comerciante, les llamara públicamente estafadores. ¿Por qué les preocupaba? Bueno, cuanto más alto llegas en ese negocio, más inseguro te vuelves, ya que perder una discusión con una persona menor te expone más que si pierdes con algún fanfarrón.

Estar más arriba en la vida sólo funciona bajo algunas condiciones. Se podría pensar que el jefe de la CIA sería la persona más poderosa de Estados Unidos, pero resultó que el venerado David Petraeus era más vulnerable que un camionero. El tipo ni siquiera podía tener una relación extramatrimonial. Puede arriesgar la vida de la gente, pero sigue siendo un esclavo. Toda la estructura de la administración pública está organizada de esa manera.

A LA ESPERA DE CONSTANTINOPLA

El anverso exacto de la figura del público como esclavo es el autócrata.

Mientras escribo estas líneas, asistimos a un incipiente enfrentamiento entre varios partidos, que incluye a los actuales “jefes” de Estado de los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (los Estados modernos no tienen del todo cabezas, sino personas que hablan a lo grande) y el ruso Vladimir Putin. Evidentemente, salvo Putin, todos los demás tienen que ser elegidos, pueden ser criticados por su partido y tienen que calibrar cada una de sus declaraciones teniendo en cuenta cómo podría ser malinterpretada lo menos posible por la prensa. Por otro lado, Putin tiene el equivalente al dinero de f*you, proyectando un visible “no me importa”, que a su vez le trae más seguidores y más apoyo. En una confrontación así, Putin parece y actúa como un ciudadano libre que se enfrenta a esclavos que necesitan comités, aprobación y que, por supuesto, sienten que tienen que ajustar sus decisiones a un rating inmediato.

La actitud de Putin hipnotiza a sus seguidores, sobre todo a los cristianos de Levante, especialmente a los cristianos ortodoxos que recuerdan cuando la flota de Catalina la Grande vino a permitir el tañido de las campanas de la catedral de San Jorge en Beirut. Catalina la Grande fue “el último zar con pelotas”, y fue ella quien arrebató Crimea a los otomanos. Antes de eso, los otomanos suníes habían prohibido a los cristianos de las ciudades costeras bajo su control tocar las campanas de las iglesias: sólo los pueblos montañosos inaccesibles se permitían esa libertad. Estos cristianos perdieron la protección activa del zar ruso en 1917 y ahora esperan que Bizancio vuelva unos cien años después. Es mucho más fácil hacer negocios con el dueño de la empresa que con algún empleado que probablemente pierda su trabajo el año que viene; del mismo modo, es más fácil confiar en la palabra de un autócrata que en la de un frágil funcionario elegido.

Viendo a Putin me di cuenta de que los animales domesticados (y esterilizados) no tienen ninguna oportunidad contra un depredador salvaje. Ni una sola. En cuanto a las capacidades militares: lo que cuenta es el gatillo.*6

Históricamente, el autócrata era más libre y -como en el caso especial de los monarcas tradicionales en pequeños principados- en algunos casos tenía la piel en el juego para mejorar el lugar, más que un funcionario elegido cuya función objetiva es mostrar ganancias en papel. Este no es el caso en los tiempos modernos, ya que los dictadores, conscientes de que su tiempo puede ser limitado, se dedican a saquear el lugar y a transferir activos a sus cuentas bancarias en Suiza, como en el caso de la familia real saudí.

NO SE MUEVA LA BUROCRACIA

De manera más general:

No se puede confiar en las personas cuya supervivencia depende de las “evaluaciones de trabajo” cualitativas de alguien de mayor rango en una organización para tomar decisiones críticas.

Aunque los empleados son fiables por diseño, sigue siendo cierto que no se puede confiar en ellos a la hora de tomar decisiones, decisiones difíciles, cualquier cosa que implique compromisos serios. Tampoco pueden enfrentarse a las emergencias, a menos que se dediquen a ellas, por ejemplo, los bomberos. El empleado tiene una función objetivo muy simple: cumplir las tareas que su supervisor considera necesarias o satisfacer alguna métrica jugable. Si el empleado, al llegar al trabajo por la mañana, descubre el potencial de grandes oportunidades, digamos la venta de productos contra la diabetes a los visitantes prediabéticos de Arabia Saudí, no puede detenerse y empezar a explotarlo si está oficialmente en el negocio de las lámparas, vendiendo candelabros a las viudas anticuadas de Park Avenue.

Por tanto, aunque un empleado esté aquí para prevenir una emergencia, si hay un cambio de plan, el empleado está atascado. Si bien esta parálisis puede producirse porque el reparto de responsabilidades provoca una grave dilución, existe otro problema de escala.

Vimos el efecto con la guerra de Vietnam. La mayoría de la gente (más o menos) creía que ciertos cursos de acción eran absurdos, pero era más fácil continuar que detenerse, sobre todo porque siempre se puede inventar una historia que explique por qué continuar es mejor que detenerse (la historia de las uvas agrias que ahora se conoce como disonancia cognitiva). Hemos sido testigos del mismo problema en la actitud de Estados Unidos hacia Arabia Saudí. Desde el atentado contra el World Trade Center (en el que la mayoría de los atacantes eran ciudadanos saudíes) está claro que alguien en ese reino no partidista tuvo algo que ver -de alguna manera- en el asunto. Pero ningún burócrata, temeroso de las interrupciones petroleras, tomó la decisión correcta; en cambio, se respaldó la absurda invasión de Irak porque parecía más sencilla.

Desde 2001, la política de lucha contra los terroristas islámicos ha sido, por decirlo de forma educada, una especie de tratamiento de los síntomas sin tener en cuenta la enfermedad. Los responsables políticos y los burócratas de pensamiento lento han dejado crecer estúpidamente el terrorismo ignorando sus raíces, porque ese no era el camino óptimo para sus trabajos, aunque fuera óptimo para el país. Así que hemos perdido una generación: alguien que fue a la escuela primaria en Arabia Saudí (nuestro “aliado”) después del 11 de septiembre es ahora un adulto, adoctrinado en la creencia y el apoyo a la violencia salafí, y por tanto animado a financiarla. Peor aún, los wahabíes han acelerado su lavado de cerebro a los asiáticos orientales y occidentales con sus madrasas, gracias a los altos ingresos del petróleo. En lugar de invadir Irak o de hacer explotar a “Jihadi John” y a otros terroristas individuales, provocando así una multiplicación de estos agentes, habría sido mejor centrarse en el origen de los problemas: La educación wahabí/salafí y la promoción de creencias intolerantes según las cuales un chiíta o un ezidi o un cristiano son personas desviadas. Pero, repito, esta no es una decisión que pueda tomar una colección de burócratas con una descripción de trabajo.

Lo mismo ocurrió en 2009 con los bancos. En el Prólogo 1 dije que la administración de Obama era cómplice del comercio de Bob Rubin. Tenemos muchas pruebas de que tenían miedo de sacudir el barco y contradecir a los compinches.

Si comparamos estas políticas con otras en las que los responsables de la toma de decisiones se juegan el pellejo en lugar de su “evaluación anual del trabajo”, nos imaginamos un mundo diferente.

SIGUIENTE

A continuación, hablemos del talón de Aquiles del libre que no es tan libre.

*1 El sistema de titularidad académica está pensado para dar a las personas la seguridad de expresar sus opiniones libremente. Sin embargo, la titularidad se otorga (en las disciplinas ideológicas, como las “humanidades” y las ciencias sociales) a los sumisos que siguen el juego y han dado pruebas de esa domesticación. No funciona.

*2 En algunos países, los ejecutivos y los mandos intermedios reciben prebendas como un coche (bajo el disfraz de una subvención fiscal), que son cosas en las que el empleado no gastaría su dinero si le dieran dinero en efectivo (lo más probable es que ahorre los fondos); hacen que el empleado sea aún más dependiente.

*3 La Fontaine: Il importe si bien, que de tous vos repas /Je ne veux en aucune sorte, /Et ne voudrais pas même à ce prix un trésor./ Cela dit, maître Loup s’enfuit, et court encor.

*4 No puedo resistirme a esta historia. Una vez recibí una carta de una persona del sector financiero con la siguiente petición “Estimado Sr. Taleb, soy un estrecho seguidor de su trabajo, pero me siento obligado a darle un consejo. Un intelectual como usted ganaría mucho en influencia si evitara utilizar un lenguaje soez”. Mi respuesta fue muy breve: “f*** off”.

*5 Mi amigo Rory Sutherland (el mismo Rory) me explicó que algunos representantes corporativos más inteligentes tenían la estrategia de maldecir mientras hablaban con los periodistas, de forma que indicaban que estaban transmitiendo la verdad, no recitando algún mantra de la empresa.

*6 El sufragio universal no cambió mucho la historia: hasta hace poco, el conjunto de personas elegidas en las llamadas democracias se limitaba a un club de personas de clase alta a las que les importaba mucho, mucho menos, la prensa. Pero con una mayor movilidad social, irónicamente, un mayor número de personas podía acceder a la reserva de políticos, y perder sus puestos de trabajo. Y progresivamente, al igual que con las corporaciones, se empieza a reunir a gente con un mínimo de valor, y seleccionada porque no tiene valor, como en una corporación normal.

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Cómo ser un delator-James Bond no es un sacerdote jesuita, pero es un soltero-También lo son el profesor Moriarty y Sherlock Holmes-Inteligencia total en la empresa de relaciones públicas Ketchum-Poniendo la piel a los terroristas

UNA HIPOTECA Y DOS GATOS

Imagínese que trabaja para una empresa que produce un daño (hasta ahora) oculto a la comunidad, al ocultar una propiedad cancerígena que mata a miles de personas por un efecto que no es (todavía) totalmente visible. Podrías alertar al público, pero perderías automáticamente tu trabajo. Existe el riesgo de que los malvados científicos de la empresa te desmientan, causando una humillación adicional. Usted sabe lo que los tramposos de Monsanto le hicieron al científico francés Gilles-Éric Séralini, quien, hasta que ganó su demanda por difamación, vivió en total desgracia científica, el equivalente reputacional de la lepra. O la noticia va y viene y puede acabar siendo ignorada. Usted está familiarizado con la historia de los denunciantes, que muestra que incluso si usted termina siendo reivindicado, puede tomar tiempo para que la verdad emerja por encima del ruido creado por los farsantes corporativos. Mientras tanto, usted pagará el precio. Una campaña de desprestigio contra usted destruirá cualquier esperanza de conseguir otro trabajo.

Tienes nueve hijos, un padre enfermo, y como resultado de tomar una posición, el futuro de tus hijos puede verse comprometido. Sus esperanzas universitarias se evaporarán; incluso puede que tengas problemas para alimentarlos adecuadamente. Se encuentra en un grave conflicto entre su obligación con el colectivo y con su progenie. Te sientes parte del crimen y, a menos que hagas algo, eres un agente: miles de personas están muriendo por el envenenamiento oculto de la corporación. Ser ético tiene un enorme coste para los demás.

En la película de James Bond , Spectre, el agente Bond se encontró luchando -por su cuenta, al estilo delator- contra una conspiración de fuerzas oscuras que se apoderaron del servicio británico, incluidos sus supervisores. Q, que construyó el nuevo coche de lujo y otros artilugios para él, cuando se le pidió ayuda contra la conspiración, dijo: “Tengo una hipoteca y dos gatos” -en broma, por supuesto, porque acabó arriesgando la vida de sus dos gatos para luchar contra los malos.

A la sociedad le gusta que los santos y los héroes morales sean célibes, para que no tengan presiones familiares que les obliguen a enfrentarse al dilema de tener que comprometer su sentido de la ética para alimentar a sus hijos. Todo el género humano, algo bastante abstracto, se convierte en su familia. Algunos mártires, como Sócrates, tuvieron hijos pequeños (aunque él tenía más de setenta años), y superaron el dilema a costa de ellos.*1 Muchos no pueden.

La vulnerabilidad de los cabezas de familia ha sido notablemente explotada en la historia. Los samuráis tenían que dejar a sus familias en Edo como rehenes, garantizando así a las autoridades que no tomarían posiciones contra los gobernantes. Los romanos y los hunos tenían la práctica de intercambiar “visitantes” permanentes, los hijos de los gobernantes de ambos bandos, que crecían en las cortes de la nación extranjera en una forma de cautiverio dorado.

Los otomanos recurrían a los jenízaros, que eran extraídos de bebés de familias cristianas y nunca se casaban. Al no tener familia (o no tener contacto con su familia), estaban totalmente entregados al sultán.

No es ningún secreto que las grandes empresas prefieren a las personas con familia; las que tienen un riesgo a la baja son más fáciles de poseer, sobre todo cuando se ahogan bajo una gran hipoteca.

Y, por supuesto, la mayoría de los héroes de ficción, como Sherlock Holmes o James Bond, no tienen el estorbo de una familia que pueda convertirse en objetivo de, por ejemplo, el malvado profesor Moriarty.

Vayamos un paso más allá.

Para tomar decisiones éticas no puedes tener dilemas entre lo particular (amigos, familia) y lo general.

El celibato ha sido una forma de obligar a los hombres a poner en práctica ese heroísmo: por ejemplo, la antigua secta rebelde de los esenios era célibe. Así que, por definición, no se reproducían, a menos que se considere que su secta mutó para fusionarse con lo que hoy se conoce como cristianismo. Un requisito de celibato podría ayudar con las causas rebeldes, pero no es la mejor manera de multiplicar tu secta a través de los tiempos.

La independencia financiera es otra forma de resolver los dilemas éticos, pero dicha independencia es difícil de comprobar: muchas personas aparentemente independientes no lo son especialmente. Mientras que, en la época de Aristóteles, una persona con medios independientes era libre de seguir su conciencia, esto ya no es tan común en los tiempos modernos.

La libertad intelectual y ética requiere la ausencia de la piel de los demás en el juego de uno, por eso los libres son tan raros. No puedo imaginarme al activista Ralph Nader, cuando era el objetivo de las grandes compañías automovilísticas, criando una familia con 2,2 hijos y un perro.

Pero ni el celibato ni la independencia financiera le hacen a uno incondicionalmente inmune, como vemos a continuación.

ENCONTRAR VULNERABILIDADES OCULTAS

Hasta ahora hemos visto que la exigencia del celibato es prueba suficiente de que la sociedad, tradicionalmente, ha estado penalizando implícitamente a alguna capa de un colectivo por las acciones de una persona. Esto nunca se hace de forma explícita: nadie dice: “Voy a castigar a tu familia porque estás criticando a las grandes empresas agroquímicas”, cuando en realidad esto es lo que ocurre en la práctica cuando se amenaza con la reducción del volumen de los objetos bajo el árbol de Navidad, o la degradación de la calidad de los alimentos en la nevera.

Tengo dinero a raudales, así que parece que soy totalmente independiente (aunque estoy seguro de que mi independencia no está relacionada con mis finanzas). Pero hay personas que me importan y que pueden verse afectadas por mis acciones, y los que quieren perjudicarme pueden ir a por ellas. En la campaña contra mí emprendida por Big Ag, las empresas de relaciones públicas (contratadas para desacreditar a los escépticos del riesgo de los transgénicos) no pudieron amenazar mi medio de vida. Tampoco podían etiquetarme con la etiqueta de “anticiencia” (la parte central de su arsenal) ya que tengo un historial de defensa del rigor probabilístico en la ciencia expresado en lenguaje técnico, y varios millones de lectores que entienden mi razonamiento. Ahora es un poco tarde para eso. De hecho, al crear analogías entre algunos pasajes escogidos de mis escritos sacados de contexto y los del gurú de la nueva era Deepak Chopra, han hecho que algunas personas sospechen que Chopra era un lógico, una aplicación de la regla de Wittgenstein*2 Al medir la mesa con una regla, ¿estoy midiendo la regla o midiendo la mesa? Las comparaciones rebuscadas tienen más posibilidades de desacreditar al comentarista que al comentado.

Así que estas empresas de relaciones públicas recurrieron a acosar al personal de la Universidad de Nueva York mediante el uso de web-mobs para inundarles de correos electrónicos, lo que incluye abrumar a un asistente indefenso y a personas que no tenían ni idea de que yo trabajaba para la universidad, ya que sólo estoy allí a tiempo parcial. Este método -de golpearte donde creen que te duele- implica golpear a personas de tu entorno que son más vulnerables que tú. General Motors, en la campaña contra Ralph Nader (que descubrió defectos en sus productos), desesperada por detenerlo, recurrió a acosar a Rose Nader, su madre, llamándola a las tres de la mañana, en los días en que era difícil rastrear una llamada telefónica. Evidentemente, la intención era que Ralph Nader se sintiera culpable de perjudicar a su propia madre. Resultó que la propia Rose Nader era una activista y se sintió halagada por las llamadas (al menos no se quedó fuera de la batalla).

Tengo el privilegio de tener otros enemigos que la Gran Agricultura. Hace un par de años, una universidad del Líbano me ofreció un doctorado honorífico. Acepté por respeto, en contra de mi costumbre de rechazar los honores, (en gran parte) porque me aburro mucho durante las ceremonias. Además, según mi experiencia, las personas que recogen doctorados honoríficos suelen ser conscientes de la jerarquía, y me atengo al mandato de Catón: prefería que le preguntaran por qué no tenía una estatua a por qué la tenía. El personal de la universidad se convirtió automáticamente en el blanco de mis detractores, de los simpatizantes salafistas entre el alumnado y de la gente a la que le molestaba mi entusiasmo y mi defensa del islam chiíta, y mi deseo de devolver al Líbano al Mediterráneo oriental, al mundo grecorromano al que pertenece tangiblemente, lejos de la desastrosa y ficticia construcción llamada arabismo. Visiblemente, los decanos y presidentes de universidades son mucho más vulnerables que las personas independientes, y los animales saben dónde está la debilidad. Por la regla de la minoría, basta con que un número muy pequeño de detractores utilice palabras de moda fuera de lugar del tipo que hace que la gente se encoge (como “racista”) para asustar a toda una institución. Las instituciones son empleados, empleados vulnerables y conscientes de su reputación. Ser salafí no es una raza, sino un movimiento político-organización criminal, pero la gente teme tanto ser tachada de racista que pierde sus facultades lógicas. Pero al final los esfuerzos de los detractores no sirvieron de nada: por un lado, yo no puedo salir perjudicado; por otro, la universidad tendría más que perder con la retirada de un honor que con el acoso de panarabistas y salafistas.

Estos métodos para perseguir a las personas vulnerables asociadas a ti acaban siendo ineficaces. Por un lado, la gente odiosa (y los simpatizantes salafistas) suelen ser tontos, junto con la gente que sólo actúa en tropel. Además, quienes se dedican al desprestigio como profesión son necesariamente incompetentes en todo lo demás -por tanto, también en ese negocio-, por lo que el sector acumula rechazos propensos a los estirones éticos. ¿Alguno de tus compañeros de instituto, inteligente en los negocios, con conocimientos de la calle o académicamente dotado, declaró que su sueño era convertirse en el experto mundial en desprestigiar a los denunciantes? ¿O incluso trabajar como lobistas o expertos en relaciones públicas? Estos trabajos son indicativos de un necesario fracaso en otras cosas.

Además:

Para estar libre de conflictos es necesario no tener amigos.

Por eso se dice que Cleón renunció a todas sus amistades durante su mandato.

Hasta ahora hemos visto que el vínculo entre el individuo y la colectividad es demasiado difuso para interpretarlo ingenuamente. Así que consideremos la situación clásica del terrorista que se cree inmune al daño.

CÓMO PONER LA PIEL EN EL JUEGO DE LOS TERRORISTAS SUICIDAS

¿Puede alguien castigar a una familia por los crímenes de un individuo? Las escrituras son autocontradictorias: se pueden obtener ambas respuestas del Antiguo Testamento. Éxodo y Números muestran a Dios “visitando la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera o cuarta generación”. El Deuteronomio hace una separación: “Los padres no serán condenados a muerte por sus hijos, ni los hijos serán condenados a muerte por sus padres. Cada uno morirá por su propio pecado”. Aún hoy la cuestión no está totalmente resuelta, ni la respuesta es clara. Uno no es responsable de las deudas de sus padres, pero los contribuyentes alemanes siguen siendo responsables de las reparaciones de guerra por los crímenes cometidos por sus abuelos y bisabuelos. E incluso en la antigüedad, cuando la deuda era una carga que atravesaba las generaciones, la respuesta no era clara: había un mecanismo de equilibrio de limpieza periódica (literal) de la pizarra, con la condonación de la deuda en el jubileo.

Sin embargo, la respuesta es clara en el caso del terrorismo. La norma debería ser: Tú matas a mi familia con supuesta impunidad; yo haré que la tuya pague algún precio indirecto por ello. La responsabilidad indirecta no forma parte de la metodología estándar de crimen y castigo de una sociedad civilizada, pero enfrentarse a los terroristas (que amenazan a inocentes) tampoco es estándar. Porque rara vez en la historia nos hemos enfrentado a una situación en la que el autor de un crimen tenga una recompensa completamente asimétrica y una ventaja de la propia muerte.*3

El código de Hammurabi realmente hace una disposición de este tipo, transfiriendo la responsabilidad a través de las generaciones. Pues, en esa misma estela de basalto rodeada de palos de selfie coreanos, está escrito lo siguiente*"*Si el arquitecto construyó una casa y la casa se derrumba posteriormente, matando al hijo primogénito del maestro, el hijo primogénito del arquitecto será condenado a muerte”. El individuo, tal como lo entendemos hoy, no existía como unidad autónoma; la familia sí.

Los gitanos tienen reglas que durante mucho tiempo han permanecido opacas para los forasteros; probablemente no fue hasta la película Vengo (2000) que el público en general descubrió una oscura costumbre entre las tribus gitanas. En el caso de que un miembro de una familia mate a un miembro de otra, un pariente directo del asesino será entregado a la familia de la víctima.

La inusual molestia con el terrorismo yihadista es que estamos totalmente indefensos frente a un iluso dispuesto a matar a decenas de inocentes sin ninguna contrapartida real, es decir, sin piel en el juego. En el norte de Fenicia, los alauitas son aterrorizados por salafistas que llevan chaquetas llenas de bombas que pueden activar en un lugar público. No hay casi ninguna forma de “atraparlos” sin activarlos. Matarlos en el acto da lugar a falsos positivos, pero no podemos permitirnos falsos negativos. Como resultado, tenemos casos de ciudadanos privados que acorralan y “abrazan” a los supuestos auto-bombarderos en lugares donde la detonación sería menos dañina. Se trata de una forma de bombardeo contrasuicida.

Los castigos comunitarios explícitos pueden utilizarse donde otros métodos de justicia han fracasado, siempre que no se basen en una reacción emocional, sino en un método de justicia bien definido antes del suceso, de modo que se convierta en un elemento disuasorio. Quien se sacrifica por un beneficio percibido para un determinado colectivo necesita un elemento disuasorio, por lo que es una forma de inyección de piel en el juego donde no hay otros métodos. Y la piel es visible: ese mismo colectivo.

La única forma que nos queda para controlar a los terroristas suicidas sería precisamente convencerles de que inmolarse no es el peor escenario para ellos, ni el escenario final. Hacer que sus familias y seres queridos soporten una carga financiera -al igual que los alemanes siguen pagando por los crímenes de guerra- añadiría inmediatamente consecuencias a sus acciones. La pena debe calibrarse adecuadamente para que sea un verdadero desincentivo, sin impartir ninguna sensación de heroísmo o martirio a las familias en cuestión.

Pero me siento mal por transferir un crimen de una unidad, un individuo, a otra, un colectivo. Lo que no me parece mal es impedir que la familia de los autores de actos terroristas se beneficie de esos actos -muchos grupos terroristas recompensan a las familias de los terroristas suicidas, y esto puede terminarse sin ningún dilema ético.

SIGUIENTE

En los dos últimos capítulos hemos examinado lo bueno y lo malo de la dependencia y las limitaciones de nuestras libertades derivadas de la participación en el juego. A continuación, examinemos las emociones (del tipo correcto) de la asunción de riesgos.

*1 En la Apología de Platón , Sócrates se comportó como un mensch: “Yo, señor, tengo una familia, usted lo sabe, y no nací ‘de roble o de roca’"-esto es de nuevo una expresión de Homero-“sino de seres humanos, de modo que también tengo una familia, y de hecho hijos, hombres de Atenas, tres de ellos, uno ya adolescente y dos que son niños. Pero, no obstante, no te rogaré que me absuelvas trayendo a alguno de ellos aquí”.

*2 En Fooled by Randomness.

*3 La narrativa actual es que los terroristas creen que van a ir al cielo y se encontrarán con vírgenes que se parecen a sus vecinos de al lado. No es del todo cierto: muchos sólo buscan una muerte percibida como heroica, o para impresionar a sus amigos. El deseo de ser un héroe puede ser bastante cegador.

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Cómo vestirse leyendo a Borges y Proust-Hay muchas formas de convencer con un picahielos-Consejos de obispos discutidores-Teosis-Por qué ganará Trump (de hecho ganó)

Una vez me senté en una cena en una gran mesa redonda frente a un tipo cortés llamado David. El anfitrión era un físico, Edgar C., en su club de Nueva York, una especie de club literario en el que, excepto David, casi todo el mundo iba vestido como gente que, o bien leía a Borges y a Proust, o bien quería ser conocido como lector de Borges y de Proust, o simplemente le gustaba pasar tiempo con gente que leía a Borges y a Proust (pana, ascot, zapatos de ante, o simplemente traje de negocios). En cuanto a David, iba vestido como alguien que no sabía que las personas que leen a Borges y Proust deben vestirse de una determinada manera cuando se reúnen. En algún momento de la cena, David sacó inesperadamente un picahielos y se lo hizo atravesar en la mano. No tenía ni idea de a qué se dedicaba el tipo, ni sabía que Edgar se dedicaba a la magia como pasatiempo secundario. Resultó que el David en cuestión era mago (se llama David Blaine), y que era muy famoso.

Sabía muy poco sobre los magos, suponía que todo se trataba de ilusiones ópticas, el problema central inverso que mencionamos en el Prólogo 2 y que hace más fácil la ingeniería que la ingeniería inversa. Pero algo me llamó la atención al final de la fiesta. David estaba de pie junto al guardarropa usando un pañuelo para absorber las gotas de sangre que salían de su mano.

Así que el tipo estaba realmente haciendo pasar un picahielo por su mano, con todos los riesgos que eso conllevaba. De repente se convirtió en otra persona a mis ojos. Ahora era real. Corría riesgos. Se arriesgaba, se jugaba la vida.

Volví a encontrarme con él unos meses más tarde y, al intentar darle la mano, me di cuenta de que tenía una cicatriz donde el picahielo había salido de su mano.

JESÚS FUE UN ARRIESGADO

Esto me permitió finalmente entender este asunto de la Trinidad. La religión cristiana, a lo largo de Calcedonia, Nicea y otros concilios ecuménicos y varios sínodos de obispos discutidores, siguió insistiendo en la doble naturaleza de Jesucristo. Sería teológicamente más sencillo si Dios fuera dios y Jesús fuera hombre, como un profeta más, tal y como lo ve el Islam, o como lo ve el judaísmo con Abraham. Pero no, tenía que ser a la vez hombre y dios; la dualidad es tan central que se repite a través de todo tipo de refinamiento: si la dualidad permitía compartir la misma sustancia (ortodoxia), la misma voluntad (monotelitas), la misma naturaleza (monofisitas). La trinidad es lo que hizo que otros monoteístas vieran rastros de politeísmo en el cristianismo, y que muchos cristianos que cayeron en manos del Estado Islámico fueran decapitados.

Así que parece que los fundadores de la iglesia realmente querían que Cristo tuviera la piel en el juego; él realmente sufrió en la cruz, se sacrificó y experimentó la muerte. Era un hombre que corría riesgos. Y, lo que es más importante para nuestra historia, se sacrificó por el bien de los demás. Un dios desprovisto de humanidad no puede participar en el juego de esa manera, no puede sufrir realmente (o, si lo hace, esa redefinición de un dios inyectado con una naturaleza humana respaldaría nuestro argumento). Un dios que no sufriera realmente en la cruz sería como un mago que realizara una ilusión, no alguien que realmente sangrara tras deslizar un picahielo entre sus huesos carpianos.

La Iglesia Ortodoxa va más allá, haciendo que la parte humana fluya hacia arriba en lugar de hacia abajo. El obispo del siglo IV, Atanasio de Alejandría, escribió: “Jesucristo se encarnó para que nosotros pudiéramos ser hechos Dios” (el énfasis es mío). Es el propio carácter humano de Jesús el que nos permite a los mortales acceder a Dios y fundirnos con él, formar parte de él, para participar de lo divino. Esa fusión se llama teosis. La naturaleza humana de Cristo hace posible lo divino para todos nosotros.*1

LA VAGA DE PASCAL

Este argumento (que la vida real es una toma de riesgos) revela la debilidad teológica de la apuesta de Pascal, que estipula que creer en el creador tiene una recompensa positiva en caso de que realmente exista, y ninguna desventaja en caso de que no exista. Por lo tanto, la apuesta sería creer en Dios como una opción libre. Pero no hay opciones libres. Si se sigue la idea hasta su final lógico, se puede ver que propone la religión sin piel en el juego, convirtiéndola en una actividad puramente académica y estéril. Pero lo que se aplica a Jesús debería aplicarse también a otros creyentes. Veremos que, tradicionalmente, no hay religión sin algo de piel en el juego.

LA MATRIZ

Los filósofos, a diferencia de los obispos, igualmente argumentativos pero mucho más sofisticados (y más vistosamente vestidos), no entienden el punto con su experimento mental de la máquina de la experiencia. El procedimiento es el siguiente. Sencillamente, te sientas en un aparato y un técnico te enchufa unos cables en el cerebro, tras lo cual te sometes a una “experiencia”. Se siente exactamente como si un evento tuviera lugar, excepto que todo ocurrió en la realidad virtual; todo fue mental. Por desgracia, una experiencia de este tipo nunca tendrá la misma categoría que la real: sólo un filósofo académico que nunca se arriesgó puede creer en semejante disparate. ¿Por qué?

Porque, repito, la vida es sacrificio y asunción de riesgos, y nada que no implique una cantidad moderada de lo primero, bajo la restricción de satisfacer lo segundo, se acerca a lo que podemos llamar vida. Si no se asume un riesgo de daño real, reparable o incluso potencialmente irreparable, de una aventura, ésta no es una aventura.

Nuestro argumento -que lo real requiere peligro- puede llevar a sutilezas sobre el problema mente-cuerpo, pero no se lo diga a su filósofo local.

Ahora bien, se puede argumentar: una vez dentro de la máquina, puedes creer que tienes piel en el juego, y experimentar los dolores y las consecuencias como si estuvieras viviendo el daño real. Pero esto es una vez dentro, no fuera, y no hay riesgo de daños irreversibles, cosas que perduran y hacen que el tiempo fluya en una dirección y no en otra. La razón por la que un sueño no es la realidad es que cuando te despiertas de repente al caer de un rascacielos chino, la vida continúa, y no hay barrera absorbente, el nombre matemático de ese estado irreversible que discutiremos ampliamente en el capítulo 19, junto con la ergodicidad, el concepto más poderoso que conozco.

A continuación, consideremos los beneficios de la señalización de los defectos manifiestos.

EL DONALD

Tengo tendencia a ver la televisión con el sonido apagado. Cuando vi a Donald Trump en las primarias republicanas junto a otros candidatos, tuve la certeza de que iba a ganar esa etapa del proceso, sin importar lo que dijera o hiciera. En realidad, fue porque tenía deficiencias visibles. ¿Por qué? Porque era real, y el público -compuesto por personas que suelen asumir riesgos, no por los analistas sin vida que no asumen riesgos que presentaremos en el próximo capítulo- votaría en cualquier momento por alguien que realmente sangrara después de ponerse un picahielo en la mano en lugar de alguien que no lo hiciera. Los argumentos de que Trump fue un empresario fracasado, incluso si son ciertos, en realidad apuntalan este argumento: incluso se prefiere tener una persona real fracasada que una exitosa, ya que las manchas, cicatrices y defectos de carácter aumentan la distancia entre un humano y un fantasma.*2

Las cicatrices señalan la piel en el juego.

Y

La gente puede detectar la diferencia entre los operadores de front-office y los de back-office.

SIGUIENTE

Antes de terminar, toma un poco de la sabiduría de Fat Tony: haz siempre más de lo que hablas. Y precede la charla con la acción. Porque siempre se mantendrá que la acción sin hablar supera a la charla sin acción.

De lo contrario, se parecerá a la persona que exponemos en el próximo capítulo (que esperamos que ofenda a muchos “intelectuales”), la insidiosa enfermedad de los tiempos modernos: personas de back-office (es decir, personal de apoyo) que actúan como de front-office (generadores de negocio).

*1 “El Hijo de Dios comparte nuestra naturaleza para que nosotros podamos compartir la suya; así como nos tiene en Él, nosotros lo tenemos a Él en nosotros” -Crisóstomo

*2 Observo que incluso el hecho de que Trump se expresara de forma poco convencional era una señal de que nunca antes había tenido un jefe, ningún supervisor al que convencer, impresionar o buscar la aprobación: las personas que han sido empleadas son más cuidadosas en la elección de sus palabras.

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Gente que no tiene piel en el juego-Las fobias a los lípidos-Enseñar a un profesor a levantar peso muerto

Lo que vimos en todo el mundo de 2014 a 2018, desde la India hasta el Reino Unido y Estados Unidos, fue una rebelión contra el círculo interno de “oficinistas” y periodistas-insiders que no tienen piel en el juego, esa clase de expertos paternalistas semi-intelectuales con alguna educación de la Ivy League, Oxford-Cambridge o similar, que nos dicen al resto 1) qué hacer, 2) qué comer, 3) cómo hablar, 4) cómo pensar y… 5) a quién votar.

DÓNDE ENCONTRAR UN COCO

Pero el problema es el tuerto que sigue al ciego: estos autodenominados miembros de la “intelligentsia” no pueden encontrar un coco en la Isla del Coco, lo que significa que no son lo suficientemente inteligentes como para definir la inteligencia, y por lo tanto caen en circularidades: su principal habilidad es la capacidad de aprobar exámenes escritos por gente como ellos, o de escribir trabajos leídos por gente como ellos. Algunos de nosotros -no el Gordo Tony- hemos estado ciegos ante su incompetencia en serie. Con estudios de psicología que se replican menos del 40 por ciento de las veces, consejos dietéticos que se revierten después de treinta años de fobia a las grasas en la dieta, macroeconomía y economía financiera (aunque atrapadas en un intrincado parche de palabras) científicamente peores que la astrología (esto es lo que el lector del Incerto ha sabido desde Fooled by Randomness), el nuevo nombramiento de Bernanke (en 2010) que no tenía ni idea del riesgo financiero como jefe de la Reserva Federal, y los ensayos farmacéuticos que se replican en el mejor de los casos sólo un tercio de las veces, la gente tiene perfecto derecho a confiar en sus propios instintos ancestrales y a escuchar a sus abuelas (o a Montaigne y a ese conocimiento clásico filtrado), que tienen un mejor historial que estos matones de la política.

CIENCIA Y CIENTIFICISMO

De hecho, uno puede ver que estos académicos-burócratas que se sienten con derecho a dirigir nuestras vidas ni siquiera son rigurosos, ya sea en las estadísticas médicas o en la elaboración de políticas. No saben distinguir la ciencia del cientificismo; de hecho, a sus ojos el cientificismo parece más científico que la ciencia real. Por ejemplo, es trivial demostrar lo siguiente: gran parte de lo que los tipos Cass Sunstein y Richard Thaler -los que quieren “empujarnos” hacia algún comportamiento-, gran parte de lo que clasificarían como “racional” o “irracional” (o algunas categorías similares que indican la desviación de un protocolo deseado o prescrito), proviene de su incomprensión de la teoría de la probabilidad y del uso cosmético de los modelos de primer orden. También tienden a confundir el conjunto con la agregación lineal de sus componentes, es decir, creen que nuestra comprensión de los individuos individuales nos permite entender las multitudes y los mercados, o que nuestra comprensión de las hormigas nos permite entender las colonias de hormigas.

El Intelectual Aunque Idiota (IYI) es un producto de la modernidad, de ahí que haya proliferado desde al menos mediados del siglo XX, hasta alcanzar un supremacía local en la actualidad, hasta el punto de que hemos experimentado una toma de posesión por parte de personas sin piel en el juego. En la mayoría de los países, el papel del gobierno es entre cinco y diez veces mayor que hace un siglo (expresado en porcentaje del producto interior bruto). La IYI parece omnipresente en nuestras vidas, pero sigue siendo una pequeña minoría y rara vez se la ve fuera de los medios especializados, los grupos de reflexión, los medios de comunicación y los departamentos universitarios de ciencias sociales; la mayoría de la gente tiene trabajos adecuados y no hay muchas vacantes para la IYI, lo que explica cómo pueden ser tan influyentes a pesar de su escaso número.

El IYI patologiza a los demás por hacer cosas que no entiende sin darse cuenta nunca de que es su comprensión la que puede ser limitada. Piensa que la gente debe actuar según sus intereses y él conoce sus intereses, sobre todo si son “paletos” o de la clase inglesa sin vocales que votó por el Brexit. Cuando los plebeyos hacen algo que tiene sentido para ellos mismos, pero no para él, el IYI utiliza el término “inculto”. Lo que generalmente llamamos participación en el proceso político, él lo llama con dos denominaciones distintas: “democracia” cuando se ajusta a la IYI, y “populismo” cuando los plebeyos se atreven a votar de una manera que contradice las preferencias de la IYI. Mientras que los ricos creen en un dólar de impuestos un voto, los más humanistas en un hombre un voto, Monsanto en un lobista un voto, la IYI cree en un título de la Ivy League un voto, con alguna equivalencia para las escuelas de élite y los doctorados extranjeros, ya que éstos son necesarios en el club.

Son lo que Nietzsche llamó Bildungsphilisters: filisteos educados. Tengan cuidado con el erudito que se cree erudito, así como con el barbero que decide hacer cirugía cerebral.

La IYI tampoco detecta de forma natural los sofismas.

INTELECTUAL PERO FILISTEO

El IYI está suscrito a The New Yorker, una revista diseñada para que los filisteos aprendan a fingir una conversación sobre la evolución, la neurología, los sesgos cognitivos y la mecánica cuántica. Nunca maldice en las redes sociales. Habla de “igualdad de razas” e “igualdad económica”, pero nunca sale de copas con un taxista de una minoría (de nuevo, no se juega nada, ya que, repetiré hasta quedarme afónico, el concepto es fundamentalmente ajeno al AII). El IYI moderno ha asistido a más de una charla TED en persona o ha visto más de dos charlas TED en YouTube. No sólo votó a Hillary Monsanto-Malmaison porque parecía elegible o algún razonamiento circular de este tipo, sino que sostiene que cualquiera que no lo haya hecho es un enfermo mental.

El IYI confunde Oriente Próximo (antiguo Mediterráneo Oriental) con Oriente Medio.

El IYI tiene un ejemplar de la primera edición de tapa dura de El cisne negro en su estantería, pero confunde la ausencia de pruebas con la evidencia de la ausencia. Cree que los OGM son “ciencia”, que su “tecnología” está en la misma clase de riesgo que la cría convencional.

Normalmente, el IYI acierta en la lógica de primer orden, pero no en los efectos de segundo orden (o superiores), lo que le hace totalmente incompetente en los dominios complejos.

La IYI se ha equivocado, históricamente, sobre el estalinismo, el maoísmo, los transgénicos, Irak, Libia, Siria, las lobotomías, la planificación urbana, las dietas bajas en carbohidratos, las máquinas de gimnasio, el conductismo, las grasas trans, el freudismo, la teoría de la cartera, la regresión lineal, el JMAF (jarabe de maíz de alta fructosa), el gaussianismo, el salafismo, los modelos de equilibrio dinámico estocástico, los proyectos de viviendas, las carreras de maratón, los genes egoístas, los modelos de previsión electoral, Bernie Madoff (antes de la explosión) y los valores p. Pero sigue convencido de que su posición actual es la correcta.*1

NUNCA ME HE EMBORRACHADO CON RUSOS

El IYI se afilia a un club para obtener privilegios de viaje; si es un científico social, utiliza las estadísticas sin saber cómo se derivan (como Steven Pinker y los psicolófagos en general); cuando está en el Reino Unido, va a festivales literarios y come sándwiches de pepino, tomando pequeños bocados a la vez; bebe vino tinto con el filete (nunca blanco); antes creía que las grasas alimentarias eran perjudiciales y ahora se ha retractado por completo (la información en ambos casos procede de la misma fuente); toma estatinas porque se lo dijo su médico; no entiende la ergodicidad y, cuando se la explican, la olvida al poco tiempo; no utiliza palabras en yiddish ni siquiera cuando habla de negocios; estudia la gramática antes de hablar un idioma; tiene un primo que trabajó con alguien que conoce a la Reina; nunca ha leído a Frédéric Dard, Libanius Antiochus, Michael Oakeshott, John Gray, Ammianus Marcellinus, Ibn Battuta, Saadia Gaon o Joseph de Maistre; nunca se ha emborrachado con rusos; nunca bebe hasta el punto de empezar a romper vasos (o, preferiblemente, sillas); ni siquiera sabe la diferencia entre Hécate y Hécuba (que en Brooklynese es “no puede distinguir la mierda de la shinola”); no sabe que no hay diferencia entre “pseudointelectual” e “intelectual” en ausencia de piel en el juego; ha mencionado la mecánica cuántica al menos dos veces en los últimos cinco años en conversaciones que no tenían nada que ver con la física.

Al IYI le gusta utilizar palabras de moda de la filosofía de la ciencia al discutir fenómenos no relacionados; va dos o tres niveles demasiado teóricos para un problema dado.

PARA CONCLUIR

El intelectual pero idiota sabe en todo momento lo que sus palabras o acciones hacen a su reputación.

Pero un marcador mucho más fácil: ni siquiera levanta peso muerto.*2

POSTSCRIPT

A partir de las reacciones a este capítulo (que se publicó antes de las elecciones presidenciales de 2016), descubrí que el típico IYI tiene dificultades, al leer, para diferenciar entre lo satírico y lo literal.

A continuación, nos dejamos de sátiras y volvemos al libro principal con el tema taaaan incomprendido de la desigualdad económica. Por IYIs.

*1 Los comentarios de Pareto son más duros que los míos sobre este tema.

*2 También los IYI piensan que esta crítica a los IYI significa que “todo el mundo es idiota”, sin darse cuenta de que su grupo representa, como hemos dicho, una minoría ínfima, pero no les gusta que se cuestione su sentido del derecho, y aunque tratan al resto de los humanos como inferiores, no les gusta que se gire la manguera hacia la dirección contraria (lo que los franceses llaman arroseur arrosé). Por ejemplo, el economista y psicólogo Richard Thaler, socio del peligroso übernudger defensor de los transgénicos Cass Sunstein, interpretó este artículo como si dijera que “no hay muchos no idiotas que no se llamen Taleb”, sin darse cuenta de que la gente como él es menos del 1 por ciento o incluso menos de la décima parte del 1 por ciento de la población.

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Lo estático y lo dinámico-Cómo quebrar y ser amado por los muchos-Igualdades de Piketty

DESIGUALDAD VS. DESIGUALDAD

Existe la desigualdad y la inequidad.

La primera es la desigualdad que la gente tolera, como la comprensión de uno mismo en comparación con la de personas consideradas héroes, digamos, Einstein, Miguel Ángel o el matemático recluso Grisha Perelman, en comparación con los cuales uno no tiene dificultad en reconocer un gran excedente. Esto se aplica a los empresarios, los artistas, los soldados, los héroes, el cantante Bob Dylan, Sócrates, el cocinero local más famoso del momento, algún emperador romano de buena reputación, digamos, Marco Aurelio; en resumen, aquellos por los que uno puede ser naturalmente un “fan”. Puede que te guste imitarlos, puede que aspires a ser como ellos, pero no estás resentido con ellos.

La segunda es la desigualdad que la gente encuentra intolerable porque el sujeto parece ser simplemente una persona como tú, excepto que ha estado jugando con el sistema, y se ha metido en la búsqueda de rentas, adquiriendo privilegios que no están justificados, y aunque tiene algo que a ti no te importaría tener (que puede incluir a su novia rusa), no es posible que te conviertas en un fanático. Esta última categoría incluye a los banqueros, los burócratas que se enriquecen, los ex senadores que se hacen pasar por la malvada empresa Monsanto, los directores ejecutivos bien afeitados que llevan corbata y las cabezas parlantes de la televisión que ganan primas exageradas. No sólo los envidias, sino que te indignas por su fama, y la visión de su coche caro o incluso semicaro provoca un sentimiento de amargura. Te hacen sentir más pequeño.*1

Puede haber algo disonante en el espectáculo de un esclavo rico.

La autora Joan C. Williams, en un perspicaz artículo, explica que la clase trabajadora estadounidense se siente impresionada por los ricos, como modelos de conducta, algo de lo que no se dan cuenta los medios de comunicación, que se comunican entre sí pero rara vez con los sujetos del mundo real, ya que imparten ideas normativas a la gente (“así es como deben pensar”). Michèle Lamont, autora de The Dignity of Working Men (La dignidad de los trabajadores ), citada por Williams, realizó una entrevista sistemática a estadounidenses de cuello azul y descubrió un resentimiento hacia los profesionales bien pagados, pero, inesperadamente, no hacia los ricos.

Se puede afirmar que el público estadounidense -en realidad, todos los públicos- detesta a las personas que ganan mucho dinero con un salario o, mejor dicho, a los asalariados que ganan mucho dinero. De hecho, esto se generaliza a otros países: hace unos años, los suizos, entre otros, organizaron un referéndum para una ley que limitaba los salarios de los directivos a un múltiplo fijo del salario más bajo. La ley no se aprobó, pero el hecho de que pensaran en estos términos es bastante significativo. Porque los mismos suizos tienen a los empresarios ricos, y a las personas que han obtenido su celebridad por otros medios, en cierto respeto.

Además, en los países en los que la riqueza proviene de la búsqueda de rentas, del clientelismo político o de la captura normativa (que, recuerdo al lector, es la forma en que los poderosos y los iniciados utilizan la normativa para estafar al público, o la burocracia para frenar la competencia), la riqueza se considera de suma cero.*2 Lo que Pedro obtiene se lo extrae a Pablo. Quien se enriquece lo hace a costa de los demás. En países como Estados Unidos, donde la riqueza puede provenir de la destrucción, la gente puede ver fácilmente que alguien que se enriquece no está sacando dólares de su bolsillo; lo más probable es que incluso esté poniendo algunos en el suyo. Por otra parte, la desigualdad, por definición, es de suma cero.

En este capítulo, propondré que lo que la gente resiente -o debería resentir- es la persona en la cima que no tiene piel en el juego, es decir, que por no asumir el riesgo que le corresponde, es inmune a la posibilidad de caer de su pedestal, salir de su categoría de ingresos o riqueza, y hacer cola fuera del comedor social. De nuevo, por ese motivo, los detractores de Donald Trump, cuando aún era candidato, no sólo malinterpretaron el valor de las cicatrices como señalización del riesgo, sino que tampoco se dieron cuenta de que, al publicitar su episodio de bancarrota y sus pérdidas personales de cerca de mil millones de dólares, eliminó el resentimiento (el segundo tipo de desigualdad) que la gente podía tener hacia él. Hay algo respetable en perder mil millones de dólares, siempre que sea tu propio dinero.

Además, alguien sin piel en el juego -digamos, un ejecutivo corporativo con ventajas y sin desventajas financieras (del tipo que habla claramente en las reuniones)- es pagado de acuerdo con algunas métricas que no reflejan necesariamente la salud de su empresa; éstas las puede manipular, ocultar los riesgos, obtener el bono, luego retirarse (o ir a hacer lo mismo en otra empresa) y culpar a su sucesor por los resultados posteriores.

De paso, también redefiniremos la desigualdad y situaremos la noción sobre bases más rigurosas. Pero primero tenemos que introducir la diferencia entre dos tipos de enfoques, el estático y el dinámico, ya que la piel en el juego puede transformar un tipo de desigualdad en otro.

Tomemos también las dos observaciones siguientes:

La verdadera igualdad es la igualdad en la probabilidad.

y

La piel en el juego evita que los sistemas se pudran.

LO ESTÁTICO Y LO DINÁMICO

Visiblemente, un problema de los economistas (sobre todo de los que nunca asumieron riesgos) es que tienen dificultades mentales con las cosas que se mueven y son incapaces de considerar que las cosas que se mueven tienen atributos diferentes de las que no lo hacen. Esa es la razón por la que la teoría de la complejidad y las colas gordas (que explicaremos unas páginas más abajo) son extrañas para la mayoría de ellos; también tienen (graves) dificultades con las intuiciones matemáticas y conceptuales necesarias para una teoría de la probabilidad más profunda. La ceguera a la ergodicidad, que empezaremos a definir unos párrafos más abajo, es, en efecto, en mi opinión, el mejor marcador que separa a un auténtico erudito que entiende algo sobre el mundo de un académico que participa en la redacción ritual de artículos.

Algunas definiciones:

La desigualdad estática es una visión instantánea de la desigualdad; no refleja lo que te ocurrirá en el transcurso de tu vida.

Hay que tener en cuenta que alrededor del 10% de los estadounidenses pasarán al menos un año en el 1% superior, y más de la mitad de todos los estadounidenses pasarán un año en el 10% superior.*3 Esto no es visiblemente lo mismo para la más estática -pero nominalmente más igualitaria- Europa. Por ejemplo, sólo el 10 por ciento de las quinientas personas o dinastías estadounidenses más ricas lo eran hace treinta años; más del 60 por ciento de la lista francesa son herederos y un tercio de los europeos más ricos lo eran hace siglos. En Florencia, se acaba de revelar que las cosas son aún peores: el mismo puñado de familias ha mantenido la riqueza durante cinco siglos.

La desigualdad dinámica (ergódica) tiene en cuenta toda la vida futura y pasada.

No se crea una igualdad dinámica simplemente elevando el nivel de los de abajo, sino haciendo rotar a los ricos, u obligando a la gente a incurrir en la posibilidad de crear una apertura.

La forma de hacer que la sociedad sea más igualitaria es obligando (mediante la piel en el juego) a los ricos a someterse al riesgo de salir del 1 por ciento.*4

Nuestra condición aquí es más fuerte que la mera movilidad de los ingresos. La movilidad significa que alguien puede hacerse rico. La condición de no absorción significa que alguien que es rico nunca debe estar seguro de seguir siéndolo.

Ahora, aún más matemáticamente,

La igualdad dinámica es lo que restablece la ergodicidad, haciendo que el tiempo y las probabilidades del conjunto sean sustituibles.

Permítanme explicar la ergodicidad -algo que dijimos que es ajeno a la intelectualidad-. El capítulo 19, al final del libro, entra en los detalles; anula la mayoría de los experimentos psicológicos cruciales relacionados con la probabilidad y la racionalidad. La intuición por ahora es la siguiente. Tome una imagen transversal de la población estadounidense. Usted tiene, digamos, una minoría de millonarios en el uno por ciento, algunos con sobrepeso, algunos altos, algunos humoristas. También tienes una alta mayoría de personas de la clase media baja, instructores de yoga, expertos en repostería, consultores de jardinería, teóricos de las hojas de cálculo, asesores de baile y reparadores de pianos, además, por supuesto, del especialista en gramática española. Tomemos los porcentajes de cada tramo de renta o riqueza (nótese que la desigualdad de la renta suele ser más plana que la de la riqueza). La ergodicidad perfecta significa que cada uno de nosotros, si viviera eternamente, pasaría una proporción de tiempo en las condiciones económicas de toda la sección transversal: de, digamos, un siglo, una media de sesenta años en la clase media baja, diez años en la clase media alta, veinte años en la clase obrera, y quizás un solo año en el uno por ciento.*5 , *6

Lo contrario de la ergodicidad perfecta es un estado absorbente. El término absorción se deriva de las partículas que, al chocar con un obstáculo, se absorben o se pegan a él. Un obstáculo absorbente es como una trampa, una vez dentro, no se puede salir, ni bien ni mal. Una persona se hace rica por algún proceso, luego, habiendo llegado, se queda rica. Y si alguien entra en la clase media baja (desde arriba), nunca tendrá la oportunidad de salir de ella y hacerse rico si lo desea, por supuesto, por lo que estará justificado que esté resentido con los ricos. Se dará cuenta de que donde el Estado es grande, la gente de arriba tiende a tener poca movilidad descendente; en lugares como Francia, el Estado es amigo de las grandes empresas y protege a sus ejecutivos y accionistas de experimentar ese descenso; incluso fomenta su ascenso.

Y si no hay inconvenientes para algunos, no hay ventajas para el resto.

EL PIKETTISMO Y LA REVUELTA DE LA CLASE MANDARINA*7

Hay una clase que suele llamarse los mandarines, por las memorias ficticias de la escritora francesa Simone de Beauvoir, y que recibe su nombre de los eruditos de la dinastía Ming (la alta lengua china también se llama mandarín). Siempre he sido consciente de su existencia, pero un atributo saliente -y pernicioso- se me ocurrió al observar las reacciones de sus miembros a los trabajos del economista francés Thomas Piketty.

Piketty siguió a Karl Marx escribiendo un ambicioso libro sobre el capital. Un amigo me regaló el libro cuando todavía estaba en francés (y era desconocido fuera de Francia) porque me parece encomiable que la gente publique su trabajo original y no matemático en ciencias sociales en formato de libro. El libro, El capital en el siglo XXI, hace afirmaciones agresivas sobre el alarmante aumento de la desigualdad, añadiendo una teoría de por qué el capital tiende a obtener demasiada rentabilidad en relación con el trabajo y cómo la ausencia de redistribución y desposesión podría hacer que el mundo se colapsara. La teoría de Piketty sobre el aumento de la rentabilidad del capital en relación con el trabajo es evidentemente errónea, como sabe cualquiera que haya sido testigo del auge de la llamada “economía del conocimiento” (o cualquiera que haya tenido inversiones en general).

Evidentemente, cuando se dice que la desigualdad cambia del año uno al año dos, hay que demostrar que los que están en la cima son las mismas personas, algo que Piketty no hace (recordemos que es economista y tiene problemas con las cosas que se mueven). Pero el problema no acaba ahí. Pronto descubrí que -además de derivar conclusiones de medidas estáticas de desigualdad- los métodos que utilizaba eran defectuosos: Las herramientas de Piketty no se ajustaban a lo que pretendía demostrar sobre el aumento de la desigualdad. No había rigor matemático. Pronto escribí dos artículos (uno en colaboración con Raphael Douady, otro con Andrea Fontanari y Pasquale Cirillo, publicados en Physica A: Statistical Mechanics and Applications), sobre la medida de la desigualdad que consiste en tomar la propiedad de, digamos, el 1% superior y controlar sus variaciones. El fallo es que si se toma la desigualdad así medida en el conjunto de Europa, se encontrará que es mayor que la desigualdad media de los países que la componen; el sesgo aumenta en gravedad con los procesos que proporcionan un alto grado de desigualdad. En general, los artículos tenían suficientes teoremas y pruebas para hacerlos tan sólidos como se puede tener en la ciencia; aunque no era necesario, insistí en poner los resultados en forma de teorema porque alguien no puede impugnar un teorema formalmente probado sin poner en duda su propia comprensión de las matemáticas.

La razón por la que estos errores no se conocían era porque los economistas que trabajan con la desigualdad no estaban familiarizados con… la desigualdad. La desigualdad es la desproporción del papel de los ricos de la cola en las colas de la distribución.*8 Cuanta más desigualdad haya en el sistema, mayor será el efecto ganador, más nos apartamos de los métodos de Mediocristán de cola fina (ver Glosario) en los que se formaron los economistas. El proceso de la riqueza está dominado por los efectos de “el ganador se lo lleva todo”. Cualquier forma de control del proceso de riqueza -típicamente instigada por los burócratas- tiende a encerrar a las personas con privilegios en su estado de derecho. Así que la solución es permitir que el sistema destruya a los fuertes, algo que funciona mejor en Estados Unidos.

Pero había algo mucho, mucho más grave que el hecho de que un erudito se equivocara.

El problema nunca es el problema; es cómo lo maneja la gente. Lo que fue peor que los defectos de Piketty fue el descubrimiento de cómo opera esa clase mandarina. Se entusiasmaron tan prematuramente con la “evidencia” del aumento de la desigualdad que sus reacciones fueron como noticias falsas. En realidad, eran fake news. Los economistas se entusiasmaron tanto; alabaron a Piketty por su “erudición” porque hablaba de Balzac y Jane Austen, lo que equivale a aclamar como levantador de pesas a alguien que se ve cargando un maletín por la Terminal B. Y pasaron completamente por alto mis resultados -y cuando no lo hicieron, fue para declarar que yo era “arrogante” (recuérdese la estrategia de usar las matemáticas formales como una forma de hacer imposible decir que uno está equivocado), lo que es una forma de cumplido científico. Incluso Paul Krugman (un economista e intelectual público actualmente famoso) escribió: “Si crees que has encontrado un agujero obvio, empírico o lógico, en Piketty, es muy probable que estés equivocado. Ha hecho sus deberes”. Cuando le conocí en persona y le señalé el fallo, lo eludió, no necesariamente por maldad, sino muy probablemente porque la probabilidad y la combinatoria se le escapaban, según admitió.

Ahora considere que personas como Krugman y Piketty no tienen ningún inconveniente en su existencia: la reducción de la desigualdad les hace subir en la escala de la vida. A menos que el sistema universitario o el Estado francés quiebren, seguirán recibiendo sus cheques. El tipo que acabas de ver en el restaurante de carnes chorreando cadenas de oro está expuesto al riesgo del comedor social, no ellos. Al igual que los que viven por la espada mueren por la espada, los que se ganan la vida asumiendo riesgos perderán su sustento asumiendo riesgos.*9

Hemos hecho un gran escándalo con Piketty aquí porque el entusiasmo generalizado por su libro era representativo del comportamiento de esa clase de personas a las que les encanta teorizar y comprometerse con una falsa solidaridad con los oprimidos, mientras consolidan sus privilegios.

EL ZAPATERO ENVIDIA AL ZAPATERO

La razón por la que la gente normal no es tan enconada como los “intelectuales” y los burócratas es porque la envidia no recorre grandes distancias ni atraviesa muchas clases sociales. La envidia no se origina en los empobrecidos, preocupados por mejorar su condición, sino en la clase clerical. Sencillamente, parece que fueron los profesores universitarios (que han “llegado”) y las personas que tienen una estabilidad permanente de ingresos, en forma de titularidad, gubernamental o académica, los que se tragaron el argumento de Piketty. A partir de las conversaciones, me convencí de que las personas que se contraponen al alza (es decir, se comparan con los más ricos) quieren despojar activamente a los ricos. Como en todos los movimientos comunistas, a menudo son las clases burguesas o clericales las primeras en adoptar las teorías revolucionarias. Así que la envidia de clase no se origina en un camionero del sur de Alabama, sino en un IYI educado en la Ivy League de Nueva York o Washington D.C. (digamos Paul Krugman o Joseph Stiglitz) con un sentido de derecho, molesto porque algunas personas “menos inteligentes” son mucho más ricas.

Aristóteles, en su Retórica , postuló que la envidia es algo que es más probable encontrar en la propia parentela: las clases bajas son más propensas a experimentar envidia hacia sus primos o la clase media que hacia los muy ricos. Y la expresión Nadie es profeta en su tierra, que convierte la envidia en algo geográfico (que erróneamente se cree que tiene su origen en Jesús), tiene su origen en ese pasaje de la Retórica. El propio Aristóteles se basaba en Hesíodo: el zapatero envidia al zapatero, el carpintero envidia al carpintero. Más tarde, Jean de La Bruyère escribió que la envidia se encuentra dentro del mismo arte, talento y condición.*10

Así que dudo que Piketty se haya molestado en preguntar a los franceses de cuello azul qué quieren, como hizo Michelle Lamont (como vimos antes en el capítulo). Estoy seguro de que pedirían una cerveza mejor, un nuevo lavavajillas o trenes más rápidos para sus desplazamientos, no hacer caer a algún rico empresario invisible para ellos. Pero, de nuevo, la gente puede enmarcar las cuestiones y presentar el enriquecimiento como un robo, como se hacía antes de la Revolución Francesa, en cuyo caso la clase obrera pediría, una vez más, que rodaran cabezas.*11

DESIGUALDAD, RIQUEZA Y SOCIALIZACIÓN VERTICAL

Si los intelectuales se preocupan demasiado por la desigualdad, es porque tienden a verse a sí mismos en términos jerárquicos y, por tanto, piensan que los demás también lo hacen. Además, como si fuera una patología, las discusiones en las universidades “competitivas” giran en torno a la jerarquía. La mayoría de la gente en el mundo real no se obsesiona con ella.*12

En el pasado más rural, la envidia estaba más bien controlada; las personas ricas no estaban tan expuestas a otras personas de su clase. No tenían la presión de seguir el ritmo de otras personas ricas y competir con ellas. Los ricos se quedaban en su región, rodeados de gente que dependía de ellos, por ejemplo un señor en su propiedad. Salvo alguna temporada en las ciudades, su vida social era bastante vertical. Sus hijos jugaban con los hijos de los criados.

Fue en los entornos urbanos mercantiles donde se produjo la socialización dentro de las clases sociales. Y, con el tiempo, con la industrialización, los ricos empezaron a trasladarse a las ciudades o a los suburbios rodeados de otras personas de condición similar -pero no completamente similar-. De ahí que necesitaran seguir el ritmo de los demás, compitiendo en una rueda de molino.

Para un rico aislado de la socialización vertical con los pobres, éstos se convierten en algo totalmente teórico, en una referencia de libro de texto. Como mencioné en el capítulo anterior, todavía no he visto a un bienpensante de Cambridge salir con taxistas pakistaníes o levantar pesas con hablantes de cockney. Por lo tanto, la intelligentsia se siente con derecho a tratar a los pobres como una construcción; una que ellos crearon. Así se convencen de que saben lo que es mejor para ellos.

EMPATÍA Y HOMOFILIA

Recordemos el problema de la escala, la idea de que las normas éticas de las personas no son universales, sino que varían en función de si alguien es “suizo”, es decir, ajeno o no.

Lo mismo ocurre con la empatía (el reverso de la envidia). Se ve que la gente siente más por los de su clase. Tradicionalmente, la clase alta se dedicaba a rescatar a los de familias arruinadas convirtiéndolos en “mayordomos” o dames de compagnie. Esa protección dentro del grupo tiene un atributo de autoseguro, algo que sólo puede funcionar para un número limitado de personas y que no puede universalizarse: tú cuidas de mi progenie si se arruina; yo cuidaré de la tuya.

DATOS, SHMATA

Otra lección del ambicioso volumen de Piketty: estaba cargado de gráficos y tablas. Aquí hay una lección: lo que aprendemos de los profesionales del mundo real es que los datos no son necesariamente rigurosos. Una de las razones por las que yo -como profesional de la probabilidad- dejé los datos fuera de El cisne negro (excepto para fines ilustrativos) es que me parece que la gente inunda sus historias con números y gráficos en ausencia de argumentos sólidos o lógicos. Además, la gente confunde el empirismo con una avalancha de datos. Sólo se necesita un poco de datos significativos cuando se tiene razón, sobre todo cuando se trata de empirismo desconfirmante, o de contraejemplos: basta con un punto de datos (una sola desviación extrema) para demostrar que los Cisnes Negros existen.

Los operadores, cuando obtienen beneficios, tienen comunicaciones breves; cuando pierden, te ahogan en detalles, teorías y gráficos.

La probabilidad, la estadística y la ciencia de los datos son principalmente una lógica alimentada por las observaciones -y la ausencia de ellas-. Para muchos entornos, los puntos de datos relevantes son los que se encuentran en los extremos; éstos son raros por definición, y basta con centrarse en esos pocos pero grandes para hacerse una idea de la historia. Si se quiere demostrar que una persona tiene más de, digamos, 10 millones de dólares, basta con mostrar los 50 millones de dólares de su cuenta de corretaje, y no, además, enumerar todos los muebles de su casa, incluido el cuadro de 500 dólares de su estudio y las cucharas de plata de la despensa. Así que he descubierto, con la experiencia, que cuando se compra un libro grueso con toneladas de gráficos y tablas utilizadas para demostrar un punto, hay que sospechar. ¡Significa que algo no se ha destilado bien! Pero para el público en general y para quienes no tienen formación en estadística, esas tablas parecen convincentes: otra forma de sustituir lo verdadero por lo complicado.

Por ejemplo, el periodista científico Steven Pinker jugó ese truco con su libro The Better Angels of Our Nature (Los mejores ángeles de nuestra naturaleza), que afirma que la violencia ha disminuido en la historia moderna de la humanidad y lo atribuye a las instituciones modernas. Mi colaborador Pasquale Cirillo y yo, cuando pusimos sus “datos” bajo escrutinio, descubrimos que, o bien no entendía sus propios números (en realidad, no los entendía), o bien tenía una historia en mente y seguía añadiendo gráficos, sin darse cuenta de que la estadística no trata de datos, sino de destilación, rigor y de evitar ser engañados por el azar; pero no importa, el público en general y sus colegas del IYI, que adoran al Estado, lo encontraron impresionante (durante un tiempo).

ÉTICA DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Terminemos este debate con una injusticia que es peor que la desigualdad: el doloroso espectáculo de los que no corren riesgos y se enriquecen con el servicio público.

Cuando, al dejar el cargo, Barack Obama aceptó una suma de más de 40 millones de dólares para escribir sus memorias, mucha gente se indignó. Sus partidarios, los estatistas que lo defendían, en cambio, criticaron a los ricos empresarios contratados por la administración posterior. Para ellos, el dinero es codicia, pero los que no lo ganaban a través del comercio estaban ilógicamente exentos. Me costó mucho explicar que tener gente rica en un cargo público es muy diferente a que la gente pública se haga rica; de nuevo, lo que importa es la dinámica, la secuencia.

Las personas ricas que ocupan cargos públicos han mostrado alguna evidencia de falta de incompetencia total: el éxito puede provenir del azar, por supuesto, pero al menos tenemos un indicio de cierta habilidad en el mundo real, alguna evidencia de que la persona ha lidiado con la realidad. Por supuesto, esto está condicionado a que la persona haya tenido piel en el juego, y es mejor si la persona ha sentido un estallido, ha experimentado al menos una vez la pérdida de parte de su fortuna y la angustia asociada a ella.

Como siempre, aquí hay una mezcla de lo ético y lo efectivo.

Es francamente poco ético utilizar un cargo público para enriquecerse.

Una buena norma para la sociedad es obligar a los que empiezan en un cargo público a comprometerse a no ganar posteriormente del sector privado más que una cantidad determinada; el resto debe ir a parar al contribuyente. Esto garantizaría la sinceridad en, literalmente, el “servicio” -donde los empleados están supuestamente mal pagados debido a su recompensa emocional por servir a la sociedad-. Demostraría que no están en el sector público como estrategia de inversión: uno no se hace sacerdote jesuita porque pueda ayudarle a ser contratado por Goldman Sachs más adelante, después de su eventual destitución, dada la erudición y el control magistral de la casuística generalmente asociados a la Compañía de Jesús.

En la actualidad, la mayoría de los funcionarios tienden a quedarse en la administración pública, salvo los que se encuentran en áreas delicadas que controla la industria: el segmento agroalimentario, las finanzas, el sector aeroespacial, todo lo relacionado con Arabia Saudí…

Un funcionario puede elaborar normas favorables a un sector como el bancario y luego irse a J.P. Morgan y recuperar un múltiplo de la diferencia entre su salario actual y el del mercado. (Los reguladores, como se recordará, tienen un incentivo para hacer normas lo más complejas posible para que su experiencia pueda ser contratada más tarde a un precio más alto).

Así que hay un soborno implícito en la función pública: actúas como un servidor de una industria, digamos, Monsanto, y ellos se ocupan de ti después. No lo hacen por un sentido del honor: sencillamente, es necesario para mantener el sistema en funcionamiento y animar al siguiente a jugar con estas reglas. El ex secretario del Tesoro, Tim Geithner, con el que comparto el calabrés del prólogo, fue abiertamente recompensado por la industria a la que ayudó a rescatar. Ayudó a los banqueros a obtener rescates, les permitió pagarse a sí mismos con el mayor fondo de bonificaciones de la historia después de la crisis, en 2010 (es decir, utilizando el dinero de los contribuyentes), y luego obtuvo un trabajo multimillonario en una institución financiera como recompensa por su buen comportamiento.

SIGUIENTE

Hay una dependencia viciosa del dominio de la pericia: el electricista, el dentista, el estudioso de los verbos irregulares portugueses, el ayudante de colonoscopista, el taxista londinense y el geómetra algebraico son expertos (más o menos algunas variaciones locales), mientras que el periodista, el burócrata del Departamento de Estado, el psicólogo clínico, el teórico de la gestión, el ejecutivo editorial y el macroeconomista no lo son. Esto nos permite responder a las preguntas: ¿Quién es el verdadero experto? ¿Quién decide quién es y quién no es un experto? ¿Dónde está el metaexperto?

El tiempo es el experto. O, más bien, la temperamental y despiadada Lindy, como veremos en el siguiente capítulo.

*1 Me di cuenta de que en los países con alta búsqueda de rentas, la riqueza se ve como algo de suma cero: se toma de Pedro para dar a Pablo. En cambio, en lugares con baja búsqueda de rentas (por ejemplo, Estados Unidos antes de la administración Obama), la riqueza se ve como un juego de suma positiva, que beneficia a todos.

*2 La complejidad de las normativas permite a los antiguos empleados de la Administración encontrar trabajo ayudando a las empresas a cumplir con las normativas que ellos mismos crearon.

*3 El 39% de los estadounidenses pasará un año en el 5% más alto de la distribución de ingresos, el 56% se encontrará en el 10% más alto y el 73% pasará un año en el 20% más alto.

*4 O, más matemáticamente: La igualdad dinámica supone una cadena de Markov sin estados absorbentes.

*5 Un comentario técnico (para los quisquillosos): lo que podemos llamar aquí ergodicidad imperfecta significa que cada uno de nosotros tiene probabilidades ergódicas a largo plazo que tienen cierta variación entre individuos: tu probabilidad de acabar en el uno por ciento puede ser mayor que la mía; sin embargo, ningún estado tendrá una probabilidad de 0 para mí, y ningún estado tendrá una probabilidad de transición de 1 para ti.

*6 Otro comentario para los quisquillosos. El velo de Rawls, discutido en Fooled by Randomness, supone que una sociedad justa es la que se seleccionaría si hubiera algún tipo de lotería. Aquí se va más allá y se discute una estructura dinámica, es decir, cómo se movería esa sociedad, ya que obviamente no será estática.

*7 Esta sección es técnica y puede ser omitida por aquellos que no están particularmente impresionados con los economistas.

*8 El tipo de distribuciones -llamadas colas gordas- asociado a ella hacía los análisis más delicados, mucho más delicados, y se había convertido en mi especialidad matemática. En Mediocristán, los cambios a lo largo del tiempo son el resultado de las contribuciones colectivas del centro, del medio. En Extremistán estos cambios provienen de las colas. Lo siento si no te gusta, pero esto es puramente matemático.

*9 Si el proceso es de cola gorda (extremista), entonces la riqueza se genera en la parte superior, lo que significa que los aumentos de la riqueza conducen a aumentos de la desigualdad medida. Dentro de las poblaciones, la creación de riqueza es una serie de pequeñas apuestas de probabilidad. Así que es natural que el conjunto de la riqueza (medida en años de gasto, como hace Piketty) aumente con la riqueza. Consideremos a cien personas en un mundo 80/20: la riqueza adicional debería provenir de una persona, y los cincuenta restantes no aportarían nada. No se trata de una ganancia de suma cero: si se elimina a esa persona, no habrá casi ningún aumento de riqueza. De hecho, el resto ya se beneficia de la contribución de la minoría.

*10 La Bruyère: La emulación y la celosía sólo se encuentran en las personas del mismo arte, del mismo talento y de la misma condición.

*11 Lo que ocurrió con el escándalo de los gastos del Parlamento del Reino Unido: Los diputados se regalaban televisores y lavavajillas, algo que el público podía imaginar fácilmente, y se rebeló contra ello. Un diputado dijo: “No es que me haya llevado un millón en bonos”. El público entiende de televisores, no de bonos.

*12 Existe un argumento técnico según el cual, si se examina la cuestión de forma dinámica y no estática, un impuesto sobre el patrimonio favorece al asalariado frente al empresario.

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Ella es la única experta-No te comas su tarta de queso-Los meta-expertos juzgados por los meta-expertos-Prostitutas, no-prostitutas y amateurs

Lindy es una tienda de delicatessen de Nueva York, ahora convertida en trampa para turistas, que afirma con orgullo ser famosa por su tarta de queso, pero que en realidad es conocida desde hace unos cincuenta años por físicos y matemáticos gracias a la heurística que se desarrolló allí. Los actores que pasaban por allí cotilleando sobre otros actores descubrieron que los espectáculos de Broadway que duraban, por ejemplo, cien días, tenían una esperanza de vida futura de cien más. Para los que duraban doscientos días, doscientos más. La heurística se conoció como el efecto Lindy.

Permítame advertir al lector: aunque el efecto Lindy es una de las heurísticas más útiles, robustas y universales que conozco, la tarta de queso de Lindy es… mucho menos distinguida. Lo más probable es que la charcutería no sobreviva, por el efecto Lindy.

Había una serie de modelos matemáticos que se ajustaban más o menos a la historia, aunque no realmente, hasta que a) un servidor descubrió que el efecto Lindy puede entenderse mejor utilizando la teoría de la fragilidad y la antifragilidad, y b) el matemático Iddo Eliazar formalizó su estructura probabilística. En realidad, la teoría de la fragilidad conduce directamente al efecto Lindy. Sencillamente, mis colaboradores y yo conseguimos definir la fragilidad como la sensibilidad al desorden: el búho de porcelana que está sentado frente a mí en el escritorio, mientras escribo estas líneas, quiere tranquilidad. Le disgustan los sobresaltos, el desorden, las variaciones, los terremotos, el mal trato de los operarios del servicio de limpieza con fobia al polvo, el viaje en una maleta en tránsito por la Terminal 5 de Heathrow y los bombardeos de las milicias islamistas patrocinadas por la Barbaria saudí. Está claro que no tiene ninguna ventaja frente a los acontecimientos aleatorios y, en general, al desorden. (Más técnicamente, al ser frágil, tiene necesariamente una reacción no lineal a los factores de estrés: hasta su punto de ruptura, los choques de mayor intensidad le afectan desproporcionadamente más que los de menor intensidad).

Ahora bien, el tiempo equivale al desorden, y la resistencia a los estragos del tiempo, es decir, lo que gloriosamente llamamos supervivencia, es la capacidad de manejar el desorden.

Lo que es frágil tiene una respuesta asimétrica a la volatilidad y a otros factores de estrés, es decir, experimentará más perjuicios que beneficios por ello.

En probabilidad, la volatilidad y el tiempo son lo mismo. La idea de la fragilidad ayudó a poner algo de rigor en torno a la noción de que el único juez efectivo de las cosas es el tiempo; por cosas nos referimos a ideas, personas, producciones intelectuales, modelos de automóviles, teorías científicas, libros, etc. No se puede engañar a Lindy: los libros del tipo escrito por el actual escritor de artículos de opinión de The New York Times pueden tener cierto bombo en el momento de su publicación, fabricado o espontáneo, pero su tasa de supervivencia a cinco años es generalmente menor que la del cáncer de páncreas.

¿QUIÉN ES EL “VERDADERO” EXPERTO?

Efectivamente, Lindy responde a las viejas metapreguntas: ¿Quién juzgará al experto? ¿Quiéncustodiará al guardia? (Quis custodiet ipsos custodes?) ¿Quién juzgará a los jueces? Bueno, lo hará la supervivencia.

Porque el tiempo opera a través de la piel en el juego. Las cosas que han sobrevivido nos indican a posteriori que tienen cierta solidez, condicionada por su exposición al daño. Porque sin la piel en el juego, a través de la exposición a la realidad, el mecanismo de la fragilidad se interrumpe: las cosas pueden sobrevivir sin razón durante un tiempo, a cierta escala, y luego finalmente colapsar, causando un montón de daños colaterales.

Algunos detalles más (para los interesados en los entresijos, el efecto Lindy se ha tratado ampliamente en Antifragile). Hay dos maneras en que las cosas manejan el tiempo. En primer lugar, está el envejecimiento y la perecedera: las cosas mueren porque tienen un reloj biológico, lo que llamamos senescencia. En segundo lugar, está el peligro, la tasa de accidentes. Lo que presenciamos en la vida física es la combinación de las dos cosas: cuando uno es viejo y frágil, no maneja muy bien los accidentes. Estos accidentes no tienen por qué ser externos, como caerse de una escalera o ser atacado por un oso; también pueden ser internos, por un mal funcionamiento aleatorio de tus órganos o de la circulación. Por otro lado, los animales que no envejecen realmente, por ejemplo las tortugas y los cocodrilos, parecen tener una esperanza de vida restante que se mantiene constante durante mucho tiempo. Si a un cocodrilo de veinte años le quedan cuarenta años de vida (debido a los peligros del hábitat), a uno de cuarenta años también le quedarán unos cuarenta años de vida.

Utilicemos como abreviatura “prueba Lindy”, “es Lindy” o “compatible con Lindy” (se puede sustituir por otra) para mostrar algo que parece pertenecer a la clase de cosas que han demostrado tener la siguiente propiedad:

Lo que es “Lindy” es lo que envejece a la inversa, es decir, su esperanza de vida se alarga con el tiempo, condicionada a la supervivencia.

Sólo lo no perecedero puede ser Lindy. Cuando se trata de ideas, libros, tecnologías, procedimientos, instituciones y sistemas políticos bajo Lindy, no hay envejecimiento intrínseco ni perecedero. Un ejemplar físico de Guerra y Paz puede envejecer (sobre todo cuando el editor recorta el papel para ahorrar veinte céntimos en un libro de cincuenta dólares); el libro en sí, como idea, no.

Nótese que, gracias a Lindy, ningún experto es ya el experto final y no necesitamos que los metaexpertos juzguen la pericia de los expertos que están un rango por debajo de ellos. Resolvemos el problema de las “tortugas hasta el final”.*1 La fragilidad es el experto, de ahí el tiempo y la supervivencia.

EL LINDY DE LINDY

La idea del efecto Lindy es en sí misma a prueba de Lindy. El pensador presocrático Periandro de Corinto escribió, hace más de doscientos años Utiliza las leyes que son antiguas, pero los alimentos que son frescos.

Asimismo, Alfonso X de España, apodado El Sabio, tenía como máxima: Quemar troncos viejos. Bebe vino viejo. Lee libros viejos. Conserva los viejos amigos.

El perspicaz y afortunadamente no académico historiador Tom Holland comentó una vez: “Lo que más admiro de los romanos era el absoluto desprecio que eran capaces de mostrar al culto a la juventud”. También escribió: “Los romanos juzgaban su sistema político preguntando no si tenía sentido, sino si funcionaba”, y por eso, al dedicar este libro, llamé a Ron Paul un romano entre los griegos.

¿NECESITAMOS UN JUEZ?

Como mencioné anteriormente en el Prólogo 3, durante la mayor parte de mi (especie de) carrera académica no he tenido más que un cuarto de plaza. Un cuarto es suficiente para tener un lugar al que ir, sobre todo cuando llueve en Nueva York, sin tener que socializar emocionalmente y perder la independencia intelectual por miedo a perder una fiesta o tener que comer solo. Pero un jefe de departamento (ahora “dimitido”) se me acercó un día y emitió la advertencia: “Igual que cuando eres empresario y autor te juzgan otros empresarios y autores, aquí como académico te juzgan otros académicos. La vida es una evaluación entre iguales”.

Me llevó un tiempo superar mi disgusto; todavía no estoy del todo familiarizado con la forma de trabajar de los que no asumen riesgos; en realidad, no se dan cuenta de que los demás no son como ellos, y no pueden entender lo que hace que la gente de verdad se sienta atraída. No, los empresarios como tomadores de riesgo no están sujetos al juicio de otros empresarios, sólo al de su contador personal. Sólo necesitan evitar tener un registro documentado de (algunas) violaciones éticas. Además, no sólo no querían la aprobación de los compañeros, sino que querían la desaprobación (excepto en cuestiones éticas): un viejo compañero de negocios del pozo compartió una vez su sabiduría: “Si a la gente de aquí le gustas, es que estás haciendo algo mal”.

Además,

Se puede definir a una persona libre precisamente como alguien cuyo destino no depende de forma centralizada o directa de la evaluación de sus compañeros.

Y como ensayista, no me juzgan otros escritores, editores y críticos de libros, sino los lectores. ¿Lectores? Tal vez, pero un momento… no los lectores de hoy. Sólo los de mañana, y los de pasado mañana. Así que, siendo el tiempo mi único juez real, lo que cuenta es la estabilidad y la solidez de los lectores (es decir, de los futuros lectores). El lector fijo orientado a la moda del libro más recientemente reseñado en The New York Times no me interesa. Y como tomador de riesgos, sólo cuenta el tiempo, ya que podría engañar a mi contable con ganancias constantes con mucho riesgo oculto, pero el tiempo acabará revelándolas.

Ser revisado o evaluado por otros importa si y sólo si uno se somete al juicio de otros futuros -no sólo presentes-.

Y recuerda que, una persona libre no necesita ganar argumentos, sólo ganar.*2

TÉ CON LA REINA

Los pares conceden honores, membresías en academias, Nobeles, invitaciones a Davos y lugares similares, té (y sándwiches de pepino) con la Reina, solicitudes de ricos con nombre para asistir a cócteles donde sólo se ve gente famosa. Créame, hay gente rica cuya vida gira en torno a estas cosas. Suelen afirmar que intentan salvar el mundo, los osos, los niños, las montañas, los desiertos: todos los ingredientes de la difusión de la virtud.

Pero está claro que no pueden influir en Lindy; de hecho, es lo contrario. Si te pasas el tiempo tratando de impresionar a los demás en el club 21 de Nueva York, puede que haya algo que no funcione en ti.

Los compañeros contemporáneos son colaboradores valiosos, no jueces finales.*3

INSTITUCIONES

De hecho, hay algo peor que la evaluación por pares: la burocratización de la actividad crea una clase de nuevos jueces: los administradores de la universidad, que no tienen ni idea de lo que hace alguien, salvo por señales externas, y sin embargo se convierten en los verdaderos árbitros.

Estos árbitros no se dan cuenta de que la publicación “prestigiosa”, determinada por los revisores de manera circular, no es compatible con Lindy: sólo significa que un cierto conjunto de personas (actualmente) poderosas están contentas con tu trabajo.

Las ciencias duras podrían ser robustas a las patologías, incluso entonces. Así que echemos un vistazo a las ciencias sociales. Dado que los únicos jueces de un colaborador son sus “pares”, existe un anillo de citación que puede llevar a todo tipo de podredumbre. La macroeconomía, por ejemplo, puede ser un disparate, ya que es más fácil macrobullt que microbullt: nadie puede saber si una teoría funciona realmente.

Si dices una locura serás considerado un loco. Pero si creas una colección de, digamos, veinte personas que crean una academia y dicen locuras aceptadas por el colectivo, ahora tienes “revisión por pares” y puedes crear un departamento en una universidad.

El mundo académico tiene la tendencia, cuando no se le pone freno (por la falta de implicación en el juego), a convertirse en un juego editorial ritualista y autorreferencial.

Ahora bien, mientras el mundo académico se ha convertido en una competición atlética, Wittgenstein sostenía el punto de vista exactamente opuesto: si acaso, el conocimiento es el reverso de una competición atlética. En filosofía, el ganador es el que llega el último, decía.

Además,

Todo lo que huele a competencia destruye el conocimiento.

En algunas áreas, como los estudios de género o la psicología, el juego editorial ritualista se aproxima cada vez menos a la investigación real, por la propia naturaleza del problema de la agencia, hasta llegar a una divergencia de intereses de tipo mafioso: los investigadores tienen su propia agenda, en desacuerdo con lo que les pagan sus clientes, es decir, la sociedad y los estudiantes. La opacidad del tema para los de fuera les ayuda a controlar las puertas. Saber “economía” no significa saber nada de economía en el sentido de la actividad real, sino de las teorías, la mayoría de las cuales son patrañas, elaboradas por los economistas. Y los cursos en las universidades, para los que los padres trabajadores tienen que ahorrar durante décadas, degeneran fácilmente en una moda. Uno trabaja duro y ahorra para que a sus hijos se les enseñe una crítica de la mecánica cuántica orientada a los estudios postcoloniales.

Pero hay un rayo de esperanza. En realidad, los últimos acontecimientos indican cómo se plegará el sistema: los antiguos alumnos (que casualmente han trabajado en el mundo real) están empezando a recortar los fondos a las disciplinas espurias y farsantes (aunque no a los enfoques farsantes dentro de las disciplinas tradicionales). Al fin y al cabo, resulta que alguien tiene que pagar los sueldos de los macroeconomistas y los “expertos” en género poscolonial. Y la educación universitaria tiene que competir con los talleres de formación profesional: antaño, estudiar teorías poscoloniales podía ayudar a conseguir un trabajo que no fuera servir patatas fritas. Ya no.

CONTRA EL PROPIO INTERÉS

Las afirmaciones más convincentes son aquellas en las que uno tiene las de perder, aquellas en las que uno tiene el máximo de piel en el juego; las más poco convincentes son aquellas en las que uno intenta patentemente (pero sin saberlo) mejorar su estatus sin hacer una contribución tangible (como, como vimos, en la gran mayoría de los artículos académicos que no dicen nada y no toman riesgos). Pero no tiene por qué ser así. Presumir es razonable; es humano. Mientras la sustancia supere el alarde, no hay problema. Sigue siendo humano, toma todo lo que puedas, con la condición de dar más de lo que tomas.

Hay que dar más peso a las investigaciones que, siendo rigurosas, contradicen a otros compañeros, sobre todo si suponen un coste y un perjuicio para la reputación de su autor.

Además,

Alguien con una gran presencia pública que es controvertido y se arriesga por su opinión es menos probable que sea un vendedor de bull***t.*4

ALMA EN EL JUEGO, DE NUEVO

La desprostitucionalización de la investigación se hará finalmente de la siguiente manera. Obligar a las personas que quieran hacer “investigación” a hacerlo en su tiempo libre, es decir, a obtener sus ingresos de otras fuentes. El sacrificio es necesario. Puede parecer absurdo para los contemporáneos con el cerebro lavado, pero Antifragile documenta las enormes contribuciones históricas de los no profesionales, o, mejor dicho, de los no meretrices. Para que su investigación sea genuina, primero deberían tener un trabajo cotidiano en el mundo real, o al menos pasar diez años como: fabricante de lentes, empleado de patentes, operador de la mafia, jugador profesional, cartero, guardia de prisiones, médico, conductor de limusina, miembro de la milicia, agente de la seguridad social, abogado litigante, agricultor, chef de restaurante, camarero de gran volumen, bombero (mi favorito), farero, etc., mientras construyen sus ideas originales.

Se trata de un mecanismo de filtrado y expurgación de tonterías. No siento ninguna simpatía por los investigadores profesionales que se quejan. Yo, por mi parte, pasé veintitrés años en una profesión a tiempo completo, muy exigente y extremadamente estresante, mientras estudiaba, investigaba y escribía mis tres primeros libros por la noche; eso redujo (de hecho, eliminó) mi tolerancia a la investigación para hacer carrera.

(Existe la ilusión de que, al igual que los empresarios están motivados y recompensados por los beneficios, los científicos deberían estar motivados y recompensados por los honores y el reconocimiento. No es así como funciona. Recuerde que la ciencia es una regla minoritaria: unos pocos la dirigen, los demás son meros empleados de oficina).

LA CIENCIA ES PROPENSA A LAS LINDES

Ya dijimos que sin piel en el juego, los mecanismos de supervivencia se ven gravemente perturbados. Esto también se aplica a las ideas.

La idea de ciencia de Karl Popper es una empresa que produce afirmaciones que pueden ser contradichas por eventuales observaciones, no una serie de verificables: la ciencia es fundamentalmente desconfirmatoria, no confirmatoria. Este mecanismo de falsación es totalmente compatible con Lindy; de hecho, requiere la operación del efecto Lindy (en combinación con la regla de la minoría). Aunque Popper vio la estática, no estudió la dinámica, ni se fijó en la dimensión de riesgo de las cosas. La razón por la que la ciencia funciona no es porque exista un “método científico” adecuado derivado por algunos empollones de forma aislada, o algún “estándar” que pase una prueba similar al examen ocular del Departamento de Vehículos de Motor; más bien es porque las ideas científicas son propensas al Lindy, es decir, están sujetas a su propia fragilidad natural. Las ideas necesitan tener piel en el juego. Se sabe que una idea fracasará si no es útil, y por lo tanto puede ser vulnerable a la falsificación del tiempo (y no la del falsacionismo ingenuo, es decir, según alguna directriz en blanco y negro impresa por el gobierno). Cuanto más tiempo lleve una idea sin ser falsificada, mayor será su esperanza de vida futura. Porque si se lee el relato de Paul Feyerabend sobre la historia de los descubrimientos científicos, se ve claramente que todo vale en el proceso, pero no con la prueba del tiempo. Eso parece no ser negociable.

Nótese que aquí estoy modificando la idea de Popper; podemos sustituir “verdadero” (más bien, no falso) por “útil”, incluso “no perjudicial”, incluso “protector para sus usuarios”. Así que me apartaré de Popper en lo siguiente. Para que las cosas sobrevivan, tienen que ir necesariamente bien en la dimensión del riesgo, es decir, ser buenas para no morir. Por el efecto Lindy, si una idea tiene piel en el juego, no está en el juego de la verdad, sino en el del daño. Una idea sobrevive si es un buen gestor de riesgos, es decir, no sólo no perjudica a sus portadores, sino que favorece su supervivencia -esto también se aplica a las supersticiones que han atravesado los siglos porque dieron lugar a algunas acciones de protección-. Más técnicamente, una idea tiene que ser convexa (antifrágil), o al menos provocar una reducción beneficiosa de la fragilidad en alguna parte.

¿EMPÍRICO O TEÓRICO?

Los académicos dividen la investigación en áreas teóricas y empíricas. El empirismo consiste en mirar los datos en un ordenador en busca de lo que llaman “estadísticamente significativo”, o hacer experimentos en el laboratorio bajo unas condiciones intencionadamente estrechas. Hacer cosas en el mundo real, en algunas profesiones (como la medicina), lleva el nombre de clínica, que no se considera científica. Muchas disciplinas carecen de esta tercera dimensión, la clínica.

De hecho, por el efecto Lindy, la solidez en el tiempo, es decir, el hacer las cosas en condiciones de riesgo, se comprueba por la supervivencia. Las cosas funcionan 1) si los que han estado haciendo las cosas asumieron algún tipo de riesgo, y 2) su trabajo consigue atravesar generaciones.

Lo que me lleva a la abuela.

LA ABUELA CONTRA LOS INVESTIGADORES

Si escuchas un consejo de una abuela o de los ancianos, lo más probable es que funcione el 90 por ciento de las veces. En cambio, en parte por el cientificismo y la prostitución académica, en parte porque el mundo es duro, si lees algo de psicólogos y científicos del comportamiento, lo más probable es que funcione en menos de un 10 por ciento, a menos que también lo hayan hecho la abuela y los clásicos, en cuyo caso ¿para qué necesitarías un psicólogo?*5 Considere que un esfuerzo reciente para replicar los cien artículos de psicología en revistas “prestigiosas” de 2008 encontró que, de cien, sólo treinta y nueve se replicaron. De estos treinta y nueve, creo que menos de diez son realmente sólidos y se transfieren fuera de la estrechez del experimento. Se han encontrado defectos similares en medicina y neurociencia; más adelante se hablará de ellos. (Discutiré más a fondo este punto en los capítulos 18 y (sobre todo) 19, así como por qué las advertencias de su abuela o los interdictos no son “irracionales”; la mayor parte de lo que se llama “irracional” proviene de una mala comprensión de la probabilidad).

Es fundamental no sólo que los libros de los antiguos sigan existiendo y hayan sido filtrados por Lindy, sino que las poblaciones que los leyeron también hayan sobrevivido.

Mientras que los antiguos no disponían de nuestros conocimientos de física, la naturaleza humana sí. Así que todo lo que se sostiene en las ciencias sociales y en la psicología tiene que ser a prueba de Lindy, es decir, tener un antecedente en los clásicos; de lo contrario, no se replicará o no se generalizará más allá del experimento. Por clásicos podemos definir la literatura moral latina (y helenística tardía) (las ciencias morales significaban otra cosa que hoy): Cicerón, Séneca, Marco Aurelio, Epicteto, Luciano, o los poetas: Juvenal, Horacio, o los llamados “moralistas” franceses posteriores (La Rochefoucauld, Vauvenargues, La Bruyère, Chamfort). Bossuet es una clase aparte. Montaigne y Erasmo pueden servir de portal a los antiguos: Montaigne fue el divulgador de su época; Erasmo fue el recopilador minucioso.

UN BREVE RECORRIDO POR LA SABIDURÍA DE TUS ABUELOS

Terminemos ahora con un muestreo de algunas ideas que existen tanto en la tradición antigua como en la psicología moderna. Se trata de una muestra orgánica, es decir, que no es el resultado de la investigación sino de lo que se nos ocurre espontáneamente (recordemos que este libro se llama Skin in the Game), y luego se verifica en los textos.

Disonancia cognitiva (teoría psicológica de Leon Festinger sobre las uvas ag rias, por la que las personas, para evitar creencias incoherentes, racionalizan que, por ejemplo, las uvas que no pueden alcanzar tienen que estar agrias). Aparece por primera vez en Esopo, por supuesto, reeditado por La Fontaine. Pero sus raíces parecen aún más antiguas, con el Ahiqar asirio de Nínive.

Aversión a la pérdida (teoría psicológica según la cual una pérdida es más dolorosa que una ganancia es agradable): en los Anales de Livio (XXX, 21) Los hombres sienten el bien con menos intensidad que el mal.*6 Casi todas las cartas de Séneca tienen algún elemento de aversión a la pérdida.

Consejo negativo*(vía negativa*): Conocemos mejor lo malo que lo bueno; recuerda la superioridad de la Plata sobre la Regla de Oro. *Lo bueno no es tan bueno como la ausencia de lo malo,**7 Ennius, repetido por Cicerón.

La piel en el juego (literalmente): Empezamos con el proverbio yiddish: No se puede masticar con los dientes de otro. “Tu uña es la que mejor puede rascarte el picor"*8 recogido por Scaliger hacia 1614 en Proverborum Arabicorum.

Antifragilidad: Hay decenas de refranes antiguos. Mencionemos sólo a Cicerón. Cuando nuestras almas están apaciguadas, una abeja puede picar. Véase también Maquiavelo y Rousseau para su aplicación a los sistemas políticos.

Descuento de tiempo: “Más vale pájaro en mano que diez en el árbol”.*9 (Proverbio levantino)

La locura de las multitudes: Nietzsche: La locura es rara en los individuos, pero en los grupos, los partidos, las naciones, es la regla. (Esto cuenta como sabiduría antigua ya que Nietzsche era un clasicista; he visto muchas referencias de este tipo en Platón).

Menos es más: La verdad se pierde con demasiados altercados,*10 en Publilius Syrus. Pero, por supuesto, la expresión “menos es más” está en un poema de 1855 de Robert Browning.

Exceso de confianza: “Perdí dinero por mi exceso de confianza”.*11 Erasmo se inspiró en Teognis de Mégara (Confiado, lo perdí todo; desafiante, lo salvé todo) y en Epicarmo de Kos*(Mantente sobrio y recuerda tener cuidado*).

La paradoja del progreso, y la paradoja de la elección: Hay una historia conocida de un banquero neoyorquino que está de vacaciones en Grecia y que, tras hablar con un pescador y escudriñar su negocio, se le ocurre un plan para ayudarle a convertirlo en un gran negocio. El pescador le preguntó cuáles eran los beneficios; el banquero le contestó que podría hacer un montón de dinero en Nueva York y volver de vacaciones a Grecia; algo que le pareció ridículo al pescador, que ya estaba allí haciendo el tipo de cosas que hacen los banqueros cuando van de vacaciones a Grecia.

La historia era bien conocida en la antigüedad, bajo una forma más elegante, tal como la relata Montaigne (mi traducción): Cuando el rey Pirro intentó cruzar a Italia, Cynéas, su sabio consejero, trató de hacerle sentir la vanidad de tal acción. “¿Con qué fin vas a emprender tal empresa?”, le preguntó. Pirro respondió: “Para hacerme dueño de Italia”. Cynéas: “¿Y así?” Pirro: “Para llegar a la Galia y luego a España”. Cynéas: “¿Luego?” Pirro: “Para conquistar África, y luego… venir a descansar a gusto”. Cynéas: “Pero ya estás allí; ¿para qué correr más riesgos?”. Montaigne cita entonces el conocido pasaje del De Rerum Natura de Lucrecio*(V,* 1431) sobre cómo la naturaleza humana no conoce límite superior, como para castigarse a sí misma.

*1 La expresión “tortugas hasta el final” expresa un problema de regresión infinita, como sigue. Al lógico Bertrand Russell le dijeron una vez que el mundo se asienta sobre tortugas. “¿Y sobre qué se asientan estas tortugas?”, preguntó. “Son tortugas hasta el final”, fue la respuesta.

*2 Una observación sobre la modernidad. El cambio por el cambio, como vemos en la arquitectura, la alimentación y el estilo de vida, suele ser lo contrario del progreso. Como he explicado en Antifragile, una tasa de mutación demasiado alta impide que se aprovechen los beneficios de los cambios anteriores: la evolución (y el progreso) requiere cierta variación, pero no demasiado frecuente.

*3 Los premios como maldición: De hecho, existe una creencia muy arraigada entre los operadores de que los elogios de los periodistas son un indicador inverso. Yo lo aprendí por las malas. En 1983, justo antes de convertirme en trader, el gigante informático IBM apareció en la portada de BusinessWeek, una revista estadounidense entonces influyente, como la empresa por excelencia. Ingenuamente me apresuré a comprar las acciones. Me dieron una paliza. Entonces caí en la cuenta de que, en todo caso, debería estar vendiendo acciones de la empresa, para beneficiarme de su caída. Así que invertí la operación y aprendí que las alabanzas colectivas de los periodistas son, como mínimo, sospechosas y, en el mejor de los casos, una maldición. IBM entró en un declive que duró una década y media; casi quebró. Además, aprendí a evitar los honores y los premios, en parte porque, dado que los conceden los jueces equivocados, es probable que te golpeen en la cima (prefieres que te ignoren o, mejor, que no te gusten los medios de comunicación en general). Un antiguo comerciante que invierte en el negocio de la restauración, Brian Hinchcliffe, me transmitió la siguiente heurística: los locales que obtienen premios como “Los mejores” de algo (mejor ambiente, mejor servicio de camareros, mejor yogur fermentado y otras bebidas no alcohólicas para los jeques visitantes, etc.) cierran antes de la entrega de premios. Empíricamente, si quieres que un autor atraviese unas cuantas generaciones, asegúrate de que nunca reciba esa cosa llamada Premio Nobel de Literatura.

*4 Suelo tener alergia a algunas personalidades públicas, pero no a otras. Me llevó un tiempo averiguar cómo trazar la línea explícitamente. La diferencia es la asunción de riesgos y si la persona se preocupa por su reputación.

*5 En una nota técnica llamada “Meta-distribución de los valores p” en torno a la estocasticidad de los “valores p” y su pirateo por parte de los investigadores, muestro que la significación estadística de estos trabajos es al menos un orden de magnitud menor de lo que se afirma.

*6 Segnius homines bona quam mala sentiunt.

*7 Nimium boni est, cui nihil est mali.

*8 Non scabat caput praeter unges tuo, Ma biikkak illaifrak.

*9 xasfour bil ‘id asan min xara xalajra.

*10 Nimium allercando veritas amittitur.

*11 Fiducia pecunias amici.

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La literatura no parece literatura-Donaldo contratando profesionales-La gloria de la burocracia-Enseña a un profesor a hacer deadlift-Ponerse en evidencia

CON LA APARIENCIA DE SER UN PERSONAJE

Supongamos que usted tiene que elegir entre dos cirujanos de rango similar en el mismo departamento de algún hospital. El primero tiene un aspecto muy refinado; lleva gafas de montura plateada, es de complexión delgada, tiene manos delicadas, habla con mesura y gestos elegantes. Tiene el pelo plateado y bien peinado. Es la persona que uno pondría en una película si tuviera que hacerse pasar por un cirujano. En su despacho destacan los diplomas de la Ivy League, tanto de su licenciatura como de la facultad de medicina.

El segundo parece un carnicero; tiene sobrepeso, manos grandes, habla de forma grosera y tiene un aspecto desaliñado. La camisa le cuelga por detrás. Ningún sastre conocido de la costa este de EE.UU. es capaz de abrocharle la camisa en el cuello. Habla sin reparos con un fuerte acento neoyorquino, como si no fuera consciente de ello. Incluso se le ve un diente de oro cuando abre la boca. La ausencia de diplomas en la pared indica que no está orgulloso de su educación: quizás fue a alguna universidad local. En una película, uno esperaría que se hiciera pasar por un guardaespaldas retirado de un congresista junior, o por un cocinero de tercera generación en una cafetería de Nueva Jersey.

Ahora bien, si tuviera que elegir, superaría mi propensión al pringue y me quedaría con el carnicero en cualquier momento. Incluso más: Buscaría al carnicero como tercera opción si mi elección fuera entre dos médicos que parecieran médicos. ¿Por qué? Sencillamente, el que no lo parece, condicionado a haber hecho una carrera (más o menos) exitosa en su profesión, tenía que tener mucho que superar en términos de percepción. Y si tenemos la suerte de contar con personas que no lo parecen, es gracias a la presencia de alguna piel en el juego, el contacto con la realidad que filtra la incompetencia, ya que la realidad es ciega a las apariencias.

Cuando los resultados proceden del trato directo con la realidad y no de la agencia de los comentaristas, la imagen importa menos, aunque se correlacione con las competencias. Pero la imagen importa bastante cuando hay jerarquía y una “evaluación del trabajo” estandarizada. Pensemos en los directores generales de las empresas: no sólo tienen el mismo aspecto, sino incluso el mismo. Y, lo que es peor, cuando se les escucha hablar, suenan igual, hasta el mismo vocabulario y metáforas. Pero ese es su trabajo: como seguiré recordando al lector, en contra de la creencia común, los ejecutivos son diferentes a los empresarios y se supone que deben parecer actores.

Ahora bien, puede haber cierta correlación entre el aspecto y las habilidades (alguien que parece atlético es probable que sea atlético), pero, condicionado a haber tenido algún éxito a pesar de no parecerlo, es una información potente, incluso crucial.

Así que no es de extrañar que el puesto de jefe del ejecutivo del país lo ocupara en su día un antiguo actor, Ronald Reagan. En realidad, el mejor actor es el que nadie se da cuenta de que es un actor: una mirada más atenta a Barack Obama muestra que era incluso más actor: una lujosa educación en la Ivy League combinada con una reputación liberal es convincente como constructor de imagen.

Se ha escrito mucho sobre el millonario de la puerta de al lado: la persona que es realmente rica, en conjunto, pero que no parece la persona que uno esperaría que fuera rica, y viceversa. A todo banquero privado se le enseña a no dejarse engañar por el aspecto del cliente y a evitar perseguir a los propietarios de Ferrari en los clubes de campo. Mientras escribo estas líneas, un vecino de mi pueblo ancestral (y como casi todo el mundo allí, un pariente lejano), que llevaba una vida modesta pero cómoda, comía alimentos que cultivaba él mismo, bebía su propio pastis (arak), ese tipo de cosas, dejó un patrimonio de cien millones de dólares, cien veces más de lo que uno habría esperado que dejara.

Así que la próxima vez que elija una novela al azar, evite la que tenga una foto del autor que represente a un hombre pensativo con un pañuelo de cuello alto delante de una estantería de pared a pared.

Por el mismo razonamiento, y dando la vuelta a los argumentos, los ladrones hábiles en libertad no deberían parecer ladrones. Los que lo hacen tienen más probabilidades de ir a la cárcel.

A continuación, profundizaremos en lo siguiente:

En cualquier tipo de actividad o negocio ajeno al filtro directo de la piel en el juego, la gran mayoría de la gente conoce la jerga, hace el papel y conoce los detalles cosméticos, pero no tiene ni idea del tema.

LA FALACIA DE LA MADERA VERDE

La idea de este capítulo es compatible con Lindy. No creas que las manzanas bonitas saben mejor, dice el refrán latino.*1 Se trata de una versión más sutil de la frase común “no es oro todo lo que reluce”, algo de lo que los consumidores han tardado medio siglo en darse cuenta; incluso entonces, ya que han sido continuamente engañados por la estética de los productos.

Una regla experta en mi negocio es no contratar nunca a un comerciante bien vestido. Pero va más allá:

Contrate al operador de éxito, condicionado por un sólido historial, cuyos detalles pueda entender lo menos posible.

No el más: el menos. ¿Por qué?

Ya introduje este punto en Antifrágil, donde lo llamé la falacia de la madera verde. Un hombre hizo una fortuna con la madera verde sin conocer lo que parecen ser detalles esenciales sobre el producto con el que comerciaba: no sabía que la madera verde significaba madera recién cortada, no madera pintada de verde. En cambio, la persona que relató la historia se arruinó conociendo todos los detalles íntimos de la madera verde. La falacia es que lo que uno puede necesitar saber en el mundo real no coincide necesariamente con lo que uno puede percibir a través del intelecto: no significa que los detalles no sean relevantes, sólo que aquellos que tendemos (al estilo de la IYI) a creer que son importantes pueden distraernos de atributos más centrales del mecanismo de precios.

En cualquier actividad, los detalles ocultos sólo se revelan a través de Lindy.

Otro aspecto:

Lo que se puede redactar y expresar en una narrativa clara que convenza a los bobos será una trampa para bobos.

Mi amigo Terry B., que impartía una clase de inversión, invitó a dos ponentes. Uno de ellos tenía el aspecto de un gestor de inversiones, hasta la saciedad: ropa a medida, reloj caro, zapatos brillantes y claridad de exposición. También hablaba mucho, proyectando el tipo de confianza que se desea en un ejecutivo. El segundo se parecía más a nuestro carnicero-cirujano y era totalmente incomprensible; incluso daba la impresión de estar confundido. Ahora bien, cuando Terry preguntó a los estudiantes cuál de los dos creían que tenía más éxito, ni siquiera se acercaron. El primero, como era de esperar, estaba en el equivalente al comedor social de ese negocio; el segundo era, como mínimo, centenaria.

El difunto Jimmy Powers, un irlandés neoyorquino empedernido con el que trabajé en un banco de inversión al principio de mi carrera en el mundo del trading, tuvo éxito a pesar de haber abandonado la universidad, con los antecedentes de un gángster callejero menor de Brooklyn. Hablaba de nuestras actividades comerciales en las reuniones con frases como: “Hicimos esto y luego aquello, badaboom, badabing, y luego todo fue genial”, ante una audiencia de ejecutivos extremadamente desconcertados a los que no les importaba no entender de qué estaba hablando, siempre y cuando nuestro departamento fuera rentable. Sorprendentemente, después de un tiempo, aprendí a entender sin esfuerzo lo que Jimmy quería decir. También aprendí, a mis veintitantos años, que las personas a las que más fácilmente se entiende son necesariamente las que se burlan.

PLAN DE NEGOCIOS MEJOR VESTIDO

La literatura no debe parecer literatura. El escritor Georges Simenon trabajó de adolescente en el periodismo como ayudante de la famosa escritora francesa Colette; ella le enseñó a resistirse a la idea de poner subjuntivos imperfectos y referencias a céfiros, rododendros y firmamentos en su texto, el tipo de cosas que uno hace cuando se pone literario. Simenon llevó este consejo al extremo: su estilo es similar al de, por ejemplo, Graham Greene; está despojado hasta la médula, y como resultado, las palabras no se interponen en la transmisión de la atmósfera: se siente la humedad penetrando en los zapatos con sólo leer sus relatos del comisario Maigret pasando interminables horas bajo la lluvia parisina; es como si su personaje central fuera el fondo.

Asimismo, prevalece la ilusión de que las empresas funcionan a través de los planes de negocio y la ciencia a través de la financiación. Esto es estrictamente falso: un plan de negocios es una narrativa útil para aquellos que quieren convencer a un bobo. Funciona porque, como dije en el Prólogo 2, las empresas del sector empresarial hacen la mayor parte de su dinero empaquetando empresas y vendiéndolas; no es fácil vender sin una narrativa sólida. Pero para un negocio real (en contraposición a un plan de recaudación de fondos), algo que debería sobrevivir por sí mismo, los planes de negocio y la financiación funcionan al revés. En el momento de escribir estas líneas, la mayoría de los grandes éxitos recientes (Microsoft, Apple, Facebook, Google) fueron creados por personas con alma y piel en el juego y crecieron de forma orgánica; si recurrieron a la financiación, fue para expandirse o para que los directivos pudieran cobrar; la financiación no fue la principal fuente de creación. No se crea una empresa creando una empresa, ni se hace ciencia haciendo ciencia.

UN OBISPO PARA HALLOWEEN

Lo que me lleva de nuevo a las ciencias sociales. En muchos casos he anotado rápidamente ideas en un papel, junto con pruebas matemáticas, y las he publicado en algún sitio, con la intención de que se publiquen. Nada de palabrería ni de la circularidad verborreica sin ideas de los artículos de ciencias sociales. En algunos campos falsos como la economía, ritualistas y dominados por los anillos de citación, descubrí que todo está en la presentación. Así que las críticas que he recibido nunca han sido sobre el contenido, sino sobre el aspecto. Hay un cierto lenguaje que uno necesita aprender a través de una larga inversión, y los artículos son sólo iteraciones en torno a ese lenguaje.

No contrates nunca a un académico si su función es participar en los rituales de redacción de trabajos o de realización de exámenes.

Lo que nos lleva a los atributos del cientificismo. Porque no es sólo una presentación lo que importa a estos idiotas. Es la complicación innecesaria.

Pero hay una lógica detrás de estas complicaciones y rituales académicos. ¿Te has preguntado alguna vez por qué un obispo se disfraza en Halloween?

Las sociedades mediterráneas son tradicionalmente aquellas en las que la persona de mayor rango es la que tiene más piel en el juego. Y si algo caracteriza a la América actual es la asunción de riesgos económicos, gracias a una feliz transferencia de los valores marciales a los negocios y el comercio en la sociedad anglosajona; sorprendentemente, la cultura tradicional árabe también pone el mismo énfasis en el honor de la asunción de riesgos económicos. Pero la historia demuestra que hubo -y sigue habiendo- sociedades en las que el intelectual estaba en la cima. Los hindúes consideraban que el brahmán era el primero en la jerarquía, los celtas tenían a los druidas (al igual que sus posibles primos drusos), los egipcios tenían a sus escribas y los chinos tuvieron durante un tiempo relativamente breve al erudito. Permítanme añadir la Francia de la posguerra. Se puede notar una notable similitud en la forma en que estos intelectuales mantenían el poder y se separaban del resto: a través de rituales complejos y extremadamente elaborados, misterios que se mantienen dentro de la casta y un enfoque primordial en la cosmética.

Incluso dentro de las sociedades “normales” gobernadas por los guerreros o por los hacedores, la clase de los intelectuales es todo un ritual: sin pompa y ceremonia, el intelectual es sólo un hablador, es decir, casi nada. Piensa en el obispo de mi tierra, la iglesia greco-ortodoxa: es una muestra de dignidad. Un obispo en patines ya no sería un obispo. Lo decorativo no tiene nada de malo si sigue siendo lo que es, decorativo, como sigue siendo hoy. Sin embargo, la ciencia y la empresa no deben ser decorativas.


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A continuación, examinamos los siguientes puntos:

De la misma manera que el tipo hábil en un Ferrari parece más rico que el millonario desaliñado, el cientificismo parece más científico que la ciencia real.

El verdadero intelecto no debe parecer intelectual.

EL NUDO GORDIANO

Nunca pague por la complejidad de la presentación cuando lo único que necesita son resultados.

En una ocasión, Alejandro Magno tuvo que resolver el siguiente desafío en la ciudad frigia de Gordium (como es habitual en las historias griegas, en la actual Turquía). Cuando entró en Gordium, encontró un viejo carro, cuyo yugo estaba atado con una multitud de nudos, todos tan apretados que era imposible averiguar cómo estaban sujetos. Un oráculo había declarado que quien desatara el nudo gobernaría todo lo que entonces se llamaba “Asia”, es decir, Asia Menor, el Levante y Oriente Medio.

Después de luchar con el nudo, el Magnus se apartó del bulto de cuerdas nudosas, y luego hizo una proclamación de que no importaba para la profecía cómo se iba a desenredar la maraña. Entonces sacó su espada y, de un solo golpe, cortó el nudo por la mitad.

Ningún académico “exitoso” podría permitirse seguir esa política. Y ningún intelectual aún idiota. La medicina tardó mucho tiempo en darse cuenta de que, cuando un paciente se presenta con dolor de cabeza, es mucho mejor darle una aspirina o recomendarle que duerma bien que hacer una cirugía cerebral, aunque esta última parezca más “científica”. Pero la mayoría de los “consultores” y otras personas a las que se paga por horas aún no han llegado a ese punto.

SOBREINTELECTUALIZACIÓN DE LA VIDA

Los investigadores Gerd Gigerenzer y Henry Brighton contraponen los planteamientos de la escuela “racionalista” (entre comillas, ya que hay poco de racional en estos racionalistas) y los de la heurística, en el siguiente ejemplo sobre cómo atrapa la pelota un jugador de béisbol de Richard Dawkins:

Richard Dawkins (…) sostiene que “se comporta como si hubiera resuelto un conjunto de ecuaciones diferenciales al predecir la trayectoria de la pelota. En algún nivel subconsciente, ocurre algo funcionalmente equivalente a los cálculos matemáticos”.

(…) En cambio, los experimentos han demostrado que los jugadores se basan en varias heurísticas. La heurística de la mirada es la más sencilla y funciona si el balón ya está en el aire: Fijar la mirada en el balón, empezar a correr y ajustar la velocidad de carrera para que el ángulo de la mirada se mantenga constante.

Este error del escritor científico Richard Dawkins se generaliza, sencillamente, a la sobreintelectualización de los seres humanos en sus respuestas a todo tipo de fenómenos naturales, en lugar de aceptar el papel de una colección de heurísticas mentales utilizadas para fines específicos. El jugador de béisbol no tiene ni idea de la heurística exacta, pero se deja llevar por ella; de lo contrario, perdería el partido frente a otro competidor no intelectualizado. Del mismo modo, como veremos en el capítulo 18, las “creencias” religiosas son simplemente heurísticas mentales que resuelven una serie de problemas, sin que el agente sepa realmente cómo. Resolver ecuaciones para tomar una decisión no es una habilidad que los humanos podamos aspirar a tener: es computacionalmente imposible. Lo que sí podemos hacer racionalmente es neutralizar algunos aspectos nocivos de estas heurísticas, desfogarlas por así decirlo.

OTRO NEGOCIO DE INTERVENCIÓN

Las personas que siempre han operado sin piel en el juego (o sin su piel en el juego correcto) buscan lo complicado y centralizado, y evitan lo simple como la peste. Los profesionales, en cambio, tienen instintos opuestos y buscan la heurística más sencilla. Algunas reglas:

Las personas que han sido criadas, seleccionadas y compensadas para encontrar soluciones complicadas no tienen ningún incentivo para aplicar soluciones simplificadas.

Y la cosa se complica porque el remedio tiene en sí mismo un problema de piel.

Esto es especialmente grave en el metaproblema, cuando la solución consiste en resolver este mismo problema.

En otras palabras, muchos problemas de la sociedad provienen de las intervenciones de personas que venden soluciones complicadas porque eso es lo que su posición y su formación les invitan a hacer. No hay ninguna ganancia para alguien en esa posición que proponga algo sencillo: se le recompensa por la percepción, no por los resultados. Mientras tanto, no pagan ningún precio por los efectos secundarios que crecen de forma no lineal con tales complicaciones.

Esto también es cierto cuando se trata de soluciones rentables para los tecnólogos.

ORO Y ARROZ

Ahora bien, sabemos por instinto que la cirugía cerebral no es más “científica” que la aspirina, al igual que volar las cuarenta y tantas millas entre los aeropuertos JFK y Newark representan la “eficiencia”, aunque haya más tecnología implicada. Pero no traducimos fácilmente esto a otros ámbitos y seguimos siendo víctimas del cientificismo, que es a la ciencia lo que un esquema Ponzi es a la inversión, o lo que la publicidad o la propaganda son a la auténtica comunicación científica. Se magnifican los atributos cosméticos.

Recordemos las modificaciones genéticas del libro 3 (y la campaña de desprestigio del capítulo 4). Consideremos la historia del arroz dorado modificado genéticamente. En muchos países en desarrollo existe un problema de malnutrición y carencia de nutrientes, que mis colaboradores Yaneer Bar-Yam y Joe Norman atribuyen a una cuestión simple y muy sencilla de transporte. Sencillamente, desperdiciamos más de un tercio de nuestro suministro de alimentos, y los beneficios de una simple mejora de la distribución superarían con creces los de la modificación del suministro. Basta con considerar que cerca del 80 u 85% del coste de un tomate puede atribuirse al transporte, el almacenamiento y los residuos (inventarios no vendidos), en lugar del coste a nivel del agricultor. Así que, visiblemente, nuestros esfuerzos deberían centrarse en la distribución de baja tecnología.

Ahora los “técnicos” vieron un ángulo de intervención. En primer lugar, muestran fotos de niños hambrientos para provocar simpatía y evitar que se siga discutiendo: cualquiera que discuta en presencia de niños moribundos es un imbécil sin corazón. En segundo lugar, haces que parezca que cualquier crítico de tu método está argumentando en contra de salvar a los niños. En tercer lugar, propones una técnica de aspecto científico que te resulta lucrativa y que, en caso de causar una catástrofe o una plaga, te aísla de los efectos a largo plazo. En cuarto lugar, se recurre a periodistas e idiotas útiles, personas que odian las cosas que parecen “no científicas” a sus ojos no científicos. En quinto lugar, creas una campaña de desprestigio para dañar la reputación de los investigadores que, al no tener dinero para joder, son muy vulnerables a la más mínima mancha en su reputación.

La técnica en cuestión consiste en modificar genéticamente el arroz para que los granos incluyan vitaminas. Mis colegas y yo nos esforzamos por demostrar lo siguiente, que es una crítica al método en general. En primer lugar, los transgénicos, es decir, el tipo de modificaciones genéticas así obtenidas, no estaban analíticamente en la misma categoría que los cruces de plantas y animales que han caracterizado las actividades humanas desde la ganadería, por ejemplo, las patatas o las mandarinas. Nos saltamos las clases de complejidad, y los efectos sobre el medio ambiente no son previsibles: nadie estudió las interacciones. Recordemos que la fragilidad está en la dosis: caerse del vigésimo piso no está en la misma categoría de riesgo que caerse de la silla. Incluso demostramos que había un aumento patente del riesgo sistémico. En segundo lugar, no había un estudio de riesgo adecuado, y los métodos estadísticos de los documentos de apoyo al argumento eran defectuosos. En tercer lugar, invocamos el principio de simplicidad, que fue calificado de anticiencia. ¿Por qué no damos a estas personas arroz y vitaminas por separado? Después de todo, no tenemos café modificado genéticamente que lleve leche. En cuarto lugar, pudimos demostrar que los transgénicos traían un montón de riesgos ocultos para el medio ambiente, debido al mayor uso de pesticidas, que matan el microbioma (es decir, las bacterias y otra vida en el suelo).

Poco después me di cuenta de que, debido al dominio de la minoría, no tenía sentido continuar. Como dije en el Libro 3, los OMG perdieron simplemente porque una minoría de personas inteligentes e intransigentes se opuso a ellos.

LA COMPENSACIÓN

Simplemente, en el momento en que uno es juzgado por los demás en lugar de por la realidad, las cosas se deforman de la siguiente manera. Las empresas que aún no han quebrado tienen algo llamado departamentos de personal. Así que se utilizan métricas y hay que rellenar “formularios de evaluación”.

En cuanto uno tiene formularios de evaluación, se producen distorsiones. Recordemos que en El Cisne Negro tenía que rellenar mi formulario de evaluación preguntando por el porcentaje de días rentables, lo que animaba a los operadores a ganar dinero fijo a costa de los riesgos ocultos de los Cisnes Negros, las pérdidas consecuentes. La ruleta rusa permite ganar dinero cinco de cada seis veces. Esto ha llevado a los bancos a la quiebra, ya que los bancos pierden menos de uno de cada cien trimestres, pero luego pierden más de lo que han ganado. Mi enfoque declarado fue intentar ganar dinero con poca frecuencia. Rompí el formulario de evaluación delante del gran jefe y me dejaron en paz.

Ahora bien, el mero hecho de que una evaluación te haga ser juzgado no por los resultados finales, sino por alguna métrica intermedia que te invite a parecer sofisticado, trae consigo algunas distorsiones.

LA EDUCACIÓN COMO BIEN DE LUJO

Las universidades de la Ivy League se están convirtiendo a los ojos de la nueva clase alta asiática en el bien de lujo por excelencia. Harvard es como un bolso Vuitton y un reloj Cartier. Es un enorme lastre para la clase media, que ha estado invirtiendo una parte cada vez mayor de sus ahorros en instituciones educativas, transfiriendo su dinero a burócratas, promotores inmobiliarios, profesores titulares de alguna disciplina que de otro modo no existiría (estudios de género, literatura comparada o economía internacional) y otros parásitos. En Estados Unidos, tenemos una acumulación de préstamos estudiantiles que se transfieren automáticamente a estos extractores de renta. En cierto modo no es diferente del chantaje: uno necesita un “nombre” universitario decente para salir adelante en la vida. Pero tenemos pruebas de que, colectivamente, la sociedad no avanza con la educación organizada, sino al revés: el nivel de educación (formal) de un país es el resultado de la riqueza.*2

UNA HEURÍSTICA DE DETECCIÓN DE BS

La heurística en este caso sería utilizar la educación a la inversa: contratar, a igualdad de competencias, a la persona con la educación menos etiquetada. Esto significa que la persona tuvo que tener éxito a pesar de la credencialización de sus competidores y superar obstáculos más serios. Además, las personas que no fueron a Harvard son más fáciles de tratar en la vida real.

Se puede saber si una disciplina es BS si el título depende en gran medida del prestigio de la escuela que lo concede. Recuerdo que cuando me presenté a programas de MBA me dijeron que todo lo que estuviera fuera de los diez o veinte mejores sería una pérdida de tiempo. En cambio, una licenciatura en matemáticas depende mucho menos de la escuela (condicionada a estar por encima de cierto nivel, por lo que la heurística se aplicaría a la diferencia entre las diez y las dos mil mejores escuelas).

Lo mismo ocurre con los trabajos de investigación. En matemáticas y física, un resultado publicado en el sitio de repositorio arXiv (con un obstáculo mínimo) está bien. En campos de baja calidad, como las finanzas académicas (donde los artículos suelen ser una forma de narración complicada), el “prestigio” de la revista es el único criterio.

LOS VERDADEROS GIMNASIOS NO PARECEN GIMNASIOS

Este etiquetado de la educación proporciona un montón de cosas cosméticas, pero echa de menos algo esencial sobre la antifragilidad y el verdadero aprendizaje, que recuerda a los gimnasios. La gente se impresiona con los equipos caros -elegantes, complicados, multicolores- destinados a parecer que pertenecen a una nave espacial. Las cosas parecen máximamente sofisticadas y científicas, pero hay que recordar que lo que parece científico suele ser cientificismo, no ciencia. Al igual que ocurre con las universidades de etiqueta, se paga bastante dinero para ingresar, en gran parte en beneficio del promotor inmobiliario. Sin embargo, las personas que se dedican al entrenamiento de fuerza (las que son realmente fuertes en muchas facetas de la vida real) saben que los usuarios de estas máquinas no ganan fuerza más allá de una fase inicial. Al recurrir a equipos complicados que normalmente se dirigen a muy pocos músculos, los usuarios habituales acabarán por perder la forma de la pera y debilitarse con el tiempo, con habilidades que no se transfieren fuera de la propia máquina en la que se han entrenado. El equipo puede tener alguna utilidad en un hospital o en un programa de rehabilitación, pero eso es todo. Por otro lado, la barra más sencilla (una barra de metal con dos pesas en ambos extremos) es la única pieza de equipo estándar que consigue reclutar todo el cuerpo para los ejercicios, y es la más sencilla y barata de conseguir. Todo lo que necesitas aprender son las habilidades de seguridad para moverte en el suelo al máximo y evitar lesiones. Lindy de nuevo: los levantadores de pesas conocen la fenomenología desde hace al menos dos milenios y medio.

Lo único que necesitas son unas zapatillas para correr al aire libre cuando puedas (y quizás unos pantalones que no te pongan en ridículo), y una barra con pesas. Mientras escribo estas líneas reviso el folleto de un lujoso hotel donde pasaré los próximos dos días. El folleto ha sido elaborado por algún MBA: es brillante, muestra todas las máquinas y los botes de los zumos ricos en color para “mejorar” tu salud. Incluso tienen una piscina; pero ninguna barra de pesas.

Y si los gimnasios no deben parecer gimnasios, el ejercicio no debe parecer ejercicio. La mayor parte de las ganancias de fuerza física provienen de trabajar las colas de la distribución, cerca de tu límite.

SIGUIENTE

En este capítulo se ha conseguido mezclar el levantamiento de pesas y la investigación fundamental bajo el único argumento de que, mientras la presencia de piel en el juego elimina lo cosmético, su ausencia provoca un sinsentido multiplicativo. A continuación, consideremos la divergencia de intereses entre tú y tú cuando te haces rico.

*1 Non teneas aurum totum quod splendet ut aurum/nec pulchrum pomum quodlibet esse bonum.

*2 El mismo argumento se aplica a las biografías de científicos y matemáticos escritas por periodistas científicos o biógrafos profesionales. Encontrarán algún relato y, lo que es peor, pondrán a los científicos en pedestales.

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El vendedor es el jefe-Cómo beber veneno-Publicidad y manipulación-El insoportable silencio de las grandes mansiones el domingo por la noche

Cuando la gente se enriquece, se desprende de su mecanismo experiencial impulsado por la piel en el juego. Pierden el control de sus preferencias, sustituyendo las suyas por otras construidas, complicándose la vida innecesariamente y provocando su propia miseria. Y estas preferencias construidas son, por supuesto, las preferencias de quienes quieren venderles algo. Este es un problema de piel en el juego, ya que las elecciones de los ricos son dictadas por otros que tienen algo que ganar, y ningún efecto secundario, de la venta. Y dado que son ricos, y sus explotadores no suelen serlo, nadie gritaría víctima.

Una vez cené en un restaurante con estrellas Michelin con un tipo que insistió en comer allí en lugar de mi elección de una taberna griega informal con un amable propietario-operador cuyo primo segundo era el gerente y cuyo primo tercero, una vez eliminado, era el amable recepcionista. Los demás clientes parecían, como decimos en las lenguas mediterráneas, tener un tapón en el trasero que obstruía la ventilación adecuada, lo que hacía que los vapores se acumularan en el interior de las paredes gastrointestinales, dando lugar a un tipo de decoro irritable que sólo se observa en las clases semiautónomas educadas. Observé que, además de los tapones, todos los hombres llevaban corbata.

La cena consistía en una sucesión de pequeñas cosas complicadas, con ingredientes microscópicos y sabores contrastados que te obligaban a concentrarte como si estuvieras haciendo algún examen de ingreso. No estabas comiendo, sino visitando una especie de museo con un afectado licenciado en inglés que te daba lecciones sobre alguna dimensión artística que nunca habrías considerado por tu cuenta. Había tan poco que me resultara familiar y tan poco que se ajustara a mis papilas gustativas: una vez que algo de la ocasión sabía a algo real, no había posibilidad de tomar más, ya que pasábamos al siguiente plato. Al pasar por los platos y escuchar alguna tontería del sumiller sobre el vino maridado, temí perder la concentración. Cuesta mucha energía fingir que no te aburres. De hecho, descubrí una optimización en el lugar equivocado: lo único que me importaba, el pan, no estaba caliente. Parece que no es un requisito de Michelin para obtener tres estrellas.

VENENUM IN AURO BIBITUR

Salí del lugar muerto de hambre. Ahora bien, si hubiera podido elegir, habría comido alguna receta probada en el tiempo (digamos una pizza con ingredientes muy frescos, o una jugosa hamburguesa) en un lugar animado, por una vigésima parte del precio. Pero como el compañero de cena podía permitirse el restaurante caro, acabamos siendo víctimas de unos complicados experimentos de un chef juzgado por algún burócrata de la Michelin. Fracasaría el efecto Lindy: la comida se hace mejor a través de minúsculas variaciones de abuela siciliana a abuela siciliana. Se me ocurrió que los ricos eran objetivos naturales; como grita el epónimo Tíestes en la tragedia de Séneca, los ladrones no entran en las casas impecables, y es más probable que uno beba veneno en una copa de oro que en una ordinaria. El veneno se bebe en copas de oro*(Venenum in auro bibitur*).

Es fácil estafar a la gente metiéndola en complicaciones; los pobres se libran de ese tipo de estafa. Se trata de la misma complicación que vimos en el capítulo 9, que hace que los académicos vendan la solución más complicada posible cuando una simple puede servir. Además, los ricos empiezan a utilizar “expertos” y “consultores”. Toda una industria destinada a estafarte te estafará: consultores financieros, asesores de dietas, expertos en ejercicios, ingenieros de estilo de vida, consejeros del sueño, especialistas en respiración, etc.

Las hamburguesas, para muchos de nosotros, son mucho más sabrosas que el filet mignon por su mayor contenido en grasa, pero la gente se ha convencido de que este último es mejor porque es más caro de producir.

Mi idea de la buena vida es no asistir a una cena de gala, una de esas situaciones en las que te encuentras sentado durante dos horas entre la esposa de un promotor inmobiliario de Kansas City (que acaba de visitar Nepal) y un lobista de Washington (que acaba de regresar de unas vacaciones en Bali).

GRANDES FUNERARIAS

Lo mismo ocurre con los bienes inmuebles: la mayoría de la gente, estoy convencido, es más feliz en un barrio cercano, en un vecindario real, donde pueda sentir el calor humano y la compañía. Pero cuando tienen mucho dinero acaban siendo presionados para mudarse a mansiones enormes, impersonales y silenciosas, lejos de los vecinos. A última hora de la tarde, el silencio de estas grandes galerías tiene un aire fúnebre, pero sin la música tranquilizadora. Esto es algo históricamente raro: en el pasado, las grandes mansiones estaban repletas de sirvientes, mayordomos, cocineros, asistentes, criadas, tutores privados, primos empobrecidos, mozos de cuadra, incluso músicos personales. Y hoy en día nadie vendrá a consolarle por tener una mansión; pocos se darán cuenta de que es bastante triste estar allí el domingo por la noche.

Como descubrió Vauvenargues, el moralista francés, lo pequeño es preferible debido a lo que hoy llamaríamos propiedades de la escala. Algunas cosas pueden ser, simplemente, demasiado grandes para el corazón. Roma, escribió, era fácil de amar por sus habitantes cuando era una pequeña aldea, más difícil cuando se convirtió en un gran imperio.

Las personas prósperas del tipo que no parecen ricas son ciertamente conscientes de ello: viven en barrios confortables e instintivamente saben que una mudanza será una carga mental. Muchos siguen viviendo en sus casas originales.

Muy pocas personas entienden sus propias decisiones y acaban siendo manipuladas por quienes quieren venderles algo. En ese sentido, el empobrecimiento podría ser incluso deseable. Mirando a Arabia Saudí, que debería volver progresivamente al nivel de pobreza anterior al petróleo, me pregunto si quitarles algunas cosas -incluido el enjambre de extranjeros aduladores que vienen a despellejarles- les hará estar mejor.

Dicho de otro modo: si la riqueza te da menos opciones en lugar de más (y más variadas), lo estás haciendo mal.

CONVERSACIÓN

En todo caso, siendo rico necesitas ocultar tu dinero si quieres tener lo que yo llamo amigos. Esto puede ser conocido; lo que es menos obvio es que también necesitas ocultar tu erudición y aprendizaje. Las personas sólo pueden ser amigos sociales si no intentan eclipsar o superar a los demás. De hecho, el arte clásico de la conversación consiste en evitar cualquier desequilibrio, como en el Libro del Cortesano de Baldassare Castiglione : las personas tienen que ser iguales, al menos para el propósito de la conversación, de lo contrario ésta fracasa. Tiene que estar libre de jerarquías y ser igual en su contribución. Prefieres cenar con tus amigos que con tu profesor, a no ser, claro, que tu profesor entienda “el arte” de la conversación.

De hecho, se puede generalizar y definir una comunidad como un espacio en el que se levantan muchas reglas de competencia y jerarquía, donde el colectivo prevalece sobre el interés propio. Por supuesto, habrá tensiones con el exterior, pero esa es otra discusión. Esta idea de la competencia que se levanta dentro de un grupo o una tribu estaba, una vez más, presente en la noción de grupo estudiada por Elinor Ostrom.

LA NO LINEALIDAD DEL PROGRESO

Ahora generalicemos al progreso en general. ¿Quieres que la sociedad se enriquezca o prefieres otra cosa: evitar la pobreza? ¿Sus opciones son las suyas o las de los vendedores?

Volvamos a la experiencia del restaurante y hablemos de las preferencias construidas en comparación con las naturales. Si tuviera que elegir entre pagar 200 dólares por una pizza o 6,95 dólares por la complicada experiencia francesa, estaría dispuesto a pagar 200 dólares por la pizza, más 9,95 dólares por una botella de vino Malbec. En realidad, pagaría por no tener la experiencia Michelin.

Este razonamiento muestra que la sofisticación puede, a cierto nivel, causar degradación, lo que los economistas llaman “utilidad negativa”. Esto nos dice algo sobre la riqueza y el crecimiento del producto interior bruto en la sociedad; muestra la presencia de una curva en U invertida con un nivel más allá del cual se obtiene un daño incremental. Sólo es detectable si se eliminan las preferencias construidas.

Ahora bien, muchas sociedades se han ido haciendo cada vez más ricas, muchas más allá de la parte positiva de la curva de la U invertida, sin contar el efecto del aumento de la comodidad en sus hijos malcriados. Y estoy seguro de que si la pizza tuviera un precio de 200 dólares, la gente con los corchos enchufados en el trasero haría cola para comprarla. Pero es demasiado fácil de producir, así que optan por lo costoso, y la pizza con ingredientes naturales frescos siempre será más barata que la complicada porquería.

Mientras la sociedad se enriquezca, alguien intentará venderte algo hasta el punto de degradar tu bienestar, y un poco más allá.

SIGUIENTE

El próximo capítulo presentará la regla de la no amenaza verbal a través de la historia de los expertos del oficio, la secta de los Asesinos.

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Caballo muerto en tu cama-Amistad a través de un pastel envenenado-Emperadores romanos y presidentes de EE.UU. Un enemigo vivo vale más que diez muertos

El mejor enemigo es el que posees poniendo piel en su juego y haciéndole saber las reglas exactas que lo acompañan. Lo mantienes vivo, sabiendo que debe su vida a tu benevolencia. La noción de que un enemigo que posees es mejor que uno muerto fue perfeccionada por la orden de los Asesinos, así que vamos a indagar un poco en el trabajo de esa sociedad secreta.

UNA OFERTA MUY DIFÍCIL DE RECHAZAR

Hay una escena formidable en El Padrino, cuando un ejecutivo de Hollywood se despierta con la cabeza ensangrentada y cortada de su apreciado caballo de carreras en su cama.

Se había negado a contratar a un actor siciliano-estadounidense por razones que parecían inicuas, ya que, aunque sabía que éste era el mejor para el papel, estaba resentido por la “voz de aceite de oliva” que había encantado a una de sus pasadas amantes y temía sus poderes para seducir a las futuras. Resultó que el actor, que en la vida real era (posiblemente) Frank Sinatra, tenía amigos y amigos de amigos, ese tipo de cosas; incluso era ahijado de un capo. Una visita del consigliere de la “familia” no consiguió convencer al ejecutivo ni suavizar su abrasividad hollywoodiense: el tipo no se dio cuenta de que, al volar a través del país para hacer la petición, el alto mafioso no estaba proporcionando simplemente el tipo de carta de recomendación que se envía por correo al departamento de personal de una universidad estatal. Le había hecho una oferta que no podía rechazar (la expresión se popularizó con esa escena de la película).

Era una amenaza, y no una amenaza vacía.

Mientras escribo estas líneas, la gente discute sobre el terrorismo y los grupos terroristas cometiendo graves errores de categoría; de hecho, hay dos variedades totalmente distintas. El primer grupo es terrorista para casi todo el mundo, es decir, para toda persona dotada de capacidad de discernimiento y que no sea residente en Arabia Saudí y no trabaje para un think tank financiado por jeques; el segundo son los grupos de milicianos llamados en gran medida terroristas por sus enemigos, y “resistencia” o “luchadores por la libertad” por quienes no les desagradan.

El primero incluye a los no soldados que matan indiscriminadamente a civiles por efecto y no se preocupan por los objetivos militares, ya que su objetivo no es obtener ganancias militares, sino sólo hacer una declaración, dañar a algunos seres humanos vivos, producir algo de ruido y, para algunos, encontrar una forma de ir al paraíso con poco error. La mayoría de los yihadistas suníes, del tipo que siente un placer inconmensurable al volar civiles, como Al Qaeda, ISIS y los “rebeldes moderados” en Siria patrocinados por el ex presidente estadounidense Obama, están en esa categoría. El segundo grupo es el de los asesinatos políticos estratégicos: el Ejército Republicano Irlandés, la mayoría de las organizaciones chiítas, los independentistas argelinos contra Francia, los combatientes de la resistencia francesa durante la ocupación alemana, etc.

Para los chiíes y otras variedades similares de Oriente Próximo y Medio, la ascendencia, los métodos y las reglas tienen su origen en la orden de los Asesinos, que a su vez sigue el modus de los Sicarii de Judea en la época romana. Los Sicarii deben su nombre a los puñales que utilizaban para matar a los soldados romanos y, sobre todo, a sus colaboradores de Judea, debido a lo que percibían como la profanación de su templo y de la tierra.

Tengo la desgracia de conocer un poco el tema. Mi instituto, el Liceo Franco-Libanés de Beirut, tiene una lista de ex alumnos “notables”. Yo soy el único que es “notable” por razones distintas a la de ser víctima de un asesinato exitoso o de un intento de asesinato (aunque tengo suficientes enemigos salafistas y aún estoy a tiempo de satisfacer tal requisito -piel en el juego-).

LOS ASESINOS

Lo más interesante de los Asesinos es que el asesinato real no era una prioridad en su agenda. Entendían la mensajería no barata. Preferían poseer a sus enemigos. Y el único enemigo que no puedes manipular es uno muerto.

En 1118, Ahmad Sanjar se convirtió en el sultán del Imperio Turco Selyúcida de Asia menor (es decir, la actual Turquía), Irán y partes de Afganistán. Poco después de su ascenso, se despertó un día con una daga junto a su cama, firmemente clavada en el suelo. Según una de las versiones de la leyenda, una carta le informaba de que el puñal clavado en la dura tierra era preferible a la alternativa de ser clavado en su blando pecho. Era un mensaje característico de los Hashishins, también conocidos como Asesinos, que le hacía tomar conciencia de la necesidad de dejarlos en paz, enviarles regalos de cumpleaños o contratar a sus actores para su próxima película. El sultán Sanjar había desairado previamente a sus negociadores de paz, así que pasaron a la segunda fase de un proceso manifiestamente bien planificado. Le convencieron de que su vida estaba en sus manos y que, fundamentalmente, no tenía que preocuparse de si hacía lo correcto. De hecho, Sanjar y los Asesinos tuvieron una vida feliz juntos para siempre.

Observará que no se emitió ninguna amenaza verbal explícita. Las amenazas verbales no revelan nada más que debilidad y falta de fiabilidad. Recuerde, una vez más, que no hay amenazas verbales.

Los Asesinos eran una secta del siglo XI al XIV relacionada con el Islam chiíta, y eran (y siguen siendo en sus reencarnaciones) violentamente antisuníes. A menudo se les asociaba con los Caballeros Templarios, ya que luchaban con frecuencia del lado de los cruzados, y si parecen compartir algunos de los valores de los Templarios, en cuanto a perdonar a los inocentes y a los débiles, es probablemente porque el primer grupo transmitió algunos de sus valores al segundo. El código de honor caballeresco tiene como segunda cláusula Respetaré y defenderé al débil, al enfermo y al necesitado.

Se supone que los asesinos enviaron el mismo mensaje a Saladino (el gobernante kurdo de Siria que conquistó Jerusalén a los cruzados), informándole de que el pastel que iba a comer estaba envenenado… por ellos mismos.

El sistema ético de los Asesinos sostenía que el asesinato político ayudaba a prevenir la guerra; las amenazas de la variedad de puñal por cama son incluso mejores para el control incruento.* Supuestamente, su objetivo era salvar a los civiles y a las personas que no estaban directamente en el punto de mira. Su precisión pretendía reducir lo que ahora se llama “daños colaterales”.

EL ASESINATO COMO MARKETING

Aquellos lectores que hayan intentado deshacerse de las piedras en los zapatos (es decir, de alguien que te molesta y no pilla la indirecta) sabrán que los “contratos” sobre ciudadanos corrientes (es decir, para provocar su funeral) son relativamente fáciles de realizar y baratos de comprar. Existe un mercado clandestino relativamente activo de estos contratos. En general, hay que pagar un poco más para que “parezca un accidente”. Sin embargo, los historiadores y observadores expertos en historia marcial recomendarían exactamente lo contrario: en política, hay que pagar más para que parezca intencionado.

De hecho, lo que descubrimos el capitán Mark Weisenborn, Pasquale Cirillo y yo, cuando intentamos hacer un estudio sistemático de la violencia (desacreditando la tesis confabuladora de Steven Pinker que mencionamos antes, que sostiene que la violencia ha disminuido), fue que las cifras de la guerra han sido históricamente infladas… por ambas partes. Tanto los mongoles (durante su barrido por Eurasia en la Edad Media) como sus víctimas, presas del pánico, tenían un incentivo para exagerar, lo que actuaba como elemento disuasorio. Los mongoles no estaban interesados en matar a todo el mundo; sólo querían la sumisión, que les salía barata a través del terror. Además, después de haber pasado algún tiempo examinando las huellas genéticas de las poblaciones invadidas, está claro que si los guerreros procedentes de las estepas orientales dejaron una huella cultural, ciertamente dejaron sus genes en casa. La transferencia de genes entre zonas se produce por las migraciones en grupo, las inclemencias del clima y un suelo poco propicio, más que por la guerra.

Más recientemente, la “masacre” de Hama en 1982 de los yihadistas sirios por parte de Assad senior causó bajas documentadas (según mi estimación) al menos un orden de magnitud inferior a lo que se informa; el resto provino de la inflación -números que aumentaron con el tiempo de dos mil a cerca de cuarenta mil sin información nueva significativa. Tanto el régimen sirio como sus enemigos tenían interés en que las cifras se inflaran. Curiosamente, el número ha seguido aumentando en los últimos años. Volveremos a hablar de los historiadores en el capítulo 14, donde mostraremos cómo el rigor empírico es bastante ajeno a su disciplina.

EL ASESINATO COMO DEMOCRACIA

Ahora bien, la vida política; si el sistema democrático no ofrece plenamente la gobernabilidad -pues es evidente que no lo hace, debido a los amiguismos y a la corrupción legal encubierta al estilo Hillary Monsanto-Malmaison-, sabemos desde siempre lo que sí lo hace: una mayor rotación en la cima. La descripción epigramática del Conde Ernst zu Münster de la Constitución rusa lo explica: “Absolutismo atemperado por el asesinato”.

Aunque los políticos de hoy no tienen piel en el juego y no tienen que preocuparse mientras jueguen, cada vez permanecen más tiempo en el puesto, gracias a la mayor esperanza de vida de los tiempos modernos. El socialista caviar francés François Mitterrand reinó durante catorce años, más tiempo que muchos reyes franceses; y gracias a la tecnología tenía más poder sobre la población que la mayoría de los reyes franceses. Incluso un presidente de Estados Unidos, el tipo moderno de emperador (a diferencia de Napoleón y los zares, los emperadores romanos antes de Diocleciano no eran absolutistas) suele durar al menos cuatro años en el trono, mientras que Roma tuvo cinco emperadores en un solo año y cuatro en otro. El mecanismo funcionó: considere que todos los malos emperadores -Calígula, Caracalla, Elagabalus y Nerón- terminaron sus carreras asesinados por la Guardia Pretoriana o, en el caso de Nerón, muertos por suicidio en previsión. Recordemos que en los primeros cuatrocientos años de imperio, menos de un tercio de los emperadores murieron de muerte natural, suponiendo que estas muertes fueran realmente naturales.

LA CÁMARA PARA LA PIEL EN EL JUEGO

Gracias a la cámara, ya no es necesario poner cabezas de caballo en hoteles boutique o villas en los Hamptons para poseer gente. Puede que ni siquiera sea necesario asesinar a nadie.

Antes vivíamos en pequeñas comunidades; nuestra reputación estaba directamente determinada por lo que hacíamos: nos vigilaban. Hoy en día, el anonimato saca a relucir el imbécil que hay en la gente. Así que descubrí accidentalmente una forma de cambiar el comportamiento de las personas poco éticas y abusivas sin necesidad de amenazas verbales. Hazles fotos. El mero hecho de hacerles fotos es similar a tener sus vidas en tus manos y controlar su comportamiento futuro gracias a tu silencio. No saben lo que puedes hacer con él y vivirán en un estado de incertidumbre.

Descubrí la magia de la cámara para restablecer el comportamiento civil/ético de la siguiente manera. Un día, en el pasillo del metro de Nueva York, dudé durante unos segundos tratando de orientarme ante la lista de salidas. Un hombre bien vestido, de complexión enjuta y personalidad neurótica, empezó a proferir insultos contra mí “por detenerme”. En lugar de golpearle para entablar conversación, como habría hecho en 1921, saqué mi móvil y le hice una foto mientras le llamaba tranquilamente “idiota malvado, maltratador de personas perdidas”. Se asustó y huyó de mí, escondiendo su cara entre las manos para evitar más fotografías.

En otra ocasión, un hombre del norte del estado de Nueva York se metió en mi plaza de aparcamiento cuando estaba dando marcha atrás. Le dije que iba en contra de la etiqueta, se comportó como un gilipollas. Lo mismo, le fotografié en silencio a él y a su matrícula. Se alejó rápidamente y liberó la plaza de aparcamiento. Por último, cerca de mi casa, hay una reserva forestal prohibida a las bicicletas por ser perjudicial para el medio ambiente. Dos ciclistas de montaña circulaban por ella todos los fines de semana durante mi paseo de las cuatro de la tarde. Les amonesté en vano. Un día hice tranquilamente una docena de fotos, asegurándome de que se dieran cuenta. El más grande se quejó, pero luego se fueron rápidamente. Nunca han vuelto.

Por supuesto, destruí sus fotos. Pero nunca pensé que los dispositivos de mano pudieran ser un arma así. Y sería injusto utilizar sus fotos para el “web-mobbing”. Antes, las malas acciones sólo se transmitían a los conocidos que sabían relativizarlas. Hoy, los desconocidos, incapaces de juzgar el carácter general de una persona, se han convertido en autoproclamados policías del comportamiento. El “web-shaming” es mucho más poderoso que las manchas de reputación del pasado, y más un riesgo de cola.

En el Libro 2 de la República de Platón , hay una discusión entre Sócrates y el hermano de Platón, Glaucón, sobre el anillo de los gitanos, que da a su poseedor el poder de ser invisible a voluntad y observar a los demás. Evidentemente, Platón se anticipó al posterior artificio cristiano “eres observado”. La discusión era si las personas se comportan de manera correcta porque son observadas o, según Sócrates, por su carácter. Por supuesto que nos ponemos del lado de Sócrates, pero incluso vamos a ir más allá, definiendo la virtud como algo que va más allá de complacer a los vigilantes, y que en realidad puede irritarlos. Recordemos que Sócrates fue condenado a muerte porque no quiso comprometer sus normas. Más sobre esto, en algunos capítulos, cuando discutamos la verdadera virtud.

* Parece que lo que leemos sobre los Asesinos puede ser desprestigiado por sus enemigos, incluidos los relatos apócrifos según los cuales su nombre proviene del consumo de hachís (cannabis en árabe), ya que entraban en trance antes de su asesinato.

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Nunca he dicho que haya dicho que la mayoría de las veces las noticias no son noticias La información fluye en ambas direcciones

CÓMO ESTAR EN DESACUERDO CON UNO MISMO

En el verano de 2009, participé en un debate público de una hora de duración con David Cameron, que se presentaba como candidato a primer ministro del Reino Unido, y que posteriormente se convirtió en él. La discusión versó sobre cómo hacer que la sociedad sea robusta, incluso inmune a los Cisnes Negros, qué estructura se necesita tanto para la descentralización como para la rendición de cuentas, y cómo debe construirse el sistema, ce genre de trucs. Fueron cincuenta y nueve minutos interesantes en torno a los temas del Incerto, y me sentí muy bien comunicando todos los puntos en bloque por primera vez. La sala de la elegante Royal Society for the Arts estaba llena de periodistas. Después fui a un restaurante chino en el Soho (de Londres) para celebrarlo con algunas personas, cuando recibí una llamada telefónica de un amigo horrorizado. Todos los periódicos londinenses me llamaban “negacionista del clima”, presentándome como parte de una oscura conspiración antiambiental.

Los cincuenta y nueve minutos completos fueron resumidos por la prensa e informados a partir de un comentario tangencial que duró veinte segundos tomado al revés de lo que se pretendía. Alguien que no hubiera asistido a la conferencia habría tenido la impresión de que esa fue toda la conversación.

Resulta que durante la conversación presenté mi versión del principio de precaución, que vale la pena repetir aquí. Afirma que no se necesitan modelos complejos como justificación para evitar una determinada acción. Si no entendemos algo y tiene un efecto sistémico, basta con evitarlo. Los modelos son propensos a los errores, algo que conocía bien con las finanzas; la mayoría de los riesgos sólo aparecen en los análisis después de que se haya producido el daño. Que yo sepa, sólo tenemos un planeta. Así que la carga recae en quienes contaminan -o introducen nuevas sustancias en cantidades mayores de las habituales- para demostrar que no hay riesgo de cola. De hecho, cuanta más incertidumbre haya en los modelos, más conservador hay que ser. Los mismos periódicos habían alabado El cisne negro, en el que se exponía claramente este mismo punto, por lo que era evidente que el ataque no tenía nada que ver con lo que yo decía, sino que querían debilitar a Cameron demonizándome. Me di cuenta de que habrían encontrado otra razón para mancharme sin importar lo que dijera.

Conseguí defenderme haciendo mucho ruido y, con amenazas legales explícitas, obligué a todos los periódicos a publicar mi corrección. Incluso entonces, alguien de The Guardian intentó (sin éxito) rebajar el tono de mi carta mostrando que se trataba de algún tipo de desacuerdo con lo que yo decía, no de una corrección de su tergiversación. En otras palabras, querían que dijera que estaba en desacuerdo conmigo mismo.

Los periódicos londinenses estaban tergiversando activamente algo ante su propio público. Alguien que leía el periódico estaba confundiendo al periodista con un intermediario entre él y el producto, la noticia. Pero si yo acabé aclarando las cosas, gracias a mi púlpito, muchos no pueden hacer lo mismo.

Así que está claro que hay un problema de agencia. No hay diferencia entre un periodista de The Guardian y el dueño de un restaurante de Milán que, cuando pides un taxi, llama a su primo que hace un recorrido por la ciudad para que infle el taxímetro antes de aparecer. O el médico que deliberadamente te diagnostica mal para venderte un fármaco en el que tiene intereses creados.

A LA INFORMACIÓN NO LE GUSTA QUE LA POSEAN

El periodismo no es compatible con Lindy. La información se transmite orgánicamente por el boca a boca, que circula de forma bidireccional. En la antigua Roma, la gente se informaba sin un filtro centralizado. En los antiguos mercados mediterráneos, la gente hablaba; eran los receptores y los proveedores de noticias. Los barberos ofrecían servicios integrales; hacían las veces de cirujanos, expertos en resolución de conflictos y reporteros de noticias. Si la gente filtraba sus propios rumores, también formaba parte de la transmisión. Lo mismo ocurría con las tabernas y los cafés londinenses. En el Mediterráneo oriental (actualmente Grecia y Levante), las condolencias eran la fuente de reunión y transmisión, y representaban el grueso de la vida social. La difusión de las noticias tenía lugar en estas reuniones. Mi abuela social hacía su “ronda” de visitas de condolencias algunos días en la entonces importante comunidad griega ortodoxa de Beirut, y lo sabía prácticamente todo, hasta los detalles más insignificantes. Si el hijo de alguien importante suspendía un examen, ella lo sabía. Prácticamente todos los asuntos de la ciudad eran detectados.

Las personas poco fiables tienen menos peso que las fiables. No se puede engañar a la gente más de dos veces.*1

El período de tiempo que corresponde a la dependencia de relatos unilaterales como la televisión y los periódicos, que pueden ser controlados por los mandarines, duró desde mediados del siglo XX hasta las elecciones estadounidenses de 2016. En ese momento, las redes sociales, que permiten un flujo de información bidireccional, devolvieron el mecanismo de las noticias a su formato natural: había que golpear. Al igual que ocurre con los participantes en los mercados y zocos, ser fiable tiene sus ventajas a largo plazo.

Además, un problema de agencia como el de la prensa actual es sistémico, ya que sus intereses seguirán divergiendo de los de su público hasta el eventual estallido sistémico, como vimos con el comercio de Bob Rubin. A modo de ilustración: Me frustró menos la mala interpretación de mis ideas que el hecho de que ningún lector se diera cuenta de que el 99% de mi discusión con Cameron versaba sobre cosas distintas al cambio climático. Si lo primero pudo ser un malentendido, lo segundo es un defecto estructural. Y nunca se curan los defectos estructurales; el sistema se corrige a sí mismo colapsando.*2

La divergencia es evidente, ya que los periodistas se preocupan mucho más por la opinión de otros periodistas que por el juicio de sus lectores. Comparemos esto con un sistema saludable, por ejemplo, el de los restaurantes. Como vimos en el capítulo 8, los propietarios de restaurantes se preocupan por la opinión de sus clientes, no por la de otros propietarios de restaurantes, lo que les mantiene controlados y evita que el negocio se desvíe colectivamente de sus intereses. Además, la participación en el juego crea diversidad, no monocultivo. La inseguridad económica empeora la situación. Los periodistas ejercen actualmente la profesión más insegura que se pueda encontrar: la mayoría vive al día y el ostracismo de sus amigos sería terminal. Por ello, son fácilmente manipulables por los grupos de presión, como hemos visto con los transgénicos, las guerras de Siria, etc. Si dices algo impopular en esa profesión sobre el Brexit, los transgénicos o Putin, pasas a ser historia. Esto es lo contrario de las empresas, donde el me-tooísmo está penalizado.

LA ÉTICA DEL DESACUERDO

Profundicemos ahora en la aplicación de la Regla de Plata en los debates intelectuales. Se puede criticar tanto lo que una persona ha dicho como lo que ha querido decir. Lo primero es más sensacionalista, por lo que se presta más a la difusión. La marca de un charlatán -por ejemplo, el escritor y pseudo-racionalista Sam Harris- es defender su posición o atacar a un crítico centrándose en alguna afirmación específica (“mira lo que ha dicho”) en lugar de arremeter contra su posición exacta (“mira lo que quiere decir” o, más ampliamente, “mira lo que representa”), ya que esto último requiere una amplia comprensión de la idea propuesta. Obsérvese que lo mismo ocurre con la interpretación de los textos religiosos, a menudo extraída de sus circunstancias más amplias.

Es imposible que alguien escriba un documento perfectamente argumentado sin un segmento que, fuera de contexto, pueda ser transformado por algún redactor deshonesto para que parezca totalmente absurdo y se preste a la sensacionalización, por lo que los políticos, los charlatanes y, lo que es más inquietante, los periodistas van a la caza de estos segmentos. “Dadme unas pocas líneas escritas por cualquier hombre y encontraré lo suficiente para que lo cuelguen”, dice el dicho atribuido a Richelieu, Voltaire, Talleyrand (un censor vicioso durante la fase de terror de la revolución francesa) y algunos otros. Como dijo Donald Trump: “Los hechos son verdaderos, las noticias son falsas”, irónicamente en una conferencia de prensa en la que posteriormente sufrió la misma información selectiva que en mi evento de la RSA.

El gran Karl Popper solía empezar una discusión con una representación infalible de las posiciones de su oponente, a menudo exhaustiva, como si las comercializara como si fueran sus propias ideas, antes de proceder a desmontarlas sistemáticamente. Además, tomemos las diatribas de Hayek contra Keynes y Cambridge: era una “contra”, pero ni una sola línea tergiversa a Keynes o hace un intento abierto de sensacionalismo. (Ayudó que la gente estuviera demasiado intimidada por el intelecto y la personalidad agresiva de Keynes como para arriesgarse a desatar su ira).

Lea la Suma Teológica de Aquino , escrita hace ocho siglos; notará secciones tituladas “Questio”, luego “Praeteria”, “Objectiones”, “Sed Contra”, etc., que describen con una precisión legalista las posiciones impugnadas y buscan un fallo en ellas antes de presentar un compromiso. Si se observa una similitud con el Talmud, no es casualidad: parece que ambos métodos tienen su origen en el razonamiento jurídico romano.

Obsérvese los argumentos de hombre de paja asociados, mediante los cuales no sólo se extrae un comentario, sino que se ofrece una interpretación o se promueve una interpretación errónea. Como autor, considero que el hombre de paja no es diferente del robo.

Algunos tipos de mentiras en un mercado abierto hacen que los demás traten al autor como si fuera invisible. No se trata de la mentira, sino del sistema que requiere un mínimo de confianza. Porque los proveedores de calumnias no sobrevivían en los entornos antiguos.

El principio de la caridad estipula que intentes comprender un mensaje como si fueras tú mismo su autor. Ello, y la repugnancia ante sus violaciones, son compatibles con Lindy. Por ejemplo, Isaías 29:21 dice Que convierten al hombre en delincuente por una palabra, y ponen una trampa al que reprende en la puerta, y desvían al justo por una cosa sin importancia. Los malvados te atrapan. La calumnia ya era un crimen muy severo en Babilonia, donde la persona que hacía una acusación falsa era castigada como si hubiera cometido el crimen exacto.

Sin embargo, en filosofía, el principio de caridad -como principio- sólo tiene sesenta años. Como en otras cosas, si el principio de la caridad tuvo que convertirse en principio, debe ser porque se abandonaron algunas prácticas éticas antiguas.

SIGUIENTE

El próximo capítulo nos llevará a la virtud como piel en el juego.

*1 Hubo algunos episodios ocasionales de frenesí colectivo, con la difusión de falsos rumores, pero, debido al bajo nivel de conectividad entre las comunidades, éstos no viajaban tan rápido como lo hacen hoy.

*2 Una de las formas en que el periodismo se autodestruirá por su creciente divergencia con el público queda ilustrada por la historia de Gawker. Gawker era un equipo de voyeurismo que se especializaba en publicar la vida privada de la gente en proporciones industriales. Al final, Gawker, que acosaba a sus víctimas más débiles económicamente (a menudo veinteañeros en escenas de porno de venganza), fue acosado por alguien más rico y quebró. Fue revelador que los periodistas se pusieran mayoritariamente del lado de Gawker por motivos de “libertad de información”, la explotación más equivocada de ese concepto, en lugar de hacerlo con el público, que se puso, naturalmente, del lado de la víctima. Esto es para recordar al lector que el periodismo tiene la madre de todos los problemas de agencia.

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Sontag es sobre Sontag-La virtud es lo que haces cuando nadie mira-Ten las agallas de ser impopular-Las reuniones engendran reuniones-Llama a alguien solitario los sábados después del tenis

Licurgo, el legislador espartano, respondió a una sugerencia de permitir la democracia allí, diciendo: “empieza con tu propia familia”.

Siempre recordaré mi encuentro con la escritora e icono cultural Susan Sontag, en gran parte porque ese mismo día conocí al gran Benoit Mandelbrot. Tuvo lugar en 2001, dos meses después del suceso terrorista de septiembre, en una emisora de radio de Nueva York. Sontag, que estaba siendo entrevistada, se sintió atraída por la idea de un tipo que “estudia la aleatoriedad” y se acercó para hablar conmigo. Cuando descubrió que yo era un comerciante, soltó que estaba “en contra del sistema de mercado” y me dio la espalda cuando yo estaba en medio de una frase, sólo para humillarme (nótese aquí que la cortesía es una aplicación de la Regla de Plata), mientras su asistente me miraba como si hubiera sido condenado por asesinato de niños. En cierto modo, justifiqué su comportamiento para olvidar el incidente, imaginando que vivía en alguna comuna rural, cultivaba sus propias verduras, escribía con lápiz y papel, realizaba transacciones de trueque, ese tipo de cosas.

No, resultó que no cultivaba sus propias verduras. Dos años más tarde, encontré accidentalmente su obituario (esperé una década y media antes de escribir sobre el incidente para evitar hablar mal del difunto). La gente del mundo editorial se quejaba de su rapacidad; había exprimido a su editor, Farrar, Straus and Giroux, por lo que hoy serían varios millones de dólares por una novela. Compartió, con una novia, una mansión en Nueva York, que más tarde se vendió por 28 millones de dólares. Probablemente Sontag pensó que insultar a la gente con dinero la convertía en una santidad intachable que la eximía de tener que jugar.

Es inmoral oponerse al sistema de mercado y no vivir (en algún lugar de Vermont o del noroeste de Afganistán) en una cabaña o cueva aislada de él.

Pero hay algo peor:

Es mucho más inmoral reivindicar la virtud sin vivir plenamente sus consecuencias directas.

Este será el tema principal de este capítulo: explotar la virtud para obtener una imagen, un beneficio personal, una carrera, un estatus social, este tipo de cosas -y por beneficio personal me refiero a cualquier cosa que no comparta el lado negativo de una acción.

En contraste con Sontag, he conocido a algunas personas que viven sus ideas públicas. Ralph Nader, por ejemplo, lleva una vida de monje, idéntica a la de un miembro de un monasterio del siglo XVI. Y la santa laica Simone Weil, aunque procede de la clase alta judía francesa, pasó un año en una fábrica de coches para que la clase obrera pudiera ser algo más que una construcción abstracta para ella.

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Como vimos con los intervencionistas, cierta clase de personas teóricas pueden despreciar los detalles de la realidad. Si consigues convencerte de que tienes razón en teoría, no te importa realmente cómo afectan tus ideas a los demás. Tus ideas te dan un estatus virtuoso que te hace insensible a cómo afectan a los demás.

Del mismo modo, si crees que estás “ayudando a los pobres” gastando dinero en presentaciones de PowerPoint y reuniones internacionales, el tipo de reuniones que conducen a más reuniones (y presentaciones de PowerPoint) puedes ignorar completamente a las personas: los pobres se convierten en una construcción abstracta reificada que no encuentras en tu vida real. Tus esfuerzos en las conferencias te dan licencia para humillarlos en persona. Hillary Monsanto-Malmaison, a veces conocida como Hillary Clinton, consideraba permisible abusar de los agentes del servicio secreto. Hace poco me contaron que un famoso ecologista socialista canadiense, con el que participaba en un ciclo de conferencias, maltrataba a los camareros en los restaurantes, entre conferencia y conferencia sobre equidad, diversidad e imparcialidad.

Los chicos con padres ricos hablan del “privilegio de clase” en universidades privilegiadas como Amherst, pero en un caso, uno de ellos no pudo responder a la sencilla y lógica sugerencia de Dinesh D’Souza: ¿Por qué no vas a la oficina de registro y le das tu lugar privilegiado al estudiante minoritario que sigue en la fila?

Está claro que la defensa que dan las personas en una situación así es que quieren que los demás también lo hagan: exigen una solución sistémica para cada problema local de injusticia que perciben. Eso me parece inmoral. No conozco ningún sistema ético que te permita dejar que alguien se ahogue sin ayudarle porque otras personas no le ayudan, ningún sistema que diga: “Sólo salvaré a la gente de ahogarse si otros también salvan a otras personas de ahogarse”.

Lo que nos lleva al principio:

Si tu vida privada entra en conflicto con tu opinión intelectual, anula tus ideas intelectuales, no tu vida privada.

Y una solución al insustancial universalismo del que hablamos en el Prólogo:

Si tus acciones privadas no se generalizan, entonces no puedes tener ideas generales.

No se trata estrictamente de ética, sino de información. Si un vendedor de coches intenta venderte un coche de Detroit mientras conduce un Honda, te está indicando que la mercancía que promociona puede tener un problema.

LOS MERCADERES DE LA VIRTUD

En casi todas las cadenas hoteleras, desde Argentina hasta Kazajstán, el baño tendrá un cartel destinado a llamar tu atención: PROTEGER EL MEDIO AMBIENTE. Quieren que no envíes las toallas a la lavandería y las reutilices durante un tiempo, porque evitar el exceso de lavado les ahorra decenas de miles de dólares al año. Esto es similar al vendedor que te dice lo que es bueno para ti cuando es sobre todo (y centralmente) bueno para él. Los hoteles, por supuesto, adoran el medio ambiente, pero puedes apostar que no lo anunciarían a bombo y platillo si no fuera bueno para su cuenta de resultados.

Así que estas causas globales -la pobreza (sobre todo la de los niños), el medio ambiente, la justicia para alguna minoría pisoteada por las potencias coloniales, o algún género aún desconocido que será perseguido- son ahora el último refugio del canalla que anuncia la virtud.

La virtud no es algo que se anuncie. No es una estrategia de inversión. No es un plan de reducción de costes. No es una estrategia de venta de libros (o, peor aún, de venta de entradas para conciertos).

Ahora me he preguntado por qué, por el efecto Lindy, se menciona tan poco lo que se llama señalización de la virtud en los textos antiguos. ¿Cómo podría ser nuevo?

Bueno, no es nuevo, pero no se consideraba lo suficientemente frecuente en el pasado como para justificar muchas quejas y ser nombrado vicio. Pero mención hay; revisemos Mateo 6:1-4, donde la mitzvah más elevada es la que se hace en secreto:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los demás para ser vistos por ellos. Si lo haces, no tendrás recompensa de tu Padre en el cielo.

Por eso, cuando den a los necesitados, no lo anuncien con trompetas, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los demás. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa por completo. Pero cuando des a los necesitados, no dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace tu mano derecha, para que tu entrega sea en secreto. Entonces vuestro Padre, que ve lo que se hace en secreto, os recompensará.

¿SER O PARECER?

El inversor Charlie Munger dijo una vez: “Míralo. ¿Prefieres ser el mejor amante del mundo, pero que todos piensen que eres el peor amante del mundo? ¿O prefieres ser el peor amante del mundo pero que todos piensen que eres el mejor amante del mundo?” Como siempre, si tiene sentido, tiene que ser en los clásicos, donde se encuentra bajo el nombre de esse quam videri, que traduzco como ser o ser visto como tal. Se puede encontrar en Cicerón, Sallust, incluso Maquiavelo, quien, característicamente, lo invirtió a videri quam esse, “mostrar más que ser”.

SIMONIA

En algún momento de la historia, si uno tenía dinero, podía desprenderse de una parte para exonerar sus pecados. Los opulentos podían limpiar su conciencia gracias a la compra de favores eclesiásticos e indulgencias, y aunque la práctica alcanzó su punto álgido en los siglos IX y X, continuó de forma más suave y sutil posteriormente, y sin duda contribuyó a la exasperación con las prácticas eclesiásticas que condujeron a la Reforma.

La simonía era una forma conveniente para la iglesia de recaudar fondos, vendiendo oficios, y todo el mundo estaba contento con el acuerdo. Lo mismo ocurría con las indulgencias: el comprador tenía una opción barata en el paraíso, el vendedor vendía algo que no costaba nada. Era, como lo llamamos en el comercio, “dinero gratis”. Sin embargo, técnicamente era una violación del derecho canónico, ya que conmutaba algo temporal por lo espiritual e intemporal. Era ciertamente compatible con Lindy: técnicamente, las indulgencias no eran muy diferentes de la práctica pagana de dar ofrendas para propiciar a los dioses, una parte de las cuales iba a llenar los bolsillos del sumo sacerdote.

Ahora considere la posibilidad de dar públicamente un millón de dólares a alguna “organización benéfica”. Una parte de ese dinero se gastará en anunciar que está dando dinero, definiéndose una organización benéfica como una organización que no pretende obtener beneficios, y en “gastar” una parte del dinero en su especialización: reuniones, recaudación de fondos en el futuro, y correos electrónicos multiplicativos entre empresas (todo ello destinado a ayudar a un país tras un terremoto, por ejemplo). ¿Ves alguna diferencia entre esto y la simonía y las indulgencias? De hecho, la simonía y las indulgencias se reencarnan en la sociedad laica en forma de cenas benéficas (por alguna razón, de etiqueta), de personas que se sienten útiles participando en la actividad, por lo demás egoísta, de correr maratones, que ya no es egoísta puesto que tiene como objetivo salvar los riñones de otras personas (como si los riñones no pudieran salvarse mediante la emisión de cheques para salvar riñones), y de ejecutivos que dan sus nombres a edificios para poder ser recordados como virtuosos. Así que se puede estafar al mundo con mil millones; basta con gastar una parte, digamos un millón o dos, para entrar en la sección del paraíso reservada a los “dadores”.

Ahora bien, no estoy diciendo que todos los que ponen su nombre en un edificio sean necesariamente no virtuosos y estén comprando un lugar en el paraíso. Muchos se ven obligados por la presión social y de sus compañeros a hacerlo, por lo que podría ser una forma de quitarse de encima a algunas personas.

Hemos argumentado que la virtud no es un adorno, no es algo que se pueda comprar. Vayamos un paso más allá y veamos que la virtud exige asumir riesgos, sobre todo cuando es la propia reputación la que está en peligro.

LA VIRTUD TIENE QUE VER CON LOS DEMÁS Y CON LA COLECTIVIDAD

A partir de la propiedad de la escala, podemos establecer con seguridad que la virtud es hacer algo por el colectivo, especialmente cuando tal acción entra en conflicto con tus intereses estrechamente definidos. La virtud no consiste simplemente en ser amable con la gente que a otros les interesa.

Así que la verdadera virtud radica sobre todo en ser amable también con los que son desatendidos por los demás, los casos menos evidentes, esas personas que el gran negocio de la caridad tiende a pasar por alto. O las personas que no tienen amigos y que desearían que alguien les llamara de vez en cuando para charlar o tomar una taza de café recién tostado al estilo italiano.

VIRTUD IMPOPULAR

Además, la forma más elevada de virtud es impopular. Esto no significa que la virtud sea intrínsecamente impopular, o que se correlacione con la impopularidad, sólo que los actos impopulares señalan cierta asunción de riesgos y un comportamiento genuino.

El valor es la única virtud que no se puede fingir.

Si tuviera que describir el acto virtuoso perfecto, sería adoptar una posición incómoda, penalizada por el discurso común.

Pongamos un ejemplo. Por alguna razón, durante la guerra de Siria, gracias a las empresas de relaciones públicas financiadas por Qatar, el monocultivo logró penalizar a todos los que se oponían a los yihadistas (los supuestos rebeldes sirios que, de hecho, luchaban por la creación de un Estado salafí-wahabí en Siria). Los calificativos de “asadistas” y “asesinos de bebés” estaban destinados a asustar a los periodistas para que no cuestionaran ningún apoyo a esos yihadistas. Y siempre son los niños. Recordemos que los chivatos de Monsanto suelen acusar a quienes se oponen a ellos de “matar de hambre a los niños”.

Defender la verdad cuando es impopular es una virtud mucho mayor, porque te cuesta algo: tu reputación. Si eres periodista y actúas de forma que te arriesgas al ostracismo, eres virtuoso. Algunas personas sólo expresan sus opiniones como parte de la vergüenza de la multitud, cuando es seguro hacerlo, y, en el trato, piensan que están mostrando la virtud. Esto no es virtud sino vicio, una mezcla de intimidación y cobardía.

TOMAR RIESGO

Por último, cuando los jóvenes que “quieren ayudar a la humanidad” vienen a preguntarme: “¿Qué debo hacer? Quiero reducir la pobreza, salvar el mundo” y otras nobles aspiraciones similares a nivel macro, mi sugerencia es:

\1) Nunca te dediques a la señalización de la virtud;

\2) No se debe buscar nunca el lucro;

\3) Debes iniciar un negocio. Póngase en juego, inicie un negocio.

Sí, asume riesgos, y si te haces rico (lo cual es opcional), gasta tu dinero generosamente en los demás. Necesitamos que la gente corra riesgos (limitados). Toda la idea es alejar a los descendientes del Homo sapiens de lo macro, de los objetivos universales abstractos, del tipo de ingeniería social que trae riesgos de cola a la sociedad. Hacer negocios siempre ayudará (porque genera actividad económica sin cambios arriesgados a gran escala en la economía); las instituciones (como la industria de la ayuda) pueden ayudar, pero es igualmente probable que perjudiquen (estoy siendo optimista; estoy seguro de que, salvo unos pocos, la mayoría acaban perjudicando).

El valor (la asunción de riesgos) es la mayor virtud. Necesitamos emprendedores.

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Árabes que luchan hasta el último palestino-¿Dónde están los leones?-Los italianos no mueren fácilmente-Haz que los historiadores construyan cohetes-El comercio hace que las personas sean iguales (o desiguales, pero ese es otro tema)

Uno de los problemas del intervencionista -querer meterse en los asuntos de los demás “para ayudar”- tiene como consecuencia la interrupción de algunos de los mecanismos de pacificación inherentes a los asuntos humanos, una combinación de colaboración y hostilidad estratégica. Como vimos en el Prólogo 1, el error continúa porque alguien está pagando el precio.

Especulo que si los AII y sus amigos no se hubieran involucrado, problemas como el israelí-palestino se habrían resuelto, más o menos, y ambas partes, especialmente los palestinos, habrían estado mejor. Mientras escribo estas líneas, el problema ha durado setenta años, con demasiados cocineros en la misma pequeña cocina, la mayoría de los cuales nunca tienen que probar la comida. Conjeturo que cuando se deja a la gente en paz, tiende a conformarse por razones prácticas.

La gente de a pie, los que se juegan la vida, no se interesan demasiado por la geopolítica o los grandes principios abstractos, sino por tener pan en la mesa, cerveza (o, para algunos, bebidas fermentadas sin alcohol, como las bebidas de yogur) en el frigorífico y buen tiempo en los picnics familiares al aire libre. Además, no quieren ser humillados en su contacto humano con los demás.

Pues imagínense lo absurdo que resulta que los Estados árabes inciten a los palestinos a luchar por sus principios mientras sus potentados están sentados en palacios alfombrados y sin alcohol (con neveras bien surtidas de bebidas fermentadas no alcohólicas como el yogur) mientras los destinatarios de sus consejos viven en campos de refugiados. Si los palestinos se hubieran asentado en 1947, habrían estado mejor. Pero la idea era arrojar a los judíos y a los neocruzados al Mediterráneo; la retórica árabe provenía de los partidos árabes que estaban a cientos, miles de kilómetros de distancia discutiendo por “principios” cuando los palestinos estaban desplazados, viviendo en tiendas de campaña. Luego vino la guerra de 1948. Si los palestinos se hubieran asentado entonces, las cosas habrían funcionado. Pero no, había “principios”. Pero entonces llegó la guerra de 1967. Ahora se sienten afortunados si recuperan el territorio perdido en 1967. Luego, en 1992, llegó el tratado de paz de Oslo, desde arriba. Ninguna paz procede de la tinta burocrática. Si quieres la paz, haz que la gente comercie, como han hecho durante milenios. Al final se verán obligados a llegar a un acuerdo.

Somos en gran medida colaboradores, excepto cuando las instituciones se interponen. Supongo que si pusiéramos a esa “gente que quiere ayudar” en el Departamento de Estado de vacaciones pagadas para hacer cerámica, alfarería o lo que sea que haga la gente de baja testosterona cuando se toma un año sabático, sería estupendo para la paz.

Además, estas personas tienden a ver todo como geopolítica, como si el mundo estuviera polarizado en dos grandes actores, y no un conjunto de personas con intereses diversos. Para fastidiar a Rusia, se insta al Departamento de Estado a perpetuar la guerra en Siria, que en realidad solo castiga a los sirios.

La paz desde arriba difiere de la paz real: considere que los actuales Marruecos, Egipto y, hasta cierto punto, Arabia Saudí, con gobiernos más o menos abiertamente pro-israelíes (con frigoríficos bien abastecidos de bebidas fermentadas sin alcohol, como el yogur), tienen poblaciones locales llamativamente hostiles a los judíos. Compárese con Irán, cuya población local es totalmente prooccidental y tolerante con los judíos. Sin embargo, algunas personas que no tienen nada que ver y que han leído demasiado sobre el Tratado de Westfalia (y no lo suficiente sobre sistemas complejos) siguen insistiendo en confundir las relaciones entre países con las relaciones entre gobiernos.

MARTE VS. SATURNO

Si no entiendes nada del problema (como los expertos de D.C.) y no tienes piel en el juego, entonces todo se ve a través del prisma de la geopolítica. Para estos expertos ignorantes, todo es Irán contra Arabia Saudí, Estados Unidos contra Rusia, Marte contra Saturno.

Recuerdo que, durante la guerra del Líbano, observé cómo el conflicto local se metamorfoseaba en un problema de “Israel contra Irán”. En El cisne negro describí cómo los periodistas de guerra que iban al Líbano obtenían toda la información de otros periodistas de guerra que iban al Líbano, por lo que podían vivir en un mundo paralelo sin ver nunca los verdaderos problemas -la ausencia de piel en el juego hace maravillas para distorsionar la información. Pero para los que estábamos sobre el terreno, el objetivo era hacer que las cosas funcionaran y tener una vida, no sacrificar nuestra existencia en aras de la geopolítica. A la gente de verdad le interesan los puntos comunes y la paz, no los conflictos y las guerras.

Examinemos ahora la historia tal y como transcurre por sí misma, a diferencia de lo que ven los “intelectuales” y las instituciones.

¿DÓNDE ESTÁN LOS LEONES?

Mientras escribía Antifrágil, pasé un tiempo en Sudáfrica en una reserva salvaje, haciendo excursiones al estilo Safari durante parte del día y trabajando en el libro por las tardes. Fui a la reserva para “ver los leones”. En toda una semana sólo vi un león y fue un acontecimiento tan grande que provocó un atasco de turistas que venían de todos los resorts vecinos tipo campamento. La gente no paraba de gritar “kuru” en zulú como si hubieran encontrado oro. Mientras tanto, en las excursiones fallidas de dos días para encontrar a los leones, vi jirafas, elefantes, cebras, jabalíes, impalas, más impalas, aún más impalas. Todos los demás estaban como yo, buscando kurus y consiguiendo animales pacíficos: un sudafricano que encontramos en otro coche en medio de la sabana, tras el habitual avistamiento de animales aburridos (y aburridas), soltó la broma mientras señalaba con el dedo una colina: “Mira, hemos visto dos jirafas y tres impalas por allí”.

Resultó que había cometido de lleno el error que advierto, de confundir lo escabroso con lo empírico: hay muy, muy pocos depredadores en comparación con lo que se puede llamar animales colaboradores. El campamento de la reserva salvaje estaba junto a un abrevadero, y por la tarde se llenaba de cientos de animales de diferentes especies que aparentemente se llevaban bastante bien entre sí. Pero de los miles de animales que vi acumulados, la imagen del león en un estado de majestuosa calma domina mi memoria. Desde el punto de vista de la gestión de riesgos, puede tener sentido sobrestimar el papel del león, pero no en nuestra interpretación de los asuntos mundiales.

Si la “ley de la selva” significa algo, significa colaboración en su mayor parte, con algunas distorsiones de percepción causadas por nuestras intuiciones de gestión de riesgos, que por lo demás funcionan bien. Incluso los depredadores acaban llegando a algún tipo de acuerdo con sus presas.

HISTORIA VISTA DESDE LA SALA DE EMERGENCIAS

La historia es, en gran medida, paz puntuada por guerras, en lugar de guerras puntuadas por la paz. El problema es que los seres humanos somos propensos a la heurística de la disponibilidad, por la que lo más destacado se confunde con lo estadístico, y el efecto llamativo y emocional de un acontecimiento nos hace pensar que se produce con más regularidad que en la realidad. Esto nos ayuda a ser prudentes y cuidadosos en la vida diaria, obligándonos a añadir una capa extra de protección, pero no nos ayuda con la erudición.

Porque cuando se leen las historias de los asuntos internacionales, se puede caer en la ilusión de que la historia es en su mayoría guerras, que a los Estados les gusta luchar como condición por defecto, siempre que tienen la oportunidad, y que la única coordinación entre entidades tiene lugar cuando dos países tienen una alianza “estratégica” contra un peligro común. O alguna unificación bajo una estructura burocrática de arriba abajo. La reciente paz entre los estados europeos se atribuye al gobierno de burócratas verborreicos desprovistos de “masculinidad tóxica” (la más reciente patologización en las universidades), más que a la ocupación estadounidense y soviética.

Nos alimentan con una dieta constante de historias de guerras, menos historias de paz. Como comerciante, fui entrenado para buscar la primera pregunta que la gente se olvida de hacer: ¿quién escribió estos libros? Pues bien, los historiadores, los especialistas en asuntos internacionales y los expertos en política lo hicieron. ¿Se puede engañar a esta gente? Seamos educados y digamos que en su mayoría no son científicos de cohetes, y operan bajo un sesgo estructural. Parece que, a pesar de la palabrería y la introspección, un enfoque empíricamente riguroso en la historia y las relaciones internacionales es raro.

En primer lugar, hay problemas de “sobreajuste”, de narración excesiva, de extraer demasiado por la vía positiva y no lo suficiente por la negativa de los datos del pasado. Incluso en las ciencias empíricas, los resultados positivos (“esto funciona”) suelen tener más prensa que los negativos (“esto no funciona”), por lo que no debería sorprender que los historiadores y los estudiosos de las relaciones internacionales caigan de lleno en la misma trampa.

En segundo lugar, estos estudiosos, como no son científicos de cohetes, no consiguen una propiedad matemática central, confundiendo la intensidad con la frecuencia. En los cinco siglos que precedieron a la unificación de Italia, se supone que hubo “mucha guerra” asolando el lugar. Por eso, insisten muchos de estos estudiosos, la unificación “trajo la paz”. Pero más de seiscientos mil italianos murieron en la Gran Guerra, durante el “período de estabilidad”, casi un orden de magnitud superior a todas las víctimas mortales acumuladas en los quinientos años anteriores. Muchos de los “conflictos” que tuvieron lugar entre estados o estamentos fueron entre soldados profesionales, a menudo mercenarios, y gran parte de la población los desconocía. Ahora bien, según mi experiencia, después de presentar estos hechos, casi siempre me encuentro con un “Aun así, hubo más guerras e inestabilidad”. Se trata del argumento comercial de Robert Rubin, según el cual los intercambios que pierden dinero con poca frecuencia son más estables, aunque acaben arrasando.*1

En tercer lugar, existe un problema de representatividad, o de hasta qué punto lo narrado se ajusta a lo empírico. Los historiadores y los especialistas en asuntos internacionales que nos llegan están más motivados por las historias de conflicto que por la colaboración orgánica sobre el terreno entre un conjunto más amplio de actores no institucionales, comerciantes, barberos, médicos, cambistas, fontaneros, prostitutas y otros. La paz y el comercio pueden tener cierto interés, pero no es exactamente lo que le interesa a la gente, y aunque la escuela francesa de los Annales aportó cierta conciencia de que la historia es toda la vida de un organismo, no episodios de guerras escabrosas, no consiguieron cambiar mucho la mentalidad de las disciplinas vecinas, como los asuntos internacionales. Incluso yo, aunque soy consciente de ello y he escrito un capítulo al respecto, tiendo a encontrar aburridos los relatos de la vida real.

En cuarto lugar, como hemos dicho antes con la investigación realizada por el capitán Mark Weisenborn, Pasquale Cirillo y yo mismo, los relatos de las guerras pasadas están llenos de sesgos de sobreestimación. Lo escabroso sube a la superficie y sigue subiendo de relato en relato.

El periodismo trata de “acontecimientos”, no de ausencia de acontecimientos, y muchos historiadores y estudiosos de la política son periodistas glorificados con altos estándares de comprobación de hechos que se permiten ser un poco aburridos para ser tomados en serio. Pero ser aburridos no los convierte en científicos, ni la “comprobación de hechos” los hace empíricos, ya que estos estudiosos pasan por alto la noción de ausencia de puntos de datos y hechos silenciosos. Aprender de la escuela rusa de probabilidad le hace a uno consciente de la necesidad de pensar en términos de desigualdades unilaterales: lo que está ausente de los datos debe ser tenido en cuenta -la ausencia de Cisnes Negros en el registro no significa que éstos no estuvieran allí. El registro es insuficiente, y esa asimetría debe estar permanentemente presente en el análisis. La evidencia silenciosa debe ser el motor. Leer un libro de historia, sin poner en perspectiva sus acontecimientos, ofrece un sesgo similar al de leer un relato de la vida en Nueva York visto desde una sala de urgencias del Hospital Bellevue.

Por ello, hay que tener siempre presente que los historiadores y los estudiosos de la política se seleccionan entre una cohorte de personas que obtienen sus conocimientos de los libros, no de la vida real y los negocios. Lo mismo ocurre con los empleados del Departamento de Estado, ya que éstos no son contratados entre aventureros y hacedores, sino estudiantes de estos eruditos. Digámoslo sin rodeos: pasar parte de tu vida leyendo archivos en los anaqueles de la Biblioteca de Yale no encaja con el temperamento no académico de alguien que tiene que estar atento y vigilar sus espaldas, digamos, un cobrador de deudas para la mafia o un especulador de pozos en materias primas rápidas. (Si no entiendes esto, eres un académico).

Tomemos, por ejemplo, el relato estándar de los árabes en España, los turcos en partes del Imperio bizantino o los árabes y bizantinos. Desde el punto de vista de la geopolítica, se verían todas estas situaciones como un tira y afloja. Sí, hubo un tira y afloja, pero no en el sentido que usted sospecha. Los comerciantes hacían negocios muy activamente durante estos períodos. Mi propia existencia como greco-ortodoxo de rito bizantino viviendo bajo el Islam (aunque a una distancia física segura, muy segura, de los musulmanes suníes) es testigo de dicha colaboración. Y nunca hay que descartar las racionalizaciones teológicas para justificar la colaboración con las potencias económicas: antes del descubrimiento de América, el centro de gravedad empresarial estaba en Oriente. La expresión “¡Mejor el turbante del turco que la tiara del Papa!” tiene su origen en el Gran Duque Lucas Notaras, que negoció un tratado de amistad con los otomanos, y se repitió en varias etapas de la historia. También se atribuye a San Marcos de Éfeso, y los campesinos balcánicos lo gritaban a menudo para justificar su adhesión a los turcos contra sus señores católicos.

Como el lector sabrá a estas alturas, yo mismo he vivido la peor parte de la guerra civil en el Líbano. Salvo en las zonas cercanas a la Línea Verde, no me pareció una guerra. Pero quienes lean sobre ello en los libros de historia no entenderán mi experiencia.*2

SIGUIENTE

Acabamos de ver en el Libro 6 varias asimetrías en la vida que provienen de problemas de agencia en gran medida no detectados, donde la ausencia de piel en el juego contamina los campos y produce distorsiones.

Pero recordemos que la religión tiene que ver con la piel en el juego, no con la “creencia”. Dedicaremos los próximos capítulos a lo que la gente llama “religión”, lo que nos llevará a profundizar en el núcleo del libro: la racionalidad y la asunción de riesgos.

*1 Este es el error elemental pero muy común que señalé en Fooled by Randomness, de confundir la frecuencia con la expectativa (o media). Es muy difícil para los que no son traders entender que si el banco J.P. Morgan ganó dinero operando en 251 de 252 días, eso no es necesariamente algo bueno y muy a menudo debe ser interpretado como una bandera roja.

*2 ¿Qué leer? No curaría el problema de la vía negativa, pero, para empezar, en lugar de estudiar la historia romana en términos de César y Pompeyo, o los equilibrios de poder del Peloponeso o las intrigas diplomáticas en Viena, considere la posibilidad de estudiar en cambio la vida cotidiana y el conjunto de leyes y costumbres. Descubrí por casualidad el libro A History of Private Life (cuatro volúmenes en inglés) de Paul Veyne, Philippe Ariès y Georges Duby hace unos treinta años. El volumen 1 (La antigua Roma) está desde entonces a una cómoda distancia de mi cama. Otro libro representativo para la aproximación es el Montaillou Village Occitan de Emmanuel Le Roy Ladurie. Y, para nuestro querido y a la vez conflictivo Mediterráneo, tomemos la magnífica obra de Fernand Braudel El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.

En cierto modo, es más agradable leer un relato de Venecia basado en el comercio que en una abstracta patraña geopolítica. Algunos libros te hacen oler las especias. Desde el descubrimiento de las obras de Duby, Braudel, Bloch, Ariès, etc., no puedo leer libros de historia convencionales, por ejemplo, un libro sobre el Imperio Otomano que se centre en los sultanes, sin irritarme. Da la sensación de que los historiadores en general se dedican al repulsivo estilo de “no ficción narrativa” de The New Yorker.

Otros libros: Courtesans and Fishcakes, de James Davidson, donde se ve cómo los griegos comían el pan con la mano izquierda. O The Discovery of France, de Graham Robb, que te informa de que los franceses hablaban poco francés en 1914. Y muchos más.

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Cuanto más se habla, menos se entiende -¿Derecho o nomos? -En la religión, como en otras cosas, se paga la etiqueta

Mi lema de toda la vida es que los matemáticos piensan en objetos y relaciones (bien definidos y mapeados con precisión), los juristas y pensadores jurídicos en construcciones, los lógicos en operadores máximamente abstractos y… los tontos en palabras.

Dos personas pueden estar usando la misma palabra, significando cosas diferentes, y sin embargo continuar la conversación, lo que está bien para el café, pero no cuando se toman decisiones, en particular decisiones políticas que afectan a otros. Pero es fácil ponerles la zancadilla, como hizo Sócrates, simplemente preguntándoles qué creen que quieren decir con lo que han dicho; de ahí que la filosofía naciera como rigor en el discurso y desenredo de las nociones mezcladas, en precisa oposición a la promoción de la retórica del sofista. Desde Sócrates hemos tenido una larga tradición de ciencia matemática y derecho contractual impulsada por la precisión en los términos cartográficos. Pero también hemos tenido muchos pronunciamientos de necios que utilizan etiquetas -fuera de la poesía, cuidado con lo verbalista, ese archienemigo del conocimiento.


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Las personas rara vez quieren decir lo mismo cuando dicen “religión”, ni se dan cuenta de ello. Para los primeros judíos y musulmanes, la religión era la ley. Din significa ley en hebreo y religión en árabe. Para los primeros judíos, la religión también era tribal; para los primeros musulmanes, era universal. Para los romanos, la religión eran los acontecimientos sociales, los rituales y las fiestas -la palabra religio era una contraposición a superstitio, y aunque estaba presente en el zeitgeist romano no tenía un concepto equivalente en el Oriente greco-bizantino. En todo el mundo antiguo, el derecho era procesal y mecánicamente algo propio. El cristianismo primitivo, gracias a San Agustín, se mantuvo relativamente alejado del derecho y, más tarde, recordando sus orígenes, tuvo una relación incómoda con él. Por ejemplo, incluso durante la Inquisición, un tribunal laico se encargaba formalmente de la sentencia final. Además, el código de Teodosio (compilado en el siglo V para unificar el derecho romano) se “cristianizó” con una breve introducción, una especie de bendición; el resto siguió siendo idéntico al razonamiento jurídico romano pagano expuesto en Constantinopla y (sobre todo) en Beret. El código siguió dominado por los juristas fenicios Ulpiano y Papiniano, que eran paganos: en contra de las teorías de los geopolíticos, la escuela de derecho romano de Beritus (Beirut) no fue clausurada por el cristianismo, sino por un terremoto.

La diferencia está marcada en que el arameo cristiano utiliza palabras diferentes: din para religión y nomous (del griego) para ley. Jesús, con su imperativo “dad al César lo que es del César”, separó lo santo y lo profano: El cristianismo era para otro dominio, “el reino venidero”, que sólo se fusionará con éste en el eschaton.* Ni el Islam ni el judaísmo tienen una marcada separación entre lo santo y lo profano. Y, por supuesto, el cristianismo se alejó del ámbito exclusivamente espiritual para abrazar el ceremonial y el ritual, integrando gran parte de los ritos paganos de Levante y Asia Menor. Como ilustración de la separación simbólica entre la Iglesia y el Estado, el título de Pontifex Maximus (jefe de los sacerdotes), tomado por los emperadores romanos después de Augusto, revirtió después de Teodosio, a finales del siglo IV, al obispo de Roma, y más tarde, de manera más o menos informal, al Papa católico.

Para la mayoría de los judíos de hoy en día, la religión se ha convertido en etnocultural, sin la ley, y para muchos, en una nación. Lo mismo ocurre con los armenios, sirios, caldeos, coptos y maronitas. Para los cristianos ortodoxos y católicos, la religión es principalmente estética, pompa y rituales. Para los protestantes, la religión es una creencia sin estética, pompa ni ley. Más al este, para los budistas, sintoístas e hindúes, la religión es filosofía práctica y espiritual, con un código ético (y para algunos, una cosmogonía). Así que cuando los hindúes hablan de la “religión” hindú, no significa lo mismo para un pakistaní, y seguramente significaría algo diferente para un persa.

Cuando surgió el sueño del Estado-nación, las cosas se complicaron más, mucho más. Cuando un árabe decía “judío” se refería en gran medida a un credo; para los árabes, un judío convertido ya no era judío. Pero para un judío, un judío se definía simplemente como alguien cuya madre era judía. Pero el judaísmo se fusionó en cierto modo con el Estado-nación y ahora, para muchos, indica la pertenencia a una nación.

En Serbia, Croacia y Líbano, la religión significa una cosa en tiempos de paz y otra muy distinta en tiempos de guerra.

Cuando alguien habla de la “minoría cristiana” en el Levante, no equivale (como suelen pensar los árabes) a promover una teocracia cristiana (las teocracias plenas fueron raras en la historia cristiana, sólo Bizancio y un breve intento de Calvino). Sólo quiere decir “secular”, o sea que quiere una marcada separación de la Iglesia y el Estado. Lo mismo para los gnósticos (druidas, drusos, mandeos, alauíes, alevíes) que tienen una religión en gran parte desconocida por sus miembros, para que no se filtren y sean perseguidos por la mayoría dominante.

El problema de la Unión Europea es que los burócratas ingenuos (esos tipos que no encuentran un coco en la isla del Coco) se dejan engañar por la etiqueta. Tratan al salafismo, por ejemplo, como una simple religión -con sus casas de “culto”- cuando en realidad no es más que un sistema político intolerante, que promueve (o permite) la violencia y rechaza las instituciones de Occidente, las mismas que les permiten funcionar. Ya vimos con la regla de la minoría que los intolerantes atropellan a los tolerantes; hay que detener el cáncer antes de que se convierta en metástasis.

El salafismo es muy similar al comunismo soviético ateo en su apogeo: ambos tienen un control omnímodo sobre toda la actividad y el pensamiento humanos, lo que hace que las discusiones sobre si la religión o los regímenes ateos son más asesinos carezcan de pertinencia, precisión y realismo.

CREENCIA VS. CREENCIA

En el próximo capítulo veremos que la “creencia” puede ser epistémica o simplemente procedimental (o metafórica), lo que lleva a confusiones sobre qué tipo de creencias son religiosas y cuáles no. Porque, además del problema de la “religión”, hay un problema con las creencias. Algunas creencias son en gran medida decorativas, otras son funcionales (ayudan a la supervivencia), otras son literales. Y para volver a nuestro problema salafí metastásico: cuando uno de estos fundamentalistas habla con un cristiano, está convencido de que el cristiano se toma sus propias creencias literalmente, mientras que el cristiano está convencido de que el salafí tiene los mismos conceptos a menudo metafóricos que él, que hay que tomar en serio pero no literalmente -y, a menudo, no muy en serio. Religiones como el cristianismo, el judaísmo y, hasta cierto punto, el islam chiíta, evolucionaron (o, más bien, dejaron evolucionar a sus miembros en el desarrollo de una sociedad sofisticada) precisamente alejándose de lo literal. Lo literal no deja espacio para la adaptación.

Como escribió Gibbon:

Los diversos modos de culto que prevalecían en el mundo romano eran considerados por el pueblo como igualmente verdaderos; por el filósofo, como igualmente falsos; y por el magistrado, como igualmente útiles. Y así, la tolerancia produjo no sólo indulgencia mutua, sino incluso concordia religiosa.

EL LIBERTARISMO Y LAS RELIGIONES SIN IGLESIA

Como hemos mencionado, el emperador romano Juliano el Apóstata intentó volver al antiguo paganismo después de que el primo de su padre, Constantino el Grande, convirtiera el cristianismo en una religión de estado casi medio siglo antes. Pero cometió un error de razonamiento fatal.

Su problema fue que, habiendo sido educado como cristiano, imaginó que el paganismo requería una estructura similar a la de la iglesia, ce genre de trucs. Así que intentó crear obispos paganos, sínodos y este tipo de cosas. No se dio cuenta de que cada grupo pagano tenía su propia definición de religión, que cada templo tenía sus propias prácticas, que por definición el paganismo estaba distribuido en su ejecución, rituales, cosmogonías, prácticas y “creencias”. Los paganos no tenían una categoría para el paganismo.

Después de que Juliano, un brillante general y valiente guerrero, muriera en batalla (heroicamente), el sueño de volver a los valores antiguos terminó con él.

Al igual que el paganismo no se puede encasillar, lo mismo ocurre con el libertarismo. No encaja en la estructura de un “partido” político, sino en la de un movimiento político descentralizado. El propio concepto no permite la camisa de fuerza de una línea de partido fuerte y una política unificada con respecto a, por ejemplo, la ubicación de los tribunales o las relaciones con Mongolia. Los partidos políticos son jerárquicos, están diseñados de forma que sustituyen la toma de decisiones de alguien por un protocolo bien definido. Esto no funciona con los libertarios. La nomenklatura que es necesaria en el funcionamiento de un partido no puede existir en un entorno libertario plagado de personas díscolas y vehementemente independientes.

Sin embargo, los libertarios compartimos un conjunto mínimo de creencias, la central de las cuales es sustituir el imperio de la ley por el de la autoridad. Sin darse cuenta necesariamente, los libertarios creen en sistemas complejos. Y, dado que el libertarismo es un movimiento, puede seguir existiendo como facciones escindidas dentro de otros partidos políticos.

SIGUIENTE

Para terminar, cuidado con las etiquetas cuando se trata de asuntos relacionados con las creencias. Y evita tratar a las religiones como si todas fueran el mismo animal. Pero hay algo en común. El próximo capítulo nos mostrará cómo a la religión no le gustan los amigos de buen tiempo; quiere compromiso; se basa en la piel en el juego.

* Los coptos egipcios han sido cada vez más perseguidos por los musulmanes suníes, pero la Iglesia copta se opone a la creación de un Estado autónomo en algún lugar de Egipto, con el argumento de que “no es cristiano” querer una entidad política en este mundo.

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Simetría, simetría en todas partes-La creencia requiere una cuota de entrada

Es cuando se rompe el ayuno cuando se entiende la religión. Escribo esto cuando estoy terminando el agotador período greco-ortodoxo de la Cuaresma, que, en su mayor parte, no permite ningún producto animal. Esta dieta es particularmente difícil de mantener en Occidente, donde la gente usa mantequilla y productos lácteos. Pero una vez que se ayuna, uno se siente con derecho a celebrar la Pascua; es como el regocijo del agua fresca cuando uno tiene sed. Has pagado un precio.

Recordemos nuestra breve discusión sobre la necesidad teológica de hacer a Cristo hombre: tuvo que sacrificarse. Es hora de desarrollar el argumento aquí.

El principal defecto teológico de la apuesta de Pascal es que la creencia no puede ser una opción gratuita. Implica una simetría entre lo que se paga y lo que se recibe. De lo contrario, las cosas serían demasiado fáciles. Por tanto, las reglas del juego que se aplican entre los humanos también se aplican a nuestra relación con los dioses.

A LOS DIOSES NO LES GUSTA LA SEÑALIZACIÓN BARATA

Siempre recordaré el altar de la iglesia de San Sergio (o, en lengua vernácula, Mar Sarkis) en la ciudad de Maaloula, de habla aramea, aunque viva 125 años. Visité la iglesia hace unas décadas, lo que despertó mi obsesión por esa antigua y olvidada lengua. El pueblo aún hablaba en aquel momento la versión del arameo occidental que utilizaba Cristo. En la época de Cristo, el Levante hablaba griego en las ciudades costeras y arameo en el campo. Para los aficionados al Talmud, el arameo occidental corresponde al “Yerushalmi” o “arameo palestino”, en contraposición al arameo babilónico, más cercano a lo que hoy es el siríaco. Era fascinante ver a los niños hablar, burlarse y hacer lo que suelen hacer los niños, pero en una lengua antigua.

Cuando un pueblo guarda los restos de una lengua antigua, hay que buscar los vestigios de una práctica antigua. Y, efectivamente, había una. El detalle que siempre recordaré es que el altar de San Sergio tiene un desagüe para la sangre. Se había reciclado de una práctica precristiana anterior. Los accesorios de la iglesia proceden de un templo pagano reconvertido que utilizaban los primeros cristianos. En realidad, a riesgo de molestar a algunos, no era tan reconvertido: los primeros cristianos eran una especie de paganos. La teoría estándar es que, antes del concilio de Nicea (siglo IV), era habitual que los cristianos reciclaran altares paganos. Pero resulta que hay pruebas de lo que siempre sospeché: Los cristianos y los judíos no se diferenciaban demasiado en la práctica de otros seguidores de cultos semíticos, y compartían lugares de culto entre sí. La presencia de santos en el cristianismo procede de ese mecanismo de reciclaje. No había teléfonos, faxes ni páginas web financiadas por príncipes saudíes para homogeneizar las religiones.

“Altar” en levantino y arameo hablado sigue siendo mabaḣ de DBH, “sacrificio ritual cortando la vena gutural”. Se trata de una antigua tradición que dejó su huella en el islam: la comida halal exige ese método para el sacrificio. Y qorban, la palabra semítica QRB para “acercarse (a Dios)”, que originalmente se hacía a través del sacrificio, se sigue utilizando como palabra para referirse al sacramento.

De hecho, una de las principales figuras del Islam chiíta, el Imam Husein hijo de Alí, se dirigió a Dios antes de su muerte ofreciéndose como sacrificio: “déjame ser el qorban para ti”, la ofrenda suprema.*

Y sus seguidores, hasta el día de hoy, muestran literalmente la piel en el juego durante la conmemoración de su muerte, el día de Ashoura, participando en la autoflagelación que lleva a las heridas abiertas. La autoflagelación también está presente en el cristianismo, como conmemoración del sufrimiento de Cristo; aunque era frecuente en la Edad Media, ahora ha desaparecido, salvo en algunos lugares de Asia y América Latina.

En el mundo pagano del Mediterráneo oriental (greco-semítico), no se rendía culto sin sacrificio. Los dioses no aceptaban palabrería barata. Se trataba de preferencias reveladas. Además, los holocaustos se quemaban con precisión para que ningún humano los consumiera. En realidad, no del todo: el sumo sacerdote recibía su parte; el sacerdocio era un cargo bastante lucrativo, ya que en el Mediterráneo oriental precristiano de habla griega, los cargos de sumo sacerdote se subastaban a menudo.

El sacrificio físico se aplicaba incluso al Templo de Jerusalén. E incluso a los judíos posteriores, o a los primeros cristianos, los seguidores del cristianismo paulino. Hebreos 9:22: Et omnia paene in sanguine mundantur secundum legem et sine sanguinis fusione non fit remissio. “Y casi todo es purificado por la ley con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión”.

Pero el cristianismo acabó eliminando la idea de ese sacrificio bajo la noción de que Cristo se sacrificó por los demás. Pero si usted visita una iglesia católica u ortodoxa en el servicio dominical, verá un simulacro. Tiene vino que representa la sangre y que, al final de la ceremonia, se tira en la piscina (el desagüe). Exactamente igual que en el altar de Maaloula.

El cristianismo utilizó la personalidad de Cristo para el simulacro; se sacrificó por nosotros.

En la Última Cena, en la noche en que fue traicionado, nuestro Salvador instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre. Lo hizo para perpetuar el sacrificio de la Cruz a lo largo de los siglos hasta que Él volviera -Sacrosanctum Concilium, 47

El sacrificio se terminó haciendo metafórico:

Por tanto, hermanos, os ruego por la misericordia de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto espiritual -Romanos 12:1

En cuanto al judaísmo, se produjo la misma progresión: tras la destrucción del Segundo Templo en el siglo Id.C., los sacrificios de animales terminaron. Antes de eso, la parábola de Isaac y Abraham marca la noción de un abandono progresivo de los sacrificios humanos por parte de las sectas abrahámicas, así como una insistencia en la piel en el juego. Pero el sacrificio real de animales continuó durante un tiempo, aunque en términos diferentes. Dios puso a prueba la fe de Abraham con un regalo asimétrico: sacrifica a tu hijo por mí; no era como en otras situaciones de dar a los dioses parte de tu rendimiento a cambio de futuros beneficios y mejores cosechas, como en el caso de los regalos comunes, con expectativas recíprocas tácitas. Era la madre de todos los regalos incondicionales a Dios. No se trataba de una transacción, sino de la transacción que ponía fin a todas las transacciones. Aproximadamente un milenio después, los cristianos realizaron su última transacción.

El filósofo Moshe Halbertal sostiene que, tras el simulacro de Isaac, el trato con el Señor se convirtió en un asunto de entrega recíproca de regalos. Pero, ¿por qué continuó el sacrificio de animales durante un tiempo?

Los hábitos cananeos son difíciles de erradicar. Maimónides explica por qué Dios no proscribió inmediatamente la práctica entonces común del sacrificio de animales: la razón es que “obedecer tal mandamiento habría sido contrario a la naturaleza del hombre, que generalmente se adhiere a aquello a lo que está acostumbrado”; en su lugar, “transfirió a Su servicio lo que había servido como adoración de seres creados y de cosas imaginarias e irreales”. Así que el sacrificio de animales continuó -en gran parte voluntario- pero, y esta es la marca de la religión abrahámica, no la adoración de animales, ni la propiciación de deidades mediante el soborno. Esta última práctica se extendió incluso al soborno de otras tribus y dioses ajenos, como se siguió practicando en Arabia hasta el siglo VI. Entonces tuvo lugar en La Meca una especie de Naciones Unidas, un mercado comunal tanto para las mercancías como para las relaciones exteriores y los diversos cultos bilaterales.

El amor sin sacrificio es un robo (Procrustes). Esto se aplica a cualquier forma de amor, especialmente al amor a Dios.

LA EVIDENCIA

Para resumir, en un lugar de culto judeocristiano, el punto focal, donde se encuentra el sacerdote, simboliza la piel en el juego. La noción de creencia sin sacrificio, que es una prueba tangible, es nueva en la historia.

La fuerza de un credo no se basaba en la “evidencia” de los poderes de sus dioses, sino en la evidencia de la piel en el juego por parte de sus adoradores.

* Taraktu’l k’alqa ṫarran fi hawaka, ayatamtul xiyala likay araka /Falaw qataxani fil ḣubbi *irban, lama malil fu’ada(ou) ila siwaka/fa*uth ma ṡưta ya mawlaya minni, ana lkurbanu wajjahani nidaka. Pero, una vez más, esto puede ser apócrifo.

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Es peligroso ser Papa, pero se recibe una buena atención médica-Las palabras son sólo palabras-La religión gestiona los rituales

Después de que el Papa Juan Pablo II recibiera un disparo en 1981, fue llevado a la sala de urgencias de la Policlínica Universitaria Agostino Gemelli, donde se encontró con una colección de algunos de los médicos más capacitados -médicos modernos- que Italia podía producir, en contraste con el hospital público vecino, con una atención de menor calidad. La clínica Gemelli se convirtió más tarde en el destino preferido del pontífice a la primera señal de un problema de salud.

En ningún momento, durante el período de emergencia, los conductores de la ambulancia consideraron la posibilidad de llevar a Juan Pablo II a una capilla para una oración, o alguna forma equivalente de intercesión con el Señor, para dar al sagrado derecho de preferencia para el tratamiento. Y ninguno de sus sucesores pareció considerar la posibilidad de dar prioridad al trato con el Señor con la esperanza de alguna intervención milagrosa en lugar de los atavíos de la medicina moderna.

Esto no quiere decir que los obispos, cardenales, sacerdotes y simples laicos no rezaran y pidieran ayuda al Señor, ni que creyeran que las oraciones no fueran posteriormente atendidas, dada la notable recuperación del santo. Pero lo cierto es que nadie en el Vaticano parece arriesgarse a acudir primero al Señor y después al médico y, lo que es más sorprendente, nadie parece ver un conflicto en esa inversión de la secuencia lógica. De hecho, el curso de acción opuesto habría sido considerado una locura. Estaría en oposición a los principios de la iglesia católica, ya que se consideraría una muerte voluntaria, que está prohibida.

Nótese que los predecesores putativos del Papa, los distintos emperadores romanos, tenían una política similar de buscar primero el tratamiento y recurrir después a la teología, aunque algunos de sus tratamientos se presentaban como suministrados por las deidades, como el dios griego Asclepio o el equivalente romano más débil Vediovis.

Ahora intente imaginar a un poderoso jefe de una secta “atea”, equivalente al Papa en rango, sufriendo una exigencia de salud similar. Habría llegado al Gemelli (no a un hospital de segunda categoría en el Lacio) al mismo tiempo que Juan Pablo. Habría tenido una multitud de “ateos” de aspecto similar que vinieron a darle algo llamado “esperanza” (o “deseos” de una buena recuperación) en su lenguaje muy ateo, con alguna narrativa autoconsistente sobre lo que les gustaría o “desearían” que le sucediera a su hombre prominente. Los ateos habrían estado vestidos con menos colorido; su vocabulario habría sido también un poco menos ornamental, pero sus acciones habrían sido casi idénticas.

Es evidente que hay muchas diferencias entre el Santísimo Padre y un ateo de rango equivalente, pero éstas se refieren a cuestiones que no ponen en peligro la vida. Entre ellas se encuentran los sacrificios. Su Santidad ha renunciado a ciertas actividades en la alcoba, aparte de leer y rezar, aunque al menos una docena de sus predecesores, el más famoso de ellos Alejandro IV, engendraron una gran cantidad de hijos, al menos uno cuando tenía sesenta años, y por la vía convencional (no la inmaculada). (Ha habido tantos papas playboy que la gente está aburrida de sus historias). Su Santidad dedica mucho tiempo a rezar, organizando cada minuto de su vida según ciertas prácticas cristianas. Y sin embargo, aunque dedican menos tiempo a lo que creen que no es “religión”, muchos ateos se dedican al yoga y a actividades colectivas similares, o se sientan en las salas de conciertos con asombro y en silencio (ni siquiera se puede fumar un puro o gritar órdenes de compra por el móvil), dedicando un tiempo considerable a hacer lo que a un marciano le parecerían gestos rituales similares.

Hubo un periodo, la cruzada albigense, en el siglo XIII, durante el cual los católicos se dedicaron a matar en masa a los herejes. Algunos masacraron indistintamente, a herejes y no herejes, para ahorrar tiempo y reducir la complejidad. Para ellos, no importaba quién era quién, ya que “el Señor sería capaz de distinguirlos”. Esos tiempos ya pasaron. La mayoría de los cristianos, cuando se trata de situaciones médicas, éticas y de toma de decisiones centrales (como yo, un cristiano ortodoxo) no actúan de forma diferente a los ateos. Los que lo hacen (como los científicos cristianos) son pocos. La mayoría de los cristianos han aceptado los adornos modernos de la democracia, la oligarquía o la dictadura militar, todos estos regímenes políticos paganos, en lugar de buscar teocracias. Sus decisiones en asuntos centrales son indistinguibles de las de un ateo.

RELIGIOSO EN PALABRAS

Así que definimos el ateísmo o el laicismo en los hechos, por la distancia entre las acciones de uno y las de una persona no atea para una situación equivalente, no sus creencias y otras cuestiones decorativas y simbólicas -que, mostraremos en el próximo capítulo, no cuentan.

Hagamos un balance. Hay personas que son

ateos en las acciones, religiosos en las palabras (la mayoría de los cristianos ortodoxos y católicos)

y otros que son

religiosos en las acciones, religiosos en las palabras (islamistas salafistas y terroristas suicidas)

pero no conozco a nadie que sea ateo tanto en acciones como en palabras, completamente desprovisto de rituales, respeto por los muertos y supersticiones (digamos una creencia en la economía, o en los poderes milagrosos del poderoso estado y sus instituciones).

SIGUIENTE

Este capítulo nos facilitará la siguiente sección: a) la racionalidad reside en lo que haces, no en lo que piensas o en lo que “crees” (piel en el juego), y b) la racionalidad tiene que ver con la supervivencia.

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Restaurantes sin cocinas-Ciencia desde la tumba-No disparar a la izquierda de los pianistas-Mercaderes de la racionalidad

Mi amigo Rory Sutherland afirma que la verdadera función de las piscinas es permitir a la clase media sentarse en traje de baño sin hacer el ridículo. Lo mismo ocurre con los restaurantes neoyorquinos: crees que su misión es dar de comer a la gente, pero no se dedican a eso. Están en el negocio de cobrarte de más por el licor o los vinos de la Gran Toscana por copa, pero te hacen entrar por la puerta sirviéndote tus platos bajos en carbohidratos (o en algo) a un coste de equilibrio. (Este modelo de negocio, por supuesto, no funciona en Arabia Saudí).

Así pues, cuando examinamos la religión y, en cierta medida, las supersticiones ancestrales, deberíamos considerar qué propósito tienen, en lugar de centrarnos en la noción de “creencia”, la creencia epistémica en su definición científica estricta. En la ciencia, la creencia es una creencia literal; es correcta o incorrecta, nunca metafórica. En la vida real, la creencia es un instrumento para hacer cosas, no el producto final. Esto es similar a la visión: el propósito de tus ojos es orientarte de la mejor manera posible, y sacarte de problemas cuando sea necesario, o ayudarte a encontrar una presa a distancia. Tus ojos no son sensores diseñados para captar el espectro electromagnético. Su función no es producir la representación científica más exacta de la realidad, sino la más útil para la supervivencia.

ENGAÑO OCULAR

Nuestro aparato perceptivo comete errores -distorsiones- para llevarnos a acciones más precisas: resulta que el engaño ocular es algo necesario. Los arquitectos griegos y romanos falseaban las columnas de sus templos, inclinándolas hacia dentro, para darnos la impresión de que las columnas son rectas. Como explica Vitruvio, el objetivo es “contrarrestar la recepción visual mediante un cambio de proporciones”. Una distorsión tiene por objeto mejorar su experiencia estética. El suelo del Partenón está curvado en la realidad para que lo veamos como recto. Las columnas están en realidad desigualmente espaciadas, por lo que podemos verlas alineadas como una división rusa en marcha en un desfile.

¿Hay que ir a presentar una queja al Ministerio de Turismo griego alegando que las columnas no son verticales y que alguien se está aprovechando de nuestros mecanismos visuales?

ERGODICIDAD PRIMERO

Lo mismo ocurre con las distorsiones de las creencias. ¿Son los engaños visuales algo diferente a inducir a alguien a creer en Papá Noel, si eso mejora su experiencia estética navideña? No, a menos que cause un daño.

En ese sentido, albergar supersticiones no es irracional según ninguna métrica: nadie ha conseguido construir un criterio de racionalidad basado en acciones que no tienen ningún coste. Pero las acciones que te perjudican son detectables, si no observables.

Veremos en el próximo capítulo que, a menos que se tenga una representación exagerada y muy poco realista (al estilo de la columna griega) de algunos riesgos de cola, no se puede sobrevivir: basta un solo acontecimiento para provocar una salida irreversible del sistema de Seguridad Social. ¿Es la paranoia selectiva “irracional” si los individuos y las poblaciones que no la tienen acaban muriendo o extinguiéndose?

Una afirmación que nos orientará durante el resto del libro:

La supervivencia es lo primero, la verdad, la comprensión y la ciencia después.

En otras palabras, no se necesita la ciencia para sobrevivir (hemos sobrevivido durante varios cientos de millones de años o más, dependiendo de cómo se defina el “nosotros”), pero hay que sobrevivir para hacer ciencia. Como hubiera dicho tu abuela, más vale prevenir que curar. O según la expresión atribuida a Hobbes: Primum vivere, deinde philosophari (Primero, vivir; luego filosofar). Esta precedencia lógica es bien entendida por los comerciantes y la gente del mundo real, según el truismo de Warren Buffett “para ganar dinero primero hay que sobrevivir” - piel en el juego de nuevo; los que tomamos riesgos tenemos nuestras prioridades más firmes que el vago pseudo-racionalismo de los libros de texto. Más técnicamente, esto nos lleva de nuevo a la propiedad ergódica (que sigo prometiendo explicar, pero aún no estamos preparados): para que el mundo sea “ergódico”, no tiene que haber ninguna barrera absorbente, ninguna irreversibilidad sustancial.

¿Y qué entendemos por “supervivencia”? ¿Supervivencia de quién? ¿De ti? ¿De tu familia? ¿De tu tribu? ¿De la humanidad? Ten en cuenta por ahora que yo tengo una vida útil finita; mi supervivencia no es tan importante como la de las cosas que no tienen una esperanza de vida limitada, como la humanidad o el planeta Tierra. Por lo tanto, cuanto más “sistémicas” sean las cosas, más importante será la supervivencia.

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FIGURA 3. Una ilustración de la compensación entre sesgo y varianza. Supongamos que dos personas (sobrias) disparan a un blanco en, digamos, Texas. El tirador de la izquierda tiene un sesgo, un “error” sistemático, pero en conjunto se acerca más al blanco que el tirador de la derecha, que no tiene un sesgo sistemático pero sí una alta varianza. Normalmente, no se puede reducir uno sin aumentar el otro. Cuando es frágil, la estrategia de la izquierda es la mejor: mantener la distancia de la ruina, es decir, de golpear un punto en la periferia si es peligroso. Este esquema explica por qué si se quiere minimizar la probabilidad de que el avión se estrelle, se pueden cometer errores impunemente siempre que se reduzca la dispersión.

La racionalidad no se parece superficialmente a la racionalidad, al igual que la ciencia no se parece a la ciencia, como hemos visto. Tres pensadores rigurosos (y sus escuelas) orientan mi pensamiento al respecto: el científico cognitivo y polímata Herb Simon, pionero de la inteligencia artificial; el psicólogo Gerd Gigerenzer; y el matemático, lógico y teórico de la decisión Ken Binmore, que pasó su vida formulando los fundamentos lógicos de la racionalidad.

DE SIMON A GIGERENZER

Simon formuló la noción que ahora se conoce como racionalidad limitada: no es posible que midamos y evaluemos todo como si fuéramos un ordenador; por ello, bajo presiones evolutivas, producimos algunos atajos y distorsiones. Nuestro conocimiento del mundo es fundamentalmente incompleto, por lo que tenemos que evitar meternos en problemas imprevistos. E incluso si nuestro conocimiento del mundo fuera completo, seguiría siendo casi imposible, desde el punto de vista computacional, producir una comprensión precisa e imparcial de la realidad. Del esfuerzo por curar el problema de Simon surgió un fértil programa de investigación sobre la racionalidad ecológica; en su mayor parte está organizado y dirigido por Gerd Gigerenzer (el que criticó a Dawkins en el capítulo 9), que mapea cuántas cosas hacemos que parecen, en la superficie, ilógicas, pero tienen razones más profundas.

REVELACIÓN DE PREFERENCIAS

En cuanto a Ken Binmore, demostró que el concepto llamado casualmente “racional” está mal definido, de hecho tan mal definido que muchos usos del término son un galimatías. No hay nada particularmente irracional en las creencias per se (dado que pueden ser atajos e instrumentos para algo más): para él todo reside en la noción de “preferencias reveladas”.

Antes de explicar el concepto, considere las siguientes tres máximas:

Juzgar a las personas por sus creencias no es científico.

No existe la “racionalidad” de una creencia, existe la racionalidad de la acción.

La racionalidad de una acción sólo puede juzgarse en términos de consideraciones evolutivas.

El axioma de la revelación de las preferencias (originado por Paul Samuelson, o posiblemente por los dioses semíticos), como recuerdas, afirma lo siguiente: no tendrás una idea sobre lo que la gente realmente piensa, lo que predice las acciones de la gente, simplemente preguntándoles; ellos mismos no lo saben necesariamente. Lo que importa, al final, es lo que pagan por los bienes, no lo que dicen que “piensan” sobre ellos, ni las diversas razones posibles que te dan a ti o a ellos mismos para ello. Si lo piensas, verás que esto es una reformulación de la piel en el juego. Incluso los psicólogos lo entienden; en sus experimentos, sus procedimientos requieren que se gasten dólares reales para que una prueba sea “científica”. A los sujetos se les da una cantidad monetaria, y ellos observan cómo el sujeto formula elecciones examinando cómo gasta el dinero. Sin embargo, una gran parte de los psicólogos se ríen de las preferencias reveladas cuando empiezan a parlotear sobre la racionalidad. Vuelven a juzgar las creencias en lugar de la acción.

Las creencias son… palabrería barata. Puede haber algún tipo de mecanismo de traducción demasiado difícil de entender para nosotros, con distorsiones a nivel del proceso de pensamiento que son realmente necesarias para que las cosas funcionen.

En realidad, por un mecanismo (más técnicamente llamado compensación de sesgo-varianza), a menudo se obtienen mejores resultados cometiendo “errores”, como cuando se apunta ligeramente lejos del objetivo al disparar. (Véase la figura 3.) En Antifragile he demostrado que cometer algunos tipos de errores es lo más racional, cuando los errores tienen poco coste, ya que conducen a descubrimientos. Por ejemplo, la mayoría de los “descubrimientos” médicos son accidentales para otra cosa. Un mundo sin errores no tendría penicilina, ni quimioterapia… casi ningún medicamento, y muy probablemente ningún ser humano.

Por eso estoy en contra de que el Estado nos dicte lo que “debemos” hacer: sólo la evolución sabe si lo “incorrecto” está realmente mal, siempre y cuando haya piel en el juego para permitir la selección.

¿EN QUÉ CONSISTE LA RELIGIÓN?

Por lo tanto, opino que la religión existe para imponer la gestión del riesgo de cola a través de las generaciones, ya que sus reglas binarias e incondicionales son fáciles de enseñar y hacer cumplir. Hemos sobrevivido a pesar de los riesgos de cola; nuestra supervivencia no puede ser tan aleatoria.

Recuerda que la piel en el juego significa que no prestas atención a lo que la gente dice, sólo a lo que hace, y a cuánto de su cuello están poniendo en la línea. Deja que la supervivencia haga sus maravillas.

Las supersticiones pueden ser vectores de normas de gestión de riesgos. Tenemos como información potente que la gente que las tiene ha sobrevivido; para repetir, nunca descartes nada que te permita sobrevivir. Por ejemplo, Jared Diamond habla de la “paranoia constructiva” de los habitantes de Papúa Nueva Guinea, cuyas supersticiones les impiden dormir bajo los árboles muertos. No importa si es una superstición o algo más, un profundo conocimiento científico de la probabilidad, lo que te lo impide, siempre que no duermas bajo los árboles muertos. Y si sueña con hacer que la gente utilice la probabilidad para tomar decisiones, tengo una noticia: más del noventa por ciento de los psicólogos que se ocupan de la toma de decisiones (entre los que se encuentran reguladores e investigadores como Cass Sunstein y Richard Thaler) no tienen ni idea de la probabilidad, y tratan de perturbar nuestras eficientes paranoias orgánicas.

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FIGURA 4. El clásico problema del “mundo grande frente al mundo pequeño”. La ciencia es actualmente demasiado incompleta para dar todas las respuestas, y lo dice ella misma. Nos han asaltado tanto los vendedores que utilizan la “ciencia” para vender productos que mucha gente, en su mente, confunde ciencia y cientificismo. La ciencia es sobre todo rigor en el proceso.

Además, me parece incoherente criticar las supersticiones de alguien si éstas pretenden aportar algún beneficio, y al mismo tiempo no tener ningún problema con las ilusiones ópticas de los templos griegos.

La noción de “racional”, que esgrimen todo tipo de promotores del cientificismo, no está lo suficientemente bien definida como para ser utilizada para las creencias. Repito, no tenemos bases suficientes para hablar de “creencias irracionales”. Sí lo tenemos con las acciones irracionales.

Extendiendo dicha lógica, podemos demostrar que gran parte de lo que llamamos “creencia” es una especie de mobiliario de fondo para la mente humana, más metafórico que real. Puede funcionar como terapia.

Recordemos también que, según el capítulo 3, la racionalidad colectiva puede requerir algunos prejuicios individuales.

“CACAREO” Y “CACAREO” BARATO

El primer principio que sacamos:

Hay una diferencia entre las creencias que son decorativas y otro tipo de creencias, las que llevan a la acción.

No hay ninguna diferencia entre ellos en las palabras, salvo que la verdadera diferencia se revela en la asunción de riesgos, en tener algo en juego, algo que uno podría perder en caso de equivocarse.

Y la lección, reformulando el principio:

Lo mucho que “crees” en algo sólo puede manifestarse a través de lo que estás dispuesto a arriesgar por ello.

Pero esto merece una continuación. El hecho de que exista este componente decorativo en la creencia, en la vida, estas extrañas reglas seguidas fuera de las clínicas Gemelli del mundo, merece una discusión. ¿Para qué sirven? ¿Podemos entender realmente su función? ¿Estamos confundidos sobre su función? ¿Confundimos su racionalidad? ¿Podemos utilizarlas para definir la racionalidad?

¿QUÉ DICE LINDY?

Veamos qué dice Lindy sobre la “racionalidad”. Mientras que las nociones de “razón” y “razonable” estaban presentes en el pensamiento antiguo, sobre todo incrustadas en la noción de precaución, o sophrosyne, esta idea moderna de “racionalidad” y “toma de decisiones racionales” nació a raíz de Max Weber, con los trabajos de psicólogos, filósofos y psicoanalistas. La sophrosyne clásica significa precaución, autocontrol y templanza, todo en uno. Fue sustituida por algo un poco diferente. La “racionalidad” se forjó durante el periodo posterior a la Ilustración, en una época en la que pensábamos que la comprensión del mundo estaba a la vuelta de la esquina. Supone la ausencia de azar, o una estructura aleatoria simplificada de nuestro mundo. También, por supuesto, la ausencia de interacciones con el mundo.

La única definición de racionalidad que he encontrado que es práctica, empírica y matemáticamente rigurosa es la siguiente: lo racional es lo que permite la supervivencia. A diferencia de las modernas teorías de los psicofísicos, se ajusta a la forma clásica de pensar. Todo lo que impide la supervivencia a nivel individual, colectivo, tribal o general es, para mí, irracional.

De ahí el principio de precaución y la buena comprensión del riesgo.

LO NO DECORATIVO EN LO DECORATIVO

Ahora bien, lo que he llamado decorativo no es necesariamente superfluo, a menudo al contrario. Lo decorativo puede tener simplemente una función que desconocemos. Podríamos consultar para ello al gran maestro de la estadística, el tiempo, a través de una herramienta muy técnica llamada función de supervivencia, conocida tanto por los viejos como por los estadísticos más complejos. Recurriremos aquí a la versión de la gente mayor.

El hecho a considerar no es que las creencias hayan sobrevivido mucho tiempo -la iglesia católica como administración tiene cerca de veinticuatro siglos de antigüedad (es en gran medida la continuación de la República Romana). La cuestión es que la gente que tiene religión -una determinada religión- ha sobrevivido.

Otro principio:

Cuando consideres las creencias en términos evolutivos, no mires cómo compiten entre sí, sino considera la supervivencia de las poblaciones que las tienen.

Consideremos un competidor de la religión del Papa, el judaísmo. Los judíos tienen cerca de quinientos interdictos dietéticos diferentes. Éstas pueden parecer irracionales a una persona ajena que define la racionalidad en términos de lo que puede explicar. En realidad, seguramente lo parecerán. La kashrut judía prescribe mantener cuatro vajillas, dos fregaderos, evitar mezclar carne con productos lácteos o simplemente dejar que ambos estén en contacto, además de las interdicciones sobre algunos animales: gambas, cerdo, etc. Lo bueno.

Estas leyes podrían haber tenido un propósito ex ante. Se puede culpar al comportamiento insalubre de los cerdos, exacerbado por el calor en el Levante (aunque el calor en el Levante no era marcadamente diferente al de las zonas de consumo de cerdos más al oeste). O quizás una razón ecológica: los cerdos compiten con los humanos en el consumo de los mismos vegetales, mientras que las vacas comen lo que nosotros no comemos.

Pero sigue siendo cierto que, sea cual sea su propósito, las leyes de kashrut han sobrevivido varios milenios no por su “racionalidad”, sino porque las poblaciones que las siguieron sobrevivieron. Sin duda, aportó cohesión: las personas que comen juntas permanecen juntas. (Para ser técnicos, se trata de una heurística convexa.) Esta cohesión de grupo podría ser también responsable de la confianza en las transacciones comerciales con miembros remotos de la comunidad, creando así una red vibrante. O algún otro beneficio, pero lo cierto es que los judíos han sobrevivido a pesar de una historia muy dura.

Esto nos permite resumir:

La racionalidad no depende de factores explicativos verbalistas explícitos; es sólo lo que ayuda a la supervivencia, lo que evita la ruina.

¿Por qué? Claramente, como vimos en la discusión de Lindy:

No todo lo que sucede sucede por una razón, pero todo lo que sobrevive lo hace por una razón.

La racionalidad es la gestión del riesgo, y punto. En el próximo capítulo se expondrá el último argumento en apoyo de este principio.

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El capítulo central siempre es el último-Siempre apueste dos veces¿Conoce el punto de su tío?-¿Quién es “usted”?-Los griegos casi siempre tenían razón

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FIGURA 5. La diferencia entre cien personas que van a un casino y una persona que va a un casino cien veces, es decir, entre la probabilidad dependiente de la trayectoria y la entendida convencionalmente. El error persiste en economía y psicología desde tiempos inmemoriales.

Es hora de explicar la ergodicidad, la ruina y (de nuevo) la racionalidad. Recordemos que para hacer ciencia (y otras cosas bonitas) hace falta sobrevivir, pero no al revés.

Considere el siguiente experimento mental. En el primer caso, cien personas acuden a un casino para apostar una determinada cantidad cada una durante un periodo de tiempo determinado, y toman gin-tonic de cortesía, como se muestra en la viñeta de la figura 5. Algunos pueden perder, otros pueden ganar, y podemos deducir al final del día cuál es la “ventaja”, es decir, calcular las ganancias simplemente contando el dinero que queda en las carteras de las personas que vuelven. De este modo, podemos averiguar si el casino está valorando correctamente las probabilidades. Supongamos ahora que el jugador número 28 quiebra. ¿Se verá afectado el jugador número 29? No.

Puede calcular con seguridad, a partir de su muestra, que aproximadamente el 1% de los jugadores se arruinarán. Y si sigue jugando y jugando, se espera que tenga aproximadamente la misma proporción, el 1 por ciento de los jugadores que quiebran, en promedio, durante esa misma ventana de tiempo.

Ahora comparemos esto con el segundo caso del experimento mental. Una persona, su primo Theodorus Ibn Warqa, va al casino cien días seguidos, empezando con una cantidad determinada. El día 28 el primo Theodorus Ibn Warqa está en quiebra. ¿Habrá día 29? No. Ha llegado a un punto muerto; ya no hay juego.

Por muy bueno o despierto que sea su primo Theodorus Ibn Warqa, se puede calcular con seguridad que tiene un 100% de probabilidades de acabar quebrando.

Las probabilidades de éxito de una colección de personas no se aplican al primo Theodorus Ibn Warqa. Llamemos al primer conjunto probabilidad de conjunto, y al segundo probabilidad de tiempo (ya que el primero se refiere a una colección de personas y el segundo a una sola persona a través del tiempo). Ahora, cuando lea material de profesores de finanzas, de gurús de las finanzas o de su banco local haciendo recomendaciones de inversión basadas en los rendimientos a largo plazo del mercado, tenga cuidado. Incluso si sus previsiones fueran ciertas (no lo son), ningún individuo puede obtener los mismos rendimientos que el mercado, a menos que tenga bolsillos infinitos y no tenga puntos de interés. Esto es confundir la probabilidad de conjunto y la probabilidad temporal. Si el inversor tiene que reducir eventualmente su exposición a causa de las pérdidas, o por la jubilación, o porque se divorció para casarse con la mujer de su vecino, o porque desarrolló repentinamente una adicción a la heroína tras su hospitalización por apendicitis, o porque cambió de opinión sobre la vida, sus rendimientos estarán divorciados de los del mercado, y punto.

Cualquiera que haya sobrevivido en el negocio del riesgo más de unos pocos años tiene alguna versión de nuestro ya conocido principio de que “para tener éxito, primero hay que sobrevivir”. La mía ha sido: “nunca cruces un río si tiene una media de un metro de profundidad”. Toda mi vida me he organizado en torno a la idea de que la secuencia importa y la presencia de la ruina descalifica los análisis de coste-beneficio; pero nunca me di cuenta de que el fallo en la teoría de la decisión era tan profundo. Hasta que, de la nada, apareció un artículo del físico Ole Peters, que trabajaba con el gran Murray Gell-Mann. Presentaron una versión de la diferencia entre las probabilidades de conjunto y de tiempo con un experimento mental similar al mío anterior, y mostraron que casi todo lo que tiene que ver con la probabilidad en las ciencias sociales es defectuoso. Profundamente defectuoso. Muy profundamente defectuoso. En gran medida, es un error terminal. Porque, en el cuarto de milenio transcurrido desde una formulación inicial de la toma de decisiones bajo incertidumbre por el matemático Jacob Bernoulli, que desde entonces se ha convertido en estándar, casi todas las personas involucradas en el campo han cometido el grave error de pasar por alto el efecto de la diferencia entre conjunto y tiempo.*1 ¿Todos? No del todo: todos los economistas quizás, pero no todos: los matemáticos aplicados Claude Shannon y Ed Thorp, y el físico J. L. Kelly del Criterio de Kelly acertaron. También lo hicieron de forma muy sencilla. El padre de las matemáticas de los seguros, el matemático aplicado sueco Harald Cramér, también lo entendió. Y, hace más de dos décadas, profesionales como Mark Spitznagel y yo mismo construimos toda nuestra carrera empresarial en torno a él. (Misteriosamente lo entendí en mis escritos y cuando operaba y tomaba decisiones, y detecto en mi interior cuando se viola la ergodicidad, pero nunca entendí explícitamente la estructura matemática de Peters y Gell-Mann; la ergodicidad se discute incluso en Fooled by Randomness, hace dos décadas). Spitznagel y yo incluso pusimos en marcha todo un negocio para ayudar a los inversores a eliminar los puntos de incertidumbre para que pudieran obtener los rendimientos del mercado. Mientras que yo me retiré para hacer algo de flaneuring, Mark continuó sin descanso (y con éxito) en su Universa. Mark y yo nos sentimos frustrados por los economistas que, al no entender la ergodicidad, siguen diciendo que preocuparse por las colas es “irracional”.

La idea que acabo de presentar es muy, muy simple. ¿Pero cómo es que durante 250 años nadie la ha entendido? Por la falta de interés en el juego, obviamente.

Porque parece que se necesita mucha inteligencia para averiguar cosas probabilísticas cuando no se tiene piel en el juego. Pero para un no profesional sobreeducado, estas cosas son difíciles de entender. A menos que uno sea un genio, es decir, que tenga la claridad mental para ver a través del barro, o que tenga un dominio suficientemente profundo de la teoría de la probabilidad para cortar las tonterías. Ahora bien, es evidente que Murray Gell-Mann es un genio (y, probablemente, Peters). Gell-Mann descubrió las partículas subatómicas que él mismo llamó quarks (lo que le valió el Nobel). Peters dijo que cuando le presentó la idea a Gell-Mann, “lo entendió al instante”. Claude Shannon, Ed Thorp, J. L. Kelly y Harald Cramér son, sin duda, genios; puedo dar fe personalmente de Thorp, que tiene una claridad mental inconfundible combinada con una profundidad de pensamiento que sobresale en la conversación. Estas personas podrían conseguirlo sin necesidad de estar en el juego. Pero los economistas, psicólogos y teóricos de la decisión no tienen genios entre ellos (a menos que se cuente al polímata Herb Simon, que hizo algo de psicología al margen), y lo más probable es que nunca los tengan. La suma de personas sin conocimientos fundamentales no se traduce en conocimiento; buscar la claridad en estos campos es como buscar la armonía estética en el cubículo de un hacker informático autónomo o en el ático de un electricista muy desorganizado.

ERGODICIDAD

Para hacer balance: se considera que una situación no es ergódica cuando las probabilidades pasadas observadas no se aplican a los procesos futuros. Hay un “tope” en alguna parte, una barrera absorbente que impide que las personas con piel en el juego salgan de él, y a la que el sistema tenderá invariablemente. Llamemos a estas situaciones “ruina”, ya que no hay reversibilidad de la condición. El problema central es que si existe la posibilidad de la ruina, los análisis de costes y beneficios ya no son posibles.

Consideremos un ejemplo más extremo que el experimento del casino. Supongamos que un grupo de personas juega una sola vez a la ruleta rusa por un millón de dólares -ésta es la historia central de Engañados por el azar-. Aproximadamente cinco de cada seis ganarán dinero. Si alguien utilizara un análisis estándar de coste-beneficio, afirmaría que uno tiene un 83,33% de probabilidades de ganar, para un rendimiento medio “esperado” por disparo de 833.333 dólares. Pero si sigue jugando a la ruleta rusa, acabará en el cementerio. Su rendimiento esperado es… no computable.

REPETICIÓN DE LAS EXPOSICIONES

Veamos por qué las “pruebas estadísticas” y las afirmaciones “científicas” son muy insuficientes en presencia tanto de problemas de ruina como de repetición de exposiciones. Si se afirmara que hay “pruebas estadísticas de que un avión es seguro”, con un nivel de confianza del 98% (las estadísticas no tienen sentido sin esas bandas de confianza), y se actuara en consecuencia, prácticamente ningún piloto experimentado estaría vivo hoy. En mi guerra con la maquinaria de Monsanto, los defensores de los organismos modificados genéticamente (transgénicos) no dejaban de rebatirme con análisis de beneficios (que a menudo eran falsos y estaban trucados), y no con análisis de riesgo de cola para exposiciones repetidas.

Los psicólogos determinan nuestra “paranoia” o “aversión al riesgo” sometiendo a una persona a un único experimento, y luego declaran que los seres humanos tienen problemas racionales, ya que existe una tendencia innata a “sobreestimar” las pequeñas probabilidades. ¡Consiguen creer que sus sujetos no volverán a correr ningún riesgo personal de cola! Recordemos del capítulo sobre la desigualdad que los académicos de las ciencias sociales están… desafiados dinámicamente. Nadie podría ver la inconsistencia tan obvia de tal comportamiento con nuestra arraigada lógica de la vida diaria, que es notablemente más rigurosa. Fumar un solo cigarrillo es extremadamente benigno, por lo que un análisis coste-beneficio consideraría irracional renunciar a tanto placer por tan poco riesgo. Pero lo que mata es el acto de fumar, a partir de un determinado número de paquetes al año, o de decenas de miles de cigarrillos, es decir, la exposición repetida en serie.

Pero las cosas son aún peores: en la vida real, cada uno de los riesgos que asumes se suma para reducir tu esperanza de vida. Si escalas montañas y montas en moto y andas con la mafia y pilotas tu propia avioneta y bebes absenta, y fumas cigarrillos, y juegas al parkour los jueves por la noche, tu esperanza de vida se reduce considerablemente, aunque ninguna acción individual tenga un efecto significativo. Esta idea de repetición hace que la paranoia sobre algunos sucesos de baja probabilidad, incluso los considerados “patológicos”, sea perfectamente racional.

Además, hay un giro. Si la medicina mejora progresivamente tu esperanza de vida, tienes que ser aún más paranoico. Piensa de forma dinámica.

Si se incurre en una probabilidad ínfima de ruina como riesgo “puntual”, se sobrevive y se vuelve a hacer (otro negocio “puntual”), al final se quebrará con una probabilidad del cien por cien. La confusión surge porque puede parecer que si el riesgo “único” es razonable, otro adicional también lo es. Esto puede cuantificarse reconociendo que la probabilidad de ruina se aproxima a 1 a medida que aumenta el número de exposiciones a riesgos individualmente pequeños, digamos uno entre diez mil.

El fallo de los trabajos de psicología es creer que el sujeto no corre ningún otro riesgo de cola fuera del experimento y, sobre todo, que no volverá a correr ningún riesgo. La idea de la “aversión a las pérdidas” en las ciencias sociales no se ha estudiado adecuadamente: no se puede medir como se ha hecho (si es que se puede medir). Digamos que se le pregunta a un sujeto cuánto pagaría por asegurarse una probabilidad del 1% de perder 100 dólares. Usted está tratando de averiguar cuánto está “pagando de más” por “aversión al riesgo” o algo aún más tonto, “aversión a la pérdida”. Pero no puede ignorar todos los demás riesgos financieros que está asumiendo: si tiene un coche aparcado en el exterior que puede rayarse, si tiene una cartera financiera que puede perder dinero, si tiene una panadería que puede arriesgarse a una multa, si tiene un hijo en la universidad que puede costar inesperadamente más, si puede ser despedido, si puede enfermar inesperadamente en el futuro. Todos estos riesgos se suman, y la actitud del sujeto los refleja todos. La ruina es indivisible e invariable a la fuente de aleatoriedad que pueda causarla.

Otro error común en la literatura psicológica se refiere a lo que se llama “contabilidad mental”. La escuela de la teoría de la información de Thorp, Kelly y Shannon exige que, para que una estrategia de inversión sea ergódica y acabe capturando el rendimiento del mercado, los agentes aumenten sus riesgos cuando ganan, pero se contraigan tras las pérdidas, una técnica llamada “jugar con el dinero de la casa”. En la práctica, se hace por umbral, para facilitar la ejecución, y no por reglas complicadas: se empieza a apostar agresivamente siempre que se tiene una ganancia, nunca cuando se tiene un déficit, como si se encendiera o apagara un interruptor. Este método lo practican probablemente todos los traders que han sobrevivido. Ahora bien, resulta que esta estrategia dinámica es considerada fuera de lugar por los econofísicos de las finanzas conductuales, como el espeluznante intervencionista Richard Thaler, quien, muy ignorante de la probabilidad, llama a esto “contabilidad mental”*2 un error (y, por supuesto, invita al gobierno a “desviarnos” de ella, y a impedir que las estrategias sean ergódicas).

Creo que la aversión al riesgo no existe: lo que observamos es, simplemente, un residuo de ergodicidad. La gente, simplemente, trata de evitar el suicidio financiero y adopta una determinada actitud ante los riesgos de cola.

Pero no tenemos que ser demasiado paranoicos con nosotros mismos; tenemos que desplazar algunas de nuestras preocupaciones a cosas más grandes.

¿QUIÉN ES “TÚ”?

Volvamos a la noción de “tribu”. Uno de los defectos que introduce la educación y el pensamiento modernos es la ilusión de que cada uno de nosotros es una unidad. De hecho, he tomado una muestra de noventa personas en seminarios y les he preguntado: “¿Qué es lo peor que te puede pasar?” Ochenta y ocho personas respondieron “mi muerte”.

Esto sólo puede ser el peor de los casos para un psicópata. Pues después de eso, pregunté a los que consideraban que su peor caso era su propia muerte: “¿Es tu muerte más la de tus hijos, sobrinos, primos, gato, perros, periquito y hámster (si tienes alguno de los anteriores) peor que sólo tu muerte?” Invariablemente, sí. “¿Es peor tu muerte más la de tus hijos, sobrinos, primos (…) más la de toda la humanidad que sólo tu muerte?” Sí, por supuesto. Entonces, ¿cómo puede ser tu muerte el peor resultado posible?*3

A menos que seas perfectamente narcisista y psicópata -incluso entonces-, tu peor escenario nunca se limita a la pérdida de tu vida.

Así, vemos que la ruina individual no es tan importante como la colectiva. Y, por supuesto, el ecocidio, la destrucción irreversible de nuestro medio ambiente, es la gran preocupación.

Para utilizar el marco ergódico: mi muerte en la ruleta rusa no es ergódica para mí, pero sí para el sistema. El principio de precaución, tal como lo formulé con algunos colegas, se refiere precisamente a la capa más alta.

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FIGURA 6. Asumir riesgos personales para salvar a la colectividad es “valentía” y “prudencia”, ya que estás disminuyendo los riesgos para la colectividad.

Cada vez que hablo del principio de precaución, algún experto sobreeducado sugiere que “corremos riesgos al cruzar la calle”, así que ¿por qué preocuparse tanto por el sistema? Este sofisma suele provocar un poco de enfado por mi parte. Aparte del hecho de que el riesgo de morir como peatón es inferior a uno en 47.000 años, la cuestión es que mi muerte nunca es el peor de los casos, a menos que se correlacione con la de otros.

Yo tengo una vida útil finita, la humanidad debería tener una duración infinita.

O,

Yo soy renovable, no la humanidad ni el ecosistema.

Peor aún, como he demostrado en Antifragile, la fragilidad de los componentes del sistema (siempre que sean renovables y sustituibles) es necesaria para garantizar la solidez del sistema en su conjunto. Si los humanos fueran inmortales, se extinguirían por un accidente, o por una acumulación gradual de ineptitud. Pero una vida útil más corta para los humanos permite que los cambios genéticos a lo largo de las generaciones estén en sintonía con la variabilidad del entorno.

EL VALOR Y LA PRECAUCIÓN NO SON OPUESTOS

¿Cómo pueden ser virtudes clásicas tanto el valor como la prudencia? La virtud, tal y como se presenta en la Ética Nicomaquea de Aristóteles , incluye: la sophrosyne(σωφροσύνη), la prudencia y una forma de buen juicio que él llamó más ampliamente phronesis. ¿No son éstas inconsistentes con el valor?

En nuestro marco, no lo son en absoluto. En realidad son, como diría el Gordo Tony, la misma cosa. ¿Cómo?

Puedo ejercer el valor para salvar a un grupo de niños de morir ahogados, a riesgo de mi propia vida, y también correspondería a una forma de prudencia. Si muriera, estaría sacrificando un estrato inferior de la figura 6 en aras de uno superior.

El valor, según el ideal griego que Aristóteles heredó de Homero (y que transmitieron Solón, Pericles y Tucídides), nunca es una acción egoísta:

El valor es cuando sacrificas tu propio bienestar en aras de la supervivencia de una capa superior a la tuya.

El valor egoísta no es valor. Un jugador insensato no está cometiendo un acto de valentía, especialmente si está arriesgando los fondos de otras personas o tiene una familia que alimentar.*4

LA RACIONALIDAD, DE NUEVO

El último capítulo replanteó la racionalidad en términos de decisiones reales, no de lo que se llama “creencias”, ya que éstas pueden adaptarse para estimularnos de la manera más convincente a evitar cosas que amenazan la supervivencia del sistema. Si lo que se necesita es la superstición, no sólo no hay ninguna violación de los axiomas de la racionalidad, sino que sería técnicamente irracional interponerse en su camino. Si la superstición es lo que se necesita para satisfacer la ergodicidad, que así sea.

Volvamos a Warren Buffett. No hizo sus miles de millones mediante un análisis coste-beneficio; más bien, lo hizo simplemente estableciendo un filtro alto, y luego eligiendo las oportunidades que pasaban dicho umbral. “La diferencia entre la gente de éxito y la gente realmente exitosa es que la gente realmente exitosa dice no a casi todo”, dijo. Del mismo modo, nuestro cableado podría estar adaptado para “decir no” al riesgo de cola. Porque hay millones de formas de ganar dinero sin asumir riesgos de cola. Hay millones de maneras de resolver problemas (por ejemplo, alimentar al mundo) sin tecnologías complicadas que impliquen fragilidad y una posibilidad desconocida de estallido. Cada vez que oigo a alguien decir que “tenemos que asumir riesgos (de cola)”, sé que no viene de un profesional de la supervivencia, sino de un académico de las finanzas o de un banquero; este último, como hemos visto, casi siempre explota, normalmente con el dinero de otras personas.

De hecho, no nos cuesta mucho rechazar algunas nuevas tecnologías de mala calidad. A mí no me cuesta mucho seguir mi “paranoia refinada”, aunque esté equivocada. Porque basta con que mi paranoia tenga razón una vez para que me salve la vida.

ME ENCANTAN LOS RIESGOS

Antifrágil muestra cómo la gente confunde el riesgo de ruina con las variaciones y las fluctuaciones, una simplificación que viola una lógica más profunda y rigurosa de las cosas. Yo defiendo que hay que amar el riesgo, que hay que hacer retoques sistemáticos “convexos” y que hay que asumir muchos riesgos que no tienen cola pero que ofrecen beneficios de cola. Las cosas volátiles no son necesariamente arriesgadas, y lo contrario también es cierto. Saltar desde un banco sería bueno para ti y tus huesos, mientras que caer desde un vigésimo segundo piso nunca lo será. Las pequeñas lesiones serán beneficiosas, nunca las más grandes, las que tienen efectos irreversibles. El alarmismo sobre algunas clases de sucesos es alarmismo; sobre otras no lo es. El riesgo y la ruina son cosas diferentes.

EMPIRISMO INGENUO

No todos los riesgos son iguales. A menudo oímos que “el ébola está causando menos muertes que las personas que se ahogan en sus bañeras”, o algo por el estilo, basándose en “pruebas”. Esta es otra clase de problemas que tu abuela puede entender, pero los semi-educados no.

Nunca se debe comparar un riesgo multiplicativo, sistémico y de cola gruesa con uno no multiplicativo, idiosincrásico y de cola fina.

Recordemos que me preocupa la correlación entre la muerte de una persona y la de otra. Así que debemos preocuparnos por los efectos sistémicos: cosas que pueden afectar a más de una persona en caso de producirse.

Un repaso. Hay dos categorías en las que caen los eventos aleatorios: Mediocristán y Extremistán. Mediocristán es de cola fina y afecta al individuo sin correlación con el colectivo. Extremistán, por definición, afecta a muchas personas. Por tanto, Extremistán tiene un efecto sistémico que Mediocristán no tiene. Los riesgos multiplicativos -como las epidemias- son siempre de Extremistán. Puede que no sean letales (por ejemplo, la gripe), pero siguen siendo de Extremistán.

Más técnicamente:

Los riesgos de Mediocristán están sometidos al límite de Chernoff.

El límite de Chernoff puede explicarse como sigue. La probabilidad de que el número de personas que se ahogan en sus bañeras en Estados Unidos se duplique el próximo año -suponiendo que no haya cambios en la población ni en las bañeras- es de una por cada varios trillones de vidas del universo. Esto no puede decirse de la duplicación del número de personas asesinadas por el terrorismo en el mismo periodo.

Los periodistas y los científicos sociales son patológicamente propensos a estas tonterías, especialmente los que piensan que una regresión y un gráfico son formas sofisticadas de abordar un problema. Sencillamente, han sido entrenados con herramientas para Mediocristán. Así que a menudo vemos el titular de que muchos más ciudadanos estadounidenses se acostaron con Kim Kardashian que murieron de ébola. O que más personas fueron asesinadas por sus propios muebles que por el terrorismo. La lógica de tu abuela desmentiría estas afirmaciones. Basta con considerar que: es imposible que mil millones de personas se acuesten con Kim Kardashian (incluso ella), pero que existe una probabilidad no nula de que un proceso multiplicativo (una pandemia) provoque tal número de muertes por ébola. O incluso si tales eventos no fueran multiplicativos, digamos, el terrorismo, hay una probabilidad de acciones como la contaminación del suministro de agua que puede causar desviaciones extremas. El otro argumento es el de la retroalimentación: si las víctimas del terrorismo son bajas, se debe a la vigilancia (tendemos a registrar a los pasajeros antes de subir a los aviones), y el argumento de que esa vigilancia es superflua indica un grave fallo de razonamiento. Tu bañera no está intentando matarte.

Me preguntaba por qué este punto parece no ser natural para muchos “científicos” (lo que incluye a los responsables políticos), pero sí para otras personas, como el probabilista Paul Embrechts. Simplemente, Embrechts mira las cosas desde la cola. Embrechts estudia una rama de la probabilidad llamada teoría del valor extremo y forma parte de un grupo que llamamos “extremistas”, un estrecho grupo de investigadores que se especializan, como yo, en sucesos extremos. Pues bien, Embrechts y sus compañeros se fijan en la diferencia entre los procesos de los extremos, nunca en los ordinarios. No hay que confundir esto con Extremistán: ellos estudian lo que ocurre para los extremos, lo que incluye tanto a Extremistán como a Mediocristán; lo que ocurre es que Mediocristán es más suave que Extremistán. Clasifican lo que puede ocurrir “en las colas” según la distribución generalizada de valores extremos. Las cosas son mucho, mucho más claras en las colas. Y las cosas son mucho-mucho más claras en la probabilidad que en las palabras.

RESUMEN

Cerramos este capítulo con unas líneas de resumen.

Uno puede ser amante del riesgo y a la vez completamente reacio a la ruina.

La asimetría central de la vida es:

En una estrategia que conlleva la ruina, los beneficios nunca compensan los riesgos de ruina.

Además:

La ruina y otros cambios de estado son animales diferentes.

Cada uno de los riesgos que se corren reduce la esperanza de vida.

Finalmente:

La racionalidad es evitar la ruina sistémica.

*1 Al igual que con mi proyecto “Colas Gordas”, los economistas pueden haber sido conscientes del problema del tiempo de conjunto, pero de forma estéril. Además, siguen diciendo que “ya conocíamos las colas gordas”, pero de alguna manera no se dan cuenta de que llevar la idea al siguiente paso contradice gran parte de su trabajo. Lo que importa son las consecuencias.

*2 La contabilidad mental se refiere a la tendencia de las personas a poner mentalmente (o físicamente) sus fondos en cuentas aisladas separadas, centrándose en el origen del dinero y olvidando que, como propietarios netos, el origen no debería importar. Por ejemplo, alguien que no se compraría una corbata porque es cara y parece superflua se emociona cuando su mujer le compra para su cumpleaños la misma corbata utilizando fondos de una cuenta corriente conjunta. En el caso que nos ocupa, Thaler considera un error variar la estrategia propia en función de si la fuente de fondos son las ganancias del casino o la dotación original. Evidentemente, Thaler, como otros psicolófagos, ignora la dinámica: los científicos sociales no son buenos con las cosas que se mueven.

*3 En realidad, suelo bromear con que mi muerte más la de alguien que no me gusta sobrevivir, como el profesor de periodismo Steven Pinker, es peor que sólo mi muerte.

*4 Para mostrar la inanidad de las ciencias sociales, tienen que recurrir al sensacionalismo de las “neuronas espejo” para explicar el vínculo entre el individuo y el colectivo. Apoyarse en el neuroalgo es una forma de cientificismo llamada “porno cerebral”, discutida en Antifragile.

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Lo que Lindy me dijo

Ahora, lector, llega el final del viaje y la quinta entrega del Incerto. Así que mientras intentaba resumir el libro, con la obligada destilación, vi el reflejo de mi rostro en el espejo de un restaurante: dominado por una barba blanquecina, y un desafiante orgullo greco-fenicio de Oriente (Mediterráneo oriental) por envejecer. Hace más de dos décadas y media que puse la pluma sobre el papel para el Incerto, antes de que mi barba se volviera gris. Lindy me decía que, para cierta clase de cosas, tenía menos que demostrar, menos que explicar y menos que teorizar. Había oído a alguien en el restaurante decir con rotundidad: “Es lo que es”, y la frase se repetía en mi cabeza.

Esta vez no hay resumen, ya no hay resumen. Por Lindy:

Cuando la barba (o el pelo) es negra, presta atención al razonamiento, pero ignora la conclusión. Cuando la barba es gris, ten en cuenta tanto el razonamiento como la conclusión. Cuando la barba es blanca, omita el razonamiento, pero tenga en cuenta la conclusión.

Así que permítanme terminar este libro con una (larga) máxima, al estilo de la vía negativa:

No hay músculos sin fuerza,

amistad sin confianza,

opinión sin consecuencias,

cambio sin estética,

edad sin valores,

la vida sin esfuerzo,

agua sin sed,

comida sin alimento,

el amor sin sacrificio,

poder sin equidad,

hechos sin rigor,

estadísticas sin lógica,

matemáticas sin pruebas,

la enseñanza sin experiencia,

la cortesía sin calidez,

valores sin encarnación,

grados sin erudición,

militarismo sin fortaleza,

progreso sin civilización,

amistad sin inversión,

virtud sin riesgo,

probabilidad sin ergodicidad,

riqueza sin exposición,

complicación sin profundidad,

fluidez sin contenido,

decisión sin asimetría,

ciencia sin escepticismo,

religión sin tolerancia,

y, sobre todo:

nada sin la piel en el juego.

Y gracias por leer mi libro.

Dos hombres de coraje:

Ron Paul, un romano entre griegos;

Ralph Nader, santo greco-fenicio

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Ralph Nader; Ron Paul; Will Murphy (editor, asesor, corrector, experto en sintaxis y especialista); Ben Greenberg (editor); Casiana Ionita (editora); Molly Turpin; Mika Kasuga; Evan Camfield; Barbara Fillon; Will Goodlad; Peter Tanous; Xamer ‘Bou Assaleh; Mark Baker (alias Guru Anaerobic); Armand d’Angour; Alexis Kirschbaum; Max Brockman; Russell Weinberger; Theodosius Mohsen Abdallah; David Boxenhorn; Marc Milanini; los participantes de la ETH de Zúrich; Kevin Horgan; Paul Wehage; Baruch Gottesman, Gil Friend, Mark Champlain, Aaron Elliott, Rod Ripamonti y Zlatan Hadzic (todos ellos sobre religión y sacrificio); David Graeber (Goldman Sachs); Neil Chriss; Amir-Reza Amini (coches automáticos); Ektrit Kris Manushi (religión); Jazi Zilber (especialmente Rav Safra); Farid Anvari (U.K. escándalo); Robert Shaw (transporte marítimo y reparto de riesgos); Daniel Hogendoorn (Cambyses); Eugene Callahan; Jon Elster, David Chambliss Johnson, Gur Huberman, Raphael Douady, Robert Shaw, Barkley Rosser, James Franklin, Marc Abrahams, Andreas Lind y Elias Korosis (todos sobre papel); John Durant; Zvika Afik; Robert Frey; Rami Zreik; Joe Audi; Guy Riviere; Matt Dubuque; Cesáreo González; Mark Spitznagel; Brandon Yarkin; Eric Briys; Joe Norman; Pascal Venier; Yaneer Bar-Yam; Thibault Lécuyer; Pierre Zalloua; Maximilian Hirner; Aaron Eliott; Jaffer Ali; Thomas Messina; Alexandru Panicci; Dan Coman; Nicholas Teague; Magued Iskander; Thibault Lécuyer; James Marsh; Arnie Schwarzvogel; Hayden Rei; John Mast-Finn; Rupert Read; Russell Roberts; Viktoria Martin; Ban Kanj Elsabeh; Vince Pomal; Graeme Michael Price; Karen Brennan; Jack Tohme; Marie-Christine Riachi; Jordan Thibodeau; Pietro Bonavita. Pido disculpas por la omisión casi segura.

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Rent Seeking: tratar de utilizar las normas o “derechos” de protección para obtener ingresos sin añadir nada a la actividad económica, sin aumentar la riqueza de los demás. Como lo definiría el Gordo Tony, es como estar obligado a pagar dinero de protección a la mafia sin obtener los beneficios económicos de la protección.

Revelación de preferencias: la teoría, originada por Paul Samuelson (inicialmente en el contexto de la elección de bienes públicos), de que los agentes no tienen pleno acceso al razonamiento que subyace a sus acciones; las acciones son observables, mientras que el pensamiento no lo es, lo que impide utilizar este último para una investigación científica rigurosa. En economía, los experimentos requieren un gasto real por parte del agente. El resumen del Gordo Tony es “hablar siempre es barato”.

Captura normativa: situaciones en las que las normativas acaban siendo “manipuladas” por un agente, a menudo en contra de la intención original de la normativa. Algunos burócratas y empresarios pueden deber parte de sus ingresos a las regulaciones y franquicias de protección, y hacer presión para que se cumplan. Hay que tener en cuenta que los reglamentos son más fáciles de poner que de corregir y eliminar.

Cientificismo: la creencia de que la ciencia parece… ciencia, con demasiado énfasis en los aspectos cosméticos, en lugar de su maquinaria escéptica. Prevalece en los ámbitos en los que los administradores juzgan las contribuciones según las métricas. También prevalece en los ámbitos que se dejan en manos de personas que hablan de ciencia sin “hacer”, como los periodistas y los profesores de escuela.

Racionalismo ingenuo: Creencia de que tenemos acceso a lo que hace que el mundo funcione y que lo que no entendemos no existe.

Intelectual pero idiota: un idiota.

Pseudo-racionalismo: 1) centrarse en la racionalidad de una creencia en lugar de sus consecuencias, 2) el uso de malos modelos probabilísticos para denunciar ingenuamente la “irracionalidad” de las personas cuando realizan una determinada clase de acciones.

Problema de agencia: desajuste de intereses entre el agente y el principal, por ejemplo, entre el vendedor de coches y usted (el posible propietario), o entre el médico y el paciente.

Comercio de Bob Rubin: pago en un ámbito sesgado en el que los beneficios son visibles (y recompensados con alguna compensación) y el perjuicio es raro (e impune debido a la ausencia de piel en el juego). Puede generalizarse a la política, a cualquier cosa en la que la sanción sea débil y las víctimas sean abstractas y estén distribuidas (digamos los contribuyentes o los accionistas).

Intervencionista: alguien que provoca fragilidad porque cree que entiende lo que está pasando. No está expuesto al filtro y la disciplina de la piel en el juego. Además, suele carecer de sentido del humor.

Falacia de la madera verde: confundir la fuente de un conocimiento importante o incluso necesario -el color verde de la madera- con otra, menos visible desde el exterior, y menos tratable. Cómo los teóricos atribuyen pesos erróneos a lo que uno debe saber en un determinado negocio o, más generalmente, cómo muchas cosas que llamamos “conocimiento relevante” no lo son tanto.

Efecto “Lecturing-Birds-How-to-Fly”: invertir la flecha del conocimiento para leer academia ➝ práctica, o educación ➝ riqueza, para hacer parecer que la tecnología debe más a la ciencia institucional de lo que realmente hace. Véase Antifrágil.

Efecto Lindy: cuando una tecnología, una idea, una empresa o cualquier cosa no perecedera aumenta su esperanza de vida con cada día adicional de supervivencia, a diferencia de los artículos perecederos (como los seres humanos, los gatos, los perros, las teorías económicas y los tomates). Así, un libro que lleva cien años en imprenta probablemente seguirá imprimiéndose otros cien años, siempre que sus ventas sigan siendo buenas.

Ergodicidad: En nuestro contexto, la ergodicidad se da cuando un conjunto de jugadores tiene las mismas propiedades estadísticas (en particular la expectativa) que un solo jugador a lo largo del tiempo. Las probabilidades del conjunto son similares a las probabilidades temporales. La ausencia de ergodicidad hace que las propiedades del riesgo no sean directamente transferibles de la probabilidad observada al resultado de una estrategia sometida a la ruina (o a cualquier barrera absorbente o “punto de tío”), es decir, no son probabilísticamente sostenibles.

Mediocristán: un proceso dominado por lo mediocre, con pocos éxitos o fracasos extremos (por ejemplo, los ingresos de un dentista). Ninguna observación individual puede afectar significativamente al conjunto. También se denomina “de cola fina” o miembro de la familia de las distribuciones gaussianas.

Extremistas: un proceso en el que el total puede verse afectado por una sola observación (por ejemplo, los ingresos de un escritor). También se llama “de cola gorda”. Incluye la familia de distribuciones fractales o de ley de potencia. Véase la subexponencialidad en el Apéndice.

Regla de la minoría: una asimetría por la que el comportamiento del total está dictado por las preferencias de una minoría. Los fumadores pueden estar en zonas libres de humo, pero los no fumadores no pueden estar en las de fumadores, por lo que los no fumadores prevalecerán, no porque sean inicialmente una mayoría, sino porque son asimétricos. El autor sostiene que las lenguas, la ética y (algunas) religiones se extienden por el dominio de una minoría.

Vía Negativa: en teología y filosofía, el enfoque en lo que algo no es, una definición indirecta, considerada menos propensa a las falacias que la vía positiva. En la acción, es una receta para lo que hay que evitar, lo que no hay que hacer: la sustracción, no la adición, funciona mejor en ámbitos con efectos secundarios multiplicativos e imprevisibles. En medicina, evitar que alguien fume tiene menos efectos adversos que dar pastillas y tratamientos.

Escalabilidad: Las cualidades de las entidades cambian, a menudo bruscamente, cuando se hacen más pequeñas o más grandes: las ciudades son diferentes de los grandes estados, los continentes son muy diferentes de las islas. El comportamiento colectivo cambia cuando aumenta el tamaño de los grupos, un argumento a favor del localismo y en contra del globalismo sin límites.

Monocultura intelectual: Periodistas, académicos y otros esclavos sin piel en el juego en un tema determinado convergen a un modo “bien pensante” que puede ser manipulado y a menudo resiste el respaldo empírico. La razón es que la penalización de la divergencia se suele penalizar con etiquetas como “putinista”, “asesino de bebés” o “racista” (los niños siempre son utilizados por los charlatanes como argumento sensacionalista). Esto es similar a la forma en que la diversidad ecológica disminuye cuando una isla se hace más grande (véase El cisne negro).

Comercialización de la virtud: la degradación de la virtud al utilizarla como estrategia de marketing. Clásicamente, la virtud debe mantenerse en la intimidad, lo que choca con los mensajes modernos del tipo “salvemos el medio ambiente”. Los mercaderes de la virtud suelen ser hipócritas. Además, la virtud que carece de valor, de sacrificio y de implicación en el juego nunca es una virtud. La comercialización de la virtud es similar a la simonía, que en la Edad Media permitía a alguien con medios comprar cargos eclesiásticos o indulgencias, para expurgar sus pecados mediante el pago.

Regla de oro (simetría): Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti.

Regla de plata (regla de oro negativa): No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Fíjate en la diferencia con la Regla de Oro, ya que la de plata evita que los entrometidos intenten dirigir tu vida.

Principio de caridad: Ejerza la simetría en los debates intelectuales; represente el argumento del adversario con la misma exactitud que le gustaría que se representara el suyo. Lo contrario de “hombre de paja”.

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FIGURA 7. El comercio de Bob Rubin. Pago en un ámbito sesgado en el que los beneficios son visibles (y recompensados con alguna compensación) y el perjuicio es raro (e impune debido a la ausencia de piel en el juego). Puede generalizarse a la política, a cualquier cosa en la que la penalización sea débil.

A. LA PIEL EN EL JUEGO Y LAS PROBABILIDADES DE COLA

Esta sección analizará el desajuste probabilístico de los riesgos de cola y los rendimientos en presencia de un problema de agente principal.

Transferencia de daños: Si un agente tiene la parte superior de la retribución de la variable aleatoria, sin la parte inferior, y es juzgado únicamente sobre la base del rendimiento pasado, entonces el incentivo es ocultar los riesgos en la cola izquierda utilizando una distribución negativamente sesgada (o más generalmente, asimétrica) para el rendimiento. Esto se puede generalizar a cualquier retribución para la que no se asumen todos los riesgos y consecuencias negativas de las propias acciones.

Sea P*(K, M*) la retribución del operador a lo largo de *M* períodos de incentivos:

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donde https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000035.jpg variables aleatorias i.i.d. que representan la distribución de los beneficios a lo largo de un determinado periodo*[t*, *t* + *iΔt*], i ∈ ℕ, Δt ∈ ℝ+ y K es un “obstáculo” https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000043.jpg es un indicador de tiempo de parada cuando no se satisfacen las condiciones de rendimiento pasadas (en concreto, la condición de tener un determinado rendimiento en un cierto número de los años anteriores, de lo contrario el flujo de pagos termina, el juego termina y el número de incentivos positivos se detiene). La constante 𝛾 ∈ (0,1) es un “payoff del agente”, o tasa de compensación del rendimiento, que no tiene por qué ser monetaria (siempre que pueda cuantificarse como “beneficio”). La cantidad 𝑞𝑡+(𝑖-𝟷)Δ𝑡 ∈ [1,∞) indica el tamaño de la exposición en los tiempos *t+**(i-1* *)* Δt (debido a un desfase Ito, ya que el rendimiento en el periodo *s* está determinado por *q* en un periodo estrictamente anterior < *s*).

Sea {𝑓j} sea la familia de medidas de probabilidad 𝑓jde X**j𝑗 ∈ ℕ. Cada medida corresponde a ciertas características de media/ asimetría, y podemos dividir sus propiedades por la mitad a ambos lados de un parámetro de “centralidad” K, como las distribuciones “superior” e “inferior”. Escribimos 𝑑𝐹j(𝑥) como 𝑓j(𝑥)𝑑𝑥, por lo que https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000052.jpg y https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000062.jpg, las distribuciones “superior” e “inferior”, cada una de las cuales corresponde a cierta expectativa condicional https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000082.jpg y https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000091.jpg.

Ahora definimos 𝓿 ∈ ℝ+ como una medida no paramétrica de asimetría centrada en K, https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000007.jpgcon valores >1 para la asimetría positiva, y <1 para la negativa. Intuitivamente, la asimetría hace que las probabilidades y las expectativas se muevan en direcciones opuestas: cuanto mayor sea la retribución negativa, menor será la probabilidad de compensar.

No suponemos un “juego limpio”, es decir, con rendimientos no limitados 𝑚 ∈ (-∞, ∞), F**j+ 𝔼j+ + F**j- 𝔼 j- = m, que podemos escribir como m++m-= m.

Supuestos simplificados de q constante y tiempo de parada de una sola condición

Supongamos q constante, q = 1 y simplifiquemos la condición de tiempo de parada como no tener pérdidas en los periodos anteriores, https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000016.jpg=inf{(𝑡+(𝑖-1)Δ𝑡)):𝑥Δ𝑡(𝑖-1)+𝑡 <𝐾} , lo que lleva a

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000023.jpg

Dado que se supone que los pagos de los agentes son independientes e idénticamente distribuidos, la expectativa en el momento de la parada corresponde a la expectativa del momento de la parada multiplicada por la compensación esperada del agente 𝛾 𝔼j+. Y https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000030.jpghttps://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000038.jpg https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000046.jpg.

La expectativa de tiempo de parada puede escribirse como la probabilidad de éxito bajo la condición de no tener pérdidas previas:

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000055.jpg

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000075.jpg

Para M grande, como F**j+ ∈ (0,1) podemos tratar lo anterior casi como una igualdad, por lo tanto

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000085.jpg

Por último, la retribución esperada para el agente:

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000003.jpg

que se incrementa mediante (i) el aumento de 𝔼j+, (ii) minimizando la probabilidad de la pérdida F**j-, pero, y este es el punto central, incluso si (i) y (ii) tienen lugar a expensas de 𝑚, la expectativa total del paquete.

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FIGURA 8. Indy Mac, una empresa quebrada durante la crisis de las hipotecas subprime (de Taleb 2009). Es un representante de los riesgos que siguen aumentando en ausencia de pérdidas, hasta el estallido explosivo.

Alarmantemente, ya que https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000071.jpg, al agente no le importa una degradación de la rentabilidad total esperada 𝑚 si proviene del lado izquierdo de la distribución, 𝑚-. Visto en el espacio de asimetría, la retribución esperada del agente se maximiza bajo la distribución 𝑗 con el menor valor de 𝓿j (máxima asimetría negativa). La expectativa total del incentivo positivo sin piel en el juego depende de la asimetría negativa, no de 𝑚.

B. SOSTENIBILIDAD PROBABILÍSTICA Y ERGODICIDAD

Asumir el riesgo de forma dinámica: Si se asume el riesgo -cualquier riesgo- de forma repetida, la forma de contabilizarlo es en la exposición por tiempo de vida, o en la forma en que acorta el tiempo de vida restante.

Propiedades de la ruina: Las probabilidades de ruina están en el dominio del tiempo para un solo agente y no corresponden a las probabilidades de cola del espacio de estado (o conjunto). Las expectativas tampoco son fungibles entre los dos dominios. Las afirmaciones sobre la “sobreestimación” de los eventos de cola (que conllevan la ruina) por parte de los agentes que se derivan de las estimaciones del espacio de estado son, por tanto, erróneas. Muchas teorías sobre la “racionalidad” de los agentes se basan en operadores de estimación y/o medidas de probabilidad erróneos.

Esta es la razón principal de la estrategia de la barra.

Este es un caso especial de la confusión entre una variable aleatoria y el pago de una función derivada dependiente del tiempo y de la trayectoria.

Traducción menos técnica:

Nunca cruces un río si su profundidad media es de sólo 1 metro.*1

Un caso general simplificado

Consideremos el ejemplo extremadamente simplificado, la secuencia de variables aleatorias independientes https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000001.jpg con soporte en los números reales positivos(ℝ+). Los teoremas de convergencia de la teoría clásica de la probabilidad abordan el comportamiento de la suma o la media: limhttps://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000011.jpg por la ley (débil) de los grandes números (convergencia en probabilidad). Como se muestra en la historia del casino en el capítulo 19, el hecho de que n vaya al infinito produce la convergencia en probabilidad a la verdadera media de rendimiento m. Aunque la ley de los grandes números se aplica a las extracciones i que pueden estar estrictamente separadas por el tiempo, asume (cierta) independencia, y ciertamente la independencia de la trayectoria.

Consideremos ahora https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000018.jpg donde cada variable de estado X**i está indexada por una unidad de tiempo t: 0 < t < T. Supongamos que los “eventos de tiempo” se extraen exactamente de la misma distribución de probabilidad: P*(X**i*) = *P**(*X*i,t*).

Definimos como probabilidad temporal la evolución en el tiempo de un único agente i.

En presencia de una ruina terminal, es decir, irreversible, cada observación es ahora condicional a algún atributo de la anterior, y lo que ocurre en el periodo t depende de t - 1, lo que ocurre en t - 1 depende de t - 2, etc. Ahora tenemos dependencia de la trayectoria.

A continuación lo que llamamos fallo de ergodicidad:

Teorema 1 (desigualdad espacio-temporal del estado): Supongamos que ∀𝑡, 𝑃(𝑋t= 0) > 0 y𝑋0 > 0, 𝔼Ν(𝑋𝑡) < ∞ la expectativa en el espacio de estados para un periodo inicial estático t, y𝔼𝑇(𝑋𝑖) la expectativa en el tiempo para cualquier agente i, ambas obtenidas mediante la ley débil de los grandes números. Tenemos

𝔼Ν(𝑋𝑡) ≥ 𝔼𝑇(𝑋𝑖)

Prueba:

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donde https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000039.jpg es la función indicadora que requiere la supervivencia en el período anterior. Por tanto, los límites de n para t muestran una expectativa temporal decreciente: 𝔼Ν(𝑋𝑡-1) ≤ 𝔼Ν(𝑋𝑡).

De hecho, podemos probar la divergencia.

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000047.jpg

Como podemos ver al hacer T < ∞, al recursar la ley de expectativas iteradas, obtenemos la desigualdad para todo T.

Podemos ver el conjunto de tomadores de riesgo que esperan un rendimiento m https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000056.jpg en cualquier periodo t, mientras que cada uno de los tomadores de riesgo tiene garantizado que acabará quebrando.

Otros enfoques: también podemos abordar la prueba de manera más formal en una forma de teoría de la medida, mostrando que mientras que los conjuntos espaciales para la “no-ruina” 𝓐 son disjuntos, los conjuntos temporales no lo son. El enfoque se basa en el hecho de que para una medida 𝓿:

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000066.jpg no es necesariamente igual a https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000086.jpg

Casi todos los trabajos que discuten la “sobreestimación” actuarial del riesgo de cola a través de las opciones (véase la revisión en Barberis 2003) quedan anulados por la desigualdad del Teorema 1. Es evidente que asumen que un agente sólo existe para una única decisión o exposición. Simplemente, los trabajos originales que documentan el “sesgo” suponen que los agentes nunca volverán a tomar otra decisión en lo que les queda de vida.

La solución habitual a esta dependencia de la trayectoria -si sólo depende de la ruina- se hace introduciendo una función de X que permita que la media del conjunto (independiente de la trayectoria) tenga las mismas propiedades que la media del tiempo (dependiente de la trayectoria) o la media condicionada de la supervivencia. El logaritmo natural parece un buen candidato. Así pues, https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000041.jpg log*(X**i*) y https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000049.jpg log*(*X*t*) pertenecen a la misma clase probabilística; por lo tanto, una medida de probabilidad sobre uno de ellos es invariante con respecto al otro, lo que se denomina ergodicidad. En ese sentido, al analizar el rendimiento y el riesgo, en condiciones de ruina, es necesario utilizar una transformación logarítmica de la variable (Peters 2011), o acotación de la cola izquierda (Kelly 1956), mientras se maximiza la oportunidad en la cola derecha (Gell-Mann 2016), o acotación de la cola izquierda (Geman et al. 2015).

Lo que mostramos aquí es que, a menos que uno tome una transformación logarítmica (o una función similar que produzca -∞ con la ruina fijada en X = 0), ambas expectativas divergen. El objetivo del principio de precaución es evitar tener que depender de logaritmos o transformaciones reduciendo la probabilidad de ruina.

En su artículo magistral, Peters y Gell-Mann (2014) demostraron que el uso del logaritmo de Bernoulli no era para una función de “utilidad” cóncava, sino, como con el criterio de Kelly, para restaurar la ergodicidad. Un poco de historia:

- Bernoulli descubre la asunción de riesgos logarítmica bajo la ilusión de la “utilidad”.

- Kelly y Thorp recuperaron el logaritmo para el criterio de crecimiento máximo como estrategia óptima de juego. Nada que ver con la utilidad.

- Samuelson descalifica el logaritmo como agresivo, sin darse cuenta de que se puede hacer un semilogaritmo (o logaritmo parcial), es decir, sobre una parte de la riqueza. De Menger a Arrow, pasando por Chernoff y Samuelson, se demuestra que muchos en la teoría de la decisión cometen el error de la ergodicidad.

- Pitman, en 1975, muestra que un movimiento browniano sometido a una barrera absorbente en 0, con trayectorias absorbentes censuradas, se convierte en un proceso de Bessel tridimensional. La deriva de las trayectorias supervivientes es https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000068.jpgque se integra en un logaritmo.

- Peters y Gell-Mann recuperan el logaritmo para la ergodicidad y, además, ponen el resultado de Kelly-Thorpe sobre bases físicas rigurosas.

- Con Cirillo, este autor (Taleb y Cirillo 2015) descubre el logaritmo como única transformación suave para crear un dual de la distribución con el fin de eliminar el soporte compacto de una cola para permitir el uso de la teoría del valor extremo.

- Podemos mostrar (Briys y Taleb, en progreso y comunicación privada) la necesidad de la transformación logarítmica como simple evitación de la ruina, que resulta ser un caso especial de la clase de utilidad HARA.

Adaptación del teorema 1 al movimiento browniano

Las implicaciones de la discusión simplificada no cambian si se utilizan modelos más ricos, como un proceso estocástico completo sometido a una barrera absorbente. Y, por supuesto, en un entorno natural puede producirse la erradicación de toda la vida anterior (es decir, X**t puede tomar un valor negativo extremo), no sólo una condición de parada. El argumento de Peters y Gell-Mann también anula el llamado rompecabezas de la prima de la equidad si se añaden colas gordas (por lo tanto, resultados mucho más graves que empujan a algún nivel equivalente a la ruina) y la ausencia de la fungibilidad del temporal y del conjunto. No hay rompecabezas.

El problema es invariable en la vida real si se utiliza un proceso estocástico del tipo movimiento browniano sometido a una barrera absorbente. En lugar de la representación simplificada tendríamos, para un proceso sometido a L, una barrera absorbente desde abajo, en la versión aritmética:

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o, para un proceso geométrico:

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000033.jpg

donde Z es una variable aleatoria.

Pasando al tiempo continuo, y considerando el caso geométrico, dejemos que https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000016.jpg={inf 𝑡 : 𝑋 i,t> 𝐿}es el tiempo de parada. La idea es que la expectativa simple del tiempo de parada coincida con el tiempo de vida restante, o que permanezca en el mismo orden.

Cambiamos el enfoque de la probabilidad al desajuste entre el tiempo de parada https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000016.jpg de la ruina y el tiempo de vida restante.

C. PRINCIPIO DE SOSTENIBILIDAD PROBABILÍSTICA

Principio: Una unidad tiene que asumir cualquier riesgo como si fuera a asumirlo repetidamente -con una frecuencia determinada- a lo largo de su vida útil.

El principio de sostenibilidad es necesario para el siguiente argumento. Mientras que los experimentos son estáticos (vimos la confusión entre el estado-espacio y el temporal), la vida es continua. Si se incurre en una pequeña probabilidad de ruina como riesgo “puntual”, se sobrevive y se vuelve a hacer (otro negocio “puntual”), al final se quebrará con probabilidad 1. La confusión surge porque puede parecer que el riesgo “puntual” es razonable, pero eso también significa que otro adicional es razonable. (Véase la figura 9). La buena noticia es que algunas clases de riesgo pueden considerarse prácticamente de probabilidad cero: la Tierra ha sobrevivido a trillones de variaciones naturales diarias a lo largo de tres mil millones de años, de lo contrario no estaríamos aquí. Podemos utilizar argumentos de probabilidad condicional (ajustando el sesgo de supervivencia) para retroceder la probabilidad de ruina en un sistema.

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000078.jpg

FIGURA 9. Por qué la ruina no es un recurso renovable. Por muy pequeña que sea la probabilidad, con el tiempo está garantizado que algo que va a chocar con la barrera de la ruina lo hará. Ningún riesgo debe considerarse un acontecimiento “único”.

Ahora, no tenemos que tomar 𝑡 → ∞ ni es necesaria la sostenibilidad permanente. Podemos simplemente ampliar el tiempo de conservación. Cuanto más largo sea t, más divergen los operadores de expectativas.

Consideremos el tiempo de parada incondicional esperado hasta la ruina en un modelo discreto y simplificado: https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000088.jpg, donde https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000004.jpg es el número de exposiciones por periodo de tiempo, T es el tiempo de vida total restante, y p es la probabilidad de ruina, ambos sobre ese mismo periodo de tiempo para fijar p. Dado que https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000013.jpgpodemos calibrar el riesgo de repetición. Cuanto mayor sea la esperanza de vida T (expresada en periodos de tiempo), más grave será el problema de la ruina. Los seres humanos y las plantas tienen una vida útil corta, la naturaleza no -al menos para t del orden de108 años-, de ahí que las probabilidades de ruina anuales sean de O(10-8) y (para incrementos más ajustados) las probabilidades de ruina locales sean como máximo de O(10-50). Cuanto más arriba en la jerarquía individuo-especie-ecosistema, más grave es el problema de la ruina. Esta dualidad depende de 𝑡 → ∞; por lo tanto, el requisito no es necesario para los artículos que no son permanentes, que tienen una vida útil finita.

El argumento de las colas gordas: Cuanto más capaz sea un sistema de ofrecer grandes desviaciones, peor será el problema de la ruina.

Trataremos el problema de las colas gordas más ampliamente. Está claro que la varianza del proceso importa; pero las desviaciones globales que no superan el umbral de ruina no importan.

Transformación logarítmica

Según el axioma de la sostenibilidad, es decir, que “uno debe asumir los riesgos como si fuera a hacerlo para siempre”, sólo se aplica una transformación logarítmica (o similar).

La cola gorda es una propiedad que suele ser preocupante en ausencia de soporte compacto para la variable aleatoria, y menos cuando las variables están acotadas. Pero como vimos la necesidad de utilizar una transformación logarítmica, una variable aleatoria con soporte en [0, ∞) tiene ahora soporte en*(-**∞,* *∞)*, por lo que las propiedades derivadas de la teoría del valor extremo pueden aplicarse ahora a nuestro análisis. Asimismo, si el daño se define como un número positivo con un límite superior *H* que corresponde a la ruina, es posible transformarlo de [0*,* *H*] a [0*,* *∞)*.

Cramér y Lundberg, en el análisis de los seguros, descubrieron la dificultad; véase Cramér 1930.

Una nota sobre la ergodicidad*2 : La ergodicidad no es estadísticamente identificable, no es observable, y no hay ninguna prueba para las series temporales que dé la ergodicidad, similar a Dickey-Fuller para la estacionariedad (o Phillips-Perron para el orden de integración). Y lo que es más importante:

Si su resultado se obtiene a partir de la observación de una serie temporal, ¿cómo puede hacer afirmaciones sobre la medida de probabilidad del conjunto?

La respuesta es similar a la del arbitraje, que no tiene una prueba estadística pero, fundamentalmente, tiene una medida de probabilidad determinada ex ante (el argumento de “no hay almuerzo gratis”). Además, consideremos el argumento de una estrategia de “autofinanciación”, a través de, por ejemplo, una cobertura dinámica. En el límite suponemos que la ley de los grandes números comprimirá los rendimientos y que nunca se alcanzará ninguna pérdida ni ninguna barrera de absorción. Satisface nuestro criterio de ergodicidad, pero no tiene una medida obtenida estadísticamente. Además, casi toda la literatura sobre inversión/consumo intertemporal exige la ausencia de ruina.

No afirmamos que un determinado valor o proceso aleatorio sea ergódico, sino que, dada su probabilidad de conjunto (obtenida por métodos transversales, asumida a través de probabilidades subjetivas o simplemente determinada por argumentos de arbitraje), una estrategia de asunción de riesgos debería ajustarse a tales propiedades. Así pues, la ergodicidad se refiere a la función de la variable o proceso aleatorio, no al proceso en sí. Y la función no debe permitir la ruina.

En otras palabras, suponiendo que el SP500 tiene un determinado “alfa” de rendimiento esperado, una estrategia ergódica generaría una estrategia, digamos Kelly Criterion, para capturar el supuesto alfa. Si no lo hace, debido a la barrera de absorción o algo más, no es ergódica.

D. DEFINICIÓN TÉCNICA DE LAS COLAS GORDAS

Las distribuciones de probabilidad oscilan entre las de cola fina extrema (Bernoulli) y las de cola gruesa extrema. Entre las categorías de distribuciones que suelen distinguirse debido a las propiedades de convergencia de los momentos se encuentran: (1) Que tienen un soporte compacto pero no degenerado, (2) Subgaussiana, (3) Gaussiana, (4) Subexponencial, (5) Ley de potencia con exponente mayor que 3, (6) Ley de potencia con exponente menor o igual que 3 y mayor que 2, (7) Ley de potencia con exponente menor o igual que 2. En particular, las distribuciones de ley de potencia tienen una media finita sólo si el exponente es mayor que 1, y tienen una varianza finita sólo si el exponente supera 2.

Nuestro interés es distinguir entre los casos en los que los eventos de cola dominan los impactos, como una definición formal de la frontera entre las categorías de distribuciones a considerar como Mediocristán y Extremistán. El límite natural entre éstas se da en la clase subexponencial, que tiene la siguiente propiedad:

Sea X = https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000036.jpg sea una secuencia de variables aleatorias independientes e idénticamente distribuidas con soporte en (ℝ+), con función de distribución acumulativa F. La clase de distribuciones subexponenciales se define por (ver Teugels 1975, Pitman 1980):

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000044.jpg

donde 𝐹*2 = 𝐹′ ∗ 𝐹 es la distribución acumulativa de X1 + X2, la suma de dos copias independientes de X. Esto implica que la probabilidad de que la suma X1 + X2 supere un valor x es el doble de la probabilidad de que cualquiera de ellas por separado supere x. Así, cada vez que la suma supera x, para valores suficientemente grandes de x, el valor de la suma se debe a que una u otra supera x -el máximo sobre las dos variables- y la otra contribuye de forma despreciable.

De manera más general, se puede demostrar que la suma de n variables está dominada por el máximo de los valores sobre esas variables de la misma manera. Formalmente, las dos propiedades siguientes son equivalentes a la condición subexponencial (véase Chistyakov 1964, Embrechts et al. 1979). Para un determinado n ≥ 2, sean https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000053.jpg y M**n = máx.https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000073.jpg

a) limhttps://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000083.jpg

b) limhttps://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000020.jpg

Así, la suma S**n tiene la misma magnitud que la muestra más grande M**nque es otra forma de decir que las colas desempeñan el papel más importante.

Intuitivamente, los eventos de cola en las distribuciones subexponenciales deberían disminuir más lentamente que una distribución exponencial para la que los eventos de cola grandes deberían ser irrelevantes. De hecho, se puede demostrar que las distribuciones subexponenciales no tienen momentos exponenciales:

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000028.jpg

para todos los valores de 𝜀 mayores que cero. Sin embargo, lo contrario no es cierto, ya que las distribuciones pueden no tener momentos exponenciales y, sin embargo, no satisfacer la condición subexponencial.

Observamos que si elegimos indicar las desviaciones como valores negativos de la variable 𝑥, el mismo resultado se mantiene por simetría para los valores negativos extremos, sustituyendo 𝑥 → +∞ por 𝑥 → *-∞.*Para las variables de dos colas, podemos considerar por separado los dominios positivos y negativos.

*1 Debate del autor con P. Jorion, 1997, y Taleb 2007.

*2 Gracias a la pregunta de Andrew Lesniewski, que ayudó a definir lo que entendemos por ergodicidad, ya que el significado aquí difiere del de la física estadística.

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000092.jpg

Las notas están organizadas por temas y no de forma secuencial.

Ética: Taleb y Sandis (2013), Sandis y Taleb (2015). Véase también Nagel (1970), Ross (1939); para la filosofía de la acción, Sandis (2010, 2012). Ética política: Thompson (1983). Incertidumbre y ética: Altham (1984), Williams (1993), Zimmerman (2008). Generalidades: Blackburn (2001), Broad (1930). Escalar la montaña por diferentes lados: Parfit (2011). Ética y conocimiento: Pritchard (2002), Rescher (2009).

Mientras que yo me inclino por la ética de la virtud, la virtud por sí misma, por razones existenciales, mi coautor Constantine Sandis y yo descubrimos, gracias a On What Matters de Derek Parfit (2011), que considera que todos ellos están escalando diferentes lados de la misma montaña, que la piel en el juego cae en el punto de convergencia de tres sistemas éticos principales: Los imperativos kantianos, el consecuencialismo y la virtud clásica.

Agente principal y riesgo moral en economía: Ross (1973), Pratt et al. (1985), Stiglitz (1988), Tirole (1988), Hölmstrom (1979), Grossman y Hart (1983)

Toma de decisiones islámica bajo incertidumbre: Manuscrito inédito de Farid Karkabi, Karkabi (2017), Wardé (2010). Al ġ**urm fil jurm es el concepto principal.

Ojo por ojo no es literal: La discusión en arameo de que cuando un hombre pequeño daña a un hombre grande, no hay equivalencia, está mal traducida. Gadol se refiere a “héroe” en lugar de “grande” y Qatan a “enclenque” en lugar de pequeño.

Racionalidad: Binmore (2008), y comunicación privada con K. Binmore y G. Gigerenzer en el festschrift de este último en Bielefeld en 2017.

Cristianos y paganos: Wilkens (2003), Fox (2006), entre otros. Véase Read y Taleb (2014).

Julián: Ammianus Marcellinus, Historia, vols. I y II, Loeb Classics, Harvard University Press. Véase también Downey (1939, 1959).

Ostrom: Ostrom (1986, 2015). También, debate en econtalk con Peter Boetke con Russell Roberts, econtalk.org/archives/2009/11/boettke_on_elin.html .

Asimetría y escalabilidad: Antifrágil.

Gen egoísta: Wilson y Wilson (2007), Nowak et al. (2010). Declaración de Pinker sobre el debate entre Nowak, Wilson et al. y otros que apoyan el enfoque del “gen egoísta”, echando en falta la escalabilidad, entre otras cosas: edge.org/conversation/steven_pinker-the-false-allure-of-group-selection . Bar-Yam y Sayama (2006).

Las vallas hacen buenos vecinos: Rutherford et al. (2014).

Sacrificio: Halbertal (1980)

Desigualdad dinámica: Lamont (2009), Rank y Hirshl (2014, 1015). También Mark Rank, “From Rags to Riches to Rags”, The New York Times, 18 de abril de 2014.

Ergodicidad y juegos de azar: Peters y Gell-Mann (2016), Peters (2011).

Desigualdad: Picketty (2015). La desposesión ya en Piketty (1995).

Cálculo erróneo de la desigualdad: Taleb y Douady (2015), Fontanari et al. (2017).

El impuestopara la igualdad es incompatible con las colas gordas: Un impuesto de este tipo, que significa castigar al generador de riqueza, es popular pero absurdo y ciertamente suicida: puesto que la retribución se ve muy recortada al alza, sería una locura ser un tomador de riesgos con apuestas de pequeña probabilidad, con ganancias de 20 (después de impuestos) en lugar de 100, y luego desembolsar todos los ahorros progresivamente en el impuesto sobre la riqueza. La estrategia óptima sería entonces hacerse académico o funcionario a la francesa, los antigeneradores de riqueza. Para ver el problema transversal temporalmente: Comparar a alguien con retribuciones desiguales, digamos un empresario que gana 4,5 millones de dólares cada veinte años, con un profesor de economía que gana el mismo total a lo largo del período (225.000 dólares de ingresos financiados por el contribuyente). El empresario con los mismos ingresos acaba pagando el 75% en impuestos, más el impuesto sobre el patrimonio sobre el resto, mientras que el académico titular que busca rentas y no contribuye a la formación de riqueza paga, digamos, el 30%).

Juego de Kelly: Thorp (2006), McLean et al. (2011).

Satisfacción: Es erróneo pensar que los axiomas conducen necesariamente a “maximizar” los ingresos sin ninguna restricción (los economistas académicos han utilizado matemáticas ingenuas en sus programas y pensamientos de optimización). Es perfectamente compatible “satisfacer” su riqueza, es decir, aspirar a un ingreso satisfactorio, además de maximizar su aptitud para la tarea, o el orgullo emocional que pueda tener al ver los frutos de su trabajo. O no “maximizar” explícitamente nada, simplemente hacer las cosas porque eso es lo que nos hace humanos.

Violencia: Pinker (2011), Cirillo y Taleb (2016, 2018).

Renormalización: Galam (2008, 2012). Grupo de renormalización en Binney et al. (1992).

Sangre espesa: Margalit (2002).

Racionalidad limitada: Gigerenzer y Brighton (2009), Gigerenzer (2010).

Efecto Lindy: Eliazar (2017), Mandelbrot (1982, 1997); también Antifrágil.

Periandro de Corinto: en Filosofía griega temprana: Principio y primeros pensadores jónicos, Parte 1.

Los genes y el dominio de las minorías: Lazaridis (2017), Zalloua, discusiones privadas. Las lenguas se mueven mucho más rápido que los genes. Los europeos del norte se sorprenden al oír que (1) los griegos antiguos y modernos pueden ser en realidad el mismo pueblo, (2) los “pueblos semíticos” como los fenicios están más cerca genéticamente de los “indoeuropeos” antiguos que de los “semitas”, aunque lingüísticamente estén muy alejados.

https://libmind.github.io/img/b28_skin_in_the_game/images/000008.jpg

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POR NASSIM NICHOLAS TALEB

INCERTO, una investigación sobre la opacidad, la suerte, la incertidumbre, la probabilidad, el error humano, el riesgo y la toma de decisiones cuando no entendemos el mundo, expresada en forma de ensayo personal con secciones autobiográficas, historias, parábolas y discusiones filosóficas, históricas y científicas en volúmenes no superpuestos a los que se puede acceder en cualquier orden.

FOOLED BY RANDOMNESS (2001, 2004), sobre cómo tendemos a confundir la suerte con las habilidades, cómo la aleatoriedad no parece aleatoria, por qué no tiene sentido hablar de rendimiento cuando es más fácil comprar y vender que freír un huevo, y la profunda diferencia entre dentistas y especuladores.

THE BLACK SWAN (2007, 2010), sobre cómo los sucesos de gran impacto pero poco frecuentes dominan la historia, cómo nos damos la ilusión retrospectiva de entenderlos gracias a las narraciones, cómo son imposibles de estimar científicamente, cómo esto hace que algunas áreas -pero no otras- sean totalmente imprevisibles e imposibles de pronosticar, cómo los métodos confirmatorios del conocimiento no funcionan y cómo gracias a los “falsos expertos” ciegos del Cisne Negro somos propensos a construir sistemas cada vez más frágiles a los sucesos extremos.

LA CAMA DE LOS PROCRUSTOS (Aforismos filosóficos) (2010, 2016)

ANTIFRAGIL (2012), sobre cómo a algunas cosas les gusta el desorden (de ahí la volatilidad, el tiempo, el caos, la variabilidad y los factores de estrés) mientras que a otras no, cómo podemos clasificar las cosas según la línea frágil-robusta-antifrágil, cómo podemos identificar la (anti)fragilidad basándonos en la respuesta no lineal sin tener que saber mucho sobre la historia del proceso (lo que resuelve la mayor parte del problema del Cisne Negro), y por qué estás vivo si y sólo si te gusta (algo) la volatilidad.

PIEL EN EL JUEGO (2018), este volumen.

COMPAÑERO TÉCNICO DE INCERTO, compuesto por documentos de tipo académico, notas diversas y observaciones y desarrollos (muy) técnicos.

SOBRE EL AUTOR

NASSIM NICHOLASTALEB pasó veintiún años como arriesgado antes de convertirse en investigador de los problemas filosóficos, matemáticos y, sobre todo, (muy) prácticos de la probabilidad.

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